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7. Capítulo 6.

Hi~ Ha pasado un buen tiempo por estos lares así que toco actualizarlo y ver qué tal les va a Ash y a Eiji con esta nueva propuesta, estoy segura que lo esperaban así que ojala les guste.

Ash no siente deseo sexual.

Si bien, comprende que los sobrevivientes de abuso tienen derecho de reescribir sus experiencias en un ambiente seguro y consensuado, lo veía imposible para él y más considerando lo necesitados que sus amigos impresionaban, sexo era de todo lo que hablaban sino era de droga y sinceramente nunca entendió cuál era la gracia, sus experiencias fueron a lo menos grotescas, no hubo placer (¿de todas formas qué es eso?, ¿siquiera existe?) Al principio creyó que quizás Dino estaba haciéndolo mal pero tras recapitular cada puto encuentro que tuvo la misma sensación de náuseas lo terminó inundando.

Cada uno de esos acostones fue denigrante, humillante y asqueroso, su conclusión entonces fue que había algo roto en él, que era un fenómeno incapaz de sentir deseo o atracción ¿asexual o demasiado traumado? Ni siquiera podía tener una erección, definitivamente era lo segundo y al diablo, aprendió a usar su cuerpo para lo único que ha servido: un medio para un fin.

Sí.

El sexo no era gran cosa, podía tenerlo incluso odiándolo, necesitaba verse "normal" entre los chicos.

Así que se resignó a nunca sentir deseo, atracción, romance, enamoramiento, ni a ansiar tocar a otro ser vivo, intentó con chicas esperando que fueran un ambiente más seguro (spoiler: no lo fueron) así como volvió a sus viejos hábitos con los chicos pero ni una sola vez hizo la diferencia, el sexo no sería divertido ni dejaría de estar sucio por más que quisiera. Punto. Es lo que es.

Entonces...

—Aférrate con más fuerza a mi espalda.

¿Qué diablos es esto?

—Relájate o solo lo harás más doloroso para ti, Okumura.

—No es doloroso, puedes ser más bruto.

Ash no tiene cabeza para explicar lo jodidamente delicioso que es tener a Okumura a su merced bajo su cuerpo macizo, retorciéndose por sus toques, aferrándose desesperado a su espalda mientras que el lince se encarga de estimularlos a ambos, no desglosa de dónde vino la idea de "utilizarse" con tal de descargarse entre los dos sin embargo existe algo inexplicablemente placentero en ser quien esté provocando ese tipo de expresiones en el japonés. Ardientes. Salvajes. Vulnerables. Ja. Lo tiene justo en la palma de su mano, no obstante, no es suficiente.

Más.

Quiere ver mucho más. Quiere joderlo al punto de resultar inolvidable. Quiere dejar una marca. Mío.

¿Quién diría que la primera vez que llegaría a sentir ese deseo tan primitivo y hormonal sería con el chico que más detesta?

—No seas impaciente. —Ash le susurra en la oreja cuando ve que Eiji quiere tomar el control—. Solo quédate acostado y deja que haga todo el trabajo duro, onii-chan. —Tararea mordiéndole el lóbulo.

Aunque Eiji impresiona insatisfecho con la idea, obedece, ¿no es malditamente excitante tener tanto control sobre él? Ash curva una sonrisa traviesa ante su oído, la habitación se encuentra envuelta en una suave penumbra, la grácil luz de luna se filtra por las cortinas entreabiertas, ofreciéndole atisbos fugaces del cuerpo de su némesis. De su trabajado pecho subiendo y bajando dentro de esa camiseta que pretendía usar como pijama. De sus manos apretando las sábanas. Sus pies enrollados a la cama. Sus muslos tensándose debajo de sus caderas. Su trasero medio cubierto por los boxers. Su manzana de Adán temblando por el deseo. Sus ojos suplicantes. Su hombría a merced de su mano. El sabor a óxido de su piel mojada. El regusto dulce. Sus mejillas rojas. Su flequillo pegado. El semen goteando.

—Pobrecillo, en serio estás sufriendo. —Se burla enlenteciendo adrede la masturbación—. ¿Debería hacer algo para acabar con esto?

—A-Ash. —Le encanta cómo gime su nombre—. Por favor.

—¿Por favor qué? —Eiji lo mata con la mirada—. Pídelo.

—Hazlo más rápido, deja de estar jugando conmigo.

