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Capítulo 17 Despedida

Cerrando su casillero se dirigió hasta donde la solicitaban, el día estaba tranquilo y las tareas eran las de siempre, todo parecía marchar con normalidad.

—Buenos días, lamento no haberte llamado y la ausencia, no me sentía muy bien y me olvidé de todo— expreso Donají mostrándose apenada ante Daniel.

—Dos días en los que no pudiste llamar. ¡Dos días! — exclamaba Daniel claramente molesto a lo que Donají solo bajó la cabeza, pues sabía cuándo hacerlo para evitar problemas. El hombre frente a ella dio un gran suspiro sujetándose la nariz dejando segundos de silencio. — ¿Cómo te encuentras hoy? — preguntó mirándola a los ojos.

—Mejor— respondió cortantemente desviando la mirada a dónde él no estuviera.

Daniel se acercó y la tomó del mentón con suavidad para que sus ojos se encontrarán mutuamente.

—En serio estoy mejor. Lo siento— habló en un tono bajo sin poder dejar de ver los ojos frente a ella.

Poco a poco Daniel se acercaba a la cara de Donají deslizando su mano por su rostro, permitiéndole a la chica oler su respiración debido a la cercanía mientras ambos cerraban sus ojos listos para colisionar en un beso.

—No puedo hacerte esto— murmuró la joven a un centímetro de sus labios sin abrir sus ojos.

-Entonces no lo hagas- expresó el hombre besándola apasionadamente entre caricias a su cara y deseos de seguir mostrándole cariño. —Déjame estar a tu lado— susurro provocando el pánico en su acompañante que rápidamente se alejó.

—Lo siento— se disculpó retirándose del lugar apresuradamente temiendo ser detenida.

Donají no podía imaginar una relación con alguien con quien ya había tenido problemas, además de que su nueva vida estaría comprometida si la otra persona se enterara. Esta y más razones atravesaban su cabeza distrayéndola a cada rato mientras intentaba realizar sus tareas o cuando tomaba sus descansos mientras evitaba toparse con Daniel.

— ¿Tu qué piensas? ¿Debería hacer que la tierra me trague? — hablaba con su criatura el mono a través de su conexión mientras limpiaba una jaula. -Si no creo que deba hacer eso- reía ante la respuesta.

Al acabar sus tareas se acostó debajo de un árbol a descansar, entre la tranquilidad y el suave viento cerro sus ojos y comenzó a entrenar las conexiones dirigidas. Durante una hora estás parecían no obedecer pues nunca acababa donde quería, pero después de varios intentos fallidos comenzaba a identificar las energías de sus criaturas, era como si cada una tuviera un aura diferente que no había notado antes.

—Donají ¿Ya lista para irnos? — hablaba José a través del radio sacando del trance a la joven.

—Yo siempre estoy lista— le contestaba sonriente mientras se dirigía a los vestidores.

Su jornada llegó a su fin, el atardecer ya se observaba en el cielo y el cansancio se hacía presente en la mayoría del lugar. Evitando contratiempos se despidió rápidamente de todos y marchó directo al cenote a un paso moderado llamando a sus creaturas en el camino, disfrutando de un paseo como si de sacar mascotas se tratara.

Los entrenamientos nunca fueron sencillos y este no era la excepción. A pesar de notar ciertas diferencias en las energías de sus criaturas algunas eran muy parecidas por lo tanto las confundía.

—Comenzare a arrancarme el cabello si sigo así— comentaba Donají frustrada a la mitad de la noche.

— ¿Por qué crees que esto debería ser sencillo o rápido? — reía el Dios, —Todo tiene su tiempo- expresaba con tranquilidad observando el cielo estrellado, —Todos tienen sus diferencias—.

—Solo creí que al tener tu poder no sería tan complicado, pero desde que me quitaste una parte de él todo es el triple de complicado, ni siquiera el doble, el triple o más. Siempre acabo cansada, adolorida, con sueño o ganas de ser más. Cuando creo que por fin me convierto en lo que buscabas algo me hace darme cuenta de que no estoy cerca. Es como sí, ¡ah! — suspiro ante sus pensares haciendo sonreír a Yum.

