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XIII

SeHun llegó al hospital a las siete. Creyó que sería demasiado pronto para que ninguno de sus médicos colaboradores hubiera llegado, pero se sorprendió al ver a Ren.

—Estuve de guardia anoche. —le recordó Ren—. Pero, por el aspecto que tienes, me da la sensación de que he dormido más que tú. ¿Sigues yendo y viniendo desde el centro?

—Solo es que me he acostado tarde un par de noches. —dijo SeHun, y miró una radiografía, en parte por interés y en parte para cambiar de tema—. ¿De quién es?

—Una nueva paciente. Llegó a las seis de la tarde. —Ren sacó una serie de escáneres—. Iba a toda velocidad y se chocó contra un poste eléctrico. Es una mujer de veintidós años. Tardaron dos horas en sacarla de entre los hierros. Durante ese tiempo estuvo medio consciente. Perdió el conocimiento al meterla en la ambulancia.

—Las radiografías de cráneo y columna son normales. —murmuró SeHun, examinando las pruebas—. ¿Cuáles son los problemas principales que tiene?

—Se ha partido la pelvis. —Ren sacó otra serie de radiografías—. Y se ha roto las costillas del lado izquierdo. Cuando llegó su estado de gravedad era de un sesenta y cinco por ciento. Después de seis horas en el quirófano, parece que hemos logrado estabilizar el ritmo cardíaco y la presión arterial, pero sigue teniendo problemas renales.

—¿Esta radiografía de tórax es la última? —preguntó SeHun.

Ren le mostró otra.

—Hay esta de las seis de la mañana. No se muestran grandes cambios. —analizo SeHun. Juntos, fueron a examinar a la paciente. SeHun miró el nombre.

—Buenos días, Jiwoo. —SeHun siempre hablaba con sus pacientes, independientemente de que estuvieran conscientes o no. Muchas veces se había sorprendido de saber cuánto habían captado, cuando se lo habían podido contar una vez recuperados—. Soy Oh SeHun. Soy otro de los médicos de aquí. —miró las pantallas de las distintas máquinas con las que tenían monitorizados su corazón, sus pulmones y la presión sanguínea. Se inclinó sobre Jiwoo para explicarle que la iba a examinar—. ¿Alguien le ha mirado ese pulmón? —le preguntó a Ren.

—Todavía no. ¿Quieres hacerlo? —oferto Ren con una sonrisa.

—Sí. —le confirmó SeHun—. Lo haré esta misma mañana. ¿Tiene parientes?

—Sus padres han estado aquí, pero se han marchado a dormir. Les he dicho que no experimentaría grandes cambios en las próximas horas. —informó Ren.

—Sí. En los próximos días se irá poniendo peor. — afirmó SeHun—. Hablaré con ellos cuando vengan.

Se dirigieron a la zona central de la UCI. Vio a Dongwoon, que seguía con respiración asistida y sedado.

Con los resultados de todas las pruebas en la mano, la conclusión había sido que, efectivamente, se trataba del síndrome de Guillain—Barré. El sábado por la mañana, SeHun y el especialista de turno habían discutido la posibilidad de reducir los tranquilizantes.

—¿El señor Dongwoon sigue sedado? —cuestiono SeHun.

—Hemos tenido problemas para controlar la presión arterial. —dijo Ren—. El doctor Daesung pensó que era más seguro no despertarlo.

SeHun no estaba totalmente de acuerdo. En su experiencia, las deficiencias cardíacas en el síndrome de Guillain—Barré continuaban invariables a pesar de los sedantes.

—¿Qué le están administrando?

—«Propanol», dos veces al día. —respondió Ren.

SeHun asintió, contento con aquel tratamiento estándar, que podía dejar de momento.

Miró el informe del paciente para comprobar el nivel de oxígeno que tenía en la sangre.

—Quiero tener a un cirujano que le pueda hacer la traqueotomía preparada. —dijo SeHun—. Los datos indican que tal vez pueda necesitar respiración asistida durante más días.

Cuando eso ocurría, los médicos preferían que la máquina se conectara directamente a la tráquea, pues evitaba algunos riesgos.

—De acuerdo. Hablaré con cirugía. —dijo Ren.

SeHun se pasó la mañana moviéndose de una planta a otra, mientras los papeles se acumulaban en su oficina.

