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Capítulo 16 Reencuentro

El día seguía su curso al igual que las heridas de la joven que se retorcía por el dolor mientras corría por la selva tambaleándose y tropezando de vez en cuando. Regresar a su casa no era opción pues llamaría la atención, apartarse lo más que podía hasta sanar era su único plan por lo que volvería al único lugar en el que se sentía cómoda y tranquila.


Su agonía crecía con los minutos en los que trataba correr a través de la selva, gotas de sangre caían de su cuerpo por el camino mientras sus heridas parecían no sanar mientras los sentimientos de fracaso regresaban momentáneamente a ella pues no podía dominar sus poderes con tanta facilidad. Usarlos representaba cansarse, y excederse dolor y desmayos.

¿Cómo alguien con tan hermosos regalos pudo dejar morir a tantos animales?, ¿Cómo ella salvaría a alguien si se siente morir en ese momento?

Con el paso de las horas al fin llegó cenote arrojándose desde la cima hasta agua azul pues su cuerpo ya no resistía el dolor. Al primer contacto con la profundidad de las aguas su cuerpo se relajó y lentamente salió a flote estando de nuevo en la misma posición en la que había estado la primera vez que cayó ahí: mirando el cielo a través del orificio en una tranquilidad profunda que asustaría a cualquiera.

Al agua resplandeció y se tornó verde, el dolor desapareció y la paz llegó al fin. Una sonrisa brotó de Donají al ver un Quetzal surcar los cielos volando contra la brisa que hacía lucir sus plumas, y justo en ese momento supo que viviría.

- ¿Por qué no me dices nada? - preguntó la joven con tranquilidad sin despegar la mirada del cielo.

-Solo te admiraba- respondió Yum con una sonrisa caminando hacia ella.

-Gracias por sanarme- comentó mientras una lágrima rodó por su mejilla pues a lo largo de su camino llegó a pensar que moriría.

-Lamento haberte dejado sola por tanto tiempo- se disculpó al ver su lágrima rodar.

-Dijiste que no lo harías, que me entrenarías- dijo ahogadamente cerrando los ojos con tristeza en su cara. -Estuve noches enteras esperándote, tratando de fortalecerme, pero no sabía qué hacer. Incluso falle...- no pudo terminar su oración porque las palabras se atoraban en su garganta. -Lo siento-.

-No tienes que disculparte conmigo- le comunico seriamente mientras trataba de calmar a su aprendiz con su don al ver las lágrimas de la joven escurrir sigilosamente de sus ojos.

-No te lo decía a ti. Tu seguirás viviendo pase lo que pase, pero ellos no regresaran- lamentó con dolor en su corazón al recordar el sufrimiento que vivió desde el día del instituto.

El Dios se sorprendió por la respuesta de Donají, nunca nadie le había hablado de esa forma y no sabía cómo proseguir ante tal acto tan osado pues con un solo dedo era capaz de quitar la vida que tanto amaban los humanos.

-Así es la vida, la muerte siempre estará presente Donají. No podemos evitar todo el sufrimiento, menos si no depende de nosotros, pero podemos tratar de defender a los que no pueden hacerlo, así como tú lo has hecho- puntualizó en un tono serio y profundo su trabajo a lo largo de los meses a lo que la joven solo dio un gran suspiro sin despegar la mirada del cielo que atardecía.

- ¿En algún momento los dioses hicieron algún plan para liberar este mundo de los injustos? - cuestionó con mucha intriga en sus palabras.

-Sí, el más conocido y menos atroz está escrito en un libro que ha vivido por generaciones. Es ese en el que se lleva a los "buenos" y atormenta a los otros para que se arrepientan de sus "malos" actos- suspiró con sus palabras. -Aún está en debate si se debería de llevar a cabo- río al final.

- ¿A dónde se los llevarían? - preguntó frunciendo el ceño.

-A poblar un nuevo planeta, pero se descarta aún la idea debido a las diferentes ideas sobre lo que es bueno, además de que eso no asegura que erradicar la maldad completamente- explicó mirando el mismo punto que la chica.

- ¿Tú qué piensas de eso? - siguió preguntando sin mirarlo o cambiar su aura seria y triste. El Dios al escuchar la pregunta solo se río.

-Yo ya no sé qué pensar respecto a la humanidad- confesó ante la joven que ahora miraba. -Ven, acompáñame- le indico mientras le estiraba la mano para que ella la tomara, logrando al fin que Donají volteara a verlo.

Después de tanto tiempo la joven tenía miedo de que fuera una ilusión o producto de su mente por el dolor, pero no, ahí estaba extendiendo su mano hacía ella... y ella la tomó. El Dios la jaló hacia él levantándola del agua, abrazándola con una mano a la cintura y con la otra aun sujetándole la mano.

-Daremos un paseo- murmuró Yum viéndola a los ojos cristalinos dándole una pequeña sonrisa. Este se elevó a unos metros aun sosteniendo la mano de Donají hasta que se transformó en ave, siendo seguido por la joven.

Ambos salieron volando con los últimos rayos del sol, el viento fresco soplaba hermosamente y el cielo mostraba lo más bellos colores que tenía. Su vuelo fue tranquilo y lleno de paz, ambos jugueteaban entre ellos y con los árboles como dos pequeños niños jugando a las traes. En ese momento la tristeza se desvanecía con el aire, la pesadez se aliviaba con cada aleteo y poco a poco la felicidad inundaba a las dos hermosas aves.

La noche abrazaba la vida, las estrellas adornaban el cielo y las luces de las casas la tierra mientras dos aves surcaban la oscuridad hasta las afueras de un pequeño poblado, postrándose entre la maleza tomando su forma humana.

- ¿Dónde estamos? Se me hace conocido- inquirió Donají con una sonrisa en su rostro.

-Me sorprende que no lo reconozcas, hace tiempo dormiste y comiste aquí- señaló Yum.

-Ya me acuerdo, el pueblo del guía- suspiró con felicidad al recordar esos momentos en los que convivio con ellos.

-Sí, venimos a bendecir la siembra. No me digas que lo dejaste de hacer- cuestionó el Dios arqueando una ceja ante la joven.

-Siendo sincera este último mes me concentre más en controlar los dones y el centro- murmuró rascándose el cuello avergonzada por su acción, a lo que Yum respondió con una risa y su dedo en la frente de su aprendiz.

-Solo recuerda que hay que hacerlo de vez en cuando- puntualizó. - ¡Vamos! - exclamó transformándose de nuevo en ave.

Al volar sobre los huertos, macetas y siembras el Dios dejaba caer una suave briza que dejaba un ligero olor a tierra mojada y que hacía crecer la vegetación rápidamente dejando la tierra fértil y rica perfecta para cosechar. Así fueron ambos sobre los diferentes poblados que alcanzaron a lo largo de la noche hasta que la luz proyectada del sol comenzaba a hacer presencia en la zona provocando que ambos se posaran en una gran rama de un árbol viejo mientras los pobladores salían de sus casas. Algunos asombrados por lo que sus ojos veían regresaban con su familia a darles la noticia, pues las plantas crecieron, las semillas germinaron y la tierra estaba lista para labrar, mientras que otros no percibían el cambio y seguían con su rutina.

-Nunca olvides estos detalles mi bella Itzia- murmuraba el Dios ante la aún ave que observaba con emoción las reacciones de los pobladores.

...

Aprendiz y maestro regresaron al cenote, la tensión que hace unas horas existió en ese lugar quedó en el pasado regresando el sentimiento de antes: entusiasmo.

-Espero estés lista porque está es la última lección de la que te hablaba- indico el Dios sonriente. -Hay muchas historias de creadores dando vida a objetos en diversas mitologías, hoy te enseñaré una forma parecida a eso- exclamó ante la asombrada joven.

- ¿Con que propósito? - preguntó la joven levantando su ceja mirándolo a los ojos intrigada por la respuesta.

-Así podrás estar en otros lugares y al mismo tiempo proteger la selva. Ellos actuarán como una extensión de ti; algo así como un títere, pero sin la limitación de las cuerdas- expreso caminando.

-Creo que entiendo, pero ¿Esto quiere decir que ya no volverás? - cuestionó con tristeza pues aún tenía dudas de su actuar.

-Sí, con cada segundo que pasó aquí mi existencia peligra, el universo no se detiene y algunos dioses son firmes respecto a sus creencias y reglas- le informó acercándose a ella, ~Pero no temas, cuando ocupes de mi ayuda podrás sentirme e incluso oírme, pues yo soy parte de ti y... -.

-Y yo de ti- completo la chica regalándole una sincera sonrisa, -Quiero decirte que estoy lista para tu partida, pero te mentiría- hablo sinceramente, -Tengo mucho miedo, pero creo que algún día seré lo que se necesita- posó sus ojos en los de él y de nuevo le sonrió, el Dios tomó sus manos y las beso con cariño.

-Ya lo eres, confía y crece- finalizó acariciando su cabello con ternura.

A partir de ese momento ambos se pudieron a entrenar la nueva técnica que Yum le regalaba. Juntaron lodo, piedras, madera, plantas y minerales que pulverizaron y machacaron generando una mezcla con las que escupieron figuras de animales. Desde el pecho la joven saco esperas de obsidiana que colocó en las figuras como ojos, luego se puso frente al sol recibiendo todo su calor obteniendo de nuevo un color rojizo en su piel y cabello, regresando hasta donde sus figuras en las cuales descargo toda la energía recibida anteriormente. Las figuras parecían tomar mejor forma con el calor al igual que se endurecían y se tornaba de un negro muy profundo.

Al finalizar su acto se podía observar cinco animales tallados frente a la joven: un puma, un jaguar, un águila harpía, un mono araña y una serpiente cantil que permanecían estáticos aún.

