Capítulo 8 Inicios
Por la noche del mismo día el viento comenzó a soplar ferozmente, los hombres heridos y alterados esperaban el regreso de la mujer que se había aparecido antes, pero está no llegaba. Los minutos transcurría, las horas se hacían presentes sin aún ser tan tarde, las luces alumbraban ciertas partes del campamento mientras que otras permanecían presas de la oscuridad nocturna.
- ¿Qué crees que pasó hoy? - preguntaba Marcelo frente a la fogata que iluminaba los cuerpos presentes mientras esté no despegaba su vista de la profundidad imperceptible de la jungla.
-No tengo idea, pero estoy seguro de que fue real- comentaba uno de sus compañeros quien hacia lo mismo que el anterior, pero en otra dirección.
- ¿C-creen que regrese? - cuestionaba con miedo en su voz Luis que acababa de llegar haciendo que todos los presentes se miraban desconcertados ante la pregunta. Nadie sabía que esperar o que hacer, si era un fantasma como lo matarían, si fuera un demonio como carajos lo expulsarían. Estaba claro que es lo que quería, a ellos fuera de la selva, pero ¿porque presentarse hasta ahora?
-Debemos calmarnos, sea lo que sea podría sentir el miedo y venir a atacarnos- trataba de tranquilizar alguien fuera de su campo de visión.
-Yo creo que sabe perfectamente donde estamos- finalizaba Marcelo quien aún permanecían serio observando el mismo punto esperando estar listo para el siguiente ataque.
De pronto el aire comenzó a soplar más fuerte moviendo el fuego que les iluminaba haciendo que este casi se apagara alarmando a todos los presentes que colaboraban en el silencio sepulcral que duró varios segundos donde la tensión y el temor dominaba el momento emanando de sus poros hasta que un canto suave y hermoso heló la sangre de todo aquel que la escucho en medio de la nada entre las copas de los árboles acompañado de un viento frío que causaba escalofríos al contacto con la piel.
Koonex, koonex, palexen,
xik tu bin, xik tu bin, yokol k 'in
¡eya! ¡eya! tin uok'ol
bey in uok'ol chichán pal
Koonex, koonex, palexen,
xik tu bin, xik tu bin yokol k'in
Koonex, koonex, palexen,
xik tu bin, xik tu bin, yokol k'in
le tun téechó' x-mak'olal
yan tu kín a uok'ostik
koonex, koonex, palexen,
xik tu bin, xik tu bin yokol k'in.
Vámonos, vámonos niños ¡ya!
se va, se va ocultando el sol
¡ay! ¡ay! estoy llorando
así como llora un niño.
Cuando el canto cesó los hombres ya no sabían si ir a dormir esperando lo peor o solo quedarse ante el fuego que les brindaba tranquilidad, como si este pudiera protegerlos.
-Señor, ¿La escuchó? - exclamaba ahitado Jesús al entrar a la tienda de Juan después del hermoso canto.
-Claro que la escuché- le respondía seriamente mientras bebía whisky con la mirada perdida en la tela de la tienda.
- ¿Nos quedaremos? - preguntaba con miedo ante la respuesta.
-Morir aquí por esa cosa o morir allá por no cumplir con el cargamento- daba un sorbo a su trago, -No sé qué sea peor- hablaba mientras volteaba a ver la cara asustada de quién le acompañaba para después suspirar y sobarse la nuca. -Ve a dormir Jesús, mañana lo hablaremos-.
Juan salió de su tienda para acompañar en la guardia dejando solo a Jesús en sus pensamientos que se debatían entre quedarse o irse.
La madrugada pronto llegó al campamento, la oscuridad era fría y los pensamientos de quienes seguían despiertos eran traicioneros. Juan no sabía qué hacer, a quién temer más, que pensar de lo que había pasado, hacia donde correr; la impotencia comenzaba a carcomerlo por dentro mientras el deseo de tener una vida simple le atormentaba la conciencia dejándose invadir por el cansancio.
