6. Capítulo 5.
Hi~ Muchas gracias a las personitas que le han tenido fe a esta dínamica, bueno, a partir de este capítulo se puede decir que cambian las cosas entre Ash y Eiji y pasamos a algo más fogoso en relación a ellos dos porque si bien, Ash lo ha hecho bastante obvio, cada vez tiene sentimientos más complejos por Eiji y acá lo deja más que claro. Así que nada, espero que les guste.
Ash Lynx odia a Eiji Okumura.
Es lógico porque incluso si Arthur es su némesis jurado gracias a la rivalidad entre las pandillas, Okumura es el extremo contrario de su imán. Su opuesto. El conejo de su lince. El blanco de su negro. El chico bueno del rebelde sin causa. El yin de su yang. El girasol de su rosa. El principito de su zorro. La cura de su veneno. El jock de su nerd. Y la lista sigue y sigue, no tienen absolutamente nada en común además de su convivencia forzada, en cualquier otra circunstancia no hubieran pegado ni siquiera con adhesivo industrial, ser tan contrarios lo desorienta casi como si la mera existencia de Eiji fuera una marejada que embiste sin piedad su barco de papel dándolo vueltas, hundiéndolo, arrastrándolo a dónde se le dé la gana mientras que él intenta mantenerse a flote en la superficie.
Ash odia que Eiji sea tan abrumador. Sí. No le gustan para nada los de su tipo.
No le gustan los oportunistas que arruinan sus planes ni quienes lo desobedecen, no le gusta que lo fuercen a compartir su cuarto con un desconocido, ni tener que comer comida apestosa, ni que todo su armario se mezcle con ropa sudorosa de deportista, ni que lo mire con esa carita de ciervo herido en casa pero le patee las pelotas sin problemas durante sus confrontaciones. Odia eso. Odia todo lo que Okumura le provoca. Es molesto. Irritante. Mierdoso. Detestable. ¿Entonces por qué?
—¿Qué estás haciendo, onii-chan? —¿Por qué no se puede alejar?
—Ash. —Eiji da un sobresalto puesto que el lince se acercó sigilosamente por detrás con una sutileza digna de un carnívoro, sus pasos ni siquiera retumbaron contra la alfombra y por eso pudo rodear la espalda del nipón, apoyando su mentón sobre sus hombros desnudos por la musculosa, estrechando su cintura entre sus brazos—. ¿Acaso te desperté? Lo siento, no fue mi intención.
—No. —Musita tan cerca que le pone los pelos de punta al moreno, Ash sonríe, disfruta viendo cómo se le torna la piel de gallina y sintiendo el ritmo errático de su respiración, lo pone nervioso—. Estaba despierto. —Porque Okumura es pura palabrería, probablemente nunca haya estado con un hombre.
No con un hombre de verdad.
—Ah. —El nipón ríe, todavía yace petrificado entre los brazos del lince sin saber si es una broma o si está drogado—. ¿Viniste a comer algo?
—No.
—¿Entonces qué haces acá? —Me hiciste falta para dormir, nunca le dirá.
—¿Qué estás haciendo? —Escamotea la pregunta—. Pareces ajetreado.
—Estoy tratando de terminar mi ensayo. —Eiji es abierto con el tema—. El profesor es estricto en la redacción y no le gusta cómo organizo mis ideas.
—¿Es de fotografía?
—Sí. —Con la excusa de echarle un ojo al ensayo Ash inclina su mentón sobre el hombro del contrario diciéndose que es divertido molestarlo, sin embargo, poco a poco la realidad lo abofetea a la cara al sentir sus propios latidos arremetiendo contra la espalda de su némesis. Mierda—. Es de historia.
—Es bastante sencillo arreglarlo. —Bufa—. Hasta un bebé podría hacerlo, ¿en serio esto te desveló?
