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5


Liam entró en la cocina pasándose una mano por el pelo. Tendría que aplazar sus planes de estar sexy y excitante hasta que se sintiera más fuerte. Dereck había estado protestando desde que llegaron a casa del hospital. Eso había sido tres horas antes. Acababa de conseguir dormirle. Liam también quería dormir, pero tenía hambre. Y la doctora Pollack le había dicho lo importante que era que se alimentara bien. Entonces recordó que el frigorífico estaría vacío. Quiso ir de compras justo después del trabajo tres días antes. Pero la llegada repentina del bebé lo cambió todo.

Zayn estaba sentado en la mesa trabajando con su ordenador portátil. Lo miró detenidamente y vio que estaba agotado. 

—¿Ya se ha dormido Dereck?

Por costumbre, Liam abrió el frigorífico, aunque sabía que estaba vacío. —Ahora mismo. Le he cambiado y le he dado el biberón... —abrió mucho los ojos—... ¿De dónde ha salido toda esta comida?

—Del supermercado —le contestó Zayn ausente mientras corregía una frase.

—¿Lo has comprado tú?

Eso no era típico de él. Zayn no era un hombre hogareño. Cuando vivía en Newport, tenía una asistenta que iba tres días por semana a limpiar y hacer la compra. Zayn se encogió de hombros, aún concentrado en la pantalla.

—Sí. No me dejaron robarlo -lo miró—. Pensé que podrías tener hambre. Fui a la compra ayer.

Regalos para el bebé, rosas, comida...
—Increíble -murmuró olisqueando el aire-. ¿Qué es ese delicioso olor?

Zayn terminó el párrafo antes de responder. —Si se te hace la boca agua, es mi colonia. Pero si te suena el estómago, posiblemente sea la lasaña.

A lo mejor Liam se había dormido realmente después de dormir a su hijo y todo eso era un sueño. —¿Tú has hecho lasaña?

Zayn sonrió con picardía. —¿Me besarías si te dijera que sí?

—No.

—La pedí. Hay un restaurante italiano no lejos de aquí.

Lo encontró dando una vuelta la noche anterior en su moto. Liam se volvió y vio el microondas funcionando. Zayn estaba calentando la comida. Actuando como si nunca se hubiera marchado y ésa fuera su casa, Zayn se acercó al armario y empezó a buscar entre la vajilla.

—No sabía si traer lasaña o pizza. Pero pensé que para tu primera noche en casa debería haber algo especial—terminó sacando los platos.

Liam podría acostumbrarse fácilmente a eso, y sabía que sólo sería un error. Porque entonces, cuando menos lo esperara, él se marcharía de nuevo. Y esa vez le haría aún más daño. El plan... Tenía que recordar su plan. Tomó los platos de las manos de Zayn y él mismo puso la mesa.

—No tenías que tomarte tantas molestias.

—Es cierto. Me duele el dedo de tanto apretar los botones del microondas —dijo sonriendo—. La trajeron mientras tú estabas ocupado con Dereck. Ni siquiera tuve que ir a por ella.

Zayn estaba tergiversándolo todo. Siempre tuvo esa habilidad. Liam frunció el ceño. Zayn tomó los dos vasos antes que Liam y los puso en la mesa.

—Ya sabes a lo que me refiero.

—Normalmente no —admitió serio—. Mira, estás agotado, y si hubiera cocinado yo, habríamos tenido que llamar a un médico. Así que encargué una lasaña. No ha sido para tanto —puso una servilleta junto a cada plato—. Aprende a aceptar las cosas con amabilidad.

Liam no se tomaba bien las críticas, aunque fueran merecidas. —Si lo hiciera, podría acostumbrarme -le miró significativamente—. Y los dos
sabemos que es un error.

Zayn le puso una mano en el hombro y lo acercó a una silla. —Siéntate, Liam.

Él lo hizo. —¿Por qué?

Zayn sacó la lasaña del microondas.
—Porque comer de pie es cansado.

—No tienes que servirme -replicó, pero siguió sentado, ya que estaba demasiado cansado.

