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34

Kim Taehyung pensó que tenía migraña. Quizá exageraba, pero el dolor de cabeza que tenía durante esa semana era demasiado punzante. Cada vez era peor. La picazón de su cuerpo no disminuía, ni siquiera traía sus pastillas de repuesto consigo porque se le habían acabado.

Creía que iba a morir del dolor y picazón.

Deseaba salir, aunque sea al balcón, lo deseaba con toda su alma, solo sentía que no debía hacerlo.

No debía, o él no quería por lo mal que se sentía.

No quería que aquel malestar reinara en su ser. Odiaba sentirse así, odiaba, sobre todo, que fuera por otros que se sintiera así.

¿Lo peor? Que el único responsable en volver a sentirse mejor es Kim Taehyung.

Acostado en la cama, cubierto por las colchas, releía una y otra vez el mensaje que Jin le había enviado. Debía disculparse con él porque solo se preocupaba por si no estaba bien.

Por supuesto que no estaba bien, tampoco lo estaría por un buen tiempo.

Su corazón dolía, dolía tanto que cuando pensaba en las palabras bruscas de Jungkook, llegó a pensar que aquel dolor nunca llegaría a desaparecer. Estaba dolido, tan dolido como el momento en el que decidió llorar frente a él.

Sus labios volvieron a temblar. Sus ojos continuaron ardiendo.

Estaba decidido a dar diez pasos hacia atrás, ser como solía ser antes y no querer relacionarse con ninguna persona.

El ser humano era incomprensible.

Sus acciones lograban lastimar a otros.

¿Cuál era el beneficio de lastimar si solo salían perdiendo?

Rechazo.
Amor.
Compasión.
Alegría.
Respirar.
Vida.

Porque, al momento que alguien respiraba, tenía una vida, era sentenciado a ser lastimado. Nadie salía libre, todos lastimamos y otros nos lastiman. Parecido a un círculo vicioso.

Jungkook también lo tenía muy en claro porque era a él a quien más lo lastimaban, logrando así lastimar a una de sus personas más preciadas. No intencionada lastimar a Taehyung, sin embargo, lo hizo.

Lo lastimó de la peor manera.

Lastimó a la persona que más adoraba.

Lastimó a la única persona que llenó su corazón de calor.

Exactamente, no sabía en dónde se quedaba Tae. Pensó que seguramente estaba hospedándose en algún hotel no tan lejos de su apartamento, ya que muy cerca de ahí habían muchos hoteles, solo que la mayoría eran de lujo; muy caros.

Se estaba cansando, sus pocas energías se desvanecían como las personas entrar y salir de los establecimientos. Por cada momento añoraba a Tae, sus recuerdos volvían a devolverlo al momento en que su relación cayó.

¿Era tóxico querer volver con la persona a quien ofendió?

O

¿Era tóxico tener que llorar porque realmente se arrepiente?

Limpió sus lágrimas, no valía de nada tener que llorar si no podía encontrarlo ni buscar una solución a todo, llegó a decirse.

Arreglando su mascarilla, visualizó a un señor no tan mayor de edad, observaba un edificio sin mucho interés. También, pudo visualizar un destello inusual en esa persona.

Bastian Levarne.

Sin un claro disimulo, se detuvo a su lado. No deseaba llamar la atención, pero su presencia ahí lo dejaba pensando al respecto. Sospechaba de todo, y al mismo tiempo, no podía encontrar una respuesta al misterio envuelto sobre aquel señor.

—¿Jeon? —le pregunta cuando lo observa de reojo, este asiente—. Supongo que si te pregunto dónde está Tae, me responderías que no sabes.

Quizá sí debió hacerle caso a Nam y tomar clases de inglés. Le frustraba no poder hablarle y preguntarle cómo es que lo sabe todo. Definitivamente debía hablar adecuadamente con él cuando pudiera, aunque sea formular una oración sabiendo su significado.

Taehyung está adentro —el más joven frunció sus cejas, viendo que no entendía, señaló la puerta de la entrada del hotel—. Tae, ahí. Penthouse dos, cinco, cero.

—¿Qué? ¿Cómo...?

Levarne solo le sonrió como un niño juguetón para después irse con las manos dentro del bolsillo de su pantalón. Podía notar que era un alma libre, así como Jungkook. Lo que más se preguntaba y era aquello que generaba muchas dudas, es porqué sentía que conocía tan bien a Tae como a él.

Una relación conocida.

