Capítulo 24 Primer aparición
— ¿No crees que las cosas podrían solucionarse matando a este tipo? — preguntaba Donají tratando de hacer plática mientras abordaban el camión que los llevaría con los otros.
-—Si, pero no soy una asesina— le respondió Alesia seriamente bajando la cabeza, —No quisiera serlo—.
El camino fue silencioso para todos, desde las miradas "discretas" de asombro por parte de Isaac, Roberto y -Alondra al ver qué si dieron con la chica hasta la seriedad profunda que mostraba Donají pensando en las palabras que aquella joven había dicho. Ella era una asesina, y en algunas ocasiones disfrutaba serlo pues la sed de venganza la llamaba. ¿Eso estaba mal? ¿Ella estaba mal? ¿Acaso era mala? ¿Por qué ella no se sentía así?.
Al llegar al cuarto del hotel los que se habían quedado no podían creer lo que sus ojos miraban pues una chica y dos chicos los acompañaban. ¿Tres mutantes?.
Rápidamente Marien se acercó a ellos para indagar su hipótesis presentándose cortésmente y sin poder evitar emocionarse dejando que su cara lo demostrará haciendo reír a los tres nuevos.
—Entonces ¿Solo tú tienes poderes? — preguntó después de indagar.
—Sí, solo ella— contesto Dardan riendo al ver la desilusión de la noticia.
—Nosotros solo somos guapos— bromeó Pal tratando de coquetear con esa chica que rio con su comentario recobrando la felicidad.
—Nuestra primer mutante, ¡Que emoción! — exclamó derrochando alegría.
— ¿Primer? — cuestionó Alesia confundida volteando a ver a Donají la cual sonreía al ver a su hermana.
La noche prosiguió mientras Marien entrevistaba a Alesia junto con los otros a excepción de Donají que se encontraba en la ventana de la sala pensante, observando la belleza nocturna de aquella ciudad.
Pasado los minutos Isaac se acercaba observándola discretamente sin saber que ella ya sabía que estaba ahí.
— ¿Vienes a decirme algo o solo te gusta observar a las personas desde el anonimato? — preguntó Donají sin voltear hacia donde él estaba.
—Ambas- respondió riendo por el comentario. — ¿Cuándo le dirás que irá con nosotros? — exclamó por fin logrando que la joven volteara a verlo.
—Antes de dormir— respondió regresando su vista a la inmensidad del mundo exterior.
—Bien— comentó acercándose a su oído para susurrar, —También debe saber lo otro— expresó seriamente y se fue dejándola con más pensamientos y menos decisiones.
Las horas pasaron, la entrevista terminó y el momento de dormir acechaba a todos quienes bostezaban cansadamente. Cuando Donají vio a varios seguir su rumbo hacía sus cuartos siguió a Marien hasta el suyo.
—Pensé que ya estarías dormida— comentó su hermana mientras se desenredaba el cabello frente al espejo.
—Alesia nos acompañará en el viaje— soltó sin más mirándola fijamente a los ojos a través del espejo pues ella estaba de espaldas.
— ¿En serio?. Genial, ella nos podría ayudar a encontrar a los demás y convencerlos— comentó tranquilamente confundiendo a Donají por su reacción pues ella esperaba cuestionamientos y problemas, no una aceptación inmediata.
—Ah, sí, por eso irá con nosotros— respondió rápidamente dando media vuelta para irse por dónde vino.
—Donají...— le habló haciéndola voltear lentamente, —Lo siento. Por no apoyarte— se disculpó dejando de lado el cepillo acercándose a ella para darle un cálido abrazo que le saco un tranquilizador suspiro. —¿Cómo sabías que estaría ahí? — preguntó sin dejarla de abrazar sacándola de su momento de paz.
—Okey, buenas noches hermanita— fue lo único que dijo saliendo rápidamente del cuarto hasta la sala donde aquellos tres visitantes la esperaban.
Cuando ellos la vieron venir se levantaron rápidamente para llamar su atención ante todo lo que se podría atravesar. Se les miraba agotados, sus ojos apenas podían mantenerse abiertos y suplicaban corporalmente les dijeran donde dormirían. Donají solo los guío hasta su habitación donde comentó podrían dormir tranquilamente.
— ¿Dónde dormirás tu? — preguntó Dardan al ver un sillón y la cama.
—Yo dormiré en la sala— respondió sonriendo mientras cerraba la ventana. —Pero primero me daré un buen baño. Buenas noches— comentó sin dejarles responder pues cerró la puerta del cuarto.
