💜Capitulo 4🤍
Jungkook
Después de unas trece largas horas de vuelo, ya habíamos llegado a Corea. Durante el trayecto traté de dormir innumerables veces, pero me fue imposible ya que mis pensamientos no me lo permitían. A diferencia de mí, Hoseok durmió unas dos horas porque yo le insistí, si no, se hubiera mantenido despierto junto a mi en todo el vuelo.
—Queridos pasajeros, ya llegamos a Corea del sur, les pediré que por favor desocupen sus asientos con orden —anunció una de las azafatas.
Dicho y hecho, tal como nos indicaron a mí y a los demás pasajeros; desbordamos el avión en orden para después tomar nuestras maletas y así salir del aeropuerto.
—¿Pudo dormir algo anoche, señor? —preguntó Hoseok mientras caminábamos hacia la salida.
—¿Cuántas veces te he dicho que no me llames señor? Me haces sentir viejo —le reclamé provocando que hiciera una reverencia como forma de disculpa— y no, no pude pegar un ojo anoche.
—Deberías descansar un poco —sugirió posando su mano izquierda sobre mi hombro derecho.
—Lo sé, pero mis pensamientos no me lo permiten —suspiré— ¿empacaste las pastillas?
—Sí, pero no creo que sea la mejor opción Jungkook, recuerda lo que te indicó el doctor, no es bueno que sigas tomando las mismas pastillas desde hace quince años —mencionó con preocupación.
—No te preocupes por mí, las llevo tomando desde hace mucho tiempo y nunca me han hecho nada —aseguré para tranquilizarlo— vamos, que seguro el chofer debe estar esperando.
Y como dije, al salir del aeropuerto un auto estaba esperando por nosotros. Ambos hicimos una reverencia hacia el chofer quien también correspondió, lo ayudamos a guardar nuestro equipaje para después subir al auto e ir a casa.
Luego de unos largos treinta minutos, llegamos. Me bajé del carro y admiré la imponente mansión frente a mí, no me sentía listo para entrar, eso significaba enfrentarme a los recuerdos del pasado.
Recuerdos de mi padre.
Sin embargo, no tenía opción, debía hacerlo sí o sí.
—Bienvenido señor Jeon. —Una de las señoras de limpieza me dio la bienvenida cuando me abrió la puerta.
—Gracias, ¿sabe si mi madre está aquí? —le pregunté.
—Si, ella está en su habitación.
—Gracias. —Ella hizo una última reverencia y se fue dejándonos solos—. Bien, nos vemos luego — me dirigí esta vez hacia Hoseok.
—Todo estará bien, amigo —animó posando su mano sobre mi hombro.
—Ve a visitar a tus padres y dale mis saludos —dije esbozando una leve sonrisa, él asintió y antes de irse me dedicó una leve sonrisa y palmeó mi espalda.
Luego de ver como Hoseok se iba, miré el interior de la mansión: casi todas las luces estaban apagadas y lo poco que me permitía ver era la luz de afuera que se colaba por las ventanas; todo había cambiado, no estaba igual a como yo la recordaba.
Solté un suspiro pesado y me dirigí hacia las escaleras para ir a la habitación de mi madre. Una vez frente a ésta, toqué dos veces la puerta recibiendo un débil "pase" desde dentro de la habitación.
Al ingresar vi a mi madre sentada en el suelo, rodeada de una montaña de ropa la cual le pertenecía a mi padre.
—Mamá —me acerqué de inmediato, ella al verme me envolvió entre sus brazos y sentí su cuerpo removerse por los leves sollozos.
—Hi-hi-hijo —habló con voz entrecortada, provocando que las primeras lágrimas escaparan de mis ojos.
—Q-que le pasó a mi papá —pregunté mientras la miraba, estaba muy pálida y tenía los ojos rojos e hinchados de tanto llorar.
—Se-según el análisis forense... —hizo una pequeña pausa— tu padre murió por un tumor cerebral.
No supe que decir, solo pude atraerla a un abrazo para tratar de calmarla y calmarme a mi también, lo necesitaba. El sentimiento era mutuo, aun no podía creer nada de lo que estaba sucediendo, parecía una pesadilla: una terrible pesadilla que nunca tendría un final.