—Yo no te quite parte de mi poder— habló captando la atención de la joven detrás de él, —Yo te deje sin ellos hace bastante tiempo— comentó confundiendo a la chica.

— ¿Q-qué? — cuestionó Donají sin poder articular otra cosa.

—Poco a poco los retiré de ti para que pudieras adquirir el poder desde el centro y no de mi— expreso en completa calma.

— ¿Por qué no me lo dijiste? — preguntó aun en shock por la noticia.

—Porque solo te hubiera retrasado. No te aportaba nada bueno saberlo más que presión por dominarlo y miedo por mi partida, no quería ocasionarte más sufrimiento. Me disculpo— expresó con seriedad mirando a la joven que permanecía mirando la tierra. —Todo lo que has logrado fue por tu esfuerzo, tu dedicación y ganas de ser más, yo no intervine. Lo que eres ahora no viene de mi— se acercó a la joven poniéndose en cuclillas para estar a su altura.

— ¿Ya no soy parte de ti? — interpretó de sus palabras postrando sus ojos sobre los de él.

—Tu siempre serás parte de mí y yo de ti. Nuestra conexión va más allá del centro pues nuestros corazones están conectados— afirmó tomando su mano y poniéndola en su pecho, — ¿Lo sientes? — preguntó mientras la joven miraba su mano y sonreía. —Esa es mi energía, guárdala en tu memoria para siempre pues a través de ella nos encontraremos—.

La madrugada siguió su curso al igual que el entrenamiento de la joven: concentración, pelea y control era lo principal a mejorar, y una noche no era suficiente para lograrlo.

Los días pasaban mientras la joven entrenaba, las noches se volvieron largas y los días pesados pero su determinación seguía de pie. El miedo no desaparecía, pero se enfrentaba a él con cada atardecer; el dolor solo aumentaba, pero su amabilidad permanecía al tratar con otros; Y aunque sentía que su poder no crecía jamás dejó de defender lo que creía justo.

Con el pasar de las noches la caza de intrusos en la selva se volvía rutinaria pero no pesada, sus creaturas vigilaban durante el día y marcaban los campamentos para atacarlos durante la noche mientras Donají permanecía en el cenote tomando el cuerpo de alguna de sus criaturas planeando y dirigiendo los ataques.

Con cada posesión cosas nuevas aprendía, como, por ejemplo: podía moldearse a nuevas formas animales o hibridas; su poder se manifestaba con ella a pesar de no ser su cuerpo; y el dolor y cansancio que experimentaba no desaparecía al regresar su psique.

Al cabo de dos semanas constantes y llenas de trabajo historias se habían generado sobre criaturas protectoras que atormentaban a los intrusos siguiendo a la mujer emplumada. De nuevo la caza disminuyó, pero no desapareció pues muchos pobladores nativos cazaban su comida con el permiso de los guardianes siguiendo el ciclo de la vida. Nadie que tomara más de lo que necesitaba salía vivo del lugar.

Para delimitar las áreas protegidas ante los foráneos surgieron pilares de piedra de metro y medio de altura donde se postraba una figura de algún animal frente a un tazón donde las ofrendas eran puestas antes de entrar. Flores, comida, animales vivos y muertos entre otras cosas eran recibidos en ese lugar que prosperaba extendiendo la naturaleza más allá de las de los pilares. Nadie se explicaba su origen, nadie cuestionaba las nuevas formas de hacer las cosas, solo respetaban el lugar y la vida como sus bisabuelos les enseñaron o como los nativos enseñaban a los foráneos y extranjeros que llegan al lugar por el turismo.

Las autoridades no hablaban de los sucesos ante la prensa, pues esparcir el rumor de criaturas, protectores y antiguos dioses provocaría caos e invasión, situación que pondría en peligro todo lo que se conoce.

—Estas lista— afirmaba Yum al observarla sobre el agua concentrada en sus actividades.

—Eso espero— respondía la joven sin perder su postura pues estaba enlazada a su puma en una revisión rápida de la zona.

