24
De camino al trabajo, Taehyung realizó unas cuantas llamadas importantes para recolectar información. No iba en broma cuando le dijo a Jungkook que era él quien haría algo con respecto a la situación.
Cuando ayer llegó al apartamento, Jimin fue se acercó y disculpó, temiendo por lo que el menor podría decirle. Y no, nada de eso ocurrió. Taehyung solo extendió sus brazos, incitándolo a que lo abrazara. Esa misma noche, también arregló sus pensamientos, teniendo una meta en clara de lo que haría después.
Estaba dispuesto a alejar a todo el mundo que le hiciera daño y a los de su alrededor. Y si hacía falta, haría lo que menos todos se imaginaban para poder restablecer el orden.
Cuando llegó a la galería, se esperaba que todo el personal le diera la bienvenida, que inclusive Yeonjun le diera poco trabajo a lo que currentaba hacer. Eso llegó a generarle sospechas.
Quería creerle, quería volver a confiar, y simplemente no podía confiar y creer cuando había visto acciones en él para nada normales.
Lo mejor era no pasar más palabras con él.
Después de trabajar unas horas en la galería, partió hacia la empresa. La monotonía de su vida se volvía cada vez más pesada, aún siendo una monotonía, sentía que debía hacer algo para poder romper con el mismo ciclo de todos los días.
Sobre todo, empezaba a incomodarse cuando Yeonjun estaba a su alrededor. Cuando lo rozaba, cuando le hablaba... Cualquier movimiento de él le provocaba incomodidad. Era definitivo que algo se traía detrás de la espalda.
Cuando llegó a la empresa, buscó la sala de ensayos en donde estaría Jungkook. Tenía la certeza de que al menos lo vería antes de poder empezar a trabajar. Quería al menos poder tocarlo, o darle un pequeño beso en la mejilla. La situación era tan decepcionante, tan indignante, que pensaba que nada podría arreglarlo.
Nada.
Nada.
Nada...
De todos ellos, Kim Taehyung era el único capaz de poder arreglar esa situación.
Abrió la puerta del salón de ensayo, su rostro de iluminó cuando vio a Jungkook tomar leche de platano de la botella. Cuando el tatuado vio a su pareja, sonrió enormemente. Pensaba que no lo vería hasta tal vez en la noche, o quizás al día siguiente.
Taehyung estuvo por pasar más de esa puerta. Estuvo decidido a romper con esa barra. Lo estuvo, no lo pensó, y se detuvo.
Aquellos pasos pesados que todo el mundo podía escuchar a una lejanía sorprendente, eran los mismos que provocaron que la relación entre Taehyung y Jungkook se viera en un fino hilo. Giró a su lado, vio al CEO pararse a su lado, ladeando su cabeza hacia el interior del salón. Esa mirada bastó para que los chicos se pusieran en sus posiciones y empezarán a hacer pruebas de sonido.
Su corazón se apretó.
—A partir de hoy me entregarás un cuadro diario. No quiero que andes detrás de estos cinco todo el tiempo. Haz tu trabajo y me ahorraré de tener que sacarte de aquí. ¿Entendido?
Nunca en su vida había sido humillado como esa vez. Nunca se sintió tan pisoteado como si fuera una simple hormiga. La hormiga era trabajadora, ella luchaba, Taehyung era igual, pero su trabajo no era más que una simple basura llamado arte, según el CEO.
Si era así como debía luchar, utilizaría todos los medios posibles para poder sobresalir.
—Mañana y los demás días tendrá un cuadro nuevo.
Se podía palpar la tensión. Se podía saber que Taehyung solo era un peón insignificante que pronto saldría del juego. Lo que nadie sabía, es que Kim Taehyung estaba por explotar, especialmente cuando miró por última vez a Jungkook y desvió su mirada.
Era tan doloroso...
Ese día había llevado dos lienzos de la galería, quería aprovechar para poder hacer un arte llamativo en la empresa. Solo que de llamativo no iba a ser nada. Iba, de manera literal, a romper su arte. A explotar sus capacidades.
Llegando a la sala de baile, solamente estaban Jimin, Jennie y Jisoo, que al ver a Taehyung, le saludaron con entusiasmo. Si no fuera porque Jimin les dio una orden de seguir calentando, Tae no podría haber respirado en paz.
—¿Todo bien? —negó—. ¿Fue el CEO? —asintió—. Ese maldito... Ojalá hubiera estado Si-hyuk, hubiera salvado todo esto.
Ese nombre le sonaba al menor, no sabía de donde, pero creía haberlo escuchado alguna vez de su abuela.
Han Si-hyuk.
Kang Si-hyuk...
—¿Bang Si-hyuk?
—¡Ese mismo! —Jimin mostró sorpresa—. ¿Cómo lo sabías? ¿Lo conoces?
—Era un buen amigo de mi abuela. A veces la ayudaba en las promociones de la granja.
