51 Karma Relajante
"El karma es un Dios.
El karma es la brisa
en mi cabello el fin de semana.
El karma es un pensamiento relajante.
¿No te da envidia que para ti no lo sea?"
Karma – Taylor Swift
Martes 24 de julio de 1945
Sana se levantó desde temprano para fumar cigarrillos. No había dormido bien desde que NamJoon se fue sin decir absolutamente nada y ella, evidentemente, no podía hacerse cargo de los negocios de SeHun. Habían designado a un hombre que supuestamente era de mucha confianza para ellos, pero resultó ser todo un ladrón.
Un montón de oro y cuentas inventadas los llevaron a una situación crítica. Y como NamJoon les dijo en su momento; el oro no es eterno. En las últimas tres semanas no se ha encontrado más oro en las minas. Los empleados renunciaron y todos sus negocios están prácticamente detenidos hasta nuevo aviso. Sólo viendo esa situación tan decadente fue que SeHun aceptó partir a Seúl para que un médico experto lo revisara y le diera un buen tratamiento.
Había muchos rumores sobre que sí existía la cura contra el cáncer, pero que la suma a pagar era bastante elevada, una locura. Pero para ellos no existían imposibles, aunque sí estaban preocupados por su economía que cada vez se reducía más y más. SeHun sabía que si no hacía algo pronto quedará en la ruina y no puede permitirlo. Es un legado familiar de muchos años y no se lo perdonaría nunca.
Desde hacía dos semanas Sana había estado intentando contactar a sus padres para pedir ayuda con la gestión de negocios y una nueva reinversión, pero ellos no respondían. Quería atribuírselo a que la guerra en Japón continuaba, pero la realidad era que ellos escaparon hacía mucho, no sólo por el problema que enfrentaban, también porque a sus oídos llegó el escándalo de JiMin y por eso cortaron comunicación inmediata.
De manera tácita repudiaron a su hija, a su yerno y a sus nietos. Para ellos ya no existían.
Gradualmente todo se estaba desvaneciendo para los señores Park. Todos les daban la espalda y parecía que Dios sí los había abandonado. Sólo hasta ese momento Sana cuestionó su existencia y escupió muchas veces al cielo, pero aun así se levantó esa mañana para visitar la iglesia e hincarse ante el altar para suplicar por clemencia.
Se colocó un velo rosa pastel que fuese capaz de taparle el rostro. No quería que nadie viera lo desmejorada que estaba, porque sus ojeras y esos ojos rojos eran bastante evidentes, además de que su costosa colonia ya no se percibía en los absoluto, pues debido a que se había vuelto una adicta al cigarrillo, mayormente apestaba a tabaco.
Caminó llena de inseguridad por la calle que la conducía hacia la iglesia, mirando a todos lados como si fuese una paranoica, y realmente no lo era, las personas a su alrededor sí la estaban señalando.
—La mamá del pecador enfermo.
Escuchó que una mujer dijo cuando pasó por su costado.
— ¿Sabías que los Park están por quedar en la ruina?
Escuchó detrás suyo.
—Su dinero no les será suficiente para tener un lugar en el cielo. Dios debe estar decepcionado de ellos.
Cada palabra, cada risita burlona eran como dagas que acuchillaban el cuerpo de Sana. Hacían que sus pies temblaran de temor y de mucha inseguridad. Recuerda que antes podía caminar por estas calles como si fuese la reina del mundo, y tal vez lo era, de Busan, pero ahora el respeto que tenía se perdió rápidamente. Aunque la mayor parte del tiempo la gente del pueblo le tenían envidia por todo lo que poseía. Era hermosa, venía de buena familia y su esposo era el hombre más rico en todo Busan. Ahora ninguno podía gozar ni de un poco de renombre porque nada les pertenecía y su dinero dejaba de tener validez.
Cuando llegó a la iglesia vio un grupo de personas reunidas en el jardín, pero no les prestó atención. Entró mirando por todos lados para ver si encontraba al sacerdote Min, pero no estaba en ninguna parte. Tomó asiento en la primera fila donde una anciana estaba hincada orando con mucho esmero y esperó paciente a que el padre apareciera. Pero el tiempo pasó y él nunca llegó, lo cual era demasiado extraño porque siempre estaba ahí desde que JungKook se fue.