Sin perder más tiempo entró al edificio. Le había dicho penthouse con el número, así que, cuando entró al ascensor, marcó la opción del penthouse. En total, eran 25 pisos, unos 25 largos e infinitos pisos, como el tiempo en Jungkook procesar qué estaría por hacer. En realidad, nunca pensó qué le diría cuando lo viera, no era como las otras veces que improvisaba, esta situación no ameritaba la improvisación.

Si no decía y hacía algo adecuado, perdería a Kim Taehyung. Aunque puede que ya lo haya perdido.

Frente a la puerta, se dio cuenta de que era un piso completo para dos apartamentos, el de Tae era el primero. Estaba nervioso, temía tocar el timbre y que Tae, al ver quién era, le cerrara la puerta en la cara.

Dio vueltas por el pasillo.

Mientras más continuaba respirando, más le ardía, más le pesaba, más le costaba.

No lo merezco.
Soy un tonto.
Él no merece algo así.

¿Qué hice?

Probablemente la mejor decidió era no llamar a la puerta, dar media vuelta e irse como lo cobarde que es. Perder todo, no pensar en alguna forma de arreglar aquello que alguna vez fue lastimado.

Él arreglaba.
Él rompía.
Él lastimaba.

Él protegía.

Porque proteger era sinónimo de preocuparse, y porque también, era sinónimo de límites. Límites que todos conocían y límites que estos mismos omitían.

Los límites existían para precaver, y, en dados casos para sobrepasarlos, lástima que no todos lo tomaban de ese mismo modo.

Estaba nervioso cuando se sentó en una esquina frente a la puerta de la habitación. No tenía la valentía suficiente de tocar el timbre, tampoco quería por miedo.

Un miedo aterrador e irracional que le hacía querer renuncia a todo y desaparecer por una vez.

No debía rendirse, se repetía mirando al piso. No debía rendirse por más que veía todo lejos, tan lejos como el día que llamó mentiroso a Kim Taehyung, porque lo sentía como si fuera ayer. Aquel remordimiento que lo carcomía, era ese mismo que lo decepcionada una y otra vez, lastimando su alma.

Volviendo a la angustia, recostó su cabeza sobre la pared dirigiendo su vista a la puerta. Solo le rogaba al destino, que aquello que estaba por venir no fuera tan fuerte porque juraba no poder aguantarlo.

No, en definitiva, ya no lo aguantaba.

Perdió la noción del tiempo en el momento que visualizó su teléfono y miró los mensajes de su madre. Sus mensajes tenían fechas diferentes, de hace una semana, cuatro días, tres y de hoy. No le había respondido, no deseaba sentirse peor de lo que ya estaba.

Un sonido del ascensor había despertado su interés. Observó de reojo, una mujer, que parecía ser del personal, lo miraba confundida. Ella miró por el pasillo y luego a la puerta frente a donde él estaba.

—¿Es usted un huésped?

Tal vez si no contestaba sería un maleducado, que, si lo pensaba mejor, sí lo era. Si contestaba, probablemente le diría que no puede sentarse en los pasillos o le preguntaría si tiene su tarjeta electrónica para poder entrar.

Su mente se vio inundada de posibles teorías hasta que llegó el momento en que ella le dijo:

—No puede sentarse en los pasillos. Si no es huésped, por favor, le pido amablemente que se retire. Obstruye el paso, especialmente a esa habitación.

Sobre sus manos llevaba una bandeja de comida, al parecer era un servicio especial para quienes reservaban el penthouse. La mujer suspiró con cansancio, pasó por el frente de Jungkook y tocó el timbre.

—¡Joven Kim, le traigo la cena!

Su corazón se apretó más fuerte que nunca.

Tenía miedo de lo que sentía.

Tenía miedo de lo que haría.

Tenía miedo si perdía, pues odiaba perder y ser perdido.

Tenía miedo de sus sentimientos, que, por más normal que fueran, no deseaba tenerlos.

Más todavía, tenía miedo de que Taehyung abriera la puerta y lo viera.

Así como los deseos de sus miedos, Kim Taehyung abrió la puerta. Jungkook no podía verlo por la pequeña rendija, solo podía ver la oscuridad de la habitación y uno de sus largos dedos asomarse.

—No se preocupe, estoy bien así.

Su voz sonaba normal, una voz baja, suave y delicada. Más allá de eso, se sentía afligida, muy dura y tosca. Era justo como cuando no deseaba relacionarse con nadie porque no le gustaba y llegaba a agobiarlo.

Únicamente, detestaba estar rodeado de aquellos seres con los mismos pensamientos que diariamente lo lastimaban. ¿De verdad siempre fue culpa de ellos o de Tae por haber generalizado?