—Me siento tan sola, hijo —sollozó— el amor de mi vida se fue.
—No estás sola mamá, ahora me tienes a mi —dije abrazándola aún más fuerte.
Ambos nos desahogamos y nos permitimos llorar todo lo que quisimos para aliviar un poco el dolor de nuestros corazones. Mi madre se quedó dormida en mis brazos así que tuve que cargarla para luego recostarla sobre la cama, la cubrí con una manta y entonces me percaté de las enormes ojeras que tenía, al parecer no había dormido nada.
Luego de asegurarme que se encontraba cómoda, decidí salir silenciosamente de la habitación, para que así pudiera descansar.
Mientras iba caminando por los oscuros y largos pasillos de la mansión, hubo una habitación que llamó toda mi atención: mi antigua sala de juegos.
Al entrar busqué el botón que encendía la luz, pasé mi mano por toda la pared y no encontré nada, hasta que una idea vino a mi mente: aplaudir dos veces, lo cual hice y al instante las luces se encendieron.
—Al parecer si me escuchaste papá —dije en voz baja mientras se empezaba a formar un nudo en mi garganta.
Luego de haber encendido la luz, cerré la puerta detrás de mí para recorrer con la mirada el lugar, esta habitación me traía un montón de recuerdos, mismos que permanecerían en mi memoria hasta mis últimos días.
Un gran sofá blanco adornaba la habitación y encima de la mesita de centro estaba un portarretrato con una vieja foto dentro. Me acerqué para tomarla y miré la foto con detenimiento, ahí estaba yo cuando era pequeño junto a mi mejor amiga Eun-Jin.
—No sabes cuanto te necesito ahora mismo Eun. —Inconscientemente mi dedo índice se posó en el rostro de Eun-Jin—. No sabes todo lo que daría para que volvieras a estar aquí junto a mí, no sabes cuanto me dolió tu partida. —Mis ojos se nublaron y los sollozos no tardaron en salir.
Caí al suelo mientras las lágrimas no paraban de salir, todo era realmente doloroso para mí y no tenía a nadie con quien desahogarme, estaba solo.
Luego de unos minutos pasé mis manos sobre mi rostro para secar mis lágrimas y decidí sacar la foto del portarretrato, al hacer esto, un papel doblado salió detrás de ésta. Me quedé viéndolo por unos segundos y como buena persona curiosa no lo pensé dos veces para tomarlo y abrirlo.
Me sorprendí al ver el contenido, no era un papel cualquiera: era una carta de mi padre...
Querido hijo, escribí esta carta para ti...
En estos días no me he sentido muy bien de salud, por esta razón decidí ir a hacerme un chequeo general con el doctor de la familia.
Luego de que me hiciera una serie de análisis, descubrí que los síntomas que tenía eran de un tumor cerebral, el cual era irreversible. Cuando me enteré de esto, no quise decirle nada a tu madre y mucho menos a ti para que no se preocuparan por mí.
Sé que cuando se enteren se van a sentir mal, pero estoy seguro de que podrán superar esto juntos. Tal vez cuando regreses ya no esté aquí, por eso te pido que siempre cuides de tu madre y que nunca la dejes sola, porque sé que se sentirá muy sola con mi partida.
Me gustaría que cumplieras o que, aunque sea, tomes en cuenta mi último deseo y voluntad.
Quiero que encuentres una mujer con la cual realizarte, no importa su estado económico, solo quiero que esa mujer te ame y te valore y que siempre esté a tu lado hasta el último de tus días, esta es mi última voluntad.
Si algún día llegas a encontrar esta carta, quiero que sepas que siempre los amaré y que siempre estaré con ustedes cuidándolos desde el cielo.
Atte: Papá.
Al terminar de leer la carta, las lágrimas habían vuelto y el llanto fue inevitable, mi papá había sido muy importante para mí, a pesar de que tuvimos nuestras discusiones, lo amaba y no podía aceptar que ya no estuviera a mi lado.
—Cumpliré tu última voluntad, papá.
Continuará...
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