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9. Capítulo 8.

Hi~ Andamos sobreviviendo por estos lares, pero como escribir siempre es una curita para el corazón, acá andamos. Era hora del punto de vista de Eiji otra vez para cachar qué está pasando con Ash (considerando que Ash está más que flechado aunque siga en negación) y para ver de más cerca su relació con Arthur, así que acá nos metemos.

Mil gracias por leer, espero que les guste~

Eiji deja escapar un suspiro de sus labios, aunque el resuello no es lo suficientemente alto como para despertar al pandillero provoca que se acurruque aún más cerca de su pecho, parece un niño en este estado, piensa para sí mismo con una sonrisa.

Se ve adorable. Dulce. Tierno.

Tan pequeño.

Es extraño vislumbrar al soberbio lince de Nueva York siendo tan vulnerable y si bien, no es la primera vez que comparten ese tipo de intimidad en donde se permiten ver más allá de lo evidente por algún motivo las cosas se sienten diferentes, ¿por qué será? Asume que se apegó aun sabiendo que lo suyo es un desahogo meramente físico pero no pudo evitarlo, es decir, Ash se ha convertido en su primera vez para muchas experiencias y no solo a nivel sexual, al principio aceptó por despecho y para aplacar el abrumador resqueme de soledad que lo estaba carcomiendo, más ahora la situación ha cambiado.

—Te ves tan lindo cuando te portas de esta manera. —Dice para sí mismo deslizando sus dedos entre esos sedosos mechones dorados que le recuerdan a un campo de trigo—. Te deberías portar así todo el tiempo.

Por supuesto, Ash no responde, podría haber un terremoto en estos momentos y Ash no despertaría aunque su vida dependa de levantarse, ja, así critica su instinto de autoconservación ¿dónde está el suyo? Debería enseñarle con el ejemplo, pensamientos como esos fluyen por su cabeza mientras sus caricias se expanden hacia sus mejillas, Eiji clava sus ojos para observar detenidamente sus facciones adormiladas puesto que nunca ha tenido chance de hacerlo.

Es guapo, es ridículamente guapo.

—Me detendré sino te gusta. —Le avisa incluso entre sueños, más Ash se acurruca dándole una clara respuesta—. Acá voy.

Eiji desliza sus yemas hacia su barba fantasma, es apenas perceptible, una mota de pelusa rubia que se vislumbra bajo los rayos del sol, más, es invisible el resto del día, continúa por su barbilla, es firme, está perfectamente esculpida gracias a los pómulos toscos que le dan un aire varonil, a diferencia de su cara Ash ya no acumula grasa de bebé, la idea lo hace bufar y pellizcarle los mofletes consiguiendo que se queje entre sueños y eso le saque una risa, la dualidad de ese hombre le resulta extraordinaria gracias a este tenue arrullo de vulnerabilidad, queriendo grabar en su memoria esta faceta sigue con sus mimos acariciando sus pestañas doradas (casi blancas) sus cejas afiladas y fruncidas, su nariz fina y grácil, los resquemes de lo que probablemente fueron pecas, sus labios entreabiertos.

Es hermoso.

Lo confirma, es hermoso, pero en estos momentos es una belleza humana distinta a su belleza irreal.

—¿Tan atractivo soy para que me veas así? —Ash abre los ojos, son brillantes, los más brillantes que ha vislumbrado en su vida—. Eres todo un acosador, onii-chan.

—Tú eres el que me usó de almohada toda la noche.

—Eres una almohada muy cómoda. —Y el descarado en lugar de mostrar remordimiento se restriega con más fuerza sobre su pecho, Eiji no puede creerlo—. Además, esto es parte de nuestro acuerdo.

—¿Cómo esto puede ser parte del acuerdo? Dijiste que dejáramos las emociones afuera. —Le explica confundido—. Y esto se siente bastante emocional.

—Te equivocas, es meramente físico.

—¿Lo es? —No está tan seguro de que lo sea—. Porque intentaba consolarte, no hacer otra cosa, no quise que se interpretara diferente.

—No se interpretó diferente, pero recién me estabas tocando ¿verdad?

—Sí, pero...

—Hacerme sentir bien es la mejor manera de consolarme. —Lo dice con una sonrisa coqueta que le debería derretir el corazón, más, la nota extraña, casi forzada—. Buen trabajo. —Y a Eiji esa parte de su némesis realmente no le gusta, ¿por resonancia?, ¿proyección?, ¿empatía? Ni idea.

