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Única parte

El grabado en la piedra permanecía notable, sin embargo, el paso del tiempo había hecho su trabajo marcando desgaste en toda la lápida.

Hyunjin llevaba incontables minutos delante de ella, había pasado tanto tiempo ahí que no se dió cuenta que la lluvia le estaba empezando a empapar la ropa. Tampoco le importaba que ya era de noche y que las estrellas eran visibles en el cielo. Qué más dan esas cosas cuando estás enfrente de la tumba de la que en algún momento fue tu madre.

— Mírame mamá, me estoy empapando por ti —dijo entre sollozos, sonriendo a medias. Las lágrimas se mezclaban con las gotas de lluvia que caían por su rostro—. Probablemente me regañarías si llego a pescar un resfriado por estar en medio de la lluvia.

Al despedirse de su madre, dejó las flores que había tenido todo ese tiempo en sus manos sobre la tumba y camino hacia la salida.

Al dirigirse a la puerta de barrotes, se detuvo a observar como el cementerio estaba completamente vacío.

Una vez estando afuera, pudo distinguir una silueta parada a lo lejos. Extrañado por completo, entrecerró los ojos un poco para observar al que parecía ser un chico rubio sentado en una banca. Llevaba un paraguas y era lo suficientemente pálido como para parecer transparente. Hyunjin pudo jurar que su piel se erizo luego de que un extraño escalofrío recorriera su columna vertebral. Todo estaba completamente oscuro, por lo que no consiguió ver bien su rostro.

«Tal vez necesita ayuda, no creo que sea una mala persona.» Pensó.

— ¡Hey! —grito Hyunjin en dirección a ese desconocido— ¿Qué haces aquí solo en medio de la lluvia?

— Podría preguntarte exactamente lo mismo, ¿no crees? —respondió el rubio.

— Quizá tengas razón. ¿Te diriges a casa ahora? —preguntó Hyunjin con curiosidad.

— No exactamente, debía esperar a un amigo que iba a venir por mí pero tuvo un inconveniente y me dejó aquí plantado. No sé si tomar un taxi o irme caminando de aquí a mi casa.

— Si te parece bien yo puedo llevarte, no puedo permitirme dejarte solo caminando bajo este aguacero con el riesgo de que te pueda secuestrar un taxista por lo tarde que es. —Sugirió Hyunjin.

— Me parece que ves demasiadas películas, ¿o no? Siguiendo la misma lógica, ¿cómo sé que tú no eres como esos taxistas que dices y me quieres secuestrar porque te parecí bonito y vulnerable al estar aquí solo? —bromeo el rubio, Hyunjin rió por lo bajo, tenía buen sentido del humor al parecer—. Pero bueno, si me lo ofreces con tanta amabilidad tampoco voy a negarme. Prefiero que me secuestre un extraño que le llora a su madre a la medianoche antes que un taxista asesino.

Dada por terminada la conversación, se dirigieron al coche del castaño. El aún desconocido seguía a Hyunjin mientras esté soltaba bromas sobre secuestrarlo.

Llegaron al vehículo y se adentraron en el, sentándose ambos en los asientos delanteros. Las luces del automóvil automáticamente comenzaron a iluminar el pequeño espacio. Hyunjin sabía perfectamente que el impulso de ofrecerse a llevar en su auto a un desconocido a esas horas podría no haber sido correcto. Al estar el lugar iluminado completamente, ambos chicos se miraron mutuamente. Hyunjin juraba que al ver ese rostro una extraña sensación de familiaridad lo inundó por completo, se detuvo a observar por unos segundos aquellos ojos cafés que transmitían una inocencia y vivacidad digna de un joven como él. Soltó un suspiro sin alejarse de su mirada, había quedado completamente cautivado con ella.

En ese momento podría asegurar que los ojos de ese chico le hicieron sentir una tranquilidad inexplicable.

— Me gusta tu cabello. —Soltó el rubio para cortar ese silencio que se formó entre ellos.

— Gracias, ¿sabes algo? Tus ojos son preciosos —los dos chicos se sonrieron mutuamente—. A propósito, ¿cuál es tu nombre? Si he accedido a llevar a un desconocido a casa, al menos tengo que saber su nombre.

Hyunjin por alguna razón que desconocía se sentía emocionado al igual que nervioso.

— Minho, Lee Minho. ¿Puedo saber tu nombre también, chico bonito?

«¿Minho? ¿Ese Lee Minho?»

Hyunjin se paralizó, su corazón comenzó a latir muy rápido, sus ojos picaban y las lágrimas amenazaban con salir.

— Hey, ¿por qué no contest-...

El castaño lo interrumpió abrazándolo, dando a conocer en ese momento lo mucho que lo había extrañado, haciendo que el rubio logrará sentir la ansiedad del menor por estar junto a la primera persona que amo en su vida.

Minho correspondió al abrazo, como si aquello fuese a ser lo último que haría en su vida.

— Yo también te extrañe, Jinnie —dijo soltando una pequeña risa, sintiéndose enternecido ante la reacción del castaño.

El trayecto era bastante largo, no obstante, las horas pasaban volando cuando estaban juntos. Se pusieron al día de lo que había sido de sus vidas después de que el menor se fuera, expresaron lo mucho que se habían extrañado y recordaron momentos que nunca se borrarán de sus corazones. Al llegar a la casa del rubio, Hyunjin y Minho se miraron por última vez, miradas que demostraban el amor que aún guardaban.

Sus cuerpos se iban acercando lentamente, acortando la distancia que había entre ellos cada vez más hasta el punto de que la respiración del otro chocaba contra su rostro. El mayor terminó con la distancia que los separaba, uniendo sus labios en un beso cargado de emociones. Hyunjin con solo un roce de labios, pudo sentir de nuevo el amor que se vio obligado a reprimir desde que era niño y que llevaba escondido bastante tiempo.

En ese momento, decidieron creer que sus caminos estaban unidos por el destino, y que aunque pasarán los años, su amor seguiría siendo puro e inocente como lo fue en un inicio.

Cuando se separaron para poder recuperar el aire, Minho sonrió.

— Toma, esperé tantos años para poder devolvértela —el rubio le extendió una cadenita de plata que a lo lejos, Hyunjin recordaba haberla roto mientras jugaban una tarde, pero que ahora estaba completa—. Creo que debes ir a casa ahora antes de que se te haga más tarde. ¡Visítame pronto Jinnie, ¿está bien?! —Hyunjin observó como el rubio se bajaba del auto y corría hasta adentrarse en su hogar.

Mientras conducía en dirección a su casa propia, Hyunjin no podía dejar de pensar en lo enamorado que seguía del rubio, creyendo que la distancia y el tiempo nunca habían sido un impedimento para volver a cruzarse en el camino del otro.

Nunca apreció otros ojos que no fueran los del mayor, sus labios seguían sintiéndose suaves y cálidos, aquellos labios que con solo un leve roce contra los suyos podía sentir que lo curaban de todo mal y quería hacerse a la idea de que cada una de sus sonrisas le seguían perteneciendo a él.

Al estacionar frente a su casa, se percató que Minho dejó su paraguas olvidado en el asiento del copiloto. Pensó en devolvérselo al día siguiente y así tener una excusa para verlo de nuevo.

Después de ponerse el pijama y dejar la ropa mojada en el cesto de ropa sucia, se tiró sobre la cama y soltó una risa tonta al aire.

— Sigo sin creer lo que acaba de suceder, ¿cómo es posible que siga amándolo como la primera vez después de tanto tiempo? —sintiendo un cosquilleo en su estómago, apagó las luces y se envolvió entre las sábanas, esperando poder conciliar el sueño.

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