Zayn dejó la lasaña en la mesa y puso un cucharón al lado. —De acuerdo -dijo juguetón-, entonces sírveme tú.

De ningún modo. Esos días habían acabado. —Ni lo sueñes.

Zayn se rió. —Es lo que pensé.

Abriendo el frigorífico, sacó una botella de leche y le sirvió en su vaso. Liam hizo una mueca. Odiaba el sabor de la leche. Sólo le gustaba oculta en los productos lácteos. Zayn se sentó y cortó dos trozos de lasaña. Le dio a Liam el primero.

—Bébete la leche. Necesitas recupérarte.

Liam miró el vaso de mala gana.
—¿No podría tomar helado?

Zayn sonrió, recordando su debilidad por los helados. —Después de cenar -le prometió—, si te portas bien.

Liam se puso rígido. —¿Cómo de bien?

¿Acaso Liam pensaba que iba a saltar sobre él? ¡Acababa de tener un bebé, por el amor de Dios! ¿Alguna vez le habría dado a Liam la impresión de ser un canalla? La idea le dejó mal sabor de boca.

Miró su plato. —Comiéndotelo todo.

Ése no era el Zayn Malik que Liam recordaba. El escritor sexy y presumido al que no le importaban los bebés ni la nutrición. —Zayn, me confundes.

Zayn puso la mano encima de Liam.
—Preferirías que te mirara con lujuria.

Mecánicamente, Liam apartó la mano. Si quería mantener el control, no podía permitir que lo tocara, ni del modo más inocente. —No, pero sería más propio de ti. Sabría enfrentarme a ello.

—De acuerdo. Entonces considérate mirado.

Liam se rió. —Considerando que me siento como una ballena, eso no me suena mal.

—Pues eres la ballena más pequeña que he visto. Ni siquiera parece que acabes de tener un bebé.

La expresión de Liam cambió a una mezcla de risa y gratitud. Y algo más que él no reconoció.

—¿Qué ocurre? ¿Va algo mal?

Liam frunció el ceño. —Otra vez estás siendo agradable.

—¿Eso es malo?

Liam respiró profundamente. Eso era más duro de lo que imaginó cuando le dijo que se quedara en su casa. Y más aún con el trabajo de ser padre. —Ahora mismo, sí.

Zayn no lo veía así. Olvidándose de la comida, le tomó la mano y lo obligó a mirarle. —Liam, ¿cómo es de seria tu relación con Steven?

Liam apartó la mano. —¿Cómo puedes preguntar eso? Acabamos de tener un bebé.

—Lo sé, pero las cosas cambian entre las personas.

Liam se entristeció. A lo mejor debería olvidar sus planes y decirle que se marchara. Eso empezaba a dolerle.
—Sí -dijo despacio—. Lo sé.

—Incluso los matrimonios van a la deriva, separándose.

—Steven y yo no vamos a la deriva -insistió. Zayn no estaba muy convencido. No veía amor en sus ojos cuando hablaba de Steven. Zayn una vez vio la pasión arder en esos ojos. Y de pronto, quiso reclamar esa pasión. Le pertenecía a él, y no a Steven.

—Bien -dijo levantándose y tirando su comida a la basura, ya que había perdido el apetito—. Pues con él en Alaska y tú aquí, la verdad es que no estáis precisamente flotando juntos.

Liam dejó el tenedor en el plato.
—Retiro lo que dije antes. No eres agradable. Vuelves a ser el de siempre. Si vas a meterte con Steven, tendré que pedirte que te marches.

Zayn se apoyó contra el mostrador y lo miró. No necesitaba eso. No necesitaba
sentirse como si le hubieran sacado las tripas y se las hubieran retorcido. Y si le  quedaba algo de sentido común, debería subir a su moto y no mirar atrás hasta que llegara a Nueva York. Pero eso ya lo había hecho antes, ¿y de qué había servido? Su tono se suavizó, pero no su orgullo.

—Quizás lo haga... El bebé empezó a llorar de nuevo. Zayn vio el rostro angustiado de Liam al oírle. La discusión se olvidó momentáneamente. Liam parecía agotado.—...por la mañana —terminó. Y con eso salió de la cocina.