—Disculpe—se dirigió a la anciana con voz tenue— ¿Sabe a qué hora se presenta el padre Min?
— ¿No lo supo? —inquirió la anciana sin darle la cara y mirando el altar—Se fue sin avisarle a nadie.
— ¿Cómo dice? —abrió los ojos en grande.
—Hacía unos cuantos días que nadie sabe de él—respondió y se persignó—El sábado lo vieron entrar a la iglesia, pero después nadie lo vio salir. Los sirios estaban encendidos al día siguiente y su casa está sola. No encontraron su ropa en el armario ni una nota.
— ¿Y nadie sabe por qué se fue? —inquirió Sana aún sorprendida—Quizá salió a predicar.
—Imposible—negó la anciana—No se hubiese llevado toda su ropa ni mucho menos hubiese dejado encendidos los sirios. Además no puede dejar la iglesia sola por tanto tiempo. Todos dicen que se fue porque se cansó de lidiar con nosotros. Dicen que ya no soportaba a los pecadores ni tampoco quería ayudarlos.
— ¿Y vendrá un sacerdote nuevo?
—No se sabe—se encogió de hombros—Ya enviaron una carta a la diócesis. Estamos esperando una respuesta.
Con eso último la anciana se puso de pie y se dirigió hacia la salida de la iglesia. Sana se quedó por varios minutos sentada pensando sobre lo que estaba sucediendo. Creía que tal vez eran señales que ignoraba o que no les daba la importancia que debía. El hecho de que el padre Min se haya ido así sin más le hacía sentir abandonada. Este era su último recurso, pero dado el caso, ahora sólo sentía rencor en su interior.
—Yo no soy una pecadora—dijo con sus ojos llenos de lágrimas— ¿Por qué me castigas así?
El karma es un Dios bueno, misericordioso y libre de rencores. Él no castiga, los mortales lo hacen solos con sus acciones. Hay cosas en las que él no puede interferir por más que lo desee. Tal vez tiene el poder, pero sabe que no sería justo, aun así a todos los perdona y los recibe después de haber ajustado cuentas en el purgatorio.
Sana pensaba que tal vez esa filosofía era estúpida y que no servía de nada. Había sido JiMin quien cometió pecado, quien los desafió e incluso se atrevió a escapar, entonces ¿por qué la castiga a ella?
Sólo podía haber una explicación.
—Tú no existes—le dijo con rencor—Todo esto es una maldita farsa para volvernos ciegos y hacernos creer en cosas que no tienen sentido. Ha sido una pérdida de tiempo. ¿Por qué no lo castigas a él? ¿Por qué le permitiste escapar? No se lo merecía. ¿Qué no ves cómo nos dejó? ¡Estamos arruinados!
Podían pasar más cosas, podían venir más enfermedades y más lecciones que dejaban en claro lo evidente, pero ni así Sana aceptaría cada uno de sus errores ni mucho menos que estaba equivocada, que en realidad ella era la pecadora y que Dios la veía, que ni siquiera podía castigarla aunque sabía que se lo merecía. Todo era el mismo karma que siempre se encarga de cobrar facturas cuando aún se tiene vida.
Salió de la iglesia con muchos pensamientos y con demasiadas preguntas que nunca tendrán respuesta. Cuando llegó a casa fue a su habitación para buscar más cigarrillos, pero SeHun no la recibió de buena manera.
— ¿Dónde carajo estabas, mujer? —le dijo—Llevo mucho tiempo esperando a que me traigas mi desayuno.
—Levántate tú y hazlo—le dijo ella mientras buscaba sus cigarrillos con desesperación.
— ¿Qué no te das cuenta de que estoy enfermo? —le dijo y la miró de mala manera—Es tu obligación atenderme, así que deja de hacerte la estúpida y hazte cargo.
— ¡Tú eres el estúpido! —le gritó—Mírate, tanto dinero no te sirve de nada porque te estás muriendo en esa cama.
No sabe cómo ni por qué, pero SeHun salió de la cama y fue hacia donde ella estaba buscando sus cigarrillos. Aprovechó que estaba desprevenida y la tomó del cabello para arrojarla al suelo.
— ¡A mí no me hables así, maldita perra!
Pero el esfuerzo en su condición siempre le provocaba reacciones negativas. Cayó al suelo cerca de ella, sin embargo, su rabia desmedida lo llevó a soltarle una bofetada fuerte, tanto, que le sangró el labio inferior.