Cómo siempre un gran baño la dejó tranquila y libre de pensamientos intrusivos. En ese momento solo estaba ella y su disfrute, todo lo demás salía sobrando.
Al salir del baño se cambió y acomodó el sillón. A pesar de que a veces no dormía mucho nunca tenía problemas para quedarse dormida, y esa noche no fue la excepción, en cuanto tocó aquella almohada su mente dejo la realidad y su sueño comenzó a aparecer.
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Un lugar oscuro la rodeaba mientras su cuerpo flotaba en la inmensidad. Desde lo más alto una luz comenzó a aparecer iluminando ligeramente a la joven suspendida en aquel lugar extraño mientras una paz le inundaba por lo que escapar no era necesario.
Desde lo profundo bajo sus pies una pequeña chispa de luz comenzó a brotar formando una enorme flor que al abrirse lanzo un encandilante brillo blanco que recorrió cada espacio de lo que parecía ser una gigantesca cueva de piedra gris oscura que resguardaba aquella extraña especie que al florear poco a poco comenzó a reducir su luz hasta quedar tenue ante la inmensidad mientras pequeños haces de luz verde comenzaban a salir de ella como si fueran raíces que se esparcían por todo ese lugar seguido de la aparición espontánea de flores de aquellos brotes. En cuestión de segundos aquella oscuridad era ligeramente iluminada por diferentes colores irradiados de aquella flor madre que parecía palpitar como un corazón y sus retoños.
Al ver tanta belleza los ojos de Donají se llenaron de emoción mientras un extraño sentir le llamaba desde el origen de todo. La flor la atraía hacia ella lentamente permitiéndole ver su inmensidad pues con cada acercamiento se apreciaba mejor su extraordinario tamaño y hermosa luminosidad colorida.
Cuando los centímetros parecían extinguirse cada vez más entre ellas se podían percibir pequeños y delgados rayos de luz amarilla que recorrían los pétalos de la flor, Donají curiosa acercó su mano hasta estos y con su dedo índice tocó lentamente aquella superficie lisa y suave de la cual brotó una centella que creó una flor roja sorprendiendo a Donají que rápidamente quitó su dedo al sentir la chispa dejando la flor libre y flotante como ella solo que en vez de quedarse inmóvil esta comenzó a elevarse hacia la luz superior que asemejaba ser un orificio. Extrañada volvió a hacer lo mismo obteniendo el mismo resultado en una flor verde y una veloz visión de lo que parecía una conexión entre esa flor y todo el mundo exterior; por ese segundo sintió la vida más allá de la suya: peces, perros, aves, plantas y todo lo que estaba vivo estaba conectado con ella a través de la flor.
Debido al impacto de lo visto retiró su dedo de la flor la cual al igual que la anterior tras el despegue entre ambas se elevó hasta el orificio superior.
— ¡Donají! — gritaba Marien tratando de despertarla, — ¡Donají!, ya levántate— la sacudió logrando que reaccionara.
— ¿Mmmh? — contestó dándose la vuelta.
—Son las siete de la mañana, debemos tomar un avión— exclamaba sin que la otra le prestara atención pues su cabeza se hundía en la almohada ligeramente húmeda por su saliva. — ¡Le-van-ta-te! — volvió a gritar aventándole almohadas de los otros sillones.
—Si, ya, me levanté— resopló dando un gran bostezo aparentando que se levantaría, pero se volvió a acostar con los ojos abiertos observando la nada sin pensar en que hacer mientras la pesadez le ganaba y sus ojos de volvían a cerrar.
— ¿Donají? — le llamó Isaac al verla mentalmente en júpiter.
— ¡Estoy despierta! — exclamó parándose de repente y alistando sus cosas asustando momentáneamente a todos por su tono de voz y rápida acción.
Un nuevo destino los esperaba, Chipre; una isla del mediterráneo famosa por sus zonas arqueológicas relacionadas al culto de la Diosa afrodita, república que ahora les esperaba en busca de una nueva mutante, la cual según las investigaciones del nombrado la rata roja de internet tenía un intento de asesinato en su contra por las mujeres de su pueblo que la acusaban de seducir a sus hombres y dejarlos en la ruina sufriendo por un amor producto de sus hechizos.
En una madrugada del mes de octubre el pueblo entero enloqueció al ver la casa de esta mujer arder en intensas llamas mientras un grupo de esposas gritaban desde fuera del recinto maldiciendo que ardiera en el infierno por puta siendo apoyadas por algunos y juzgadas por otros.