Donají miro a Yum con algo de nerviosismo, este solo le sonrió y le dijo que prosiguiera con el último toque. La chica soplo sobre ellos la brisa que dejaban caer en las tierras y en unos segundos las estatuas comenzaron a sacudirse dejando caer toda la mezcla que tenían encima de ellos, permitiendo ver a cinco animales que parecían normales y reales pues se veían y se comportaban como tal.

El Dios sonrió al ver las creaciones tan hermosas de su aprendiz. Después de mucho tiempo aún era muy buena siguiendo sus pasos, además de talentosa.

-Es hora de entrenar- aplaudió emocionado, -ahora debes ver a través de ellos- le ordenó mientras mandaba a las creaciones a recorrer el lugar. -Concéntrate, ya tienes la conexión, solo síguela-.

La chica tragó saliva nerviosa y cerro sus ojos ligeramente, pero al pasar los segundos y no ver resultados comenzó a cerrarlos con más fuerza.

-Relájate- le sugirió Yum mientras reía en silencio por la cara de Donají.

-ESTOY_relajada- resopló la chica dejando escapar un largo suspiro.

Los minutos pasaban y la paciencia de la joven parecía escaparse de ella. Apretaba su mandíbula, fruncía su ceño, cerraba sus puños con fuerza o ponía sus dedos en su sien para que funcionará, pero no sabía cómo hacerlo.

Yum llegó de sorpresa frente a ella y la empujó al suelo, sujetó sus brazos sobre su cabeza con una sola mano sorprendiendo completamente a la joven, dejándola sin respiración al estar tan cerca de él.

-Ahora que te distraje comienza de nuevo- le mandó retirándose de ella, -E inicia con la respiración. Nunca subestimes el poder de la serenidad, mucho menos de tu cuerpo- exclamó sonriente mientras se alejaba caminando como si nada hubiera pasado.

La joven solo se levantó del suelo arremedando a su maestro algo molesta.

-Ahora que te distraje comienza de nuevo- exclamó en voz chillona volteando los ojos claramente frustrada. -No caliente la comida si no se la va a comer- susurro lo más bajo posible para no ser percibida y se acomodó para comenzar de nuevo.

El viento cada vez soplaba menos y el calor abrazador dominaba un poco más el clima húmedo volviéndolo sofocante para algunos, pero no para Donají que parecía disfrutarlo mientras meditaba. Poco a poco lograba ver por pequeños momentos lo que sus creaciones visualizaban sin poder mantener la conexión por lo que durante todo el día y toda la noche la joven se quedó en ese mismo lugar buscando el control.


- ¡Lo logré! - exclamó en un salto victorioso volteando a todos lados buscando a Yum, pero no lo encontraba. Su corazón se comenzó a acelerar, y por un momento la soledad apareció al pensar que ya se había ido para siempre. -No me daré por vencida- comento al ver a través del puma que se acercaba a ella.

-Me alegra que pienses eso- expreso el Dios por detrás de ella. -Aun no acaba tu lección, aun debes controlar por qué animal quieres ver- comento tranquilo en la oscuridad de la mañana.

- ¡Qué! Pensé que ya lo había dominado- hizo pucheros recostandose en el suelo.

-Tranquila, lo lograrás pronto. Por el momento es hora de ir con los tuyos- mandó señalando la dirección del instituto.

-Primero debo darme un baño, huelo a mucho a sudor- río al percatarse de sus fluidos corporales.

-Y a feromonas, debes tener cuidado con eso o atraerás más que humanos- afirmó riendo.

-Y que se supone que haga, ¿Decirle a mi cuerpo que ya no produzca tanto? - se carcajeo iniciando su camino.

- ¡No olvides practicar mientras estas allá! - se despedía Yum.

Esta vez su velocidad era mayor que la última vez, la sonrisa de la joven deslumbraba la naturaleza y su resplandor hacía crecer todo detrás de ella. Sin darse cuenta del fenómeno había llegado a la carretera mientras sus animales la seguían.

- ¡Mierda! - grito al verlos parando en seco y sin saber que hacer.

Donají regresó de nuevo a lo profundo del lugar buscando grupos de especies donde sus animales encajaran para que estos los instruyeran, pues a pesar de que sus cuerpos asemejaban la edad adulta era como tener cachorros.

Al encontrarlos los encomendó con las manadas y se despidió de sus creaciones por el momento frotando su cabeza contra la de ellos y marchándose con la promesa de volver, dejándolos en diferentes partes de la selva.

...

Cuando por fin logró llegar a su trabajo su chequeo le marco retraso, apenas pudo cambiarse de ropa y acomodarse el cabello cuando José llego a los vestidores informándole que Daniel la esperaba en su oficina.

-Maldita sea- exclamó sujetando su cabeza, -Olvide marcarle- inquirió el motivo y supo que sería regañada por su superior.


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