Sana se llevó una mano a esa mejilla y luego se le fue encima. Se montó sobre él y también le dio una bofetada y de más golpes con sus puños sobre su pecho.
— ¡Ya muerte! ¡Maldito! ¡Cabrón! ¡No sirves para nada! ¡Te odio!
Y muchas cosas más le gritaba sin darse cuenta de que sufría un ataque respiratorio que pronto lo dejó inconsciente sobre el suelo.
— ¡Ya muerte! ¡¿Qué esperas?!
Al poco rato sus brazos perdieron fuerza y gradualmente dejó de golpearlo, cuando todo a su alrededor se quedó en silencio lo notó.
—Dios mío—susurró y se alejó del cuerpo inconsciente de su esposo.
Domingo 12 de agosto de 1945
Los movimientos de JungKook eran bastante rápidos, duros y certeros. JiMin yacía en posición de cuatro sobre la cama recibiendo las embestidas de su prometido. Miró su dedo anular izquierdo que era adornado por un hermoso anillo de oro puro que le entregó aquella tarde donde le pidió su mano a NamJoon. No había mejor sueño que este. No había mejor mañana que despertar con él en su interior al tiempo que gruñe su nombre con mucha necesidad.
Era costumbre abrir los ojos en la mañana, sobre todo los domingos que ahora JungKook descansaba, y tener erecciones matutinas que eran bien atendidas. Posiciones habían probado muchas y trataban de que fuesen diferentes, pero sin duda, el mayor disfrutaba de tener la obscena y deliciosa vista de su pene entrando y saliendo de la entrada de JiMin. Siempre lo recibía tan bien que lo volvía loco al instante de sentir su calidez. Todo se volvía intenso y a veces sentía que no tenía el control de sí mismo.
Justo ahora su mente se nubla porque está demasiado cerca y no tiene compasión de él; lo toma de la nuca para hundir su rostro en la cama y es entonces que lo estoca duro, dando justo en el punto que desea tocar.
— ¡Ah! ¡JungKook! ¡Sí! ¡Más!
Aunque la cama amortiguaba los gemidos, aun así pudo escucharlos y fue como logró llegar a su primer orgasmo del día. Segundos después JiMin le siguió con un gemido bastante agudo que pudo escucharlo mejor cuando lo tomó de los cabellos para acercarlo a su cuerpo. Lo abrazó y enterró el rostro en su cuello para olfatearlo y posteriormente besarlo. Aun así su cuerpo estaba caliente y necesitaba de la cercanía para relajarse un poco.
Su semen terminó por descargarse en el interior del rubio y salió de él con un poco de cuidado. Al final de todo terminaban recostados en la cama con sus respiraciones agitadas y con sonrisas dibujadas en sus rostros.
Las mañanas de domingo siempre eran buenas para ellos.
—En la noche quiero montarte—le dijo JiMin de pronto.
—Justo iba a pedirte lo mismo—se rio JungKook.
Éste se giró sobre la cama para cubrir a su hombre con todo el cuerpo y lo besó lento pero muy apasionado. Su lengua se juntó con la contraria y disfrutó de las sensaciones que se instauraban en su estómago.
Todo era perfecto, incluso tomando un baño juntos en la comodidad de su casa. Ahora NamJoon y su familia ya no vivían con ellos, y debían admitir que los extrañaban mucho, sobre todo las risas contagiosas de SooBin, pero les hacía falta su privacidad. Gemir y ser escandalosos por las mañanas y por las noches, también andar desnudos por la casa si eso querían.
NamJoon lo sabía y era por eso que hacía dos semanas que se mudó a otra casa que estaba justo en el centro de Londres donde JungKook trabajaba en el periódico. Consiguió trabajo de gestor de agricultura y ganado debido a los muchos conocimientos que tenía y le iba bastante bien, además del oro y dinero que aún guardaba con esmero.
SoYoon estaba feliz con eso y por fin se sentía tranquila de quedarse en casa para cuidar de su pequeño e incluso de confeccionar ropa, pues hacía unos tres días que recibió la sorpresa de su esposo trayéndole una nueva máquina de coser.