A la hora de la comida, se dirigió a cirugía, pues había aceptado cubrir el puesto de un compañero que se había marchado durante dos semanas. Aunque en los últimos años se había especializado en anestesia pediátrica, el trabajo en la UCI y en los quirófanos le había permitido seguir en contacto con la anestesia de adultos.

Examinaba uno a uno a todos sus pacientes, comprobando que no tenían problemas respiratorios ni cardiovasculares.

—¿Tiene alguna alergia? —le preguntó a una mujer de cuarenta y cinco años, que estaba en el hospital para una pequeña operación de una hernia umbilical—. ¿Siente fatiga o dolor en el pecho cuando hace ejercicio o hace frío? ¿Sufre taquicardias?

La mujer negó con la cabeza, pero, mientras la estaba examinando, rectificó en algo.

—La verdad es que, ocasionalmente, siento un ligero dolor en el pecho si estoy corriendo de arriba abajo. Últimamente, he estado preocupada por los exámenes de mi hijo y se lo achacaba a eso. —confió la mujer.

SeHun se tensó.

—Cuénteme más sobre ese dolor. —insistió SeHun.

—No es nada, de verdad. —respondió la mujer, pero cuando se apartó un mechón de pelo, notó que tenía la mano temblorosa—. El dolor no es en el corazón, sino aquí en el centro. Estoy en ese momento en que comienzo a sentir sofocos, y me pregunto si será esa la causa.

—¿Todavía le viene el período? —interrogó SeHun.

—Es un poco escaso, pero sí. —le confirmó la mujer—. Supongo que el cambio definitivo llegará pronto.

SeHun le agarró la muñeca para comprobar su pulso.

—Siente fatiga. —hablo SeHun analizando su pulso.

—En ocasiones, sí.

SeHun frunció el ceño. —¿Se suele marear?

—Me he mareado una o dos veces. —recordó la mujer.

—¿En total?

—Esta mañana. —dijo la mujer recordando mejor—. La semana pasada me mareé un par de veces más. Es por la menopausia, ¿verdad?

SeHun le tomó la tensión, que era, tal y como esperaba, más alta de lo normal y, al auscultarla, escuchó algunos sonidos de más.

Se apartó de ella lentamente, mientras pensaba cómo tratar el asunto sin alarmarla.

—¿Ha sufrido de alguna dolencia reumática de corazón? —cuestiono antes SeHun.

—No, que yo sepa no. —sin duda sus preguntas empezaban a alarmarla—. ¿Le pasa algo a mi corazón? —preguntó la mujer.

—Puedo oír algo diferente en las válvulas. —respondió SeHun.

—¿Es serio?

—Las válvulas del corazón son como todas las válvulas. Están diseñadas para regular el fluido. A veces se dañan o puede que no estén bien formadas desde el principio. Pueden taponarse y el corazón tiene que hacer un esfuerzo excesivo para bombear. —le explico SeHun.

—¿Les pasa algo a mis válvulas?

—Una de Ellas parece haberse estrechado en exceso. —le dijo SeHun—. Si se confirmara que es así, eso explicaría por qué se ha sentido un poco mareada. Creo que es importante hacerle un examen completo. Me gustaría que la viera el cardiólogo. Podemos hacerle un escáner para ver qué les ocurre exactamente a las válvulas.

—¿Es serio? —preguntó la mujer alarmada.

—Si una de las válvulas está dañada, eso significa que tendríamos que operarla para remplazársela. —le dijo SeHun con toda franqueza—. Ni siquiera el cardiólogo podría saberlo con certeza hasta que no viera un escáner.

—Y, mientras tanto, ¿qué pasa con mi hernia? Llevaba seis meses esperando a que me operaran...

—Es mejor solucionar esto. —la interrumpió SeHun. Si su condición era la que SeHun sospechaba, una operación sería letal—. Voy a posponer la operación.

ella agitó las manos.

—Pero ya he venido hasta aquí, doctor.

—Hablaré con la cardióloga del hospital. Quizá sea capaz de hacerle el escáner hoy mientras está aquí, de modo que el viaje no habrá sido en balde. —sentenció SeHun con seriedad.

Por suerte, la cardióloga, que estaba de guardia aquella semana, respondió a su busca.

—Bora soy Oh SeHun. —le dijo, e intercambiaron saludos. SeHun conocía a la cardióloga por su trabajo en Wellinsung y la respetaba profundamente por su trabajo en la clínica—. Sí, estoy aquí, cubriendo el puesto de Chanyeol, que está de baja por paternidad. Bora, estoy en cirugía hoy y me he encontrado un caso de una mujer con posibles problemas de corazón. No tiene en su historial ninguna fiebre reumática, así que puede ser algo congénito. Pero, después de escuchar los síntomas y de examinarla, diría que no podemos perder tiempo.