—Buen chico. —Se mofa inclinándose, deslizando sus labios por el cuello del contrario, raspando tan fina piel con sus dientes, mordiendo y dejando marca—. Ya que lo pides con tal amabilidad, ¿cómo negarme?

Ash toma con firmeza ambos miembros para masturbarlos con fiereza, la sensación de tener el pene caliente, duro y goteando de Eiji contra el suyo resulta inexplicable. Siente que enloquecerá. El cuarto se siente caliente y ensordecedor como se imagina que es el infierno, la electricidad en el aire apenas lo deja respirar mientras sus dedos trazan círculos en la punta, se deslizan por el tronco y llegan a la base con bestialidad, quiere hacerlo bruto, duro y lujurioso incluso si nunca ha sentido eso antes, así que se dedica a extender lo que más puede el roce. Hambriento. Dominante. Receloso.

Eiji se aferra con fuerza a su espalda otra vez y la cercanía entre sus cuerpos sudorosos le fascina, de esa manera luce tan adorable, así de vulnerable, tiritón y obediente debajo suyo, debería ser así todo el tiempo, piensa para sí mismo sintiendo cómo su corazón se descarrila junto al éxtasis, siente cómo su miembro crece más y más, volviéndose un desastre pegajoso en su propia palma, supone que así se deben sentir los orgasmos, se ríe por ser un primerizo a pesar de su experiencia.

—Ya no puedo más. —Eiji le suplica—. Estoy al borde.

Ash también está al límite aunque no se lo dirá.

La tensión sexual es insoportable, como una corriente eléctrica que los envuelve por completo, antes de correrse Ash se dedica a mirarlo a los ojos, a ver el desastre que ha hecho él, ningún otro hombre, si Eiji está así es porque él provocó esto y la sensación de posesión y orgullo es tan grande que acaba por rebasarlo, no mires nunca a nadie más de esa forma, es lo último que piensa al alcanzar el clímax.

Eiji cae en la cama hecho un lío pegajoso y Ash vislumbra hambriento su trabajo, sus ojos tan oscuros como una noche sin estrellas lo miran a pesar del agotamiento.

—¿Así está bien?

—¿A qué te refieres?

—¿Solo haremos eso? —"Solo", Ash no puede evitar curvar una sonrisa altanera antes de arrojársele encima igual que un depredador.

—¿Acaso querías que te la metiera? —Hasta sus orejas enrojecen por el descaro, joder, adora mirarlo tan nervioso por su presencia, no obstante, el verdadero nervioso es él, lo nota cuando la respiración cálida del moreno roza su oreja dejándole la piel de gallina.

—Se supone que este acuerdo es mutuo. —Le explica sin alejarlo—. Me siento inútil sino hago nada.

—No podemos ir de lleno o te lastimarás, eres virgen. —Eiji no niega aunque no fuera una verdadera pregunta—. La próxima vez préstame tus muslos, con eso estaré bien.

—¿Mis muslos? —Impresiona tan desconcertado que se le hace lindo—. ¿Por qué?

—Porque... —Ash se vuelve a posicionar entre sus piernas para darle un mordisco, la piel no demora en enrojecerse, es sensible, lo confirma por el estremecimiento—. Debemos ir subiendo escalón por escalón o te acabaré rompiendo.

Tch. —Ah, ya lo hizo enfadar—. Eres un petulante, ni que la tuvieras tan grande.

—Un petulante por el que te corriste.

—¡Tú! —Eiji le avienta una almohada—. Me empezaré a cuestionar seriamente si esto fue una buena idea.

—¿Se sintió bien?

—Sí.

—Entonces fue una grandiosa idea.

Ash se recuesta a su lado en la cama, todavía no amanece aunque ya son un desastre, sus ojos verdes escanean de arriba hacia abajo la silueta de su compañero frustrado al verle prendas aún encima, si bien, a ambos les llevó tiempo acostumbrarse a esta dinámica y las primeras veces fueron roces simples porque le daba demasiado miedo reexperimentar si lo hacía sobrio, poco a poco una sensación grata lo empezó a inundar cuando se trataba de hacerlo con el nipón y con eso lo confirmó, le atrae Eiji de forma física y siente repulsión de sus propios gustos, con razón no sintió deseo antes, nunca probó con una persona de apariencia tan común y corriente. Sosa. Simple. Meh.

—¿Estás bien? —Aun teniendo procesado y aceptado lo aburrido que es Okumura existe algo etéreo en él cuando estira su mano para quitarle un mechón dorado de los ojos—. Te fuiste por un segundo.