—¿Sencillo? —De pronto Eiji rompe el agarre y lo empuja lejos, lo hizo enojar, jodió el ambiente—. Ya quisiera verte redactar algo en japonés a ver si es tan fácil. —La brecha cultural le resulta dolorosa, concluye y toma nota mental—. Sino tienes nada constructivo que decir mejor regresa a la cama.
—Puedo ayudar. —Lo calma—. No quise sonar como un idiota.
—Pues sonaste como un idiota.
—Déjame compensarlo.
—No sé si quiero tu ayuda. —Eiji es orgulloso—. No eres confiable.
—Déjame echarle un vistazo, es tu ensayo, sino te gusta puedes ignorar mis sugerencias.
Al ver que Eiji no protesta se sienta a su lado y empieza a revisar meticulosamente las páginas donde ha sintetizado la información, le encantaría decir que es un desastre, caer en el estereotipo en el que los deportistas tienen un cerebro del tamaño de un alfil porque eso le daría razones para meterlo en un cliché y por ende, perder el interés pero no pasa, de hecho leer su prosa solo intensifica sus ganas de conocerlo aún más y lo aborrece ¿por qué? No tiene sentido, ¿cómo es posible que Okumura sea tan simplón y al mismo tiempo tan impredecible?
La existencia de Eiji Okumura per ce es una contradicción.
Un estudiante universitario que usa las ropas más horripilantes que ha visto con un carácter calmo y dócil, con modales corteses y una apariencia tan meh que no debería recordar su cara por un lado y por el otro un hijo de puta que usa shorts deportivos ridículamente cortos, no teme revolcarse con un pandillero con tal de defender a su preciado mejor amigo, es como un conejo, pero no uno bonito y esponjoso, sino uno rabioso y mugriento con una personalidad espantosa. Sí. Un conejo salvaje.
—¿Qué tal está? —No tuvo que concentrarse mucho para corregirlo, eran detalles menores, más, la diferencia es destacable al final.
—Mejor de lo que esperaba para tu pequeño cerebro. —Eiji frunce el ceño e infla las mejillas—. ¿Te parecen prudentes mis correcciones?
—Sí. —El japonés se sienta enfrente, le quita el ensayo y revisa minuciosamente sus intervenciones, Ash sonríe embobado al darse cuenta de qué incluso enfadado emana una ternura inocentona—. Te debo agradecer por esto, supongo. —Sus miradas se conectan y es eléctrico—. Salvaste mi semestre.
—No es nada.
—Soy honesto, de verdad lo aprecio.
—Si tanto lo aprecias deja de cocinar natto.
—¡Ah! —Incluso sentado Eiji patea el piso, ¿no es lindo?—. ¡Eso no es justo!
—¿Sabes qué no es justo? —De repente Ash se siente con la confianza suficiente como para extender la mano y pellizcarle una mejilla—. Tener que soportar esa aberración con olor a calcetines sudados.
—¡El natto no es una aberración! Es mucho mejor que esos hot dogs grasientos que tanto te gustan, estuvo bien tirarlos el otro día, además ¿quién los pide con mostaza?
—¡Así que fuiste tú! Pensé que el viejo se los había comido y estuve castigándolo una semana entera por eso, ¡inclusive lo inscribí en un asilo! —Reclama aunque al contrario no le importe—. Y claro que no te gusta la mostaza, de seguro eres un bebé con el picante.
—¡No lo soy! —Chilla—. Mi paladar es bastante resistente a los platillos americanos.
—¿Quieres probar un verdadero platillo americano? —Eiji cruza los brazos sobre su pecho, no le dice nada explícitamente, más lo tiene todo escrito en la cara, él es tan transparente, piensa, es peligroso.
—¿Qué cosa es un "verdadero platillo americano"? —El bastardo hasta hace las comillas en el aire.
—Este. —Ash saca su lengua y la apunta—. Provecho.
—¡Tú...!
