38
Cuando Jungkook tenía nueve años, su padre dejó de comprarle juguetes porque su propio hijo le había dicho que quería una batería. Su padre, no pudiendo creer lo que decía su hijo, dejó de cumplir sus caprichos bien ganados con excelentes notas.
A los trece años, Jungkook ganó su primer salario por ayudar a su madre con un manuscrito. Ella, observando las capacidades de su hijo, siempre lo elogiaba por lo bueno que era, así que en recompensa le compró lo que en años anheló.
A causa de que su madre le compró una batería, tuvo una discusión con su padre, pero siempre había alguien de por medio, y ese era su hermano mayor. Dos personalidades completamente distintas con una sola semejanza.
Llevaban el mismo apellido, pero uno era más alborotoso que otro. Uno era más controversial que el otro. Uno siempre fue una marioneta y el otro nunca se dejó.
Por lo tanto, cuando Jungkook decidió irse de casa, su padre le había repetido que no pisaría más nunca ese lugar, porque ya no iba a ser su hogar. Así que, de las veces que se veía con su madre, siempre eran fuera de casa o sino en el hospital, su hermano era el que cubría a ambos.
Él nunca supo cuándo fue el momento que decidió preocuparse más por los demás que por sí mismo. Tal vez sea porque quería darle a los demás lo que solo una sola persona le dio, o quizás, porque deseaba que los demás estuvieran conformes.
Nunca lo supo.
Nunca supo cuál sería la respuesta ante tales acciones.
Al volver en sí, miró de reojo a Taehyung, parecía querer remangar su camisa y volver a rascarse. Por acto reflejo y mirando hacia delante para no chocar ningún carro, acarició sus manos.
—Me dijiste que no tenías tanta picazón, ¿te estás volviendo un mentiroso?
—Cuando te dije eso, no tenía tanta, ahora sí. ¿Qué le echaste a este carro? Me pica demasiado el cuerpo.
Jungkook sonrió.
—No le eché nada, es tu cuerpo el que está mal.
—No, yo ya estoy bien. No pongas palabras en mi cuerpo cuando no es así. A todo esto, ¿por qué viniste conmigo? Solo voy a dar mi reporte, nada del otro mundo.
—Pero después vas con mamá. Yo también quiero visitarla, así ella tendría sus dos ratitas de laboratorio favoritas juntas. Es como si ya te adoptara.
—Bueno... La otra vez me dijo que ya soy parte de la familia, pero no quiero tomar tanta confianza.
—Eres mi novio, Taehyung. Es obvio que ya eres mi familia.
Mirándolo, Tae podía visualizar la sonrisa que tenía su novio mientras conducía. Era acogedor. Estar con él era acogedor y extrañaba estos momentos.
¿Por qué debemos volver a lo que éramos antes cuando nuestra vida actual mejora? Una vez estamos en bienestar, es extraño volver al malestar, al dolor, a la soledad y al sufrimiento.
Es por eso que Kim Taehyung nunca más volvió a sentirse solo porque siempre tendría a sus amigos, a su novio y a personas a su alrededor que lo querían.
Llegando a la galería, el primero en bajar fue Tae, ponía mucho esfuerzo en no rascarse la piel, siéndole casi imposible al sentir el viendo chocar su piel. Con un suspiro, emprendió caminata hacia la entrada. En medio camino, se detuvo y miró hacia atrás, viendo que Jungkook no tenía intenciones de caminar.
—¿Vienes o te quedas?
—Voy —corrió hacia él, viendo su espalda, pensó en algo—. ¿Puedo tocar tu trasero?
—¿Qué...? Por supuesto que no, estamos en la calle.
—Ah... Muy bien que no ladrabas en casa.
—Porque son dos cosas diferentes, es como si estuvieras mezclando agua con aceite. En la casa es una cosa y en la calle es otra. Debes tener... —dejó de hablar cuando sintió una mano rodear su cintura, bajando hasta tocar su nalga derecha—. Siempre vas en contra del rio, ¿no?
Con una sonrisa de niño, asintió, apretando más su trasero.