—Estoy bien. —¿Alguna vez le habían preguntado eso?, ¿a alguien alguna vez le importó? No quiere recordarlo porque hacerlo solo le aprieta el corazón.

—Sé que tú propusiste la idea, pero puedes decirme sino quieres hacer algo.

—¿Eh? —El comentario lo descoloca completamente—. ¿A qué te refieres?

—Tengo la impresión de que de repente te fuerzas a hacer cosas para probar un punto.

—No quiero ni necesito probarte nada.

—No a mí. —Eiji lo detiene—. A ti mismo. —Ash realmente quiere enojarse por ser tan entrometido.

—No sabía que eras experto en mí a estas alturas. —Y sin embargo, no lo logra, algo en Eiji lo suaviza.

—Somos compañeros de cuarto, debo saber algo de ti ¿no? —Su sonrisa es deslumbrante, de pronto la oscuridad no resulta tan abrumadora en el cuarto—. Pero ese es nuestro pequeño secreto.

—Supongo. —Sus mejillas queman, ¿por qué?—. ¿Tienes clases por la mañana?

—Así es.

—¿Puedo...? —Ash baja la mirada hacia la ropa desparramada—. ¿Puedo acompañarte a la facultad?

—Ash. —Y qué fácil es para Eiji leer a través de él—. ¿Por qué nunca vas a tus clases?

—¿Por qué tendría que contarte? —Es defensivo. Cortante. Bruto—. No te incumbe.

—Es cierto, no tienes que contarme. —Eiji se encoge de hombros—. Pero agradecería que lo hicieras.

Ja.

Es gracioso cómo Ash se ha negado a hablar toda su vida, no quiso exponerse de niño ni a terapeutas ni a policías porque al final solo empeoraron el dolor, tampoco se logró abrir con Max debido a sus expectativas y ni hablar de los chicos, suficiente era ser enajenado por sus privilegios, lo dejarían de respetar si se enteraban de su pasado. Ash es egoísta con su mundo interno. Con sus luchas. La culpa del abuso. El pasado. Es un mar de ansiedad y autosabotaje en donde se ahoga aunque finge siempre estar a flote.

Pero quiere contarle a Eiji, al menos algo.

Tal vez se cansó de ocultar desesperadamente sus cicatrices internas o de lidiar con el laberinto lleno de interacciones sociales llamado vida, quizás se cansó de estar atrapado en un torbellino atiborrado de emociones traumáticas sin poder encajar en ninguna parte. No tiene idea.

No sabe nada además de que Eiji en estos momentos luce como un salvavidas.

—Porque no encajo. —Ash se encoge en las sábanas, es ridículo haber acabado en semejante estado de vulnerabilidad con su némesis, no vino para esto—. Te conté que soy adoptado ¿cierto?

—Sí.

—Max me adoptó en circunstancias muy jodidas y lo hizo porque es un buen tipo pero más tarde se enteró de que yo era el hermano menor de un ¿amigo? muy importante que tuvo. —El japonés yace en silencio, no porque no le importe lo que dice, le da el espacio que necesita para desahogarse por primera vez—. Desde ahí siento que es imposible estar a la altura, no sé qué habrá pasado con Griffin y él pero tengo la constante sensación de que el viejo trata de arreglar algo a través de mí y no puedo arreglarlo, nunca seré el pequeño niño que se imaginó.

—Ash.

—Así que sí, me da miedo entrar a la universidad para ver el lugar que debería usar y no encajar ahí, ¿qué haría en ese caso? Sé de antemano que no pertenezco acá, es decir, sabes a qué me dedico, no jugaré al santo contigo, sin embargo, creo que enfrentarlo sería distinto, que no me podría levantar.

—No soy nadie para opinar sobre esto. —Eiji se encoge contra la almohada, su mano pequeña, suave y acogedora aprieta las sábanas como si se estuviera conteniendo para no tocarlo—. Pero te conozco un poco y estoy seguro de que siempre vivirás pensando en si encajas o no sino vas a la facultad por ti mismo, te sientas en un pupitre y lo compruebas, claro, debe ser aterrador pensarlo.

—Lo es.

—Pero nunca estarás seguro a menos que lo intentes, ¿qué podrías perder?

—Tiene otros costos. —Su pandilla—. Puede que no lo digan explícitamente pero ser un universitario y un pandillero no encajan tan bien. —Y Ash está listo para escuchar una comparación con Arthur ya que él sí pudo lograrlo a pesar de todo.

