Epílogo
Lunes 13 de octubre de 1945
Estaba siendo un camino bastante difícil y complicado, sobre todo porque alrededor no había nada más que árboles y pastizales. De haber sabido que sería así de horrible se habría quedado en su casa, después de todo, no quería estar con él. No le gustaba escucharlo.
Ese día pensó que lo había matado, pero no. Para su buena o mala suerte SeHun seguía vivo, aunque enfermo y muy débil. Sólo se desmayó y estuvo inconsciente durante unas dos horas hasta que pudo reaccionar, pero algo había de diferente en él.
No era necesario que se lo dijeran; el cáncer lo estaba consumiendo lentamente. Hubo noches en las que se sintió tan miserable que estuvo a punto de llorar, pero no se lo permitió, porque según él era un hombre hecho y derecho.
Y los hombres no lloran.
No era una mujer para mostrarse así de débil, ni mucho menos quería que Sana lo viera. Por eso aguantaba, incluso el malestar que ahora le causaba viajar en auto hasta Seúl donde supuestamente lo estaba esperando un médico que lo atendería.
Sana había sugerido que fuesen en tren, pero SeHun se negaba rotundamente a que lo vieran en público en ese estado tan decadente, por eso viajaban en coche con un chofer les cobraría una fortuna por sus servicios, pero no importaba.
— ¿No existe otro camino menos... asqueroso? —preguntó Sana desde la parte trasera del auto—Además es demasiado solitario.
—Lo siento, señora, pero es el único terreno estable que conduce a Seúl—le dijo el hombre—Era más fácil viajar en tren que en un auto, por eso la mayoría no lo hace.
—Te dije, maldita sea—masculló a su esposo—Pero eres tan jodidamente obstinado y tan patético que mira la situación en la que nos encontramos.
—Cállate, estúpida—masculló también—Tú también eres como el cáncer; completamente insoportable. Además tienes que estar aquí, eres mi esposa...
—Maldita la hora en la que me casé contigo, completo inútil—ofendió y se cruzó de brazos para mirar por la ventana.
Era de madrugada y no había mucho alrededor. Estaban esperando a llegar al siguiente pueblo para tomar un descanso, pero el viaje estaba siendo demasiado eterno. En ese momento Sana se preguntó en dónde estarían sus hijos. ¿Muertos? ¿O será que hicieron una vida lejos con todo el oro que les robaron? Porque sí se dieron cuenta de que faltaban muchos lingotes y joyas. Pero ahora eso no importaba, porque lo único que ella deseaba era que estuviesen agonizando y sufriendo así como ellos lo hacían, incluso mucho peor.
Lo más probable es que Dios también les ha dado la espalda.
— ¿Por qué detienes el auto? —preguntó SeHun con molestia, pero no con la suficiente fuerza para incorporarse.
Sana se acercó a los asientos de enfrente para gritarle algo al chofer, pero no pudo debido a que se quedó completamente paralizada; afuera frente al auto había un hombre apuntándoles con un arma. No se le veía el rostro debido a que estaba completamente cubierto con un traje militar.
Sintió pánico cuando detrás de él aparecieron más hombres armados usando la misma vestimenta y luego al chofer que también estaba paralizado de la impresión.
—Arranca el maldito auto—le ordenó con el pánico corriendo por todo su ser— ¡Que arranques te digo!
El chofer quiso arrancar pero de pronto un disparo se escuchó y Sana cerró los ojos con fuerza. En su rostro sintió un líquido caliente, al igual que en sus manos. Cuando abrió los ojos gritó aterrada porque estaba manchada de sangre y el chofer estaba muerto con una bala en su cabeza. Se echó hacia atrás y se pegó a SeHun como si eso la fuese a salvar de lo que estaba a punto de pasar.
— ¡Bajen del auto! —ordenó un hombre apuntando su arma en la puerta donde estaba ella.
El resto rodearon el auto también apuntando. Aunque los tenía cerca no podía ver sus rostros y vaya que eso les causaba miedo. Estaba paralizada y temía morir ahí mismo.
— ¡¿Qué no me escuchaste?! ¡Baja del maldito auto!
SeHun no decía nada, sólo mantenía su vista fija en el espejo retrovisor del auto mirando el cuerpo sin vida del chofer. Y en ese momento tan crítico sólo podía temer por el oro que llevaban en la cajuela del auto que por su propia vida o la de su mujer.
—SeHun, haz algo—le dijo.