Entre disputas de defensa y ataque por parte de los pobladores y los prestadores de servicios se logró apagar el incendio después de rescatar a la víctima con quemaduras de segundo grado. Su delito era ser una bailarina nudista en un club nocturno de mala fama entre los moralistas de todo Kouklia y Pafos, ¿Su don? Secreción de hormonas sexuales que nublaban el juicio de la persona que los oliera entrando en un trance de placer que se volvía adictivo con el tiempo.
Calista era su nombre, una mujer de unos 29 años con curvas pronunciadas que la hacía lucir increíble ante los ojos de cualquiera; piernas gruesas y humectadas que resplandecían con la luz del sol, caderas pronunciadas y senos arriba del promedio con 170 centímetros de altura que salían sobrando cuando se metía entre tus piernas. Sus ojos grandes color marrón te hipnotizaban al establecer contacto, sus labios con forma de corazón parecían caramelos en un color vino que te invitaban a beberlo y el tono de su piel oliva la hacía parecer un exquisito cóctel del cual suplicarías beber.
Un bello y aparentemente tranquilo pueblo los recibía. Encontrar a la chica está vez no sería tan complicado al menos en ese lugar; ¿Su plan?, esperar a que el bar abriera para poder platicar con ella.
La tarde-noche llegaba al fin dejando ver un bellísimo atardecer desaparecer ante la inmensidad de la oscuridad, las calles algo vacías ignoraban la presencia de los pocos transeúntes que parecían volar a diferentes puntos: sus casas quizá, carritos de comida callejera para saciar el hambre nocturna o tal vez aquel bar discreto al que tantos hombres entraban anónimamente tratando de esconder sus rostros con enormes chamarras, sudaderas o gorros buscando el placer visual de las mujeres que bailaban sensualmente para sus ojos.
Todos estaban nerviosos, los hombres del grupo se miraban más inquietos mientras algunas de las chicas se intimidaban por el lugar y otras más como Donají y Alesia se entusiasmaban por llegar al fin hasta las mesas del lugar para disfrutar de la función.
—Solo tenemos que esperar a que salga, llamar su atención y hablar con ella— comunico Marien tragando saliva pues no tenía la menor idea de cómo hacerlo.
—Dividámonos en parejas para que sea más sencillo— gritaba Isaac por el volumen tan alto de la música que les recibía, —Roberto e Iván; Carla y Alondra, Donají y Alesia; y Marien y yo— formó las duplas y se dispersaron por el lugar atentos a todas las chicas.
Al entrar al lugar las luces chocaban violentamente contra la vista de los espectantes que asombrados trataban de mantener los ojos abiertos el mayor tiempo posible para no perderse ningún detalle de esas bellas mujeres que bailaban en el escenario.
La emoción de Donají podía verse en todo su rostro pues sus ojos se encendían como luceros al ver esos cuerpos moverse y frotarse entre sudor y aceite alterando su respiración la cual comenzaba a hacerse más profunda mientras recibía un choque de oxitocina al mismo tiempo que su boca producía saliva violentamente y un cosquilleo entre las piernas la abordaba provocando que las apretara fuertemente tratando de calmar su deseo sin éxito.
Después de media hora de su llegada la música cambio de repente, las luces se atenuaron profundamente mientras una luz rosa iluminaba la entrada al escenario y una hermosa pierna se asomaba por aquellas cortinas brillosas de color rojo. El bullicio enmudeció ante la entrada de aquella mujer que bailaba sensualmente al ritmo de la canción que controlaba los latidos todos y hacia olvidar a algunos como respirar.
Donají no podía despegar sus ojos de aquella mujer de larga cabellera, ojos marrones y piel oliva pues su deseo le carcomía la entrepierna la cual ya le hormigueaba de tanta fuerza que ejercía en ese lugar aumentando las sensaciones en su vulva que le enloquecían.
Llevaba semanas sin dejar salir su deseo completamente y eso la atormentaba al sentirse ligeramente excitada, en esta ocasión no podía evitarlo, quería salir corriendo para poder contenerse, pero no podía dejar de mirar. Su calor corporal comenzaba a subir, el sudor que desprendía hacia brillar su cuerpo inmóvil y su mente se moría de ganas por tener a esa mujer para ella. ¿Excitada? No, ella sobrepasaba la palabra y sus uñas clavadas en su piel eran una muestra desesperada de querer dejar salir todo lo que sentía.
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