38 Culpable Como El Pecado
"Cómo anhelo nuestros encuentros furtivos.
Sin siquiera tocar su piel...
¿cómo puedo ser culpable como el pecado?"
Guilty As Sin? – Taylor Swift
Sábado 24 de marzo de 1945
No estaba siendo nada fácil, ni siquiera por tener tanto dinero podrían asegurar un futuro próspero. Eran tan culpables como el pecado, pero no lo admitirían por el mísero orgullo.
Lo peor de todo esto, sin duda, fue presenciar cómo SeHun estuvo a punto de perder la vida por un infarto, pero afortunada o desafortunadamente se salvó. Aunque la situación no se quedó en un simple susto, porque con esto vinieron más cosas, unas que ninguno se hubiese atrevido a imaginar.
Su médico de confianza se tuvo que hacer espacio para atender a Park SeHun. No tenía opción porque siempre le pagaban muy bien y tampoco podía ir en contra de ese hombre, pues su dinero lo intimidaba lo suficiente. Sin embargo, esta ocasión ni siquiera podría hacer uso de eso, debido a que la situación era más complicada de lo que parecía.
— ¿Y por qué no ha despertado? —preguntó Sana con un tono autoritario—Se supone que para eso le pagamos lo suficiente y no hace su trabajo.
—Quisiera poder controlar la reanimación del señor Park, pero no es algo que esté en mis manos—se defendió ya harto de los desplantes de la familia—Lamentablemente la medicina aquí en Corea no es tan avanzada como en otros países. Además está demasiado débil. Es evidente que no se alimenta correctamente y que ha fumado demasiado en el último año.
— ¿Eso provocó el infartó? —preguntó la mujer con la misma expresión.
—Y algo más—respondió después de un suspiro.
No quería ser él quien diera la noticia de su posible diagnóstico, pero todo apuntaba en esa dirección. Tendría que soportar los posibles gritos de la mujer y tal vez más cosas, sin embargo, la paga lo valía.
—No estoy entendiendo—lo miró de mala manera—Explíquese bien.
—No es fácil, señora Park—dijo el hombre—Y lamento ser portador de malas noticias, pero las consecuencias de los malos hábitos del señor Park no sólo trajeron consigo un infarto, también... cáncer.
— ¿Cómo dice? —abrió los ojos completamente aterrada—Eso no puede ser.
—Lo síntomas que presentó después del infarto son los mismos—informó y volvió a soltar un suspiro—El problema es que aquí la medicina no es muy precisa. Yo recomiendo que vayan a Seúl. Sé por un colega que ahí están avanzando un poco más, aunque... lo mejor sería ir a otro país como en los Estados Unidos.
— ¡¿Qué no se supone que es su trabajo?! —gritó Sana—¡Usted haga algo! ¡SeHun no puede morir!
— ¡No hay cura para el cáncer! —alzó un poco la voz—No puedo hacer más que recetarle medicamento previo, pero el resto no está en mis manos. Ustedes necesitan dirigirse con un especialista. Y más vale que lo hagan lo antes posible.
El médico no estaba dispuesto a continuar con la plática, porque la señora Park creía que su dinero era mágico y que eso sería suficiente para salvar la vida de su esposo. Pero ella bien sabía que no era así, aunque sí estaba dentro de sus posibilidades hacer ese viaje largo para buscar a un médico que sea capaz de contrarrestar el cáncer o, mejor dicho, alguien que le diga que no se trata de esa enfermedad.
¿Cómo pueden ellos estar viviendo en esta miseria si ni siquiera cometieron pecado?
Sana creía que ni ella ni mucho menos SeHun merecían estar en estas condiciones. El único que merecía todos los castigos posibles era JiMin. Esperaba que donde quiera que esté se encuentre mal, mucho más que ellos que sólo se consideran víctimas dentro de todo esto.
Entró de nueva cuenta a la habitación que compartía con SeHun donde ahora él descansaba. No había despertado después de que le dio ese infarto y Sana se sentía cada vez más miserable. Odiaba la idea de tener que cumplir con ese deber de esposa; cuidarlo hasta que pueda sanar o hasta que al menos mejore.
— ¿Se puede pasar, madre? —preguntó NamJoon cuando se asomó por la ventana.
—Sí, adelante—respondió ella sin dejar de mirar a su esposo.
— ¿El doctor dio noticias concisas sobre la salud de mi padre? —preguntó con cautela.
La mujer suspiró desganada y caminó hacia donde estaba su gran ventanal que le daba una de las mejores vistas hacia el pueblo y el paisaje, pero ahora eso parecía insignificante, porque toda la catástrofe estaba detrás de ella y no sabía cómo manejarlo. Esto era insulso y eso hacía que lo detestara con todas sus fuerzas. Lo único que le gustaba de estar casada con Park SeHun era la buena vida, más no las complicaciones.
—Tu padre tiene cáncer, NamJoon—informó la mujer así sin más—Así que de momento tú eres el hombre de esta familia, y debo pedirte que actúes como tal.
El aludido miró en dirección a donde su padre yacía inconsciente o profundamente dormido. La noticia le caía de golpe y lo dejaba completamente quieto en su lugar sin saber qué decirle a su madre. Le sorprendía que ésta lo dijera tan a la ligera o que ni siquiera mostrara un ápice de preocupación por la situación. Realmente no sabía qué esperar de ella... ni de nadie que viva en esta casa.
No puede negar que sintió lastima por la situación de su padre. Verlo ahí en la cama tan desmejorado y completamente vulnerable le hacía apiadarse un poco de ese lado humano que posiblemente aún le quedaba y el que se debilitó por completo a causa de sus malos hábitos y de sus rencores desmedidos. