Grant había comenzado a salir con chicas de una noche, creía que tal vez así no tendría que sufrir más por culpa del amor. Al grupo se había unido una nueva integrante, Malia Hawks, una Canadiense que había mostrado cierto interés por Josh al igual que éste por ella. Cece y Kyle seguían como una preciosa pareja de tortolitos, dulces y enamorados y en cuanto a Cassie... Ella había dejado de ocultar sus enormes celos por cada mujer que pasaba por la cama del ojiverde. Se había convertido en un pequeño monstruo encargado de sacarlas de su vida y el chico no podía evitar sonrisas tontas al ver a su amiga tan celosa.
Narra Cassie
Moví mis piernas nerviosamente, caminé hasta la casa de Grant y golpee la puerta sin piedad alguna hacia su resaca.
Una morena abrió la puerta, se rascó un ojo mientras su maquillaje se corría aún más. Su ajustado vestido negro subía por encima de su muslo.
Torció una sonrisa para luego preguntarme acerca de mi visita.
-Perdone señorita, estoy buscando al señor Gustin, es un paciente de nuestro hospital psiquiátrico que escapó recientemente. Esta es la casa que consta como su domicilio particular. Es muy peligroso, si le ha visto será mejor que venga conmigo.- Solté mordiendo mi labio, tratando de no reír. La chica abrió sus ojos como platos para luego salir corriendo sin decir nada más. Una carcajada escapó sin permiso de mi garganta. Cada día mis mentiras se habían vuelto más profesionales. El chico apareció por las escaleras, su camisa abierta y su pelo revuelto.
-Eres buena en eso que haces.- Comentó para abrazarme con descaro.
-La mejor.- Le regalé mi mejor sonrisa egocéntrica.
-Debiste decirle que se dejó esto en mi cama.- De su espalda sacó un tanga color rojo que después me lanzó a la cara. Gruñí esquivando la prenda.
-Asco.- Metí dos dedos en mi boca, fingiendo estar a punto de vomitar.
-Celosa.- Sus cejas bailaron con diversión. Fué acercándose a mi hasta quedar muy cerca.
-Nunca.- Posicioné mis manos en su pecho, tratando de alejarle de mi.
Me quemaba la piel, su cercanía y el hecho de estar semi desnudo no ayudaban nada a que mi temperatura se estabilizara.
Sus manos viajaron hasta mi cintura, alcé la cabeza para encontrarme con su mirada. Su rostro se acercó lentamente al mio, sus labios me rozaron la mejilla. Jadee sintiendo mi corazón desbocarse. Su boca rozó la mía y sentí un gran mareo que me hizo tener que agarrar sus hombros para no caer. Sus labios estaban tocando los mios, despacio y atrevidamente. No era un beso, ambos lo sabíamos pero era algo nuestro, solo nuestro. Yo no tenía gran experiencia en esto, algunos besos tontos y poco reales pero nada más allá de eso. Era virgen a mis casi 18 años y no me parecía mal. Pero este hombre me hacía querer perder el control.
Jugueteaba con mi camiseta mientras yo lo hacía con su pelo. Habíamos entrado en un juego del que nos costaría salir.