—No tienes que hacer esto. —No es propio del nipón ser tan confrontacional, sin embargo, toca una fibra sensible el ver en otros la complacencia ya que sabe lo mucho que duele—. Puedes parar. —Al menos conmigo—. Por favor, para.

—¿De qué hablas?

—Si algo te molesta solo dilo, pero no pongas esa cara, no te aguantes.

—¿A qué te refieres con "aguantar"?

—A esto. —Eiji lo aleja—. Acabas de enterarte de que tu hermano está vivo, estás sobrepasado, sería extraño que no necesitaras cierto desahogo emocional, no te escudes detrás de lo físico para evitarlo.

—¿Y qué podrías saber tú? Ni siquiera has dado tu primer beso, eres un jodido virgen.

—Es cierto, no tengo experiencia en lo físico, has sido el único en ese sentido. —Aunque sea el efecto de estar recién despertando en esa bruma de tensión, Eiji puede jurar que Ash ha enrojecido—. Pero por experiencia te puedo decir que las cosas malas no se van porque corras de ellas y cuando sientas que estás listo para enfrentarlas puede ser muy tarde para hacerlo. Tienes a tu hermano vivo, no me puedo imaginar el shock que debe ser para ti ni lo que estás pasando, pero te he oído hablar de Griff.

—Okumura.

—Y por eso te estoy diciendo esto, para que no te arrepientas y dejes de esconderte. —Esta vez elige pasarse de la raya—. No uses diversiones fugaces para evitar vivir tus duelos o se harán más grandes, incluso un ignorante como yo sabe que luego del placebo te sentirás aún peor.

—Tú. —Ash se alza, no lo suficiente para salir de la cama, más, sí para lucir la brecha corporal—. Eres tan entrometido.

—Lo soy.

—No era un halago.

—Pues me lo prefiero tomar como un halago. —Bromea aligerando la tensión—. Perdón, sé que está fuera de lugar entrometerme en tu vida personal pero indirectamente tus decisiones me afectan ya que vivimos juntos y tengo que ver las consecuencias.

—Eres mi daño colateral. —Ríe—. Es una molestia. —Pero a juzgar por su tono de voz, él no lo piensa en serio.

—Supongo que sí.

—Tienes suerte de ser lindo para que te lo perdone, Okumura. Cualquier otro de mis chicos ya estaría muerto por esto.

—¿Crees que soy lindo? —Eiji lo pregunta en broma.

—N-No. —Pero Ash responde tan nervioso que de repente su corazón late con fuerza y le arranca el aliento, su estómago de pronto es una mezcla de nerviosismo y felicidad, ni siquiera se lo dijo alguien que le guste genuinamente para alegrarse y aun así está sonriendo porque fue Ash—. Eres horrendo.

—Muchas gracias por el cumplido.

—¡Dije que eras horrendo! —Solloza—. ¡En ningún momento te llamé lindo! Eres como esos conejos salvajes que te muerden o te patean apenas los toman y dan ganas de meterlos en una jaula, aunque claro, tienen su lado adorable con sus grandes ojos oscuros o sus pelajes suaves como tu cabello, me da risa que sea esponjoso y porfiado, te da un aire adorable cuando recién despiertas y está curvado hacia todas partes, es realmente bonito que ni siquiera lo sepas.

—¿Bonito? —Ash asiente.

—Es bastante bonito, también es bonita la forma en que mueven la nariz y tú haces lo mismo cuando te concentras en tus tareas, incluso cuando cocinas, eres tan transparente, a veces puedo imaginarte moviendo un pompón como cola, eso es encantador, hasta cuando pateas el suelo porque te sientes irritado o enfadado es encantador, me gusta esa faceta agresiva tuya aunque me saques de quicio.

—¿Entonces crees que soy encantador y bonito?

—Claro que sí. —Ash se calla. Parpadea una. Dos. Tres veces. Se pone rojo hasta las orejas—. ¡No!

—En serio eres una persona complicada. —Eiji bromea—. Pero está bien, tú me recuerdas a un gatito arisco así que estamos a mano.

—¿Un gato? —La comparación lo ofende—. A un lince, querrás decir.

—No. —El nipón tararea—. Me recuerdas a un gato porfiado, malgenio y mañoso.

—¿Sí? Pues tú eres un conejo desquiciado. —Chista, dejando salir el aire de sus pulmones—. Tozudo.

