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Ashes

By sapphicfroot

La cocina está enturbiada por el humo azul del cigarrillo. Una nube se separa y se aleja flotando hacia el pasillo poco iluminado. Marina se aclara la garganta y se lleva la mano a la cara para alejar el humo. Cigarrillos terriblemente fuertes. Pero ella sólo se fue por unas horas.

"Un día provocará un incendio aquí", murmura Marina para sí misma y cierra la puerta detrás de ella. Se quita las zapatillas sucias y, haciendo crujir una bolsa de supermercado, se dirige a la cocina. Todo flota en el humo.

Lana mira por la ventana y no parece darse cuenta de que ya no está sola. Ignora el susurro, ignora la tos. Estática. Los dedos sostienen con gracia un cigarrillo humeante de apariencia muy dudosa. ¿De dónde los consigue?

"Lana, todavía tienes que cantar", suspira. "Y yo también"

"Tú fumas", responde Lana sin girar la cabeza. Tienes que mirar la parte de atrás de su hermosa cabeza.

"No en el apartamento", responde Marina, lo que hace que Lana finalmente se dé vuelta. Una mirada atenta.

"Vale, vale. Sólo por tu bien", extiende las manos, se levanta de la silla y arroja la colilla por la ventana recién abierta. "Soy una poetisa, no me importa", se encoge de hombros.

"Dijo con su sencillo debut en un mes", imita Marina, deja el paquete en el suelo y, con dificultad, abre la vieja ventana. A Lana no le importa.

"Cómo se desmorona todo..." Marina se sacude la pintura descascarada de sus dedos.

"Mi niña, esta ventana es mayor que tú. Nosotros también caeremos pronto"

"Si seguimos fumando, sí"

Lana pone los ojos en blanco.

"¿Si?"

"Ya no lo necesito", admite Marina en voz baja, mirando al suelo.

"¿Marina?"

"Tonterías. ¿Te lo han prohibido?"

"Será mejor así. Mis ligamentos... "se detienen. Las pestañas tiemblan.

"¿Qué pasa con ellos?" Lana se tensa notablemente y baja su tono de broma.

"Espero que todo esté bien. Yo iré", y Marina casi sale corriendo de la cocina.

El humo comienza a desaparecer, pero por alguna razón no resulta más fácil respirar. Así es como suele escribir su poesía. Lana se asoma por la ventana, mira el patio, los niños que juegan en el parque y los rascacielos vecinos. Probablemente no debería dejar todo... así. Dejarla sola. Y quedarse sentada en una corriente de aire tampoco es muy inteligente. Lana se estremece ante la idea.

Se aleja de la ventana y lentamente mira alrededor de la pequeña cocina, como si la viera por primera vez. Luz tenue, paredes grises, lavabo pulido, muebles en distintos grados de deterioro. Herencia soviética típica. Y un paquete. Sí, un paquete, tendrá que ordenar la compra y luego ir directamente a Marina.

Marina intenta desesperadamente no llorar, pero la punta de su nariz sigue goteando cuando Lana entra al cuarto oscuro. Marina no encendió la luz.

"Mira quién ha venido", anuncia Lana con una alegría inusual. Sin reacción. Luego, ruidosamente, pone algo sobre la mesa y se sienta junto a Marina. Lo único que puedes oír es un sollozo. Lana sacude la cabeza y con cuidado atrae a la tranquila chica hacia ella.

"Ángel mío, todo estará bien. Cantarás durante mucho, mucho tiempo", dice las últimas palabras con amabilidad y una sonrisa.

"¿Crees? "Una mejilla mojada toca accidentalmente una seca.

"Créeme", un suave beso en la punta enrojecida de la nariz. En la oscuridad no se puede ver a Marina ponerse rosada de vergüenza.

"Bien..."

"¿Ponemos noticias?"

"Ahí todo va mal", niega con la cabeza.

"Al menos reímos."

"Como quieras", acepta exhausta y se queda inerte. "¿Qué trajiste, por cierto?"

"Cerveza y nueces", Lana gruñe, buscando a tientas el control remoto. La pantalla se ilumina e ilumina sus rostros. Suena el tema musical de las noticias de la noche.

"Y llegamos a tiempo. Aquí", Lana le entrega a Marina congelada una lata de cerveza. "¿Puedes tomar una cerveza?"

"Puedo", una sonrisa involuntaria se desliza por su rostro. "Gracias"

"Todo para mi ángel", la mano de Lana acaricia suavemente su cabello oscuro. Marina sonríe con más audacia, ríe en voz baja y toma otro sorbo de cerveza fría. La noticia llama brevemente la atención de ambas.

"¿Cómo es que todo esto... no es humano?", suspira Marina.

"Idiotas", coincide Lana.

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