—Es momento de irme— acaparó la atención de la joven que ya había terminado su ronda haciéndola dar un profundo respiro.

—Es momento— repitió con una sonrisa algo nerviosa poniéndose de pie y caminando hasta el Dios.

— ¿Damos una vuelta? — preguntó sonriente estirando su mano como de costumbre, Donají la tomó sin pensarlo y ambos emprendieron su vuelo en la fresca noche.

De nuevo se miraban dos almas juguetonas sobrevolando los cielos, navegando entre las nubes disfrutando el momento, dejando de lado el dolor de la partida, compartiendo su alegría a través del lugar que tanto aman.

Pronto terminó su vuelo regresando al lugar que tanto significaba para ellos, descansando juntos en la comodidad del suelo cubierto por hojas observando el cielo hasta que el sueño venció a la joven. Sus sueños fueron agradables y su descanso placentero mientras que su despertar se rodeó de una ligera tristeza al no ver al Dios en el lugar.

—Traje elote para desayunar antes de irme— exclamo Yum detrás de la chica, — ¿Creíste que me iría din despedirme? —sonrió ante la expresión alegre de la joven.

El fuego cocino las mazorcas mientras el sol hacia presencia anunciando el inicio de un nuevo día. El desayuno fue grato, la compañía agradable y la despedida menos dolorosa. Desde que logró controlar sus enlaces esperaba la partida del Dios, pero esta parecía posponerse sin razón, con cada día que pasaba el disfrute amentaba y la idea de un adiós se volvía menos dolorosa por lo que al despedirse no dolió tanto.

Donají quería mostrarse fuerte e indestructible ante Yum pero las lágrimas salieron traicionando su idea dejando ver a una mujer sonriente con los ojos cristalinos unas cuantas gotas en sus mejillas mientras el Dios se acercaba a ella para limpiarlas.

—No lo olvides, yo soy parte de ti y tú de mí. Cuando estés perdida ahí estaré, cuando sientas que ya no puedes más oirás mi voz gritando tu nombre, porque yo creo en ti mi bella Itzia— expreso cariñosamente tomándola entre sus brazos.

El Dios besó la cabeza de la chica y se retiró del abrazo lentamente sujetando su mano hasta el último instante en el que sus dedos se separaron, elevándose mientras un torbellino de aire y hojas lo rodeaban haciendo desaparecer su cuerpo físico para viajar con la brisa más allá de este mundo llamado Tierra.

—Gracias, eres más de lo que planee encontrar— resonó entre la vegetación mientras una parvada de aves sobrevolaba hermosamente los cielos provocando la mayor sonrisa y la más larga lagrima en Donají marcando el fin del inicio.

De nuevo se podía observar a una joven correr velozmente entre la jungla, sus emociones eran confusas pues la tristeza por la partida estaba presente, pero al mismo tiempo una enorme alegría la inundaba, era como enamorarse de todo lo que iba viendo, como si el calor abrazador de sol mañanero la llenara de algo más que una recarga de energía. Se sentía libre y por primera vez segura de hacer las cosas. Confianza en uno mismo lo llamarían algunos, pero para ella iba más allá.

Su chequeo fue casi con normalidad, solo que esta vez llego minutos antes. Todos sonreían al encontrarse saludándose amablemente, las aves del lugar cantaban con pasión mientras se recuperaban, los otros animales jugaban alegremente, dormían en paz o comían con un enorme placer. Todo marchaba bien.

—Buenos días Donají— exclamo Daniel detrás de ella dándole un pequeño susto.

Desde el día en el que huyó de su oficina las cosas no volvieron a ser las mismas, ella se escabullía de él buscando el mínimo contacto mientras que él seguía siendo igual: amable y considerado con ella, no podía evitar verla y sonreír, no podía evitar darse cuenta del error que cometió al dejarla ir.

—Ah, Buenos días, ¿Crees que podríamos hablar? — preguntó sin más, provocando una sonrisa en el hombre.

—Claro, ¿En este momento?, ¿Quieres ir a mi oficina? — habló señalando el lugar obteniendo una respuesta afirmativa.

Ambos se desplazaron hasta la oficina sin abandonar la cordialidad, tomando asiento mientras Donají decidía por dónde empezar.