Ambos se patean y ríen como si fueran amigos de toda la vida o algo más, es aquí, escuchando a Eiji chillar como si estuvieran jugando, entrelazando las manos con la excusa de estar riñendo, quedando más cerca de lo que jamás ha estado a otro ser humano que el mundo se detiene. Simplemente para de golpe. Ash no se afirmó a tiempo, terminó atrapado. Sus ojos verdes normalmente impenetrables y glaciales, calculadores e indiferentes, brillan con tal intensidad inusual cuando se enlazan con esos grandes ojos cafés que ambos pierden el aliento. Algo explota. Algo cambia. Algo cae en su lugar.
Una revelación que hace que todo cobre sentido.
Eiji le atrae.
—¿Cómo estás luego de lo que pasó con Arthur? —Y al menos físicamente siente una necesidad de poseerlo que lo está carcomiendo—. Parecías muy afectado ese día.
—Ni siquiera lo recuerdo. —Ríe, es un terrible mentiroso—. Debo haber tenido un blackout.
—Okumura, así no funciona un blackout.
—No sé porque mencionas el tema de todas formas, no fue gran cosa, estoy acostumbrado a mirarlo en esa clase de situaciones porque Arthur es popular en el campus.
—Lloraste.
—Sí. —Sonríe con tristeza—. Supongo que debí tener muchas cosas en la cabeza y esa debió sentirse como la cereza del pastel, me rebalsé pero fue un momento de debilidad, ahora estoy bien de nuevo.
—¿Por qué diablos eres tan terco con él, Okumura?
—Porque soy un buen amigo por sobre todas las cosas, incluso sobre lo que pueda sentir o no.
—Eiji. —Finalmente rompe la barrera y lo coge de las manos—. Si sigues a su lado solo te harás daño.
—No es de tu incumbencia. —Se pone a la defensiva, más, sus defensas están marchitas y no tienen la fuerza necesaria para apartarlo—. Lo dices para que lo deje solo y tú tomes ventaja de él.
—No. —No vacila—. Lo hago porque me preocupo por ti.
—¿Te preocupas por mí? —Lo mismo se pregunta—. ¿Por qué? Tú me odias.
—Porque... —Ash traga duro y clava su mirada en sus labios, la tensión es palpable casi como si fuera una cuerda a punto de romperse—. Porque creo que nos podemos usar a nuestro beneficio. —Es un pretexto patético, es su última apuesta.
—¿Usarnos?
—Sí.
—¿Por qué quieres hacer eso? No entiendo.
Porque en este momento debe aceptar que está perdidamente atraído por Eiji, su némesis, el perrito faldero de Arthur, el metiche que no sabe nada y lo engatusa de una manera que no puede explicar, ja, la revelación es sorprendente y sin duda lo deja tan vulnerable como expuesto, asume que estaba luchando contra esos sentimientos, que con todas sus fuerzas quiso ignorarlos, pero ya no negará la verdad, no perderá esa oportunidad, es la primera vez que siente este tipo de atracción consensuada y tan adolescente, desea tener esta experiencia porque quizás si empieza a reescribir su historia será más que un cúmulo de traumas.
—Podemos usarnos para desahogarnos. —Eiji lo mira con esos ojos repletos de ingenuidad que dan cuenta de un desentendimiento tan puro que lo hace cohibirse—. Podemos hacernos sentir mejor.
—¿Cómo? —De pronto sus mejillas enrojecen, es adorable—. ¿Algo como enemigos con beneficios?
—Claro, es lo normal en América. —Tararea—. Todos tienen uno.
—Ajá.
—Es la verdad.
—Ash. —Eiji lo frena cabreado—. Soy ingenuo, no estúpido. —Bien, bien, lo subestimó.
—Solo piénsalo, Okumura. —Intenta negociar—. Arthur no dejará de hacer ese tipo de cosas porque a ti no te parezcan, ¿acaso no es justo que tú también explores? Estarás menos solitario de esa forma, además somos las personas perfectas para hacerlo, nuestra rivalidad nos garantiza que nunca habrán sentimientos románticos de por medio, seríamos tontos sino lo aprovecháramos.
—¿No será difícil separar nuestra enemistad?