—En seguida bajo, SeHun. —Bora parecía preocupada—. ¿Crees que, tal vez, tengamos que trasladarla a la ciudad?

—Puede ser. —dijo SeHun. La unidad de cirugía cardiológica estaba en Wellington—. Quizá solo para que la examinen. Si mi diagnóstico es correcto, corre el riesgo de una muerte repentina y me da miedo dejarla marchar a casa.

—Bajaré en unos minutos. —aseguro ella.

—Estaré en el quirófano. —le explicó SeHun—. Saldré entre operación y operación para ir a donde tú estás.

Cuando tuvo oportunidad, SeHun se dirigió a la zona donde Bora estaba examinando a la paciente.

—¿Qué opinas?

—Creo que es lo que tú habías diagnosticado. —le dijo Bora—. La vamos a trasladar al hospital de la ciudad esta tarde. Hasta ahora, no había tomado conciencia de sus síntomas. Menos mal que ha venido al hospital por lo de la hernia.

SeHun asintió. —Gracias.

—Gracias a ti. —dijo Bora sonriendo—. Posiblemente le has salvado la vida. Asumo, al ver esto, que no estás mal cuidando a adultos otra vez.

—Me desconcierta un poco tener que dar la vuelta a la cama, en lugar de darle la vuelta al paciente, pero me voy acostumbrando. —respondió SeHun.

—¿Echas de menos a los bebés? —pregunto Bora.

—Un poco. —dijo SeHun—. Pero, en cualquier caso, mi verdadero interés siempre ha sido la UCI. —había entrado en el campo de la anestesia pediátrica porque había habido un puesto vacante cuando él lo necesitaba—. ¿Qué tal Chaejeon?

—Ha superado con éxito el post.—operatorio —. Chaejeon había sido un bebé prematuro con problemas en los vasos sanguíneos que alimentaban sus pulmones. SeHun lo había trasladado a Auc para que lo intervinieran de urgencia—. Volvió al hospital la semana pasada. Está estupendo.

—Me alegro mucho de oírlo. —respondió SeHun con una sonrisa.

Al regresar a la UCI todo parecía seguir en orden. Tommy estaba todavía de turno y Ren y SeHun acababan de terminar la ronda de la tarde, junto con otro de los médicos que había estado de guardia toda la noche.

—Hemos podido controlar mejor su presión sanguínea esta tarde. —dijo Hana, la enfermera del señor Dongwoon—. Su pulso también ha sido bastante constante.

SeHun asintió.

—Hace un rato me llamaron diciendo que pueden, realizarle la traqueotomía mañana a las ocho y media de la mañana.

—La señora Garam dijo que estaría aquí de vuelta a las siete. —Hana siguió informando.

—Si me llamáis cuando llegue, yo me ocuparé de que firme el consentimiento para la operación. —dijo SeHun.

Chanyeol le había cedido a SeHun su oficina para que la usara en su ausencia. Puesto que no había podido hacer nada durante el fin de semana, los papeles se acumulaban sobre su mesa.

—Me quedaré hasta tarde esta noche. —agrego SeHun.

El martes por la noche, también se quedó hasta bien entrada la noche, y no llegó a casa hasta las diez. Había un mensaje de JunMyeon en el contestador y, aunque decía que volvería a llamar al día siguiente, SeHun recordó que había estado considerando la posibilidad de ir a verlo a Kapiti el miércoles, así que lo llamó.

La somnolienta voz de un hombre respondió, pero SeHun no le dio ninguna importancia. El compañero de piso de JunMyeon solía tener tantos novios como JunMyeon desayunos con cereales. SeHun se limitó a decir quién era y preguntó por JunMyeon.

—JunMyeon está ocupado. —le dijo la voz desconocida—. Se está jabonando ese delicioso cuerpo que tiene. Es tarde y ha tenido un día muy duro. No necesita que nadie lo moleste con llamadas nocturnas. Llama de nuevo mañana, en horas de trabajo.

—Hablará conmigo. —le aseguró SeHun—. ¿Quién es usted?

—Soy Minho. —dijo la voz, más animada—. El novio de JunMyeon. ¿Quién demonios eres tú? 

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que esta pasando doctor garcia???

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