Liam se quedó mirándole. —¿Dónde iras?

—A ver si aún puedo dormir a la gente cantando —dijo sonriente desde la puerta-. Contigo funcionó una vez.

Liam lo recordaba. Ese era el problema. Recordaba demasiado. Quizá después de todo fuera mejor que se marchara por la mañana. Tenerle cerca era una tortura.

A la mañana siguiente, Liam entró dormido y tambaleándose en la cocina. La noche anterior se había ocupado de su hijo y había enviado a Zayn a dormir. Estuvo con el bebé casi hasta el amanecer. Entre medias, consiguió dormir cinco o seis minutos, por lo que apenas se mantenía en pie. Incluso debía estar alucinando, porque le pareció oler a café. Y no recordaba haber dejado la cafetera puesta la noche anterior.

Las telarañas desaparecieron de sus ojos y se dio cuenta de que había sido Zayn. Estaba sentado frente a la mesa de la cocina, trabajando con una taza de café a su lado. Su ordenador estaba abierto y la pantalla llena de palabras que Liam no podía distinguir a esa hora de la mañana. ¿Cómo podía hacerlo él?

—Hola—saludó dirigiéndose directamente a la cafetera.

—Hola.

Liam estaba adorable con los ojos somnolientos y el pelo enmarañado. La bata celeste estaba medio abierta, mostrando un poco de piel.

—¿Has pasado muy mala noche?

Liam se sirvió café, sujetando la taza como si fuera lo más preciado del mundo. Y a esa hora de la mañana, lo era. —Sí —dio un largo trago dejando que el líquido circulara por sus venas, y casi se sintió humano—. Has madrugado mucho.

Zayn asintió. —Trabajo mejor por las mañanas.

Liam se acordaba. Nunca dejó de sorprenderle cómo alguien podía funcionar antes de las ocho de la mañana.
—Yo no.

Zayn lo miró y empezó a recordar...
—No lo sé... Algunas veces...

Alerta, Liam levantó el dedo índice.—No olvides la regla número uno.

—Perdona -dijo él sonriendo—. Lo olvidé.

—Disculpas aceptadas.

Liam se sentó. Quería preguntarle si había decidido quedarse. Pero preguntarle sólo le haría pensar a Zayn que Liam quería que lo hiciera. Mejor fingir que la conversación de la noche anterior no había tenido lugar. Miró la pantalla. Si se concentraba, podía distinguir las palabras.

—¿De qué va este libro?

Zayn se molestó. Su trabajo era algo muy privado hasta que tornaba la forma que le satisfacía. Giró la pantalla hacia él.
—Aún no estoy seguro.

Liam bebió su café más despacio, saboreándolo. —Debes tener alguna idea sobre lo que quieres escribir.

La tenía, pero aún no quería compartirla.
—Sabes que no me gusta hablar del argumento hasta haberlo terminado.

Liam frunció el ceño y siguió bebiendo.
—Perdona.

Su tono le alertó. Zayn lo miró. Liam sonó como si se estuviera apartando de él de nuevo. Se dio cuenta de que había perdido una oportunidad para comunicarse con él.

—Bueno... Trata de un asesinato en Newport en los años cincuenta. Por eso he tenido que volver—lo miró a los ojos—. Para recoger información.

«Y yo que creí que era para verme», pensó Liam. Se levantó de pronto. Se estaba dejando llevar. Había que mantener las barreras si eso iba a funcionar como quería. —Bien, no te voy a entretener más -dijo oyendo en la distancia los lloriqueos de nuevo—. Parece que me llaman.

Zayn le tomó de la muñeca. Liam le miró acusador. Zayn sabía lo que le iba a decir.

—Ya lo sé, no tocar -le soltó la mano de inmediato—. No ha sido por nada personal. Sólo intentaba detenerte. ¿Por qué no te sientas y te tomas otra taza de café? Siempre te hacían falta dos para despertarte.

Liam le miró, perplejo. ¿Lo recordaba?
—Pero el niño...