—Uno no necesariamente se acuesta con alguien porque lo ama. —Ríe deslizando sus yemas debajo del mentón de Eiji, la electricidad azota su columna vertebral—. Eres gay ¿verdad? Sé que aun siendo enemigos me debes encontrar atractivo, es una realidad objetiva, así que aprovecha, te podría servir para ganar experiencia para tus futuras relaciones y ¿quién sabe? Quizás algún día le gustes a Arthur.
—Ah. —El pensamiento lo hace querer vomitar—. Entiendo tu punto. —Frunce el ceño—. ¿Y qué es lo que ganas tú?
Que Arthur no te tenga y yo sí.
Ash se horroriza por sus propios pensamientos, nunca ha sido posesivo ni territorial no obstante algo se rompió en su interior cuando vio a Eiji llorar, ni siquiera fue un llanto desmesurado, pero ver cómo poco a poco su rostro se deformó al vislumbrar la escena, cómo sus ojitos se cristalizaron y su sonrisa pereció... le dolió. Puede que haya desarrollado cierto grado de empatía gracias a la convivencia, no tiene idea, lo único que entiende es que será provechoso para él. Lo desea. Finalmente siente deseo y es por su puto enemigo, vaya broma.
—¿Ash? —Estornuda—. ¿Qué ganas tú? —Le da tristeza que Eiji ni siquiera se considere una opción, es como si diera por sentado que no tiene nada que ofrecerle, joder, Arthur hizo un muy mal trabajo.
—Ser un buen samaritano, eso gano. —Por supuesto, el nipón luce reticente—. Además, soy un chico y tengo necesidades, es esperable que quiera sexo y como hiciste un nido en mi cuarto no puedo invitar a nadie a pasar la noche. —Miente descaradamente, pero Eiji es inocente y le cree.
—Cierto, cierto. —Balbucea—. Ni siquiera se me había ocurrido.
—Claro que no, eres un virgen.
—¿Sí? —Ahí está esa actitud desafiante que tanto lo cautiva—. Pues pensé que eras heterosexual.
—Nunca dije que lo fuera. —Tararea—. Y nunca dije que no lo fuera.
—¿Lo eres?
—Supongo que te tocará descubrirlo por ti mismo, onii-chan. —Eiji chista totalmente cabreado, pero no puede evitarlo, resulta demasiado divertido molestarlo—. ¿Qué dices?
—Dame tiempo para pensarlo. —Pasmosamente no es una negativa—. Aún estoy con resaca, no me moderé en esa reunión. —Pero tú no tomaste nada, quiere rebatirle.
—Sabes dónde está mi oficina. —No insiste—. Estaré esperando tu respuesta, sweetie. —Pero como necesita reafirmar que es un hijo de puta le da un agarrón con una confianza que no sabe de dónde viene dejándolos a los dos totalmente anonadados.
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—Ya debería dejar en paz a Okumura, jefe.
Ash intenta enfocar la mirada y salir de su cabeza, ¿dónde está? El cuarto es un cuchitril y hay varias bolsas de dudosa procedencia sobre una caja junto a algunas armas, cierto, están viendo qué hacer con la nueva mercancía y tratando de ver una manera de pagarle a The Fly por las armas, no las usan mucho ya que no le gusta matar, más a veces son necesarias. Concéntrate, concéntrate, concéntrate.
Pero todavía recuerda con una exquisita vividez sus brazos alrededor de su cintura, sus labios contra su hombro desnudo por debajo de la musculosa, sus cabellos esponjados haciéndole cosquilla sobre su cuello, su esencia embriagadora, su toque cándido, su sonrisa coqueta, sus ojos ardiendo con una intrepidez deliciosa, su aliento sobre su boca, joder, ¿hasta cuándo fingirá? Es obvio que no puede sacarse a Eiji de la cabeza. No desde que lo miró llorar. Él lo haría mejor que Arthur.
—Okumura. —Retoma el tema—. ¿A qué te refieres?
