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03

Minatozaki Sana ni había podido llenar ni una sola respuesta del examen, luego de escribir su nombre, el mundo se congeló sobre todos sus manos incapaces de moverse un milímetro, la razón estaba muy clara la dulce rubia la había hechizado, no estaba tan segura de ello pero con algunos estudios que realizaría lograría comprobar que sus sospechas son verdaderas. Desde que ocurrió lo del beso y algunos roces que ella no cree que sean tan buenos para dos compañeras de piso.

Mordió su labio inferior y jura que sintió como su corazón se aceleró por recordar la manera en como Chou lo hacía, nunca había experimentado esa sensación extraña en su cuerpo, un especie de hormigueo que se colaba por sus huesos y la hacía sentarse recta.

Su vista fue directo al salón en el que se encontraba de seguro estaba algo nerviosa por el examen, tenía esperanzas de que alguna de ellas dos logrará pasarlo con éxito, obvio que ella no era, así que sus esperanzas de vertían en la taiwanesa de labios rojos.

Aquellos que probó y que desea seguir probando hasta el resto de sus días, si Tzuyu ya le parecía guapa ahora se encontraba entre las mujeres más hermosas que había visto, no era capaz de articular una buena palabra frente a ésta porque cada que lo intentaba parecía que su lengua decidía hacerle una broma y se enredaba por completo, hasta que creía que se le había olvidado como hablar coreano.

El zumbido del viento chocando contra las ventanas tampoco la ayudaba a concentrarse, no entendía que era lo que la obligaba a tener que permanecer concentrada viendo hacia una de los salones, tal vez porque ahí se encontraba Tzuyu o porque tenía tanto miedo de verla que no quería que saliera.

Preparaba las palabras que le diría con antelación antes de decir una estupidez ya que luego de lo que sucedió Tzuyu parecía no querer hablar del tema o no tener ánimos de abordarlo, todo estaba como antes y no le dolía pero si la mantenía intranquila, lo único que había en su cabeza es que hizo las cosas mal y que es provocó que ahora actúe como si nada paso, así las cosas estarán tranquilas.

Al principio trató de parecer que nada le había afectado, la saludó y comieron mientras veían la televisión en silencio de vez en cuando hacía un comentario todo normal y tranquilo, pero al cabo de unos minutos Minatozaki comenzó a sentirse extraña, las miradas que Tzuyu le hacía eran de lo más normales solo que sentía que ocultaban algo.

Tal vez trataba de comunicarse con ella mediante señas que no lograba entender y eso la estaba volviendo loca, no mucho pero si lo suficiente como para quedarse en blanco en un examen que ella sabía por completo.

También podía estar todo en su cabeza, esa que la estaba obligando a tener la imagen de Tzuyu plasmada en sus retinas, que la hace recordar la textura suave de sus labios, las caricias, el abrazo y despertar a su lado.

── ¡Sana! ──. Escuchó un grito, su corazón se detuvo y entonces salió del salón con una enorme sonrisa acercándose a ella como un rayo, tan rápido que no le dio tiempo de reaccionar cuando la tuvo sentada en su regazo enseñándole la nota,── Un nueve ──. Obvio que no la superaría,── ¿Y tú examen? ──. Iba a contestar pero prefirió encogerse de hombros y levantarse, dejando a un lado a Tzuyu quien estaba confundida.── ¿Estás bien? ──. Claro que no lo estaba pero tampoco estaría contándole sus problemas porque nunca lo ha hecho y por la sencilla razón de que sus problemas eran ella.

──────────────────────── ♡︎

El camino a casa fue el más incómodo de todos, ninguna hablaba y parecía que iban en direcciones separadas como si no se conocieran, a veces se miraban pero con cuidado de que la otra no se diera cuenta. Lo único que pasaba por la cabeza de Sana, además de la explicación que debía darle al profesor por el examen en blanco, era la belleza tan delicada que tenía Tzuyu.

Sus facciones y acciones la hacían ver como toda una bebé, su voz era tan angelical a veces la escuchaba cantar y cada que podía se obligaba a recordar el sonido de su voz, se estaba volviendo loca y de seguro si se lo contaba a alguien se burlarían de ella.

Así que no tenía a nadie a quien contarle sus penas además de la almohada pero parecía que ésta últimamente no ha querido hablarle.