En modo de revancha, Taehyung hizo lo mismo. Ya estaba hundido en el pozo, ¿por qué no hacerlo también? Tocó tan fuerte su trasero que Jungkook siseó y frunció el ceño. Interesado en sus acciones, Tae preguntó:
—Mi trasero quedará en primera plana —abriendo la puerta de la galería, le concedió el paso a Jungkook para luego pasar—. ¿Para quién lo hiciste?
—Obvio, para mí.
—Nunca haces nada sin una intención detrás, y sé que no lo hiciste para ti, porque fácilmente podrías besarme y no lo hiciste.
Jungkook no quiso argumentar algo para defenderse, no lo iba a intentar ni nunca lo haría cuando conoce que Taehyung siempre tiene la razón.
¿Defender lo indefendible? Por supuesto que no era tan tonto para hacerlo.
Ya no.
—Es porque me gustas, ¿qué tiene de malo?
Decidió no seguir con el tema, sabía que cuando evadía un asunto era porque no quería hablar sobre eso o porque se sentía acorralado.
Cuando llegaron a la oficina, Sunno fue el primero en darse cuenta de que Taehyung estaba ahí, rápidamente fue hacia él y lo abrazó, reteniendo un pequeño sollozo en su garganta.
—¡Te extrañamos mucho, mucho, mucho!
—Ya estoy de regreso —le devolvió el abrazo.
—Todo aquí ha sido un desastre desde que no estás. ¡Incluso Yeonjun está por perder su puesto! —Tae lo alejó, no podía creer lo que estaba escuchando, pero por alguna razón, no le sorprendía—. En realidad, no está por perder su puesto, pero no ha trabajado como normalmente hacía.
Lo está haciendo a propósito —pensó.
No quería apresurarse a lo que podría ser una realidad, mas sí quería creer que lo estaba haciendo con segundas intenciones para ser echado. Aún había muchas incógnitas a su alrededor, porque, ¿qué tenía que ver Yeonjun en la vida de Jungkook? ¿Por qué el señor Levarne lo ha estado ayudado desde que lo conoció?
¿Cuáles son los verdaderos objetivos de todos?
—¿Qué han estado haciendo? —pregunta, recogiendo unos papeles de un archivo.
—Después de que empezaste a trabajar con Min Yeon, el jefe a estado de un lado a otro. Se ha movido más en comparación a cuando estás.
—¿Y Yeonjun, no vino hoy?
—Sí vino, pero no sé en dónde anda. ¿Ves lo que estoy diciendo?
La realidad no estaba alejada de sus pensamientos. Yeonjun ya no quería ir al trabajo, y Taehyung podía sentir algo justo en su nuca que le hacía incomodar. Miró de reojo para ver si se trataba de Jungkook, pero no era él.
Extraño.
—¿Él es...?
—Mi pareja.
Los labios de Sunno de ampliaron en una bonita sonrisa, provocando que sus mejillas parecieran a unos mochis rellenos. Tae le sonrió con ternura. Sunno resultaba ser el único empleado que le transmitía a todos una vibra única, una en donde la ternura relajaba a todos y era muy amigable. No por nada se llevaba muy bien con Taehyung y era su fiel colega.
Más fiel que el mismo Choi Yeonjun.
—Tengo que estar presente en la colocación de un cuadro, ¿te importa si me marcho ahora? —preguntó.
—Para nada. Ve y atiende, igualmente me iré pronto.
—Oh... —escuchando su voz desanimada, levantó la cabeza. Podía notar algo inusual en Sunno, normalmente no era de estar triste, pero este momento era la excepción.
—¿Ocurre algo más?
—No... O sea, sí, pero tal vez sea un capricho querer que estés aquí todo el tiempo para resolver lo que muchos no podemos. Sé que estás muy ocupado con tu propio proyecto en el que te agradezco ser parte, solo que todo aquí ha cambiado mucho en tu ausencia.