— ¿Y bien?, ¿De qué quieres hablar? — preguntó ansioso por la respuesta esperando que su invitación anterior de salir fuera aceptada.

—Amm, yo... Regresaré a mi ciudad— exclamo por fin provocando un silencio que incomodo a la joven, pues el semblante de Daniel había cambiado a una completa seriedad observando su escritorio sin siquiera verla por un momento.

— ¿Por qué motivo? — cuestionó relamiéndose los labios.

—He estado mucho tiempo fuera de casa, creo que es momento de regresar— respondió bajando la mirada, sabia las intenciones de él, pero no se arriesgaría a intentarlo, no lo amaba, pero podría hacerlo pues el pasado ya había sido perdonado y el presente dejaba ver a un hombre diferente.

—Quédate por favor— se escuchó a penas el susurro, -No me dejes tú también- musitó más bajo confundiendo a la chica.

— ¿Daniel? — llamó su atención buscando su mirada sin encontrarla, — ¿Daniel? —.

—Lo siento, fui un idiota y no me di cuenta hasta que ya no estabas, hasta que Sara me hizo verlo— comento por fin, —Me convertí en la peor persona jugando contigo cuando eres todo lo que quería en la vida, y no me di cuenta hasta que lo perdí todo; a ti, a mi padre y a Sara— exclamó levantando la mirada al fin con los ojos cristalinos mientras se activaba el don de Donají dejándola sentir una profunda tristeza y nostalgia.

— ¿Qué les sucedió? — preguntó comenzando a alarmarse pues Sara era importante para ella, una adolescente joven, muy dulce e inteligente, la luz en la familia de Daniel desde que su madre murió, amiga de Donají, amante de los animales.

Ante la pregunta un nudo en la garganta de Daniel se formó sin poder expresar nada.

—Daniel, ¿Qué sucedió? — preguntó una vez más recargando sus manos sobre el escritorio.

—Mierda— comentó limpiándose la primer lagrima suicida mientras intentaba calmarse. —Murieron Donají— habló por fin impactando a la joven, —Hace algunos meses... Murieron—.

— ¿Por qué no me lo habías dicho? — preguntó muy seria y con los ojos cristalinos.

—No lo sé. No podía hablar de ello—comentó limpiándose la mejilla.

Donají comenzó a recordar los días en los que se le miraba distraído, apartado y frustrado, en aquel momento se molestó, pero ahora tenía sentido, sin embargo, algo llamaba su atención, sentía una enorme ira venir desde él, algo guardaba.

— ¿Quieres hablarlo ahora? — habló tranquilamente provocando un ceño fruncido en Daniel.

—No— puntualizó y se marchó del lugar dejando a la chica sola y confundida.

El trabajo continuó, no planeaba irse sin despedirse, no planeaba dejar el lugar, así como así pues ahí encontró una nueva vida que tantas emociones le trajo. Ella pensaba esperar al fin de semana y seguir disfrutando de sus últimos días, pero olvidó mencionarlo.

—AVISOS— exclamó Daniel ante todos, —Esta semana es de liberación; las tortugas marinas, los monos araña, los ocelotes y el pijije saldrán por fin—comentó alegrando a todos los oyentes, —También tenemos la despedida de Donají pues regresa a su ciudad... ¿Cuándo? — preguntó con una sonrisa muy falsa que todos notaban.

— ¿Te vas? — preguntó con tristeza José a su lado mientras todos los demás la miraban esperando su respuesta.

—Si, pero aún no— rio nerviosa mirando todo y nada a la vez.

— ¿Qué?, ¿Aun no sabes cuándo? — cuestionaba con cierta aversión provocando que la joven lo mirara con la cara más seria que había presenciado y con cierta molestia en sus ojos, —Bien, sigamos... — terminó de dar los avisos.

Al finalizar la jornada sus compañeros la esperaban en los vestidores como de costumbre, al salir ya no preguntaban sobre el tema solo seguían sus vidas tratando de pasar tiempo con ella, aun no estaba decidido cuando se iría, pero ya era seguro.

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