—Ja, realmente eres el cachorro consentido de Max, de tal palo tal astilla. —El lince se toma el pecho como si esta fuera la ofensa más grande que le pudieran decir—. Ash Glenreed.

—¡Pues tú eres la doncella virgen de Ibe!

—¡¿Qué tiene que ver eso?!

—¡No sé! ¡Pero no me compares con una momia!

Ambos sostienen una mirada antes de que Ash reviente a carcajadas porque la conversación adquirió un rumbo tan inesperado y absurdo que el lince no pudo seguirla racionalizando, ¿desde cuándo ser como Max es un insulto? La peor parte es que le gustó escucharlo (aunque fingió estar ofendido, por supuesto, es orgulloso) y la mejor parte es que Eiji está riendo también, compartiendo la burbuja de alegría en la que sin querer se encerraron, sus risas resuenan en perfecta armonía como si estuvieran sincronizadas en un baile, Eiji puede imaginarlo, su risa enlazada a la de Ash, puede que nunca vayan a ser amigos, no obstante, en esos momentos se siente muy agradecido de tenerlo a su lado, llámese "desahogo", "enemigo" o lo que sea. Está agradecido.

—Gracias por quedarte. —Ash impresiona compartir el sentimiento—. Debió ser muy incómodo para ti fingir que me tenías empatía.

—No lo fingí. —Lo corta con dureza—. Nunca fingiría algo así.

—Es parte del acuerdo.

—Dejemos algo en claro, Ash. —Lo aclara porque tiene la sensación de que si no lo hace esto crecerá y se convertirá en algo peor—. No me obligué a hacer nada contigo, hice las cosas porque quería, no porque tuviéramos una especie de acuerdo mutuo ni nada, te consolé porque me nació y te escuché porque quise estar ahí.

—En serio eres tonto. —Ash se ríe con tristeza—. Si eres así, ¿cómo no acabarás con el corazón roto?

—Pues en ese caso prefiero ser tonto y arriesgarme a que me lo rompan.

—¿Sigue muy herido tu corazón? —El tono que Ash utiliza es una canción de cuna, de pronto, cambia la atmósfera dándole el espacio para vivir su propio luto, tal como el paso de las flores de cerezo, los pétalos del japonés se empiezan a desprender de las ramas y a caer—. Ya sabes, por Arthur.

—He estado evitándolo. —Admite—. No puedo seguir haciéndolo, no quiero ponerme raro con él y odiaría que las cosas se arruinaran por mi incapacidad para quedarme a su lado pero las cosas ya no se sienten bien.

—¿No lo hacen?

—No. —Eiji se encoge sobre sí mismo, el dolor en su pecho pesa sobre él igual que una losa—. Él me trata de una manera muy especial pero cuando tiene pareja no se siente...correcto, puede que él no lo note porque nunca me ha mirado con otros ojos, sin embargo, yo lo noto y apenas puedo tolerarlo.

—Puedes poner distancia si te duele tanto. —Ash extiende su mano hasta finalmente posarse sobre la del nipón y apretarla, es un consuelo agridulce—. No tienes por qué aguantarlo.

—Es complicado. —Intenta verbalizarlo—. Por una parte anhelo desesperadamente la relación que tenemos porque es mi mejor amigo, él es valioso, no quiero perderlo, no por una estupidez. Pero un pedazo de mí siente tanto resentimiento y desilusión, ¿de qué? No sé, él no hizo nada malo y aunque lo entiendo racionalmente no puedo dejar de sentirlo. Es como un ciclo interminable.

—Eiji.

—Aunque claro. —Sonríe con melancolía—. Si partimos este acuerdo es para aplacar eso ¿no es así?

—¿Qué me dijiste? —Ash lo regaña, no es duro, de hecho, su mirada transmite tanta ternura que Eiji se siente acunado por una manta—. Qué no corras de los duelos. Puede que no estés listo para tener esa charla con Arthur todavía, está bien, puedes darte tu tiempo para descifrar ese ciclo interminable para así ponerle final, pero tarde o temprano tendrás que enfrentarlo, lo sabes, eres valiente, puedes enfrentarlo.

—¿Es una manera de retractarte de nuestro trato? —Eiji bromea.

—No. —Ash mete su mano hacia su espalda desnuda y el toque quema—. Me gusta la relación que tenemos, enemigos con beneficios nos sienta bien.

—¿Entonces?

—Te estoy dando un consejo que creo que necesitas escuchar.

—¿Por qué? —Ash sonríe.