Lo había entendido tarde. Todos necesitaban de su ayuda, Jungkook, Min Yeon, sus amigos, todos ellos necesitaban a Kim Taehyung en sus vidas. Cada persona era diferente y única a su manera, Taehyung era único por su simpleza y diferente porque no exigía mucho. Su deseo de ayudar a otros siempre fue su cualidad especial y con su arte, logró hacer su cumplido:
Ayudó, por más que veía todo difícil.
Amó, por más que siempre lo veía imposible.
Admiró, por más que esa admiración desapareció con su cariño.
Deseó, por más que había perdido el interés sobre su arte.
Pudo entender de que las situaciones nunca se daban sin una razón, cada persona nacía con un propósito, y el propósito de Tae es ayudar con su arte.
—Parece que eres más un mediador que un artista —comenta el tatuado, pero viendo que no reaccionaba a su comentario, decidió acercarse a él para contemplar su rostro—. No me digas que tengo que hacer chistes negros para que te rías.
—No, no es eso. Siento que en otra parte estoy haciendo más que aquí. Muchos me necesitan, pero es irritante no poder ayudar a todos. No cree Spell Yourself para ser yo el único que ayuda.
—Sabes que no puedes ayudar a todos. Debería de existir un equilibrio, pero muchos ofrecen más, otros ofrecen menos —con cariño acaricia su nuca, procediendo a revolver su cabello—. Haces todo lo que puedes para ayudar a los que te necesiten. No debes culparte por otros. Eres suficiente y eso es lo que cuenta.
Taehyung no podía pedir más en la vida. No, no lo hacía. Tiene a Jungkook a su lado. Tiene una familia que lo ama. Lo más importante, tiene amor en todos lados. Un amor incontrolable como el deseo de Taehyung en expandir su arte.
Nunca lo tuvo claro, pero desde muy pequeño, aprendió técnicas y estudió lo suficiente el arte como para saber que lo abstracto confunde y que el realismo aburre. ¿Razón?
Las personas no solían admirar por todos los ángulos un arte abstracto.
El mundo real tenía tanto realismo, que dibujarlo y admirarlo, a ojos del artista, solía aburrirle.
Por lo tanto, ¿cuál es el objetivo de un artista que desea transmitir y sentir su arte?
Kim Taehyung seguía buscando aquel significado, sabiendo que la respuesta siempre estuvo frente a él.
Una vez terminó de llenar los documentos, los guardó en un archivo y registró su ponche como evidencia de que estuvo ahí. Giró hacia Jungkook. Su gorra cubría gran parte de su cabeza y frente, sus cabellos negros evitaban que sus ojos fueran visibles y la mascarilla lograba que nadie identificara su cara. Bajó un poco su mascarilla con la intención de besar la punta de su nariz, acariciando sus mejillas luego del acto y regalarle una sonrisita.
—Vamos, no hay que hacer esperar a tu madre.
Con un asentimiento y subiendo su mascarilla, salieron de la oficina. Pasando frente de algunas obras, Jungkook se detuvo frente al cuadro en blanco, este mismo estaba al lado del cuadro de Tae.
—Una vez me dijiste que ese cuadro podría significar cualquier cosa. ¿Quieres saber qué significa para mi? —cuando el menor lo miró, tomó eso como afirmación—. Que quizás algún día, fuera de los perjuicios, podríamos tener un anillo de bodas en nuestros dedos.
Su comentario dejó completamente desconcertado a Tae, y si no fuera porque lo jaló levemente para que caminara, se hubiera quedado ahí parado para procesar lo que había dicho.
¿Dijo lo que escuché que dijo?
Puede que tal vez nada esté realmente perdido.
De camino a la casa de los Jeon, Taehyung continuaba dándole mente a su comentario. Anteriormente, él le había dicho que no podrían casarse debido al ojo de la sociedad coreana. A este punto, Tae le restaba importancia a la opinión pública. ¿Por qué terceros debían opinar sobre la vida de los artistas? ¿Por qué no podían dejarlos de idolatrar cuando se trataba de algo personal?
¿Por qué no pueden tratarlos como humanos en vez de un Dios? No son perfectos, nadie lo es. Cometen errores, buscan el amor, buscan amistad, buscan sonreír. Sufren, lloran, gritan y se enojan.
