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10

Si había algo que Taehyung más amaba en sus horas laborales, era cuando tenía la oportunidad de tocar un canva y un pincel. Normalmente no podía porque debía de estar en la oficina verificando el papeleo o siendo de ayudante, pero eran pocas las veces que tenía un momento para él.

¿El problema? Kim Taehyung detesta llamar la atención.

¿El obstáculo? Está al aire libre donde muchos podrían apreciar su arte.

Amarró su delantal por la cintura, y dispuso a arreglar los colores que utilizaría en la paleta, además de eligir cuidadosamente el pincel que utilizaría. Estando el canva frente a él, con un pincel muy fino hizo trazos negros al azar. Todavía no tenía en mente lo que quería hacer, pero estaba seguro de que algo haría con ese lienzo.

Un artista... ¿Ser artista de verdad implica tener algo en mente? No. Tus emociones son la mente. Tu imaginación es la mente. Te controlan y dejas que todo fluya en un lienzo, papel, en donde sea, incluso en la misma pared de tu casa.

Y por eso Tae amaba más el arte. Podías expresarte sin necesidad de tener algo en mente.

—Fuiste muy rápido en conseguir el cuadro.

Yeonjun se acercó a su lado. Su mirada se dirigía al paisaje que les brindaba la amplia terraza. La vista era increíble a esas alturas, se podía ver a la perfección la carretera y a la misma vez, en otro lado, una gran montaña.

Sin embargo, la mirada de Yeonjun era más de indiferente que de felicidad.

—No iba a poner mi trabajo en juego —escuchó como el mayor chasqueaba la lengua.

—Es increíble que tan solo seas mi ayudante...

—Solo haz tu trabajo —Taehyung ladeó un poco su cabeza.

—¿Cómo lo hiciste?

—¿Qué insinúas?

—Nada —por un momento Tae sintió que titubeaba—. Es solo que es raro que de la noche a la mañana hayas conseguido ese cuadro, ¿no crees?

—Te lo dije —fue entonces cuando el de cabellos plateados se levantó. Estaba decidido a hacer algo que hace un año había hecho, y por muy loco que parezca, estaba un poco entusiasmado por hacerlo—: no voy a poner mi trabajo en juego por un cuadro que ni siquiera con ayuda en equipo se pudo conseguir.

Y entonces lo hizo. Dejó a un lado el pincel y estampó la paleta con manchas de colores diferentes sobre el lienzo. Lo embarró tan bien, en forma circular y de un arriba hacia abajo. La pintura era más roja que las diminutas manchas negras o un azul pastel, por lo que se formó un rojo un poco más opaco.

Yeonjun observaba espectante de todo las acciones del menor. No lo comprendía. Era difícil leer su mente o acciones. No comprendía como funcionaba, pero sí sabía lo que llegaba a molestarle.

¿Qué esperas del mundo? —le preguntó, finalmente alejando la paleta del lienzo, observando fugazmente su cuadro para dirigir su mirada al mayor.

¿Qué Yeonjun esperaba del mundo? Que respuesta más simple.

Un nada como también algo.

Taehyung asintió ante la respuesta. Lo aceptaba porque antes también pensaba así, y lo aceptaba más porque reconocía ese sentimiento de no esperar algo de un mundo que lastima y critica, pero también esperaba de alguien o algo que le hiciera cambiar esa perspectiva.

—Lo triste del mundo es que no puedes esperar algo grandioso —comentó Tae.

—No es mi culpa tener expectativas tan altas que muchos no pueden satisfacerme —el mayor frunció sus cejas.

—No hables así —regañó—. Luego dirán que eres un engreído.

—¿De cuándo a dónde me ha importado lo que digan las demás personas? —colocó sus manos en la cintura—. Yo soy yo, y punto.

Con una sonrisa el menor negó. Definitivamente tenía un amigo bastante especial y diferente a lo normal.

Aún con la pintura fresca, delineó con cuidado finas líneas negras sobre el cuadro. Luego con otra brocha más gruesa, hizo trazos al azar con diferentes colores.

Yeonjun no sabía aún lo que el menor estaba haciendo, pero pensó, que si era en manos de Taehyung, no debía preocuparse por sí no salía algo muy bonito.

El sol estaba en el puesto más alto, para suerte de Tae, no hacía mucho calor; empezaba el invierno. Observó el paisaje a su frente, era algo que amaba mucho de su país aunque en Estados Unidos los atardeceres eran hermosos. Pero su país era su país. Su tierra natal, esos hermosos colores que nunca olvidaría, estaban ahí, frente a él, brindándole lo mejor que alguien podría ver en un atardecer.

Entonces, empezó lo que Choi Yeonjun nunca imaginó ver.

Taehyung comenzaba a destruir todo lo que anteriormente había hecho. No, destruir en forma literal, no: solamente fue mezclando aún más los colores, fijándose en lo que tenía de frente y dejándose guiar para terminarlo antes de que el atardecer se fuera. Parecía desesperado, y su arte no mostraba su desesperación, más bien...

Te hacía querer ver más.

Sus manos manchadas, su ropa manchada, sus mejillas con toques rojos... Todo de él estaba manchado de pinturas y eso parecía encantarle. Su alrededor se llenó de personas, observando aquel arte que próximamente terminaría.

Su corazón latía rápido, y era extraño, no sabía el porqué se sentía tan emocionado por algo que comúnmente hacía. Pero claro...