—Porque me nace. —Y claro que lo confunde aún más—. Porque quiero estar acá para ti.

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—¿Por qué tengo que ser yo? —Eiji ríe, más es una risa ansiosa—. Eres popular entre las chicas, ellas deben morirse por ser tus modelos.

—Tal vez. —Arthur tararea—. Pero es tu cara la que conozco a la perfección, no la de ellas. —El pecho le duele como si alguien hubiera metido una mano adentro y ahora estuviera apretando con un puño cerrado su corazón, ¿cómo no ilusionarse si le dice esto?—. Además. —Arthur detiene el movimiento del lápiz para mirarlo por encima del lienzo—. Tú eres más lindo que cualquiera de ellas.

—¿Lo soy? —Eiji bromea.

—Lo eres. —Arthur no—. Realmente lo eres.

—Ya veo.

Arthur no dice más, se limita con ofrecerle una sonrisa abierta antes de volver al lienzo mientras que Eiji es un torbellino de emociones, es irónico ser quién modela puesto que la verdadera obra de arte es el artista, le da risa puesto que el pandillero no encaja en su concepción clásica de la belleza como Ash, no obstante, un día le tomó una fotografía sin esperar nada y el resultado fue mágico, quizás es porque ambos conectan a través del arte o porque se ha convertido en esa persona especial para su líder, sin embargo, las cosas se sienten distintas a una típica amistad.

Bueno, no es que Eiji tenga muchos amigos para comprobar, aún así, aprecia que hay algo extraño a lo que no puede ponerle nombre, cada trazo del lápiz, cada atisbo silencioso entre ellos, cada susurro del viento a través de las cortinas se lo confirma, es una sensación distinta a la que le genera Ash, no son los mismos nervios en el estómago ni el cosquilleo en el pecho, esto es visceral, casi como miedo.

Miedo.

Claro que le aterra perder a Arthur, en el fondo, sabe que se quedaría completamente solo sin Arthur.

—¿Los chicos siquiera saben que estudias artes?

—No. —Canturrea—. Y no planeo decirles.

—¿Por qué?

—Ellos me dejarían de respetar si lo supieran. —Es conciso y seco como el resto de su personalidad.

—No creo que te dejen de respetar, Yue va a la universidad y hasta donde sé los chicos aún lo tratan bien, no hacen diferencia. —Aunque la hacen conmigo.

—Es distinto porque yo soy su líder, yo mando.

—¿Y yo? ¿Por qué es distinto conmigo?

—Es distinto porque eres la mano derecha del líder.

—¿Lo soy? —Eiji se inclina en el banquillo, están a solas en la sala de arte, poco a poco la sonrisa en los labios del pandillero se borra para dar paso a la pesadumbre, odia que ponga esa clase de cara.

—Lo eres. —La compasión sangra en su voz—. Claro que lo eres, ¿por qué lo dudas?

—Te lo dije, no me siento como su "igual". —Eiji posa su mirada en el soporte del caballete, presiente que si lo mira a los ojos acabará más destrozado de lo que está ¿por qué se siente tan distinto? Antes podía pretender a la perfección que estos sentimientos no existían—. Y no puedo sentirme a la altura si me sobreproteges tanto.

—Es por la competencia.

—No. —Lo confronta—. Incluso antes de la competencia lo hacías. —Arthur no dice nada y entonces Eiji debe alzar la mirada, se arrepiente el instante en que sus ojos se enlazan, siempre le ha fascinado el tono celeste (casi transparente) en la iris del pandillero, le evoca a Izumo y sus playas calmas, pero en estos minutos lo único que evoca es una marejada belicosa—. Y tengo derecho a saber por qué.

—Porque eres lo único que me recuerda lo que puede ser mi vida. —Arthur se levanta, deja el lienzo a medio pintar y da pasos firmes hacia él, cada pisada se siente como una pequeña gota expandiendo sus ondas hacia lo más profundo del mar, es ínfimo e insignificante, es un desastre natural—. ¿Cómo puedo explicarlo? Wookie y el resto de los chicos me importan pero tú eres ajeno a eso, tienes razón.

—Arthur.

—A ti te conocí estando totalmente fuera de las pandillas y la violencia, me habría gustado mantener las cosas separadas, pero eres terco e insististe en seguirme, no quiero que este mundo te corrompa como he visto que corrompe a tantas personas, es egoísta, pero deseo que sigas siendo inocente.

—Suena como si trataras con personas peligrosas. —Ríe con pena, finalmente ha mirado lo inmensa que es la brecha entre ellos—. Como si fuera más que un juego de pandillas.