—Parece demasiado enfocado en él. —Alex toma la palabra—. Y ni siquiera es un miembro real de la pandilla de Arthur, ¿por qué malgastar energía así?
—No estoy dándole un trato diferente.
—Sí lo hace. —Bones refuta—. Casi parece que lo busca en los combates, como si lo anhelara o algo así.
—¿Anhelarlo? —Finge indignación—. ¿Por qué dirías algo tan asqueroso?
—Porque corres directamente a Okumura cuando parten las riñas. —Shorter se abre paso en medio de la multitud, luce terrible, no tiene que verlo sin los lentes de sol para saber que tuvo un mal viaje, está consumiendo más de lo usual—. Parecen extremos opuestos del mismo imán al buscarse.
—Porque lo nuestro es personal.
—Ajá.
—¿Qué estás insinuando? —Ash es confrontacional—. Escúpelo de una vez, ¿qué quieres decirme?
—Qué mantengas las cosas separadas. —Shorter está cabreado—. Todos estamos en esto, no es un juego de niños, lidiamos con personas peligrosas ¿te imaginas lo que pasará si perdemos zonas como el centro o Harlem por culpa de Arthur?, ¿qué crees que los proveedores nos harán?
—¿Tienes que decirlo tan...?
—¿Tan qué? —Shorter acomoda sus palmas en su cadera, está a la defensiva, son contadas las veces en que su mejor amigo rompe esas defensas repletas de calidez y humor para dar cuenta de manera genuina a sus conflictivas y Ash nunca sabe manejarlas pero acá está, es un tema sensible—. ¿Crudo?
—Sí. —Sus jades se clavan en sus zapatillas, no se han movido de la sala donde negociaron las armas pero estos lugares siempre son miserables—. Tan crudo.
—Es nuestra realidad. —A veces olvida que Shorter es lo mismo: un traumatizado que tapa las penas con droga porque no tiene una herramienta más efectiva para hacerlo, no es que el chino se quedara resignado, intentó pedir ayuda varias veces pero las horas que le daban a salud mental eran para un año más tarde en la lista de espera, qué chiste, los niños que pidieron ayuda ya deben estar muertos.
—Lo sé, es la realidad.
—O al menos es la nuestra. —Shorter saca una navaja—. La de nuestras pandillas. —Y se la entierra.
El mensaje está más que claro, de pronto el éxtasis que le generó estar con Okumura pasa a segundo plano.
Porque Ash no pertenece a esos niños, ¿cierto? Asume que aquí está el problema, nunca se adaptará a la realidad en la que Max lo insertó a la fuerza porque simplemente no es él, incluso antes de Dino, de los traumas, del miedo, del abuso, Ash vivía en una cabaña que se caía a pedazos y fingir que está en otra casta más arriba que el resto de los chicos es renegar de su identidad, de la poca que le resta gracias a la adopción, probablemente por eso se empeña tanto en ser el lince de Nueva York, es una declaración, "¿una declaración para quién?" se preguntarán, francamente no sabe qué contestarles.
¿Una declaración para Jim?, ¿para Griff?, ¿para Max?, ¿para Dino?, ¿para los chicos? Probablemente sea una declaración para sí mismo.
Soy esto y no puedo ser más, punto.
—No dejaré que mis sentimientos personales interfieran. —Las cosas quedan tensas entre ellos y él no sabe arreglarlas, no obstante tampoco tiene cabeza para hacerlo—. No quise dar a entender que esto no me importaba.
—Te desapareciste de la fiesta más importante y me dejaste a cargo de las conexiones, ¿qué querías que pensara en ese caso? —Porque lo único que le importó fue sacar a Eiji—. Fue irresponsable irse.
—Me quedé un buen tiempo, no me fui de inmediato. —Intenta defenderse, realmente se pretendía quedar para desplegar su actuación toda la noche, sin embargo, Eiji apareció pidiéndole que volviera a casa porque Max estaba preocupado y su cerebro se apagó, ¿cómo es que nada más existe cuando Okumura le habla?—. Me quedé.