—Ese viejo está siempre en todas... Volviendo al punto, Si-hyuk era un socio de la empresa, luego decidió salir de su puesto y de la empresa porque veía que las cosas se estaban poniendo peor de lo que una vez imaginó.
Entonces una idea invadió la cabeza del peliplata. Ya tenía a la persona perfecta que podía manejar a la perfección la empresa, ahora necesitaba saber cómo.
Cambiar de temas no lograba que la cólera calmara su ser, era todo lo contrario. La incrementaba. Como aquel fénix que renacía de sus cenizas: se calmaba y resurgía más fuerte que nunca. Su interior era un caos: un remolino sin aliento, unas cicatrices abiertas, un amor que no perdurará.
Se sentía tan perdido...
—Para estos casos, lo mejor es dibujar un buen cuadro como los de Junji Ito, que demuestren una cuestionable estabilidad mental —elevó su pulgar en muestra de apoyo.
—No me gusta hacer eso. No veo el arte como una manera de desquitarme. Lo veo para crear momentos memorables, no cuestionables.
—Muchas veces necesitamos algo para poder calmar nuestra ira, Taehyung. Obviamente no una persona, somos seres shumanos y no merecemos un mal trato. Es como la escritura o cualquier tipo de arte, nos sirve para expresar nuestros momentos, tanto felices como tristes, nuestra ira, nuestros sentimientos. El mejor arte es aquel que se puede sentir, no el superficial.
Miró el lienzo sobre sus manos. Nunca había utilizado su arte para poder desquitarse, lo veía mal, muy mal. No le gustaba, le desagradaba, pensaba que era una persona, y el hecho de utilizarlo para hacer un mal...
Lo hacía sentir peor.
Alejando sus pensamientos realistas, creyó que debía hacerle caso a Jimin. Creyó que, si no podía hablar con nadie, debía hablar con su arte.
Su fiel amigo de años.
Sacó una sábana manchada de pintura seca y la colocó en el piso. De su mochila sacó también un estuche de cuero artificial que contenía pinceles y varias brochas de distintos tamaños. Dejó el lienzo encima de la sabana. Aún le costaba hacer lo que tenía idea hacer, pero, suponía una cosa:
No iba darse el lujo de tener que explotar cuando tenía un arte al que podía expresar.
Únicamente tenía dos colores: rojo y negro.
Un rojo que tenía distintos significados, pero el más común, el amor. ¿El rojo para Tae, representaba el amor? No, no solo representaba el amor, también hacía referencia a la sangre y guerra.
El negro solo tenía dos significados para él: la muerte y la lejanía. Algo lejos, algo que no podía verlo, aunque lo deseara.
Eso, precisamente, ese significado, le hacía tener los peores recuerdos de su vida.
Le dio una última mirada a Jimin antes de destapar el pote de pintura negra y esparcirlo por todo el lienzo. Se agachó y con sus manos deslizó la pintura en su alrededor, poco le importaba tener que manchar las mangas de su camisa.
Estaba harto.
Una definición clara de eso, es que si debía acabar con el sufrimiento de sus seres queridos, debía hacerlo porque él también sufría.
Odiaba el sufrimiento.
Como la pintura secaba rápido, vertió la pintura roja sobre la negra, justamente en un lado había más cantidad que en otro, y con un pincel más fino, hizo una línea ovalada. El rojo fue esparcido en diferentes partes, a veces quedando con pequeños rastros de color cuando lo rasgaba, mientras que otras quedando con el tono fuerte.
Jimin, sin embargo, tenía miedo.
Mucho miedo.
Miedo porque nunca había visto esa manera brusca que tenía Tae pintando. Miedo a que todos sus demonios salieran de esa pintura. Miedo porque era la primera vez que lo veía desquitarse con su arte.
Era otra persona. Luego recordó que él mismo lo incitó.
Solo bastaron cuarenta minutos para que terminara. Su pecho se sentía mejor, no existía tanta presión, pero su garganta ardía. Ardía como aquella vez que nunca lloró.
No lo pensó mucho, se sintió decepcionado de sí mismo.
Aquellas manos que hacían un arte hipnotizador, ahora hacían un arte aterrador. No era bonito a sus ojos. Especialmente, cuando Jennie y Jisoo de acercaron con ojos curiosos, tuvieron que retroceder dos pasos, porque de esa misma obra, podían sentir el dolor y la ira. Una fuerza invisible que les hacía tener miedo.
Una ira contenida.
Un dolor contenido.
Ira consigo mismo.
Dolor por no hablar.
—Viendo el lado positivo, esa obra podría dejarte millonario —quería sonar un poco bromista para animar el ambiente, y no lo logró, solo hizo sentir aún peor a Tae.
Había lastimado a su mejor amigo de toda la vida, aquel que amó y aquel que odió. Aquel con el que sonrió y aquel con el que descubrió el amor.
No quería volver a ser capaz de tener que corromperse así mismo. No quería desquitarse. No quería sentirse aún mal. No quería.
Su teléfono, que estaba en el piso, empezó a vibrar. No sabía quién era y tampoco le importaba mucho, ahora solo le importaba tener que arreglar su mente para volver a empezar con la cabeza en alto.