Habían quedado de reunirse en la iglesia que estaba en el centro también para poder tomar la misa dominical. Hacía mucho perdieron la costumbre y optaron por comenzar a hacerlo de nuevo, después de todo, estaban muy agradecidos con Dios por la nueva oportunidad que les había dado y la mejor forma de compensarle era dedicándole una hora los domingos y los cortos rezos que hacían por las mañanas y por las noches.
JiMin hubiese querido que el par de chiflados los acompañaran, pero seguramente estaban haciendo de las suyas, aunque prometieron que algún domingo lo harían.
NamJoon y su familia se les unieron, porque tampoco querían perder su vida católica como tal, para ellos Dios era muy importante y le agradecían eternamente por haberles permitido dejar Busan para hacer una nueva vida en Londres.
Cuando entraron a la catedral la miraron con detenimiento. Era bastante grande e imponente. Mucho más grande que su parroquia en Busan y también se sentía un aura completamente diferente, sobre todo porque ahí nadie los conocía, y si los miraban con curiosidad era por su nacionalidad, pero no pasaba a más.
JiMin experimentó mucha paz escuchando la palabra de Dios, esta vez de un sacerdote completamente distinto. Mucho mejor si JungKook estaba a su lado. La oración de hoy la destinaron para que la paz llegue al mundo de nuevo. Estados Unidos y Japón continuaban en conflicto, pero era más una lucha de poderes y orgullo que meras causas convincentes. Y resultaba bastante desagradable que más vidas se perdieran sólo por el egoísmo de personas deshumanizadas.
Escucharon el sermón que, curiosamente, hablaba sobre cambiar una vida y empezar de nuevo, no sólo en el ámbito personal, también en el espiritual. JiMin sentía el cambio en su interior y le agradecía a Dios por ello. Le pedía que no le quitara esto que le hace tan feliz; a su familia.
—Es importante reconocer nuestros pecados y tratar de enmendarlos. El arrepentimiento nos hace sabios, nos vuelve mejores personas—decía el sacerdote—Pero lo único que jamás será un pecado es el amor... no importa a quien ames, jamás podrá ser un error.
JiMin y JungKook no eran la única pareja de hombres que se encontraba ahí pidiendo una bendición. Otros buscaban respuestas o una señal. Y ahí estaba. Por eso se miraron y se sonrieron contentos. Por fin tenían lo que tanto anhelaron cuando tuvieron que separarse tan abruptamente.
Por fin eran felices.
La duración de la misa dominical en Londres fue de una hora y media. Después de eso salieron juntos con NamJoon y su familia detrás. Ahora interactuaban con muchas personas gracias a que comenzaban a dominar el inglés. Al menos eso le agradecían los hermanos Park a sus padres; el cerebro audaz que poseían para aprender cualquier cosa que les enseñaran.
Se quedaron un rato fuera de la iglesia porque un par de niños se acercaron a estrechar la mano de JungKook, como ya era costumbre. El hombre coreano que salvó a un niño judío era una de las historias más contadas en ese lugar y la gente sabía reconocerlo.
JiMin miraba la escena con una sonrisa pensando que él sería un gran padre y sabe que será un gran esposo, no importa que sólo lo harán de manera simbólica. Sintió mariposas en su estómago al imaginar su nueva vida, pero salió rápidamente de su ensoñación cuando una mano tocó su hombro.
— ¿JiMin-ah?
Los ojos del aludido se abrieron en grande al verlo frente suyo.
— ¿Padre Min?
Ambos sonrieron contentos y no pudieron evitar darse un abrazo rápido debido a la emoción del reencuentro. De todas las probabilidades en el mundo una fue la acertada.
—Es una grata sorpresa. Dios te bendice—le dijo el mayor.
—Las mismas bendiciones, padre—le hizo una reverencia— ¿Qué lo trajo hasta este lado del mundo?
—Pues...
Giró su rostro y detrás de él se acercó un hombre castaño con una sonrisa linda y amable. JiMin no necesitó pensar demasiado para saber que se trataba del amor fallido del padre Min y se sintió muy emocionado por eso, porque sin duda él también merecía ser feliz.
—Te presento a Jung HoSeok—habló el mayor con una sonrisa llena de orgullo—El hombre al que amo... del que alguna vez te conté en confidencia.
—Oh, es un placer—le hizo una reverencia—Soy Park JiMin.
—Me han hablado mucho de ti—le dijo HoSeok haciéndole una reverencia también—Parece que en Busan eres muy famoso—sonrió burlón.