— ¿Qué quieres que haga? —masculló—Ni siquiera traigo mi arma.
—Ven aquí, perra.
De manera brusca y rápida Sana fue sacada el auto al igual que SeHun. Un hombre la sostuvo de los cabellos y enseguida la amarró de las manos con una cadena. Una linterna apuntó a su rostro lleno de lágrimas del miedo, pero con ese seño que siempre acostumbra a poner cuando algo le molesta.
—Jodida mierda—dijo el que le apuntaba con la linterna—Eres preciosa.
La examinó de pies a cabeza y notó que usaba un vestido de vuelo que le llegaba arriba de las rodillas y con unos tacones altos. Sólo la cubría su extravagante abrigo de pelaje de animal, pero no lo suficiente para que el hombre tuviera pensamientos lujuriosos.
—Tú y yo la vamos a pasar muy bien, muñeca—le dijo y se acercó para mirarla a detalle.
—Ni si te ocurra tocarme—le advirtió ella con ojos horrorizados—No me pongas tus asquerosas manos encima.
Una bofetada fuerte la mandó a callar y su labio sangró debido a la fuerza. Sintió una mano en su cintura y luego una nariz en su cuello que la olfateaba con mucho libido y eso le provocó ganas de vomitar.
—Ya verás que te va a gustar—le dijo el hombre y luego miró a SeHun— ¿Es tu esposa? Espero que no te importe que me la lleve. Te prometo que la pasaremos muy bien—sonrió perverso.
— ¡No! —gritó Sana—¡Por favor! ¡SeHun! ¡No dejes que me lleven!
Pero el aludido estaba tan débil que ni siquiera podía gritar y tampoco sentía miedo por lo que le pudiera pasar a Sana. En su mente sólo estaba todo su imperio que se desplomó en cuestión de días, y justo ahora ni siquiera peleaba contra el cáncer, lo hacía contra esos hombres que le apuntaban con sus armas y que se burlaban de él.
Cerró los ojos por el cansancio y escuchó los gritos desesperados de Sana que gradualmente dejaban de ser fuertes, mientras que él fue arrastrado al lado contrario sin nada más qué hacer ni cómo defenderse.
Su destino se selló cuando le pidió a los cielos que sus hijos estuviesen muertos.
Era el cumpleaños de JiMin.
Los años corrieron hasta que cumplió veinticuatro y alguna vez deseó estar en un lugar mejor. Gracias a Dios así era.
Yacía recostado sobre las piernas de JungKook mientras éste le acariciaba el cabello cariñosamente. Decidió que no quería nada extravagante; sólo cosas sencillas, empezando por un delicioso desayuno que su esposo le preparó y que degustaron en el jardín de su casa. De regalos recibió, de primera mano, una follada intensa en posición de cuatro y luego un hermoso ramo de margaritas, pero lo mejor fue su propia máquina de coser.
Lo mejor de estar con JungKook era que alimentaba sus sueños y que los abrazaba como si fuesen los suyos propios. Él sabía perfectamente que JiMin adoraba todo lo relacionado con la costura y confección, por eso lo apoyó insaciable hasta que lo convenció de que se uniera al emporio de SoYoon que ahora contaba con su propia tienda de ropa. Aunque de momento el rubio se mantenía en el anonimato porque no sabía qué tan bien recibirán a un diseñador hombre, pero no importaba porque todos los días hacía lo que le gustaba y lo mejor es que ganaba dinero por eso.
Ahora estaban en un pequeño festejo tranquilo por su cumpleaños y más tarde irá al emporio a terminar unas confecciones. Después volverá a casa para tener una pequeña reunión con las únicas personas que son cercanas a él.
JungKook se estaba encargando de consentirlo hasta en el más mínimo detalle, ya que este era el primer cumpleaños que pasaban juntos y quería que fuese especial, que jamás lo olvidara. Aunque realmente a JiMin le bastaba con que él estuviese ahí, que le acariciara las mejillas, el cabello, incluso su abdomen sin importar que lo haga por encima de la ropa.
—Te amo, mi ángel—le dijo JungKook y lo tomo en sus brazos como si fuese un bebé—Y mi anhelo es que pases un cumpleaños feliz, también que vivas tus días de la mejor manera. Espero que sea así.
—Te amo tanto—le dijo JiMin y se colgó de su cuello—A mí me basta con poder verte todos los días, ¿sabes? Nada me hace más feliz que tú.