El arte es intrigante.
El arte es un subjeto.
El subjeto está en Taehyung.
Y Taehyung amaba la subjetividad que le brindaba el arte.

Cosas pequeñas que muchos no veían y que otros amaban. Cosas tan diminutas e irrelevantes que otros detestaba, pero que otros admiraban. El mundo era extraño, las personas eran extrañas, y sorprendentemente, muchas llegaban a ser iguales o incluso diferentes.

Porque el mundo es inconcluso.

Tal vez monótono. Tal vez inquietante. Tal vez algo más que una simple esfera que antes pensaban ser plana. ¿La razón?

Todos llegaban a pensar iguales y actuar por igual.

Les atraía la manera que Taehyung pintaba. Les atraía el aura de Taehyung mientras se manchaba las manos de pintura. Desesperante, creativa, amable, cariñosa...

Taehyung aguantó la respiración viendo su obra. Todo estaba ahí, plasmado como así quería desde el inicio. Veía las perfecciones de los colores, sus sentimientos plasmados, su felicidad cuando veía algo que anhelaba por mucho ver. Su mundo rotaba alrededor del arte, y el arte rotaba alrededor de él.

Era simple, lo entendía, y a la misma vez, no lo comprendía.

El lugar fue llenándose de aplausos, logrando que después de mucho recapacitara y observara sus lados. Todas las personas de la galería estaban ahí, viéndolo y aplaudiendo para él. Entonces pensó:

“Lo volví a hacer.”

No lo hacía con la intención de sorprender a alguien, porque como bien se sabe, detestaba llamar la atención. Lo hacía para él mismo, solo que siempre acababa al mismo lugar que en su inicio fue la causa de su pasado.

—Joven, ¿cuánto cuesta ese cuadro? —le preguntó un señor. Al parecer, rondaba un poco más de los setenta años, lucía bastante interesado por la obra que Taehyung había hecho.

—Lo siento, señor —inclinó un poco su cabeza para disculparse—, pero no está en venta.

Normalmente los cuadros que Taehyung hacía era para la venta, porque también tenía que ganar algo aprovechando su don, y las pocas veces que no lo hacía, lo dejaba en exhibición por unos días y luego se lo llevaba a casa.

Seguramente si los cuadros que había mandado le llegaran, tendría que buscar un buen lugar para ponerlos porque la cantidad era para caer sorprendido.

Poco tiempo después se hizo bastante tarde, siendo ya la hora del cierre. Taehyung con su ropa mancha de pintura —aún teniendo un delantal, era inevitable que se manchara— salió junto a Yeonjun, y de reojo observó un carro negro con las luces prendidas estacionado justo frente a ellos. La persona que conducía el carro apagó las luces y se bajó del auto, vestía de negro e incluso llevaba una gorra negra. Parecía ser una persona sospechosa.

—Tae... Vámonos —Yeonjun lo agarró del brazo con la intención de alejarse de ahí. Al ver que el mencionado no tenía intenciones de irse con él, insistió—: Parece peligroso, vámonos.

—Espera.

Conocía esos pasos, también conocía ese carro, sobre todo conocía esa aura que por fuera parecía peligrosa y de una advertencia a irse, pero por dentro era todo lo contrario. Lo sabía tan bien que dio un paso hacia delante aún siendo sostenido por su amigo.

Taehyungie...

Yeonjun no sabía en qué momento Taehyung se había zafado de su agarre, simplemente se alejó de él y caminó rápidamente hacia el sospechoso para abrazarlo por la cintura.

Oh... Pues claro, es su novio.

Jungkook siempre había parecido alguien arrogante, despreocupado, con aspecto de ser un problemático o incluso el matón del barrio. Lo que nadie sabía, es que detrás de esa apariencia sólida, existía un chico con pequeñas inseguridades y temores. Solo lo veía Taehyung, sus amigos más cercanos y otra persona más. Solamente ellos sabían como es Jungkook en realidad.

—Jungkookie —poco le importaba a Tae ser visto mientras le besaba la mejilla a su novio. Era algo normal, ¿no?

—Tae, eres un desastre. Tienes pintura por toda la cara —acarició sus mejillas y frente, justo en esas partes tenía pintura roja y azul.

Muchos veían lo normal como algo anormal. Muchos veían la homosexualidad como algo dañino, que no debería de existir. Muchos apoyaban y a la misma vez le negaban el paso a los homosexuales, bisexuales, o incluso de cualquier orientación sexual, ya sea si estás experimentando, o si solo desconoces porque no te sientes identificado con ninguna. Todo eso menos una. ¿Por qué?

Porque orientación sexual solo había una.

O eres heterosexual, o te tachan como el rarito del asunto.

Taehyung sabía muy bien lo que implicaba amar a un chico, amar a ese chico específicamente. Y no le importaba nada, ni los insultos, ni los comentarios negativos sobre su relación... Era él y sólo él lo que quería importarle, más nada.

No era un pecador, era puro, tampoco llegaba a ser ningún santo. Sólo quería amar, quería amar a esa persona que también lo amaba de igual manera. Porque, sin importar quien seas, también tienes derecho a amar a la persona que siempre hace latir tu corazón.

El mundo critica.
El mundo te juzga.
El mundo camina a tu alrededor.
Tú caminas alrededor del mundo.
Todos te señalan.
Todos te miran.
Todos te escupen.
Y sólo uno te admira.

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