—¿Insinúas algo?

—Insinúo que no sé nada de ti.

—Sabes lo suficiente.

—No es cierto, yo debería saber cosas como las sé sobre...

Cómo las sé sobre Ash.

Vaya forma de percatarse de su cercanía con su némesis no obstante con la convivencia ha aprendido cosas que nunca se hubiera imaginado sobre Ash, cosas como que odia usar pijamas a pesar de que es friolento, le encanta la ensalada de camarones con aguacates y es el odiador oficial del natto, dice cosas que no siente, es poco sincero, pero sus ojos siempre se mantienen honestos, pretende ser un líder frío para protegerse a sí mismo porque sus seres amados le importan demasiado, es un mocoso en el fondo, le gusta ser mimado y cuidado, tiene espinas, más, muestra sus pétalos suaves y frágiles a quienes considere que lo merecen, es hermoso e increíblemente fuerte, es inteligente, es el hombre más inteligente que ha conocido, es terco y tiene la creencia inmovible de que está roto y por eso se castiga. Cosas que sabe de Ash y nadie más sabe. Cosas que no debería saber. Cosas que tendría que saber de Arthur si en verdad fuera su amigo.

Pero no las sabe.

¿Entonces somos amigos?

—¿Sobre quién? —El tono del pandillero se endurece.

—Sobre nadie. —Eiji baja la mirada, escamotea—. Solo me preocupa que te estés metiendo en algo de lo que no puedas salir y llegue un punto en el que no te pueda alcanzar.

—Eiji. —Arthur se agacha para quedar a su altura—. No iré a ningún lado a donde no puedas llegar.

—¿Y si algo te arrastra allá y te pierdo?

—¿Algo cómo qué?

—Arthur. —Eiji aprieta sus manos encima de su regazo—. ¿Consumes y vendes?, ¿de ahí la rivalidad?

—No hagas preguntas sino quieres saber la respuesta.

—Pero quiero saber. —Le ruega—. Necesito saber. —No me dejes afuera.

Arthur lo mira a los ojos con el corazón destrozado, sus manos tiemblan entre las de Eiji, no las quita, tampoco se aleja, se mantiene ahí, viendo como esta vez Eiji es quién sostiene la navaja que se halla incrustada en su pecho, vislumbrando como el mango se empapa de sangre y como la sangre escurre de lo más profundo de su alma.

No quiere contarle, si le cuenta lo estará involucrando con negocios y gente peligrosa y el japonés le importa demasiado como para enrollarlo en esos juegos, Eiji es una avecilla en un nido de cuervos y aunque la mayor parte del tiempo hace vista gorda en relación a la brecha con esto resulta imposible, por eso lo mantiene caminando en el borde del precipicio, no está tan cerca para caerse al abismo con los demás chicos pero tampoco está lo suficientemente lejos como para escapar al prado repleto de flores y al final, es sumamente egoísta mantenerlo así, pendiendo, esperando, incierto.

Lo sabe.

¿A quién engaña? Le da terror que luego de contarle Eiji lo mire diferente, lo mire como lo miran los demás. Lo mire como si fuera la sombra de Ash.

—Sí. —Pero le cuenta—. Lo hago. —Porque Eiji es el único que nunca ha escogido a Ash por encima.

Eiji no sabe qué responder, más, impresiona a punto de llorar.

—Perdón. —Arthur nunca antes sintió vergüenza de lo que hacía hasta este segundo, no porque Eiji lo esté juzgando o haya cambiado, sin embargo, ahora sabe que no puede esconder lo que realmente es, su verdadera naturaleza salió a la luz—. Perdón.

—No. —Eiji contiene el llanto—. No tienes por qué disculparte.

—¡No es nada grave! Te prometo que lo tengo controlado y es algo temporal, es para posicionarnos.

—Sabes que tengo experiencia con estas cosas, te conté acerca de mi papá y su época más dura. Las personas creen que lo tienen bajo control cuando no es así.

—Pero él salió ¿cierto? —Arthur lo incita—. Yo igual puedo hacerlo, es solo para lo social, sabes que me debo mezclar con las personas en ese ambiente o me cuestionarán, no quiero que los demás me miren como si fuera una copia de Lynx, nunca permitiré eso. —Excusas, excusas, excusas ¿a quién le da tantas excusas?