JungKook sonrió y lo besó con amor, todo lento y tranquilo incluso metiendo su lengua en el proceso. Lo sostuvo con fuerza para que no se cayera y también era como un modo de promesa tácita donde le decía que jamás va a soltarlo, que siempre estará a su lado.
Un ladrido y luego lloriqueos caninos llamaron la atención de ambos y enseguida sonrieron en cuanto un doberman de pelaje marrón se acercó a ellos con las orejas hacia abajo.
—A ti también te amamos, Bam—le dijo JiMin y lo acarició.
Enseguida el perro se echó sobre la manta y mostró su pancita para que fuese acariciada. Aún era cachorro, pero era bastante juguetón e inquieto. No hacía mucho que lo adoptaron del refugio de animales y lo bautizaron como su hijo perruno.
Su familia había crecido.
—Tienes hambre, ¿cierto? —preguntó JungKook con una sonrisa y el perro ladró.
—Yo me encargo—le dijo JiMin al tiempo que se ponía de pie, pero volvió a bajarse a su altura para darle un beso rápido en los labios.
El azabache observó cómo su esposo y su hijo perruno se iban juntos hacia la casa para buscar las croquetas, mientras tanto él se encargaba de recoger todo y lavar los trastes sucios.
JiMin entró con Bam dando saltitos de emoción porque sabe perfectamente que le dará una buena ración de comida. Era el nene consentido de la casa.
—Tu hermanita también debe tener hambre—le dijo al tiempo que le servía en su plato—Come, Bam. Buscaré a Mimi.
Enseguida unos maullidos y unos rasguños en la puerta se escucharon y JiMin sonrió complacido. Tomó el tazón rosado para depositar alimento para gato y luego salió a donde su hija gatuna lo esperaba impaciente. A ella le gustaba comer al aire libre, por eso siempre le dejaba su plato en el pórtico de la casa.
—Ven aquí, mi cielo—le llamó con voz dulce y la gatita lo siguió—Papá jamás se olvidaría de ti.
JiMin tuvo razón cuando dijo que su perro y su gato se llevarían bien, que serían como hermanos. Mimi llegó un par de días después de Bam. De la nada apareció frente a la casa rasguñando su puerta y el rubio no se resistió a darle de comer. Un par de días después JungKook acondicionó un espacio para ella y, para sorpresa de ambos, el pequeño cachorro la recibió gustoso. Desde entonces se consideran una familia y son felices así.
Por varios segundos JiMin observó cómo Mimi comía tranquilamente de su plato, pero de la nada sintió la necesidad de mirar hacia el cielo que tenía unas cuantas nubes, pero estaba tan azul como siempre. Una ligera opresión se instauró en su pecho sin saber por qué, pero a los segundos soltó un suspiro, uno que sólo contenía alivio.
Esta era la vida que siempre quiso.
Era feliz. Se había casado con JungKook de manera simbólica. Trabajaba confeccionando y tejiendo que era lo que más le gustaba en la vida. Y tenía un par de hijos que todos los días le enseñaban un poco del lenguaje del amor, al menos de mascota a dueño. Así que no entendió ese sentimiento tan extraño, pero a la vez era como si le hubiesen quitado una carga.
— ¿Seguirás estando de mi lado, Dios? —preguntó aun mirando al cielo—Porque yo sí estoy del tuyo.
Al poco rato sintió cómo su esposo lo abrazaba por la espalda y entonces aquel sentimiento extraño quedó en el olvido. Decidió concentrarse en el aquí y en el ahora. Su atención fue acaparada por los besos en su cuello y las manos que amenazaban con colarse por debajo de su ropa.
No podía haber nada mejor en esta vida.
—Debo ir con SoYoon—avisó JiMin, pero al tiempo empujaba su trasero hacia atrás.
—Ella no se molestará si llegas un poco tarde—le dijo con voz seductora y luego agregó—Además, debemos aprovechar ahora que los niños están ocupados, ¿no crees?
—Como si ellos entendieran lo que hacemos en la habitación—se burló.
—De cualquier forma hay que aprovechar—sentenció con voz más profunda.
No esperaba respuesta alguna, sólo lo tomó de la mano para llevarlo nuevamente dentro de la casa.
Y en cuanto se cerró la puerta el mundo dejó de importar.
Ahora todos estaban en el lugar que les correspondía.
Tengo mucho sueño!!!
Falta un peqeño apartado que se llama "¿Qué pasó despuñes?
Se los publico más al rato.
Espero que les haya gustado. No se olviden de votar y comentar.
Las rkm!!!!
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