—¿En qué estás matriculado? —La pregunta lo descoloca por segunda vez en la noche.

—Literatura.

—A juzgar por la cantidad de libros que tienes en tu cuarto... —Eiji repasa los estantes con esa mirada brillosa que nunca termina de descifrar—. Creo que sí encajarías y que en el fondo lo sabes, pero de alguna forma pertenecer es mucho más aterrador que no hacerlo.

—Sabelotodo. —Brama.

—Soy el mayor. —Eiji suspira—. Deberías escucharme de vez en cuando.

—Ni en tus sueños.

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Ash coloca un pie en la facultad de literatura, no porque Eiji se lo haya dicho, preferiría usar uno de esos horrorosos pajarracos que tanto le encantan al deportista antes que darle la razón y no obstante le resultó imposible quitarse la conversación de la cabeza, tal vez fue el hecho de estar desnudo y de sentirse por primera vez realmente vulnerable ante otro ser vivo o tal vez está sufriendo un derrame cerebral a causa de las drogas, ni idea, la cosa es que finalmente está acá.

—Vamos. —Se dice a sí mismo.

Su corazón retumba como un avecilla en las fauces de un gato hambriento, cada paso que da resuena en su mente como un eco de incertidumbre. Tap. Tap. Tap. Alza la mirada hacia las enormes puertas de madera, es mucho más imponente de lo que se imaginó, los pilares destellan con reflejos dorados que le recuerdan al trigo, sonríe, se cuestiona si será el guardián entre el centeno caminando justo en la orilla entre el precipicio y el trigal y se mofa de su pensamiento. No le des tantas vueltas, trata de animarse aferrándose a las correas de su mochila, inhalando profundamente, tratando de calmar con alguna de esas inútiles técnicas S.O.S los nervios que lo carcomen.

Entra.

Su celular vibra gracias a Dios, lo saca queriendo distraerse con cualquier otra cosa solo para hallarse con un mensaje de nada más ni nada menos que su némesis.

«Puedes hacerlo».

—Ja. —Qué hilarante—. Así que el hijo de puta estaba seguro de que vendría. —Y desearía poderse enfadar por eso, sin embargo, todo lo que siente es a sus mejillas quemar.

Eiji. Eiji. Eiji.

Alto.

Deja de pensar en él, es de Arthur.

Escamoteando estos sentimientos raros que Eiji le produce se mete en su salón de clases, Max le dio su horario a principio de año con la vaga esperanza de que le hiciera caso y fuera, bueno, no pretende comentarle sobre su escapada universitaria porque está seguro de que fracasará, pero...

—Max realmente se enorgullecería si lo supiera.

Y eso es mil veces más aterrador que la propia facultad.

¿Por qué? Asume que es un mecanismo defensivo nacido a raíz del abuso, ¿no es enfermo? Cuando cumplía las expectativas imposibles de Dino el "premio" que le entregaba por ser un niño bueno era una puta tortura, claro, racionalmente sabe que está a salvo, que puede protegerse, que Golzine está en prisión, que su vida no está definida por sus traumas, ¿pero emocionalmente? Es otra historia, es duro superar esas vivencias si su alrededor constantemente las evoca, solito se disparó en la cabeza al meterse en las drogas y las pandillas, más, el mundo de Max nunca se sintió suyo.

De cualquier manera la clase empieza.

Y para su sorpresa Ash se divierte escuchando al profesor quien a pesar de su apariencia robusta, de musculatura inmensa, nombre de señora y acento desentonado sabe de lo que habla, Eiji tenía razón (aunque se odie por admitirlo) se imagina haciendo esto, realmente le gustaría seguir haciendo esto.

—¿Vas a firmar la lista de asistencia? —El profesor le extiende un bolígrafo—. Es la primera vez que te veo.

—Ah, sí. —Ash busca su nombre entre todos los apellidos—. Tuve problemas para venir.

—Suerte que no es muy tarde en el semestre.

—Sí, sí.

—Llevo muchos años impartiendo clases y siendo un apasionado por la literatura así que rara vez el olfato me falla, pero esto parece ser lo tuyo, chico. Me sorprendió lo bien que te integraste.

—¿Está diciendo que pertenezco? —Se mofa con sarcasmo.

—Los comentarios que hiciste fueron realmente acertados ¿sabes? Así que desde mi perspectiva sí.