—No eres la copia de nadie. —Pero Eiji es dulce, validante, desliza sus dedos entre las ásperas palmas del pandillero, siente sus durezas y repasa sus líneas de vida, le gustan estas marcas secretas, solo él conoce cada historia detrás de los trazos, las quemaduras, los cortes hechos por la pintura, son hitos que los unen en un secreto, en un pecado—. Deberías enviar una pintura al concurso de arte.

—¿Cómo llegaste al tema? —Ríe, suavizándose—. Hace un segundo estabas enojado.

—Sigo enojado.

—¿Entonces? ¿Por qué?

—Porque no creo que el resto te cuestione, creo que tú te cuestionas. —Empieza—. Y para dejar de hacerlo necesito que te veas.

—¿Me veré en la pintura?

—Yo te veo en la pintura, no en las pandillas.

—¿Me ves siendo más que el cascarón de Ash?

—Ya eres más que el cascarón de Ash, eres tu propia persona.

Y aunque Arthur le sonríe en agradecimiento, impresiona a punto de romperse en pedazos.

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El bullicio rebota como eco sordo dentro de la bodega, Eiji se encoge en un rincón apreciándose más enajenado que nunca, mientras más planes arman para gobernar Downtown más se siente como un extraño entre todos sus conocidos, no es culpa de ellos, lo sabe, no obstante, parece haber una línea invisible que Eiji no puede cruzar, un mundo al cual todos tienen acceso menos él ¿qué dijo Yut-Lung cuando se conocieron? Qué estaba fuera de sitio ya que "parece haber tenido una infancia agradable en comparación al resto", si bien, al principio estuvo en desacuerdo de a poco entiende y acepta esa brecha, acá la violencia nace como un piso normalizado, allá no.

¿Y quién es Arthur en todo eso?, ¿alguien que finge ser quién no es?, ¿o alguien que intenta esconder lo que realmente es para encajar?

La dualidad no le hace gracia y como la sensación de no encajar en ningún lugar se intensifica a cada momento que pasa esas dudas se magnifican hasta que no hay espacio suficiente en su cabeza como para contenerlas.

—Dime una cosa. —Para su suerte (¿o desgracia?) Yut-Lung se acomoda a su lado, impresiona sentir cierta curiosidad por él—. ¿Quién de los dos te hizo el chupetón que tienes ahí?

—¿Eh? —Eiji parpadea y ladea la cabeza sin entender a qué se refiere.

—Tienes un chupetón. —Yut-Lung ríe, inclinándose hacia su cuello—. Justo aquí.

—¡Ah! —Eiji se cubre, frenético—. No me dijo nada antes de salir. —Va a matar a Ash cuando llegue.

—A juzgar por tu reacción no fue nadie de aquí. —Bromea con esa doble actitud, a Eiji le es imposible entender si es un aliado o un enemigo, más, el chico parece jugar para su propio bando—. No le diré nada a nadie si eso te preocupa.

—¿Entonces por qué lo mencionas?

—Ya que un pajarito de cresta morada me dijo por ahí que tú has estado interviniendo en el liderazgo del temible lince de Nueva York. —Eiji no sabe qué le sorprende más: el hecho de que Wong le dijera información tan confidencial o que él tenga ese efecto sin saberlo en Ash—. Quiero comprender qué estás jugando para saber a qué lado me tengo que pasar, no le des tantas vueltas a mis intenciones.

—No estoy jugando con nadie ni con nada. —Y no confía en su palabra aún aunque se ha mantenido en silencio, tal como se lo prometió—. Las cosas siguen igual.

—Cree lo que quieras creer. —Se encoge de hombros—. Pero sí hay algo que te quiero preguntar.

—¿Qué cosa?

—El día que te toque elegir entre Arthur y Ash, sabiendo el complejo de inferioridad que tiene Arthur por toda su historia compartida... ¿a quién elegirás?

—A Arthur, por supuesto.

—¿Lo conoces tan bien como para asegurarlo?

—Claro que lo conozco...

Pero conozco y confío mucho más en Ash.

¿Por qué?

—Ja. —Yut-Lung ríe y se para—. Eso era todo lo que quería saber.

Eiji queda a solas en el rincón sintiéndose más enajenado que nunca en donde debería sentirse como en casa.

Efectivamente llegaré un momento donde la pregunta de Yue se hará más tangible de lo que Eiji desearía pero ya iremos ahí, por mientras vamos cocinando la relación entre Ash y Eiji, pero muchas gracias por llegar hasta acá.

Se les quiere un montón.

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