Voces se comenzaron a escuchar desde la oscuridad provocando la alerta de Juan quien solo podía ver aves en las alturas las cuales comenzaban a chillar mientras se precipitaban a atacarlo sin piedad causándole pequeñas heridas profundas que ardían incomprensiblemente. De la nada la mujer emplumada se mostró frente al él observando por fin el rostro de aquella criatura quedando paralizado al reconocer la cara de Donají en esa figura que le tomaba de la nuca mientras su respiración se aceleraba y su cuerpo permanecían inmóvil. La criatura se acercó velozmente hasta los labios del hombre chocando en un beso apasionado que encendía y relajaba el ambiente tenebroso que les rodeaba anteriormente. La excitación comenzaba a subir y calentar el ambiente mientras sus manos se exploraban mutuamente entre caricias y besos feroces que parecían aumentar el hambre de la joven quien comenzaba a ser más agresiva pues mordía fuertemente los labios de Juan haciendolo abrir los ojos de dolor mientras trataba de separarse de la mujer que le aprisionaba sin éxito, percatándose de que su sangre comenzaba a escurrir por su barbilla generándole terror que movilizó su cuerpo a escapar del agarre que le aprendía mientras está le encajaba sus uñas y rasgaba su cuerpo causándole graves heridas que parecían quemarle desde dentro de su ser causando gritos despavoridos cruelmente ignorados sin piedad alguna. La criatura posicionó su mano sobre el pecho descubierto de su presa clavándole sus garras con una sonrisa enorme que dejaba ver sus dientes puntiagudos mientras se abría paso entre su piel hasta su corazón, sujetándolo con fuerza para después el tomarlo sin compasión permitiendo escuchar de nuevo un grito desgarrador de dolor inconmensurable de Juan quién caía desde las alturas en una muerte inminente.
-Señor- susurraba Jesús mientras movía el cuerpo de Juan que dormía profundamente, -Señor... Señor... Ya es de mañana-.
Juan despertó precipitadamente agitado y sudoroso volteando a ver a todos lados mientras se tocaba el pecho y el sol le impedía ver con claridad.
- ¿Se encuentra bien? - preguntaba Jesús tratando de interpretar al hombre frente a él, - ¿Señor? -.
-Sí- le respondía asintiendo con la cabeza mostrando una cara de ligero temor y confusión mientras se incorporaba.
-Tenemos un problema señor, algunos hombres se fueron muy temprano dejando una carta de renuncia y otros esperan que usted les diga cómo proceder- informaba angustiado.
-Solo dame unos minutos y hablaré con ellos- comentaba rascándose la cabeza sin poder concentrarse en la realidad de su situación pues sus pensamientos estaban en ese sueño y en las sensaciones tan reales que le provocaban náuseas y dolor de cabeza mientras recordaba la cara de la joven en cuerpo de tan escalofriante ser.
Entre mareos comenzó a caminar tambaleándose un poco hasta la escalera donde se detuvo a respirar antes de bajar hasta donde estaban los hombres reunidos a quienes les pidió nombrar representantes y que estos le siguieran hasta su tienda en donde hablarían por fin.
-Comprendo que está situación les cause confusión, pero estoy seguro de que todo tiene una explicación- hablaba mientras se servía un trago de whisky, -Deben estar haciendo algún truco para ahuyentarnos: máquinas de humo, disfraces y parlantes seguramente- bebió su trago para después dejar salir un gran suspiro, -Incluso si lo que vimos fuera una maldita bruja o un fantasma nosotros tenemos armas; armas poderosas que la destrozaran a ella y a todo aquel que se meta con nuestro trabajo. Debemos demostrar nuestro poder y superioridad con el que conquistamos el mundo- exclamaba con determinación ante todos los ojos de aquellos dentro de su tienda para continuar hablando en un tono más fuerte: -Ya una vez las erradicamos por nuestra propia mano y está no será la excepción, ¡Real o no acabaremos con ella!, solo debemos ser más listos-.
Los hombres que presenciaban el discurso de Juan se motivaban a seguirlo y pelear a su lado, tomaban sus cuchillos y los levantaban en señal de apoyo entre palabras de aliento y gritos de furia.
-Sí quieren pelear yo les ayudaré a ganar, pero si quieren irse este es el momento, no podemos ser cobardes en este trabajo- gritaba entusiasmado contagiando a otros.
En ese momento movilizó a todos los hombres que se había quedado, desayunaron y alistaron sus armas, prepararon sus municiones y guardaron las provisiones necesarias para el camino. En una hora ya se encontraban caminando en busca de sus preciosos recursos, pero estos no aparecían, era como si de la nada todas las criaturas desaparecieran por segunda vez, era como si el día anterior se repitiera a pesar de que fueron en otra dirección.
-Ya llevamos dos horas buscando y ni siquiera un ave simple a cruzado con nosotros señor- hablaba uno de los representantes a través del radio mientras escaneaba la zona minuciosamente.
-Sigamos adelante, los animales no desaparecen de la nada- le respondía firmemente Juan.
Los murmullos crecían entre los cazadores y recolectores del grupo que esperaban nerviosos un ataque de la apodada bruja emplumada. Temían por sus vidas, pero la avaricia y el poder los movilizaba a cazar, sus ojos estaban abiertos de par en par y sin casi parpadear por miedo a no verla venir, sus respiraciones eran profundas pero constantes y se comenzaba a formar una capa de sudor sobre todos los presentes que se cuestionaban si estar ahí era una buena idea.
-Señor deberíamos volver- comentaba nervioso uno de los hombres más grandes a lo que Juan solo enfurecía de miedo. No podía controlar lo que sentía en ese momento, era como si el miedo, la irá y la impotencia se juntaran en lo más profundo de su ser y le hicieran querer explotar contra todo lo que estuviera cerca, su cuerpo se tensaba con cada segundo, su color de piel se tornaba rojizo mientras las venas de su cara brotaban poco a poco dejando ver a un hombre desquiciado tratando de liderar su grupo.
La desconfianza hacía el hombre crecía con cada paso que daban, el silencio se apoderaba completamente del grupo quien dejó de cuestionar las decisiones de su líder mientras sus miradas demostraban angustia y deseos de terminar con su trabajo de una vez por todas pues parecía que la jungla les aborrecía debido a que la hiedra crecía constantemente a sus alrededores como si quisiera capturarlos además de que no aparecía rastro de las criatura de la selva a lo largo de kilómetros de ellos y el calor sofocante parecía ir en aumento.
Toda esperanza estaba siendo abandonada, los hombres se armaban de valor para enfrentar a su jefe quien parecía los mataría si le llevaban la contraria. La humedad y el calor comenzaban a sufrir efectos sobre los caminantes: mareos, dolor de cabeza y cansancio se apoderaba de sus cuerpos hasta el grado de no poder ignorarlo más por lo que se tuvieron que detener a descansar, comer y beber agua; gran error considerando que algunas garrafas contenían el agua envenenada de ayer.
Al cabo de unos minutos los efectos del agua comenzaron a surtir un efecto alucinatorio.
Los árboles comenzaron a moverse para los hombres fuera de juicio que sudaban en frío mientras que sombras de jaguares comenzaban a correr entre los arbustos provocando pánico y acciones desesperadas pues algunos cazadores tomaron sus armas entre sus temblorosas manos y comenzaron a disparar hacia donde creían haber visto las criaturas.
