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All my own stunts

Autor desconocido

Drabble

Los sábados por la noche entre las chicas consistían en secretismo publicitado, en miradas cómplices intercambiadas en grandes habitaciones, en brillo de labios rojo cereza y chicle rosa dulce transferidos de una boca a otra.

(Marina disfrutó bastante cómo el chicle combinaba con lo que se escondía debajo de la ropa interior de Lana. Lo disfrutó mucho, de verdad).

La primera vez, simplemente se quedaron en la habitación de Lana. Una manta rosa cubría sus cuerpos suaves como el algodón mientras se proyectaba una vieja película de vaqueros en la computadora portátil de Lana. Ninguna de las dos tenía mucho interés en ello, pero encontraron más consuelo al tomarse de las manos debajo de las sábanas. Marina arrojó palomitas de maíz al aire y Lana las atrapó con la boca mientras nubes grises rodaban en el cielo afuera.

La segunda vez, Lana había montado un espectáculo para Marina. No uno de naturaleza sexual, sino uno que exhibía talentos de su infancia enterrados hace mucho tiempo. Se ató las zapatillas de punta a los tobillos y dio vueltas y vueltas por el espacioso garaje convertido en estudio. Marina estaba sentada en una silla de jardín bebiendo cola de cereza mientras Lana se perdía en la tercera sinfonía de Mozart. Alrededor, alrededor, alrededor. El giro nunca cesó, incluso después de que terminó la música.

El tercer sábado que pasaron juntas consistió en cigarrillos obtenidos ilegalmente y la cámara digital de Marina. Lana se había ofrecido a modelar para su nuevo proyecto fotográfico, centrándose en el romanticismo de la autodestrucción de la vida adolescente. Lana nunca había tocado un cigarrillo en su vida. Tosió e hizo una mueca después de que Marina consiguió la foto perfecta, y Marina prometió no dejarla tocar nunca más uno.

La cuarta vez, ambas lucieron sus mejores vestidos y fueron a patinar. Se tomaron de la mano mientras patinaban por la pista una y otra vez, tratando de evitar caerse el uno al otro. Verás, no podían ensuciar sus vestidos, y no lo hicieron, ni siquiera cuando regresaron a la casa vacía de Lana y los tiraron al suelo para realizar actividades más extenuantes. Románticas, todavía.

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