—Entendido... Disculpe las molestias. Buenas noches.

La mujer giró sobre sus talones, miró de mala manera a Jungkook, aunque no sabía que era él por la mascarilla y gorra.

—Señor, si no se va, tendré que llamar a los guardias para que ellos mismos se lo lleven. Interrumpe el paso de los huéspedes y puede que llegue a incomodarlos.

Interesado por a quién le hablaba, Tae asomó un poco su cabeza. Veía a un hombre sentado, con la cabeza agachada, pero por la composición de su cuerpo que muy bien conocía, supuso quién era.

—Yo me encargaré de él. Gracias de todos modos —pronunció el más joven.

Tras aquellas palabras, la mujer del servicio, no muy convencida se fue. No quería dejarlos a solas puesto a que podría ser alguien peligroso, pero si Tae le decía que se encargaría, entonces estaba bien, ¿no?

¿De verdad estaba bien dejarlo con él?

Taehyung abrió por completo la puerta, ladeó un poco la cabeza, mirando hacia el pasillo para asegurarse de que no había nadie más. Con una voz fuerte, le dijo:

—¿Qué haces aquí?

Una respuesta que iba a ser obvia. Tae sabía que estaba ahí por él, para posiblemente pedirle disculpas. Se adelantaba a los hechos, no quería tener que abrir su corazón otra vez para que la misma persona lo lastimara de nuevo.

¿Por qué ser tan masoquista?

¿Por qué permitir dos veces el mismo daño?

—Los chicos... Jimin está muy preocupado por ti.

Temió por su vida al momento que lo miró con tanta frialdad como nunca.

No se lo creía, puede que en parte sea verdad, pero conocía perfectamente a Jungkook como para saber que era un maestro en sacar conversaciones triviales que parecían ser más excusas.

—Puedes decirles que estoy bien.

Dio la vuelta dispuesto a entrar a su habitación y encerrarse hasta otro día más. No se sentía bien desde hace mucho, su visión de un momento era borrosa y de repente negra.

—No finjas, sé que no estás bien.

Lo observó de reojo, ya no quería continuar con esa conversación que le hacía sentir mal. Bastante mal.

¿Te preocupas por mí después de llamarme mentiroso? No seas tan hipócrita, por favor.

La sinceridad estaba en su carácter, sabía que aquella sinceridad llegaba a lastimarlo sin siquiera pensarlo. Lo hacía, lo lastimaba, pero no se rendiría.

—Tae, sé que cometí un error, pero tan siquiera...

Vete.

Dicho eso, Kim Taehyung medio cerró la puerta.

No quería cerrarla por gusto, era más porque no quería que viera su lado vulnerable. Su pecho le estaba mandando señales de dolor, de una opresión que nunca había sentido. Le picaba la piel, justo como la primera vez hace una semana. Rascaba y rascaba, pero no cesaba.

Su dolor era inmenso.

El perdonar sirve, ¿y el olvidar?

Kim Taehyung no perdonaba, él olvidaba.

Jeon Jungkook aceptaba, él no olvidaba.

Un ruido sordo se escuchó detrás de la puerta. Jungkook, preocupado, asomó sus dedos en esta para poder abrirla por completo ya que estaba medio abierta, percatándose del peso que obstruía el paso.

El pánico que recorrió su cuerpo le generó una inimaginable ansiedad de entrar y poder ayudarlo. Hasta que recordó que todo eso era su culpa.

Es mi culpa.
Es mi culpa.
Es mi culpa.

No debo estar cerca de él.
Le hago mal.
Soy malo para él.

Tomó la valentía suficiente para alejar esos pensamientos, ya tendría otro momento de ocuparse de aquello, su prioridad era poder ayudar a Tae.

Como pudo, empujó tan solo un poco la puerta para pasar por la pequeña entrada. Deseó no fijarse en el estado de la habitación, siéndole imposible porque no se sentía a como Taehyug es.

Olía a intranquilidad.

Sentía la inquietud como aquella en donde de verdad estaba perdiendo todo a lo que se aferró.

—¡Taehyung, reacciona!

Se agachó, tocando sus frías mejillas y posteriormente cargarlo para acostarlo en la cama. Cerró la puerta, a su lado estaba el interruptor de luz que fue encendido. Acercándose más a Tae, se dio cuenta de que su piel estaba sonrojada, con grandes ronchas, algunas de estas parecían tener costras.

Su respiración tampoco era la mejor, no, de hecho, estaba hiperventilando. No creyó que estuviese así por la discusión, parecía más una retención.