—Pero no te quedaste hasta el final.
—Estaba drogado y me sentía mal.
—¡Pues yo igual! —Shorter respira hondo y se detiene a sí mismo—. Esto no está llevando a ninguna parte, démonos un tiempo para pensar bien las cosas y luego discutirlas mejor, estoy enojado y creo que por eso solamente te atacaré. —Ash puede mirar cómo su amistad se craquela por sus palabras.
—Bien. —Pero está cansado—. Démonos un tiempo.
Y ya no quiere más.
¿Siquiera le gusta ser un jefe pandillero? Está harto.
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Estar encerrado en su habitación no es la manera más efectiva de distraerse acerca de lo que acaba de suceder con Shorter, es la primera vez que pelean en serio y su cerebro no demora en atiborrarse con pensamientos tumultuosos y memorias dolorosas ¿por qué hace tanto escándalo? Siempre tuvo consciencia de la brecha entre ellos, aunque trafiquen lo mismo no son lo mismo, Wong lo pone en un escalón diferente gracias a lo afortunado que fue con Max, es un privilegiado y lo mira claramente.
Pero. Pero. Pero.
Ash suspira y cierra los ojos tratando de escapar de la angustia que lo consume, intenta respirar, más la imagen de Shorter sigue quemándose detrás de sus párpados, fresca y vívida, evocando cada grito que se sintió como un puñal cargado de rabia, debió ser duro para Shorter lidiar con tantas personas peligrosas, lo comprende, más solo en este momento es capaz de vislumbrar la magnitud de su error, no quería lastimarlo y esta grieta en su relación se siente irreversible, ¿cómo se permitió llegar a ese punto? Tal vez si Shorter le hubiera dicho algo antes de explotar habría sido diferente, más, tomó su decisión y le pidió espacio. Vaya que la jodió. ¿Por qué sigue encontrando nuevas formas de arruinar su vida?
Sin duda Dino estaría orgulloso.
—Debería irlo a visitar. —Dice para sí mismo—. Debe extrañarme.
Ash se encoge sobre la cama, más, no se acuesta, si se mete en las sábanas se revolcará en su miseria y si Max lo ve en ese estado se preocupará, sería un dolor de culo tener que hacerse cargo de la ansiedad del vejete, por ende, se aferra a los bordes de madera queriendo apagar su cerebro un puto minuto sin tener que fumar algo, está agotado de sentirse enajenado porque sin importar lo que pruebe no encaja, es un inadaptado, no es lo suficientemente estable para ser el hijo bueno que quiere Max pero no es lo suficientemente desamparado para encajar con Shorter o la pandilla.
¿Entonces dónde? ¿Dónde encaja?
—¿Ash? —¿Podrá encajar con él?—. ¿Estás en casa?
—En el cuarto. —Se recompone, no dejará que su enemigo lo vea mal—. ¿Tu práctica no debió haber acabado hace rato? —Le resulta sumamente extraño tenerlo en casa a estas horas de la noche pero bueno, él no es precisamente un santo para hablar ni son cercanos para entrometerse—. ¿Se alargó?
—No.
—¿Entonces?
—Acabó hace horas. —La voz de Eiji lo pone en alerta de inmediato, algo anda mal—. Pero me quedé esperando por un rato.
—¿Esperando a quién...? —Ay no.
—Tenías razón, Ash.
—Eiji.
—Tenías razón.
Ash no insiste, le resulta obvio lo que sucedió el minuto en que Eiji pisa la habitación con los hombros caídos, las pupilas enrojecidas y las piernas a punto de desmoronarse en un ovillo, su mirada usualmente feroz, cálida y determinada impresiona totalmente vacía clavada en el suelo del cuarto, es el reflejo de un corazón roto, piensa para sí mismo buscando las palabras de confort correctas, desea expresarle algo que lo haga sentir mejor porque él fue el idiota que puso el tema y lo hizo ver dónde no quería indagar, le quitó la venda aunque era más feliz ciego y ahora las cosas no pueden estar peor.