Juan estaba confundido ante el comportamiento de sus hombres y sus propias alucinaciones donde volvía a escuchar los chillidos de los pájaros de su sueño provocándole un miedo intenso de que esté se volviera realidad. Su respiración se agitaba cada vez más, el sudor caía de su barbilla a grandes gotas, sus ojos rojos de cansancio se abrían tratando de ser más perceptivos ante un posible ataque y su boca se secaba con cada inhalación. -Señor ¿Qué hacemos? - se repetía en su cabeza entre murmullos que le atormentaba: -Me debes mucho dinero Juan, necesito la mercancía ya-, - ¡Como mierdas planeas triunfar si solo eres una maldita rata! -, -Señor se encuentra bien-, -Solo quiero una vida normal Juan. Quiero el divorcio-, -Necesitas más tiempo eh-, - ¡Págame lo que me debes y lárgate! -, -Ojalá tuviera realmente un padre-. Los pensamientos de Juan le atormentaban mientras un fuerte dolor le cubría generando sentimientos de derrota que le tiraban al suelo cubriéndose la cabeza sin ser capaz de percibir la realidad que vivía en ese momento.
El mismo canto de la noche anterior se hizo presente en el día, aumentando el miedo de todos pues sabían que nada bueno saldría de eso.
- ¡Mierda! Yo me largo de aquí- gritaba un hombre que comenzaba a correr lejos del grupo mientras el canto se escuchaba cada vez más cerca hasta que un silencio profundo interrumpió todo sonido presente permitiéndoles escuchar la respiración y los quejidos de cada uno de los presentes. El viento comenzó a soplar atrayendo nubes que causaban sombras repentinas y ruidos extraños acompañados de diferentes sonidos de animales que resonaban en la cabeza de los hombres.
-Vida a quien vida da-.
La joven emplumada apareció en medio de grupo generando corrientes de aire que irrumpieron con la estabilidad de los presentes lanzándolos por las alturas lejos de su punto inicial y de ellos mismos para posteriormente girar sobre su eje y mirar desde arriba al hombre que yacía en el suelo estupefacto tratando de tomar su rifle hasta que lo logró apuntando a dónde estaba la bruja que se transformaba en una serpiente delgada y rápida que se enredó en la arma del cazador aproximándose deliberadamente hasta este para clavar sus colmillos en su cara mientras crecía en tamaño convirtiéndose en una anaconda de 4 metros que se envolvía alrededor de su cuerpo ejerciendo la fuerza suficiente como para desmayarlo por la falta de aire y el gran dolor que le causaba, sin embargo no lo hizo, sino que soltó el agarre cuando sintió que esté estaba a punto de desfallecer.
Posó sus ojos jade sobre los de él tratando de clavarle la mirada de forma intimidante pero el hombre parecía volverse loco con cada segundo frente a ella, la irá comenzaba a brotar de su ojos y su cuerpo luchaba por escapar pero su contrincante no se lo permitía, la mujer en su forma humana atacó mano a mano al cazador que se defendía como podía buscando tener de nuevo su rifle para cortarle la cabeza pero esto nunca sucedió pues ella transformada de nuevo lo sujetó fuertemente entre su cuerpo mientras poco a poco se acercaba a su oído; -Debieron irse cuando les di la oportunidad-.
Juan entre sus últimos aires logró desenfundar su cuchillo con el que cortó la piel del reptil causando el sangrado abundante de la criatura junto con un enorme grito de dolor que le liberó por fin dejando ver cómo está volvía a su forma humana mientras se retorcía y perdía conciencia; o al menos eso quería que se pareciera.
La joven permaneció en el suelo mientras que el hombre cantaba victoria enfundado su cuchillo e ignorando el cuerpo ensangrentado que se regeneraba rápidamente, en cuestión de segundos está comenzó a levantarse con una mirada asesina y una sonrisa despiadada cubierta de sangre esperando que su rival se diera la vuelta y observará por fin tan tenebrosas escena, pero este seguía disperso por lo que lentamente se acercó a él tomándolo por la espalda sujetándole la garganta con una mano mientras que la otra quedaba en su estómago. Las manos de Donají comenzaron a emitir calor, su cuerpo semiemplumado empezaba a tornarse rojo mientras que sus ojos se cubrían completamente verde.