—¿A qué quiere llegar? —Ash aprieta la hoja, defensivo—. Vaya al grano. —Y cualquier otro maestro podría haber perdido la cabeza ya que una regla básica de supervivencia es no reñir con la autoridad.

—Me gustaría verte más seguido. —Le dice con simpleza—. ¿Cómo decirlo? Hiciste del salón tu zona.

—Vaya que debe estar aburrido de los demás estudiantes para decir eso. —Ríe volviendo a bajar sus ojos—. No encuentro mi nombre.

—¿No? —El maestro frunce el ceño—. Qué extraño, acá deberían estar todos a menos que no estés matriculado.

—Debería estar matriculado. —Balbucea entrando en pánico ¿no es una hija de puta la vida? Cuando finalmente tiene el coraje para querer algo, se lo quita—. Soy Glenreed, mi papá trabaja a veces da conferencias en la facultad. —El profesor abre los ojos de golpe y a Ash le da mala espina el repentino cambio de ambiente.

—Ya veo. —Tose para disimular la incomodidad—. Recuerdo que estuviste matriculado, pero tu papá personalmente vino a hablar para sacarte.

—¿Qué? —Palidece—. ¿Me sacó?

—Dijo que no te interesaba más la universidad, pero calma, todavía estás a tiempo para retomar, los casos especiales siempre son bien recibidos con la dirección y...

Ash no escucha más.

De repente le cae como un balde de agua fría.

Por supuesto que Max se rindió con él ¿qué esperaba? No podía patearlo el resto de su vida y esperar que siempre lo recibiera con los brazos abiertos ya que es su papá, pero ni siquiera se atreve a decirle así de frente, todo este tiempo ha estado colmando su paciencia y finalmente lo hizo, bravo, Max se rindió y debería estar contento porque eso es lo que ha estado esperando, sin embargo, quiere llorar.

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Ash vuelve a casa de noche, está drogado, moreteado y herido.

No pudo evitarlo.

Si bien quería ir directamente con Max para preguntarle los viejos hábitos son difíciles de sacar, tenía una reunión con algunos proveedores y usando de excusa el compromiso que debe mostrar con sus chicos ahora que está peleado con Shorter se soltó, permitió que hicieran y deshicieran como querían porque realmente no le importa lo que pase con él, solo quería callar su cabeza, indirectamente este acto de rechazo de Max lo remontó a Cape Cod y no soporta pensar en eso.

Así que fumó tres pitos (quizás más, perdió la cuenta) suplicando que los pensamientos tumultuosos se detuvieran antes de consumirlo por completo, de pronto se puso a revisitar sus interacciones con Max casi como si estuviera reproduciendo y pausando una película, analizando cada mirada esquiva, gesto distante y sonrisa forzada, cada cosa que se sintió como un puñal, ¿realmente se arrepintió de haberlo acogido? Le duele. Mierda. En serio le duele.

Y aprovechando que Eiji e Ibe hoy no se hospedarán en el apartamento por un evento o una mierda así ¿qué razón le quedó para controlarse? Mientras Eiji no vea lo peor de él está bien. Pero por ahora puede llegar tan ebrio, drogado y moreteado como se le dé la puta gana, total Max no lo quiere más.

—Tenemos que hablar. —Es lo primero que Max le dice al cruzar el umbral—. Tengo algo importante que decirte.

—No tienes que seguir haciendo esto. —Quiere preguntarle por la matrícula, no obstante, es incapaz de referirlo, le da mucho miedo—. No soy un niño, no me tienes que esperar despierto.

—Son las dos de la mañana.

—He llegado más tarde que esto. —Y a veces ni siquiera he llegado—. ¿De dónde viene esa urgencia de hacerte el preocupado? No tienes que impresionar a Ibe ni a Okumura.

—No estoy tratando de impresionar a nadie. —Max deja el diario en la mesa, estuvo esperando solo en el comedor como le es de costumbre, sus ojeras son garrafales, luce demacrado, se mira como si padeciera alguna enfermedad terminal pero eso es Ash a estas alturas—. Me preocupo por ti porque te amo, eres mi hijo. —Mentira, si fuera tu hijo no me mirarías así y si yo no soy tu hijo...

—Tú no eres mi papá. —Palabras simples.

—Oh. —Que matan a Max—. Lo sé.

—No tenías que adoptarme por culpa a Griffin ¿sabes?