—Yo iré a ver qué quiere Su Alteza -dijo Zayn levantándose.

Liam miró el ordenador. Por lo que vio él se había parado a la mitad. —Pero estás trabajando.

Y Liam sabía que no había nada que Zayn odiara más que ser interrumpido. Zayn no le hizo caso.

—Sólo son algunas notas e ideas. Nada sagrado -le aseguró sonriendo—. ¿Cuándo dejarás de discutir todo lo que digo?

—No estoy discutiendo. Estoy...

—Discutiendo -terminó Zayn.

Sí, era cierto. —Es tu culpa -le acusó poniendo gesto de hacer pucheros—. Estás siendo demasiado agradable. Me estás despistando.

El gesto lo hizo parecer delicioso. Zayn se resistió al deseo de mordisquearle el labio inferior. —A lo mejor he cambiado.

«Sí, claro, y a lo mejor los cerdos vuelan», pensó Liam. Como dijo Zayn, cuando Liam terminó su segunda taza de café, se sintió revitalizado. También tuvo la oportunidad de echar un vistazo al ordenador. Aunque todo lo que leyó fueron doce líneas, tuvo que admitir que le picó la curiosidad. Zayn tenía un modo de escribir que siempre le había cautivado, metiéndolo en la historia desde la primera frase. Liam había leído todos sus libros. Y también había tirado unos cuantos a la basura. Fue algo infantil, pero en su momento le hizo sentirse mejor. ¿Y qué iba a hacerle sentir mejor cuando volviera a marcharse esa vez?
Se mordió el labio. ¿Por qué había vuelto? Podría conseguir perfectamente información desde Nueva York en un centro de datos. Lo que le dijo fue una excusa. Tenía que haber otra razón. ¿Cuál era?

Un sonido llamó su atención. Zayn entró en la cocina llevando en brazos a Dereck. Liam no pudo evitar notar lo natural que se le veía. ¿Quién lo habría pensado? Zayn levantó al bebé y lo giró en la dirección de Liam.

—¿Ves? Aquí está, Dereck. No te ha abandonado. Papi sólo se ha tomado un descanso.

Sonriendo, Liam se levantó. —Hola, cielo. ¿Qué te ha estado contando?

Zayn sonrió y le dio el bebé. —Sólo cosas buenas. Parece que tiene hambre.

Liam miró a Zayn. —¿Cómo sabes que tiene hambre?

—Cuando empezó a morderme el nudillo imaginé que era una señal.

Colocándose tras él, Zayn puso una mano en el hombro de Liam mientras miraba al bebé en sus brazos. ¿Cómo podía algo tan pequeño haberle robado el corazón tan rápidamente? Sintió añoranza y se entristeció al pensar que si no se hubiera marchado, ésa familia podría ser suya y no de otro hombre.

Pero aún podía serlo. Liam había sido suyo antes que de Steven. Steven. Cuando Liam estaba en el hospital, él había buscado por la casa, tratando de imaginarse a su competidor. No encontró ninguna pista.

—¿Cómo es?

—¿Quién?

—Steven. He visto que no tienes ninguna fotografía. ¿Por qué?

Liam se giró para mirarle. —Oh, a él no le gusta hacerse fotografías.

Nadie odiaba las fotografías más que Zayn, y aún así, Liam tenía algunas suyas. Algo no sonaba bien. —¿Por qué? ¿Es feo?

—No, no es feo. Es...

¿Qué? ¿Tímido? ¿Qué podía decir como excusa que sonara convincente?

—¿Amish? -preguntó burlón.

—Sí -dijo Liam sin pensarlo—. Bueno, no lo es —corrigió hecho un lío—. Al menos ya no. Lo fue. Pero las viejas costumbres no mueren fácilmente...

—Ya, pero aún así me parece raro que no tengas una fotografía suya en alguna parte —dijo, convencido de que nada encajaba.

—La tengo —Liam se tocó el corazón con sentimiento—. Aquí. Y ahora, si me disculpas, tengo que dar de comer a un hombrecito hambriento. Gracias por el café.


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