—Ese tipo no se rinde... —comentó Jimin viendo la pantalla del teléfono.
—Tae-oppa, creo que deberías de responderle, tal vez sea algo importante —le comenta Jisoo.
Observó de reojo la pantalla brillante de su teléfono, era Choi Yeonjun. Justamente él era el último con quien quería hablar. No podía culparlo de todos sus problemas cuando el principal culpable era él por no hablar, y ahora estaba pagando por eso. Así que no le contestó porque sabía la razón de su llamada.
—¿Y si se murió? —pregunta Jennie con tono serio, con una tranquilidad contagiosa.
—Bueno, pues murió. ¿Qué puede hacer Tae desde aquí? —Jimin le siguió la corriente.
—Seguramente esté llamando porque se está ahogando —finalmente decidió hablar el peliplata, tomando una profunda inspiración y escuchando las pequeñas risitas de los demás. Con toda la paz interna que en segundos pudo conseguir, decidió atender la llamada.
Esa no sería una conversación fácil. Lo sabía.
—"Probablemente esté por morirme, te llame para que me salves y ni siquiera tomas el teléfono."
—Seguramente estés en la galería, y estando ahí no me daría tiempo para salvarte, Choi.
No dijo nada más. El silencio entre ambos se hacía eterno. Empezaba a picarle la espalda por la mirada de Jimin y de las chicas sobre él. Así que tomó un paño con alcohol de su mochila y les hizo una señal de que estaría afuera. Ellos asintieron.
Yeonjun solo escuchaba unas puertas abrirse y tal vez cerrarse. Varios pasos, luego otra puerta abriéndose y también cerrando. Taehyung había ido al almacén de limpieza para poder hablar con más privacidad mientras se limpiaba las manos con el paño con un poco de alcohol, tampoco quería irritar su piel, solo quitar el color de la pintura de manera superficial.
—"¿Cómo estás?"
—Estoy bien. ¿Por qué preguntas?
Tal vez sea un error haber aprendido en Estados Unidos a leer entre líneas, justamente porque Yeonjun fue el principal culpable.
Sabía que él quería algo más.
—"Me preocupo por mi súbdito. ¿No puedes agradecerme?"
—Gracias. Ahora dime qué quieres.
Otra vez existió el silencio sepulcral. Yeonjun, mentalmente, estaba divagando. Taehyung era demasiado inteligente a tan corta edad, y tuvo debatiéndose si fue por una mala experiencia o porque de nacimiento es así.
Tal vez sean ambas.
Tal vez ninguna.
—"Huh Min Yeon no quiere más que Sunno la atienda. Él se agobia mucho cuando le toca atender gente con carácter fuerte, Taehyung. Ya te lo había dicho."
—¿Y qué quieres que haga? No puedo atenderla ahora —sostuvo su teléfono con su oreja, apoyándola con el hombro, para permitir más movilidad en sus manos.
—"¿Te estás escuchando? ¿Qué pasó con el querer que las personas se sientan escuchadas?"
—Te dije que podías hacerlo tú. Si no tuviera tanto trabajo, con gusto la aceptaría y lo sabes. Además, eres el supervisor, puedes no ponerme tanto trabajo y ser más flexible. Pero como estás tan empeñado en no dejarme salir de tu lado, no puedo hacer más nada que arreglar todos los errores que siempre cometes.
—"No te estoy usando."
—Sí lo haces, Choi Yeonjun. Engaña a quien quieras, pero no a mi. Siempre me usas para que arregle todo lo que haces a medias, todo mal hecho.
—"¿Acaso por eso es que actuaste así hoy?" —no escuchó respuestas—. "Sentí que hoy estabas incómodo cuando me acercaba, ¿por qué?"
—Sabes porqué.
—"No, no lo sé. Tú dime, tú eres el que está incómodo, no yo."
—No tengo que darte tantas explicaciones cuando sabes la razón. Hablaré con alguien más para que pueda sustituirme ya que tú no puedes. Nos vemos.
Al momento de alejar el teléfono, escuchó su grito llamándolo.
—"¡Kim Taehyung!"
No le importó y colgó.
Cansado, recostó su cabeza hacia atrás contra la puerta. Permitió cerrar sus ojos unos segundos. Empezaba a parecerle insoportable hablar con Yeonjun, incluso quería no volver a escucharlo porque estaba seguro que a la próxima no le hablaría con tanta amabilidad.
Era confuso pero certero. Certero porque Yeonjun quería cuidar de él. Confuso porque Taehyung creía que solo se aprovechaba de él.
Entonces, se dio cuenta de algo que siempre estuvo presente desde su niñez:
Los amigos te usan cuando están en apuros.
Ellos te vigilan y te mantienen a la mira.
Te sonríen y ríen contigo para que no sospeches.
Se divierten, fingen y te lastiman para que les debas favores.
Daban asco. Daban repulsión. Ellos, específicamente esos amigos, se merecían lo peor.
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