—Descubrí tu relación con Griffin mucho después de adoptarte. —El nombre se le clava al alma, Ash lo nota por cómo Max se levanta del sillón como si de pronto el cuarto estuviera recubierto de vidrio.

—Pero me has aguantado tanto por eso. —Vidrio afilado y envenenado—. ¿O acaso es tu forma de mantener tu relación con él?

—Ash.

—Ni siquiera encontraron el cuerpo ¿verdad? Debes echarlo de menos, seguramente te sentiste tan lleno de tu propia mierda cuando escuchaste que su hermanito había sido violado una y otra vez ¿lo recuerdas? Hasta te hiciste pasar por un cliente en el club de Dino, debiste haber quedado prendado de mí por una razón, habían miles de otros mocosos drogados y abusados, pero me elegiste encima.

—Sí. —Max intenta mantener la compostura, más, es evidente el nudo en su garganta—. Te escogí.

—¡¿Y ahora debo pasar el resto de mi puta vida tratándote cómo un salvador?! —Sus ojos le queman y es acá cuando entiende que ha empezado a llorar, es patético, con razón lo salvó, una puta maneja el arte de la manipulación a través de su carita y Aslan tenía una carita angelical, por eso era popular.

—Cálmate.

—No es justo. —Brama intentando limpiarse las lágrimas—. Habría preferido pudrirme ahí durante el resto de mi vida si sabía lo que me esperaría afuera. —Qué le restrieguen una y otra vez todas las cosas que puede tener pero realmente no puede ya que está roto y esas cosas son para gente buena, pero que de repente empiece a querer esas cosas de gente buena y se las hayan quitado, qué broma.

—¿Tan mal papá he sido? —No, has sido lo mejor que me pudo pasar—. ¡¿Hasta cuándo me seguirás sacando en cara todo lo que he hecho mal?! ¡Ya sé! ¡Sé que la he jodido!

—Max.

—Pero esa no es razón para andarte exponiendo en las calles de esa manera, para estarte... mierda, no quiero ni pensar en lo que haces con tu libertad, pero me enferma, no te adopté esperando esto.

—¿Entonces qué esperabas? —Max se deja caer en el sillón rendido—. ¿Qué era lo que necesitabas?

—No sé. —Max se cubre la cara con las manos—. Pero no esto, no quería nada de esto.

Lo siento, yo tampoco lo quería.

—Si hubiera sabido que las cosas acabarían así habría pensado mucho mejor mi decisión, me habría informado más, no sé.

—¿No me habrías adoptado? —De repente, Ash se siente pequeño otra vez, como si estuviera en la misma mugrienta casa de acogida esperando que alguien se compadezca lo suficiente como para así quererlo llevar a casa—. ¿Eso me estás queriendo decir?

—No sé. —Max se cubre la cara—. No sé nada.

Y Ash finalmente logró lo que quería, se hirió cómo nada más podría herirlo confirmando todos esos pensamientos negativistas de que no merece el amor de una familia, Max finalmente despertó, miró lo que realmente era y no le gustó, puede devolverlo, Ash es mayor de edad, puede sacarlo a patadas de la casa y sí, se queja de que lo espera y que es un exagerado porque detesta que lo vea magullado, drogado o tomado, pero en el fondo sabe que lo mataría que un día la luz del comedor no esté más prendida y Max no lo esté esperando ¿eso ocasionó?, ¿eso es lo que pasará?, ¿por eso lo sacó de la universidad?

—Quería contarte esto con más calma, pero veo que no estás dispuesto a escuchar, así que solo te lo diré.

—Dilo. —Su voz es la de un niño—. Habla de una vez, vejete.

Max alza lentamente la mirada con una expresión que le hiela el alma para decir:

—Griffin está vivo, por eso no encontraron el cuerpo.

Es obvio que a Ash no le resulta indiferente ni su futuro ni lo que pasa con su familia ¿y para qué hablar de Eiji? si el flechazo se le nota pero a kilometros de distancia, sin embargo, iremos desglosando poco a poco eso, sobretodo Griffin que es un tema grande y lento, porque Ash en estos momentos ni siquiera se imagina ante la posibilidad de encontrarselo, vamos abriendole el espacio.

Para seguir manteniendo vivas las historias mañana se actualiza fortnight y el viernes se sigue con amanecer fuera de foco, en mi mente y en mi plan ideal estos tres fics pasan a tener una actualización semanal así que veamos qué tal nos va, mil gracias por el apoyo.

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