—Me esforcé mucho para que fuese así—expresó con timidez.
—Pues ya lo escuchaste; amar no es un pecado.
JiMin mostró una media sonrisa y miro hacia donde JungKook se acercaba a él con ese uniforme de militar que lo hacía ver más atractivo que nunca y que conseguía hacer que sus piernas temblaran. Estaba en las nubes cada vez que tenía esa imagen tan sexy de él.
Muchas señoritas lo miraban y le sonreían coquetas, pero para JungKook sólo existía JiMin y nadie más.
— ¿Padre Min? —inquirió el azabache en cuanto lo vio.
—Ya no me llamen así, por favor—negó divertido—Desde hacía un mes abandoné ese cargo.
HoSeok salió detrás suyo y abrió los ojos con mucha sorpresa al igual que JungKook. Aunque sólo hablaron una vez, jamás van a olvidar aquel día que hablaron sobre el amor diverso y donde se hicieron confesiones para sentir libertad.
Aquello marcó un antes y un después en sus vidas.
—Padre Jung... no puedo creer que esté aquí y...—los miró a ambos—Es una coincidencia muy grata.
—Lo mismo digo, joven JungKook—sonrió y miró al rubio—Me sorprende saber que JiMin es ese hombre del que usted me habló.
—Hay muchas cosas sorprendentes en este momento—expresó.
— ¿Padre Min? —se unió NamJoon.
—Por favor, ya no más padre Min—suplicó.
La vida daba demasiadas vueltas. Lo que se conectó desde un inicio se quedaba así hasta el final. Tal vez entre ellos no existían las coincidencias y eran parte de los planes del destino que los hicieron coincidir con sus historias de vida y ahora en este lugar.
Fueron a la casa de JiMin y JungKook para almorzar juntos y platicar. Había mucha curiosidad por saber qué habían hecho todos durante este tiempo que se dejaron de ver.
—Ya había tomado la decisión de marcharme. Desde hacía un tiempo sentía que ya no pertenecía a ese lugar—decía YoonGi con mucha tranquilidad—Quise aferrarme a mi posición de sacerdote y continuar ese camino que se me encomendó, pero en algún punto sentí que ya no merecía estar ahí.
— ¿Cuándo decidió eso? —preguntó el azabache.
—Antes de que llegaras, JungKook—se rio un poco—Pero me quedé porque yo lo noté desde el inicio... la forma en que se miraban y luego la cercanía que desarrollaron. A mí no me engañaron.
Las mejillas de JiMin se ruborizaron un poco al pensar que quizá alguna vez el padre Min los vio besarse o incluso mirándose de esa forma, mientras creía que nadie sospechaba, no hasta que ChaeWon los vio con sus propios ojos, pero al menos es un consuelo saber que él prefirió cubrirlos antes que atacarlos, porque los entendía a la perfección.
—Entonces... ¿cómo se encontraron? —preguntó el rubio.
—Después de haber hablado con JungKook en Berlín decidí que era el momento de arriesgarme por mi propia felicidad—contaba HoSeok—Ya había salvado muchas vidas incluso arriesgando la mía. Y para serles franco no me interesaba fallar en el intento. Lo único que quería hacer era contribuir para que la guerra se terminara y así poder volver. Cuando JungKook me confesó que era sacerdote y que estaba enamorado de un hombre, estuve seguro de que esa era la señal que Dios me enviaba. Así que días después partí de vuelta a Busan.
— ¿Y qué pasó después? —preguntó JungKook bastante interesado.
—Decidimos escapar—respondió HoSeok—Y miramos el primer lugar en el mapa que fue aquí.
Los únicos que permanecían callados eran NamJoon y SoYoon. Todavía estaban procesando la noticia de que el padre Min, ese mismo que los unió en sagrado matrimonio y que por mucho tiempo fue su sacerdote de confidencia, también estaba enamorado de un hombre y que éste mismo también era un sacerdote.
No los juzgaban, simplemente era una sorpresa que nunca se hubieran esperado.
— ¿Cuándo llegaron? —preguntó JungKook.
—Hace poco más de una semana—respondió YoonGi—Necesitaba huir de Busan, ya no tenía nada que hacer ahí.
—Lo entendemos—dijeron JiMin y JungKook al mismo tiempo.