Los sucesos que reprimimos porque deseamos no tenerlos, olvidarnos de ellos, o por algún trauma, son guardados en el inconsciente, aquella parte de nuestra mente que conscientemente no queremos acceder y que, al revivir los mismos momentos dolorosos, genera un conflicto en nosotros. Por lo tanto, cuando nos encontramos en un estado de cansancio, tanto física como mentalmente, la única manera existente para protegernos es con la presencia del inconsciente en medio de un colapso, lo que muchos llaman una recaída, porque nuestro lado consciente nos sigue diciendo que podemos seguir ignorando el cómo nos encontramos.

Cuando las bombas llegaban a explotar, se cansaban.

Kim Taehyung se cansó tanto que su cuerpo se vio obligado a ser maltratado mil veces por esas fuertes emociones.

Canalizar y canalizar... ¿Por qué no soltar?

Abrumado, con las lágrimas retenidas, buscó por la mesita de noche por si veía sus pastillas. Muchas veces le preguntaba a Tae para qué servían sus pastillas, y este le explicaba. Tenía algunas para la urticaria, otras de alergia en general, algunas incluso de la presión, aunque no padeciera, incluso aspirinas.

Entonces, se arrepintió por hacerle bromas de que tenía una farmacia cuando solo intentaba prevenir una posible tragedia.

Revisó incluso su mochila, encontrando un frasco vacío. Más nada.

La crisis pudo con él, no aguantó y se echó a llorar porque se dio cuenta de que no podía ayudar a la persona que más amaba. No podía protegerlo, lo había lastimado. No podía devolverle todo lo que había hecho por él, solo le causó dolor. No podía agradecerle con acciones, era un malagradecido.

Dios, Buda, quien sea que me esté escuchando, ¿me están dejando solo?

Como si escucharan sus plegarias de auxilio, sus neuronas empezaron a funcionar a toda velocidad. Tenía la idea de mojar un paño de agua fría y pasarlo por sus extremidades, así hizo. Por cada pase delicado que hacía, sorbía su nariz, dispuesto a no llorar y dedicarse a buscar una solución.

Dejó el paño frío sobre su frente, tomando el descaro de apartar sus mechones blancos y tocar su mejilla. El tacto familiar lo hacía estremecer, a cuidar de lo que alguna vez protegió y lastimó.

Miró a su alrededor por si encontraba la tarjeta de la habitación, encontrándola observó por última vez el rostro de Tae para irse.

Buscó alguna farmacia abierta, que estuviera cerca, no podía alejarse tanto porque debía volver rápido. Compró algunos medicamentos sin receta para la urticaria, algo difícil porque casi todo era con receta, así que le recomendaron algunas que garantizaban ayudar. Por otro lado, también compró algo para la ansiedad. Tal vez Tae lo necesite también.

Volviendo al penthouse, el más joven todavía no había despertado, al parecer solo se había removido un poco la toalla hacia el cuello. Dejó las compras a un lado, sin perder total admiración por su rostro dormido. No se atrevía a darle ningún medicamento a no ser que despertara, lo único que podía hacer era remojar el paño en agua fría hasta que sintiera normal la temperatura de su cuerpo.

Sin querer, tocó sus largos dedos. Siempre había amado tocarlos, sentía que tenían algo extraño, cautivador, algo que le hacía delirar por el mínimo roce. Aquello que lo hacía sentirse en casa, un lugar acogedor, protegido y amado.

¿Podría volver a tener su amor?

Taehyung, como si sintiera la incomodidad en su mano, se removió en busca de libertad, tal vez con eso quería engañar su cerebro.

Cuando en realidad, Tae solo buscaba su calor, atraía su mano, girándose hacia él y llevándola hacia debajo de su cabeza. Era justo igual a cuando dormían juntos: Jungkook era su almohada favorita.

Volviendo a la realidad, Tae abrió sus ojos con el ceño fruncido. Veía todo distorsionado, la cabeza le dolía y su cuerpo, sorpresivamente, no le picaba tanto.

¿Por qué estás aquí?

¿Mis palabras no fueron suficientes?

No quiero que te alejes, pero debo hacerlo porque me lastimaste.

¿Crees que podría volver a confiar en ti?

—Perdón.

Como la gota que cayó en un vaso lleno de agua, fue derramada, en este caso, como el agua que era Tae, y el fuego que era Jungkook, esa ira interior se calmó, volviendo la emoción en una confusión.

Te amo.

Te amo.

Te amo.

Te amo tanto que duele alejarme de ti.

¿Jeon Jungkook debía sufrir más o sufrió lo suficiente?

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