—Tenías razón. —Vuelve a balbucear arrastrándose hacia la cama, sentándose a su lado con una risa pesada, Ash siente el dolor como si fuera propio, ¿por qué? Debe estar arruinado—. Hoy intenté con todas mis fuerzas fingir que no pasaba nada, es decir, Arthur ha tenido parejas y he estado ahí antes.
—¿Pero?
—Pero esta vez no pude alegrarme por él... no sé qué está mal conmigo, deseo ser un buen amigo y ponerme contento por su crecimiento, quiero escucharlo cuando me hable de alguien que le gusta sin sentir que eso me está matando, antes podía, podía fingir de maravilla, pero hoy me dio tanta tristeza que me tuve que ir, no me gusta estarme poniendo raro en nuestra amistad. Me botará si soy una carga.
—Eiji.
—¿Soy egoísta? Intenté guardarme mis sentimientos, ni siquiera creo que me guste, de seguro estoy tan carente de afecto que me aferré a él, no sé cómo despegarme. —Eiji se tira el fleco dando cuenta de su frustración mientras que Ash junta valor para extender una mano con cautela y así acomodarla en el hombro del contrario, ofreciéndole un intento de consuelo—. E incluso si me gustara de verdad no funcionaríamos y lo tengo más que claro.
—¿Por qué?
—Porque es demasiado valioso como para perderlo por alguna pelea, he visto a sus parejas ir y venir, pero yo siempre me he quedado al igual que los chicos, mi codicia no vale el riesgo, no puedo cruzar esa línea... tampoco quiero ponerme raro y distante, me gusta nuestra relación, ¿por qué de repente me tengo que sentir así? Lo estaba haciendo bien, ¡estaba aguantando bien!
—Quizás aguantaste demasiado y llegó un punto en donde no pudiste aguantar más.
—No me gusta eso.
—Lo sé. —Con suma cautela y suavidad Ash lo estrecha contra su pecho, tantea su reacción, aunque lo siente estremecerse ligeramente por el contacto no lo aparta, de hecho, inclina su cabeza para así poder esconderse en el hueco que se forma con su cuello y deja escapar un sollozo mudo, debe doler tener un amor no correspondido y debe doler aún más en circunstancias tan confusas—. Ya, ya.
—¿Se supone que me estás consolando? —Eiji bromea a pesar de todo—. ¿Ya, ya?
—Eso intento, no critiques.
—¿Por qué me confortas?
—No sé. —Musita otra vez—. Pero quiero hacerlo.
No dicen nada por un tiempo, Eiji se queda tan quieto que hasta teme que se haya quedado dormido, no obstante, tras una eternidad que ante los ojos de Ash pasa demasiado rápido, el japonés eleva la mirada queriendo decirle algo, sus ojos son una sinfonía de cosas que no entiende, más, quiere algún día poder entender, ¿por qué? Todavía se lo pregunta, quizás encaje con Eiji de manera retorcida, tal vez quiere hacerse encajar. No desglosa la mitad de las cosas que este chico le genera. Solo sabe que la sensación de tenerlo pegado a su cuerpo es sanadora y peligrosa, mientras más prueba, más ansía.
Pero Eiji es de Arthur.
—Dijiste que podíamos hacernos sentir mejor. —Y Ash no lo debe olvidar—. ¿Puedes hacerlo?
—Sí. —Susurra—. Puedo hacerlo, puedes usarme.
Pero tan pronto Eiji lo toca, Ash lo olvida y se condena bajo la excusa de odiarlo.
Y como les dije entramos a esta nueva dinamica que no dejará indiferente a ninguno de los dos, puede que Eiji igual tenga un revoltijo de sentimientos, más, también es facil para él confundir por ejemplo compañia con amor porque al final, Arthur ha sido su vinculo más seguro hasta ahora, veamos en caos que Ash empieza a desatar poco a poco.
Mil gracias por el cariño.
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