Y, sin embargo, al ojo público, cuando cometen algún error, los mismos "fanáticos" los tachan y buscan arruinarles la carrera, estando entre medio de la presión pública y sus problemas personales.
Llegando al lugar, Jungkook fue el primero en desmontarse, era obvio que no lo quería hacer notar, pero tenía muchas ganas de ver a su madre otra vez. Esta vez, ya no tendría que esconderse más, si veía a su padre, no escaparía ni dejaría que lo echara de su propia casa, de la que alguna vez fue su hogar y que amó los buenos recuerdos que construyó ahí. Ya no iba a permitir que nadie interfiera en su felicidad.
Por el lado de Tae, aquella mansión la recordaba de principio a fin, le era imposible tener que perderse luego de perseguir a Min Yeon por toda la casa y escucharla hablar sin descanso. Así que, llegando a la habitación, estuvo por tocar la puerta si no fuera porque Jungkook la abrió sin preguntar.
Oh Dios, no sé si fueron las ganas o si no soporta que lo hagan esperar —pensó.
—¡Mamá, ya estoy en casa! —grita, saltando de un lado a otro mientras que Min Yeon se sobresaltó de manera abrupta en la silla. Tocó su pecho, se quitó los lentes, un zapato y se lo lanzó.
—Condenado niño, ¿no aprendes? ¡No me gusta que me asusten, lo sabes!
—¿No estás feliz de ver a tu hijo menor? Hace mucho que no te veo y así me recibes —con los labios levemente abultados, abrazó a su madre por el cuello, susurrándole en el oído—: Te extrañé mucho.
El enojo prontamente se esfumó. Siempre deseó ver todo el tiempo a Jungkook, su amado hijo menor a quien le tiene mucha estima, amor, cariño y esperanza. Junto con el mayor, Jungkook había sido quien más se preocupaba por ella y quien la escuchaba en sus momentos críticos. Su fiel amigo y su amoroso hijo.
—Cariño, estás aplastando a esta joven señora —protestó con una risilla, dándole palmadas en su espalda con el fin de separarse.
—Tae también está aquí —menciona al separarse. La sonrisa de la mujer se hacía aun más grande cuando visualizó los cabellos blancos de Tae haciéndole una reverencia.
—¡Oh, Taehyung, es bueno verte!
—También es bueno verla.
Acercándose a ella, pudo notar su antebrazo rojo y con notorias señales de ajugas. Viajó su mirada hacia sus ojos con el fin de transmitirle su pregunta. Ella sonrió con descaro, cruzando sus piernas y colocando sus brazos en el reposabrazos.
—El dolor de cabeza no me dejaba dormir.
—¿Qué? ¿Estabas en el hospital? —preguntó Jungkook sin poder creer que ni siquiera su hermano le había llamado para informarle.
—Me inyectaron algo para el dolor y un sedante. Creo que el único medicamento que recuerdo es la Vistaril. Tu hermano casi me llamaba dramática por las dosis intravenosas cada una hora.
—Estúpido Bae —lo escuchó murmurar.
Ambos jóvenes se sentaron en el sofá largo. Taehyung podía sentir algo extraño sobre Min Yeon, no estaba tan alegre como antes, veía muchas marcas sobre sus brazos, y los ojos más cansados de lo habitual. Le preocupaba mucho su salud, ya tenía una complicación, pero no sabía qué tanto podía durar así.
Tal vez la vida de Huh Min Yeon se estaba acortando.
Tal vez era el miedo lo que le impedía avanzar.
Tal vez solo quería vivir con una sonrisa y no en una cama.
Tal vez eran muchas cosas, y entre ellas, solo existía la felicidad que habitaba en su ser, las veces que se enojaba y las veces que reía leyendo sus historias.
Amaba el mundo, amaba todo de este y odiaba lo oscuro que podía ser.
Le resultaba...
Interesante. Embriagador. Desbastador. Adorable.