Tenía una vida solitaria pero no era mala, todo lo contrario esa soledad la ha convertido en una de las mejores de su clase, la ha ayudado a estar con ella misma y comprender más sus sentimientos, pero eso no quita que se sienta sola la mayoría del tiempo.

Y la única que parecía que la comprendía era Tzuyu quien tampoco se veía que tenía amigos así que se tenían la una a la otra, pero ahora es extraño pensar en ello después del beso.

Abrió la puerta y la dejó así para Sana quien entró sin mirarla a los ojos directo a la cocina ya que tenía mucha hambre, al estar ahí se permitió subir la mirada y darse cuenta que Tzuyu caminaba en su dirección, tragó saliva y siguió buscando la pizza que había dejado en el congelador como si no supiera que estaba en la mesa.

── ¿Tienes algo que decirme? ──. No contestó ni se inmutó, siguió haciendo lo suyo esperando y deseando que no se diera cuenta que la estaba ignorando.── Parece que me estás ignorando y eso está mal ──. Permaneció en silencio hasta que escuchó como los pasos se alejaban tampoco quería dejar las cosas mal solo por un beso del que seguir hablarían cuando ambas estén listas.

Ella ya lo está, Tzuyu no o eso cree.

── No te estoy ignorando ──. Murmuró, se impresionó por lo fuerte que salió su voz por más que fue en un murmullo que no se entendió mucho,── He tenido un día difícil y parece que quiero pagarla con alguien que no tiene la culpa ──. Si la tenía. No directa pero si indirectamente.

Tzuyu se acercó y la envolvió entre sus brazos procurando cubrirla por completo,── Se que tengo la culpa de que estés así ──. Bajó la mirada hasta la espalda ajena y notó como se contraía,── Me gustaría que las cosas estuvieran normales entre ambas pero creo que no se podrá por lo que sucedió ──. Estaba demasiado impresionada no le salían las palabras y lo que podía hacer para comunicarse era mover la cabeza.

── Cre-creo ──. Balbuceó como un pequeño niño que está aprendiendo a hablar, cerró un poco los ojos sintiéndose una tonta por actuar de esa manera, nunca estaba así, era la única vez en toda su vida que actuaba como una idiota frente a una chica, tampoco es que siempre ha estado cerca de una,── Lo que quiero decir es que...estamos bien solo que no complete el examen y eso me estresa ──. Chou asintió cabizbaja por un momento creyó que la razón de su malestar era ella, estaba dispuesta a hacer lo que fuera para que estuviera bien así sea volverla a besar que no era un problema para ella.

── ¿No quieres volver a besarme? ──. Preguntó siendo descarada, no le importaba que a la contraria le pareciera mal, le causaba un poco de gracia ver como las mejillas de Minatozaki se tornaban de un color tan rojo, parecido a una tierna fresa,── ¿Estas segura que no quieres que te vuelva a tocar? ──. Quiso respirar pero su garganta se trancó.

── Tzuyu... ──. Titubeó.

La cercanía que tenía con la rubia le daba tanto miedo que no lograba respirar con normalidad, los labios de ésta se posaron en su cuello desnudo, tragó grueso sintiendo como si pequeñas espadas se clavaran en su garganta,- Yo puedo actuar como quieras, así me duela estoy dispuesta a hacer todo lo que me pidas solo debes...cruzar la puerta de noche y te enseñaré que es lo que hago ──. Y se fue dejándola con los ojos cerrados al igual que los puños.

No podía hacerlo, esa no era Tzuyu puede que haya alucinado y no estaba ahí si no en la habitación y fue un fantasma que la obligaba a entrar a ese lugar, en el que la miró hacer cosas privadas, esas mismas que no salían de su cabeza desde ese día.

Con pasos firmes pero asustadizos llegó a la puerta y mientras jugaba que pasará lo que pasará se iría de ahí lo más rápido posible abrió la puerta y entró.

Sus ojos se abrieron de golpe al ver a Tzuyu tocándose. Volviendo a gemir su nombre como si su vida dependiera de ello, se acercó dispuesta a besarla como ayer, le quitó la mano a Chou de dónde estaba y la besó,── Déjame hacerlo ──. Y fue ella quién suplantó sus dedos, haciendo que la menor se retorciera, sus más oscuros deseos saliendo sin precaución y no le interesaba.

Deseaba hacerlo.

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