-Se los advertí- le susurraba al oído entre risillas, -Ojo por ojo, vida por vida- finalizaba sus últimas líneas mientras lastimaba el cuerpo del hombre con el calor que emanaba, causándole quemaduras de segundo y tercer grado sin matarlo, dejándolo libre de nuevo de sus garras mientras esté corría confundido y muy adolorido para después tropezarse y caer contra el suelo donde volteó en busca de la chica pero está ya había desaparecido generandole una sensación de alivio que le hizo levantarse con torpeza y comenzar a correr de regreso al campamento con el fin de escapar de una vez por todas de ese lugar pero eso parecía imposible, la selva se miraba cada vez más espesa, todo parecía tambalearse y sentía la presencia de la mujer a quién no podía ver, la cabeza le quería explotar con cada pensamiento que tenía y sus oídos le sangraban, el dolor simplemente se elevaba y si cuerpo solo resistía con cansancio.
Entre los árboles de nuevo se escuchaba el canto atormentando a todos los oyentes que trataban de escapar de ella. Juan seguía corriendo sin control con las fuerzas que le quedaban hasta que chocó contra un árbol mientras buscaba a su cazadora haciéndolo caer aturdido por el golpe y dejándole ver sombras que comenzaban a aparecer corriendo alrededor de él hasta que logró salir del trance y comenzó a gatear para escapar de ahí mientras soltaba bufidos, sangre y sudor. El miedo a morir solo crecía con cada grito que escuchaba de otros cazadores que al igual que él intentaban huir poniéndolo más alerta e intranquilo, tratando de ser lo más perceptible que pudiera mirando constantemente a todos lados y tratando de predecir de donde sería atacado; lo que nunca predijo es que su mano caería en una trampa para osos que algunos de sus cazadores había puesto aprisionándole y destrozándole el brazo derecho lo suficiente como para retorcerse de dolor y no poder escaparse de su ataúd. Las lágrimas brotaban como cascada de sus ojos cafés, el sudor era abundante y seboso, sus gritos de dolor podían ser escuchados a cientos de metros, pero solo una persona respondió a ellos.
Donají regresaba caminante con una trampa igual a la que aprisionaba a el hombre entre sus manos, inclinándose a sus pies mientras esté trataba de apartarse de ella sin poder irse, mirando como la joven armaba lentamente el artefacto.
-Estas trampas son muy peligrosas- expresaba con burla mientras tomaba fuertemente una de las piernas del hombre que forcejeaba por liberarse de su futuro tormento sin éxito alguno pues su mano seguía presa de la otra trampa y del cansancio que comenzaba a vencerle. -Lo lamento- exclamaba Donají mientras colocaba el pie de Juan en la trampa activando el mecanismo y aprisionándole entre sollozos y sufrimiento mientras miraba los ojos de la mujer que parecía un demonio salido del infierno vivo, triunfante y sonriente disfrutando de su dolor. Juan no resistió y se desmayó en medio de la situación provocando la satisfacción de la joven que se erguía transformaba en un escarabajo tigre con el fin de ser imperceptible y veloz entre la maleza al cazar a los hombres restantes.
Encontrarlos no fue difícil pues sabía a dónde los había mandado, la euforia le recorría todo el cuerpo aumentando su temperatura corporal y su velocidad comenzando la caza con las presas más próximas a ella, dejándolos gravemente heridos por sus garras y atormentados con su imagen y su forma de atacar como si de un completo depredador se tratara, un depredador que dejaba viva a su presa alimentándose de su miedo y energía.
Uno a uno fueron huyendo del lugar de la forma en la que podían buscando las carreteras más próximas suplicando por qué los sacarán de ahí; muchos fueron ignorados por su estado, otros llevados a la policía con miedo de por medio y otros más murieron en el camino por sus heridas. La historia de los cazadores y la bruja emplumada se extendió por todo el estado como un rumor a voces que provocaba miedo y esperanza al mismo tiempo entre toda la población.
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