Cuando Jungkook estaba por preguntarle si debía hacerse más exámenes médicos, alguien entró sin avisar. Girando Tae su cabeza, se encontró con una persona que no conocía. Tenía el ceño fruncido. Con ojos acusadores a su hermano, corrió su mirada a Taehyung y decidió hablar.
—Lamento entrar de esa forma y no presentarme adecuadamente. Mi nombre es Jeon Jung Bae, mucho gusto —extendió su mano
—Kim Taehyung, el placer es mío —la aceptó con una reverencia.
—¿El famoso Vante? —asiente, de pronto, la seriedad en su rostro se desvanece y decide sentarse a su lado—. Mamá parece más interesada en ti que en nosotros. Es un honor conocer al creador de fabulosas obras.
—Sí, bueno... —Jungkook le intervino—. Mamá nunca se olvida de que estoy aquí y trata a todos por igual.
—¿Disculpa?
—¿Qué? ¿Te ofendiste? —preguntó burlón, con una cínica sonrisa.
—¿Quién se va a ofender si hablas con indirectas? El ardido parece que eres tú.
—¿Cuál ardido? Si hablaste fue porque te molestó lo que dije.
—¿Molestarme? —Jung Bae bufa, listo para otra confrontación—. Nunca cambias, siempre haces lo que quieres y no mides las consecuencias.
Jungkook se rio, no como una burla, sino porque le daba gracia. Su hermano era igual que su padre, mismos comportamientos, mismos sentidos de razón. En cambio, Jungkook era igual que su madre. Carácter contra carácter solía chocar, pero chocar con su hermano era estar en el juicio final.
—Eres un hipócrita, Jung Bae. Solo te importa lo que papá diga de ti y no en lo que podría ser mejor para todos. Moralmente hablando, si es que aún tienes eso.
—¿Qué? —interviene Min Yeon—. Oigan, ustedes dos no están aquí para que los escuche discutir, ¿verdad? ¡Si van a discutir, les he dicho que lo pueden hacer sin que yo lo sepa! No estoy para tener que molestarme con idioteces de ustedes dos, y menos con Taehyung aquí. Así que me hacen el favor de bajar tres revoluciones y calmarse.
Con un ambiente tenso, Taehyung decidió hablar.
—¿Para qué me citó hoy? Si se puede saber.
—Con estos dos que no saben moderarse se me había olvidado. Me disculpo por ellos —aun Tae diciéndole que estaba bien, ella inclinó un poco su cabeza en modo de disculpas—. Deseaba invitarte personalmente a una fiesta que estaré programando para la semana que viene. ¿Podrías asistir?
Si hablamos en términos profesionales, debía asistir, sin embargo, le estaba preguntando como un amigo y no como un profesional. No le gustaban las fiestas, le incomodaba estar rodeado de muchas personas y prefería el silencio. Aun así, asintió. La respuesta era fácil, Min Yeon le preguntaba con muchas esperanzas en su respuesta, apresurada en querer decir algo más y debió callar.
Entonces, entendió que Jungkook salió a ella porque era evidente sus preocupaciones.
—Ahí estaré —comenta con su típica sonrisa cuadrada.
Como un tonto, Jeon Jungkook calló enamorado otra vez.
—Jungkook —pestañeando un par de veces para salir de su trance, miró a su madre—. Obvio que tú también estás invitado, no quiero que después me reclames.
Estaba por decir: "Si Taehyung va, yo también iré, somos pareja, y es mi casa, después de todo.", y se vio obligado a morderse tan fuerte los labios y mentalmente abofetearse hasta que su mente estuviera en su sano juicio.
—Mamá, sé que tú nunca me dejaría de lado.
—Solo por si acaso, que de repente puede entrarte el sabrá Dios qué cosa.
Suponía Tae que no podía pedir más nada en la vida. Suponía que todo iba perfectamente bien, pero ese sentimiento extraño no dejaba de merodear en su alma. Le carcomía, le dolía, lo desbastaba a tal punto que se sentía insoportable. Deseaba saber a qué se debía, y solo encontró una sola respuesta que su subconsciencia pudo darle.
Paz.
Quería paz mental.
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