Epílogo
El sonido de la alarma llegó al campo auditivo del castaño, ya había amanecido. Se alistó con una sonrisa en su rostro que muchos jurarían no haber visto jamás. Tomó las llaves de su auto y caminó hacia esté. Antes de ir a la casa del rubio, decidió comprar un ramo de flores de las que más le gustaban cuando eran pequeños. Encendió la radio y siguió con su camino.
Al llegar al domicilio, apagó el motor y bajó del vehículo, se pasó una mano por su cabello para peinarlo y caminó hacia la puerta. Tres golpes en la madera, nadie abrió. Al quinto toque la puerta finalmente se abrió, una mujer de aproximadamente sesenta años se asomó desde adentro con una sonrisa. Era alta y delgada, tenía una bonita sonrisa y el cabello gris. Se miraba bastante bien a pesar de tener una edad avanzada.
— ¿Sí, en qué puedo ayudarte? —preguntó la señora un tanto desconcertada.
— Buen día, señora, ¿se encuentra Minho en casa? Soy Hyunjin, un viejo amigo de él.
— ¿Minho, Lee Minho? —Hyunjin asintió, sonriendo— lo siento muchacho, pero falleció hace tres años.
— ¿Cómo dice?
La señora asintió—. Fue una verdadera lástima, era un chico bastante educado y lindo, no era su momento de partir todavía —ella dejó de sonreír—. Cuando murió, está casa me fue vendida junto a mi esposo, así que lamento tener que ser yo quién tenga que decirte esto.
«Esto debe ser una jodida broma, ¿verdad?»
Hyunjin no entendía nada, sentía su cabeza a punto de explotar. ¿Cómo era posible? Seguramente se equivocó de casa y esa señora demente quería tomarle el pelo. No, era totalmente imposible que eso fuera cierto.
El menor se montó en el auto y condujo directamente hacia el cementerio, con un poco de suerte tal vez se lo encontraría de nuevo y volvería a besar sus labios y abrazarlo para asegurarse de que lo que esa mujer le dijo era mentira.
Al llegar, caminó con cierta esperanza por la entrada, pero él no estaba. Se sentía cansado mentalmente, dándose por vencido comenzó a caminar hacia la tumba de su madre. Aún con las flores que compró anteriormente, se paró frente a la lápida y sonrió. Sus ojos directamente se posaron en la lápida a su derecha, juraría no haberla visto antes. Tenía un brillo especial sumamente resplandeciente y muchas flores blancas alrededor.
Algo le decía que debía acercarse y ver a quién le pertenecía, decidió obedecer y se acercó para leer el nombre grabado en la piedra.
"Lee Minho, 1998-2019"
— Esto es un sueño, no pasan estás cosas en la vida real —decía en medio de una risa nerviosa—. Hablé ayer con él, lo llevé en mi auto, nos besamos, ¿qué carajo está pasando? —tomaba su cabeza entre sus manos, sintiendo una fuerte punzada que lo debilitó por completo.
Saco su celular del bolsillo de su pantalón, buscando la foto que se había tomado con el rubio la noche anterior antes de que este entrará a su casa.
— ¿En dónde está? —decía pasando los archivos con velocidad mientras buscaba la fotografía— Recuerdo con claridad haberla tomado ayer. Dios, creo que estoy enloqueciendo.
Dándose finalmente por vencido, dejó las flores en un jarrón a un lado de la lápida y regresó a su casa, deseando que todo fuera un mal sueño del cual despertaría pronto.
Nada de lo ocurrido en las últimas horas estaba teniendo sentido y el dolor de cabeza no cesaba. Lo único que quería era volver a ver a Minho, abrazarlo y confirmar que nada era real.
Al llegar se dio cuenta que algo brillaba en la mesita de noche de su habitación, los rayos del sol se reflejaban en la cadena que el supuestamente vivo Minho le había entregado. Tomó la joya entre sus manos y las lágrimas no tardaron en brotar de sus ojos, después de haberlo encontrado y sentir que podrían estar juntos de nuevo, volvió a perderlo, y está vez no había posibilidad alguna de volverse a encontrar.
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