YoonGi sonrió y bebió un poco más de jugo mientras los observaba. A su mete llagaron Sana y SeHun, preguntándose cómo estarán en este punto. La última vez supo que ambos pelaban demasiado y que el cáncer del hombre lo estaba consumiendo rápidamente. A su parecer ellos ya habían decretado su propio destino.
—Padre Min—le llamó NamJoon pero el aludido le dedicó una mirada de súplica—Lo siento... YoonGi... ¿pasó algo relevante con mis padres?
JiMin bajó la vista hacia su plato de fruta porque no estaba muy seguro de querer tocar esos temas. Seguía sin tener alguna reacción por la enfermedad de su padre y los problemas financieros que estaban atravesando.
—Te aconsejo, NamJoon, que ya no pienses en ellos—le dijo con voz serena y miró a JiMin—Su vida está aquí y ahora, lejos de todo aquello que destruía a sus espíritus. No se condenen por asuntos que ya no les corresponden y de los cuales no tienen culpa alguna.
—Cuando me fui las cosas no estaban bien—dijo con una mueca.
—Y siguen del mismo modo—asintió pensativo—Yo intenté dialogar con ellos para hacerlos entrar en razón, pero están demasiado arraigados en sus ideales. Ya no hay nadie que pueda salvarlos. Y está de más decir que nuestro Dios es el único que puede juzgarlos—hizo una pausa y agregó—Ahora son libres, así que no piensen en eso. Ustedes no les deben nada.
El rubio continuaba con la mirada hacia abajo pensando en que si su padre no se preocupó por él cuando estuvo a punto de morir de fiebre, entonces tampoco tiene que preocuparse por él aun cuando su enfermedad es más grave y más mortal.
Nadie dijo nada al respecto y lo dejaron todo en manos de Dios, como corresponde. Así que el almuerzo fue más liviano donde JungKook se convirtió en el protagonista de la conversación. JiMin nunca se cansaría de escuchar una y otra vez lo que tenía para contar sobre su experiencia en la segunda guerra mundial. Y todos ahí pensaban igual.
Al final, los primeros en marcharse fueron NamJoon y SoYoon prometiendo que el siguiente domingo asistirán a misa con ellos. SooBin agitó su manita en el aire para despedirse de su tío, mientras que éste le sonreía encantado. Tal vez no podría tener un hijo, pero lo tenía a él y con eso todo estaba bien.
Antes de que la pareja también se marchara, JungKook se acercó a YoonGi para decirle algo importante.
—JiMin y yo nos vamos a casar simbólicamente—informó con una sonrisa alegre y tomó de la cintura al aludido—Yo sé que ya no se considera un sacerdote, pero de verdad sería un honor para nosotros que usted lleve a cabo la ceremonia... ¿Qué dice?
A estas alturas había cosas que a ellos ya no podrían sorprenderles y YoonGi fue, casi desde el inicio, un apoyo para ambos, para que tuvieran lo que él en su momento no pudo. Y eso no había cambiado desde entonces.
—Para mí sería un honor—asintió complacido—Siempre y cuando tú hagas lo mismo por nosotros—agregó.
—Yo estaría encantado de unirlos en sagrado matrimonio—aceptó JungKook con una sonrisa.
JiMin sintió emoción al ver que su boda con el hombre de su vida ya era un hecho total. En cuanto la puerta fue cerrada se lanzó a sus brazos para besarlo y para dar saltitos de emoción. Cada pequeño paso que daban en su vida era un logro y esto se convertía en el mayor de ellos.
Era su karma.
—Te amo—susurró JiMin.
—Al igual que yo—correspondió JungKook.
La emoción los llevó hacia su habitación donde continuarían demostrándose todo el amor que sentían el uno por el otro.
Ese también era su karma.
Estar juntos.
El karma es relajante.
Hellowww!!!
Nueva actualización.
Ahora sí, mis chicas bellas. El siguiente capítulo es el final de esta bella historia, peeeeerooooooo, esto tiene epílogo y tres extras uf!!!
Yo creo que mañana no actualizo Snow Flower porque, como es el final, pues está un poco mucho largo, así que le debo de dedicar tiempo.
Pero en un rato sí actualizo Snow Flower porque la cosa se va a poner interesante jsjsjs
Espero que les haya gustado. No se olviden de votar y comentar.
Las tkm!!!!
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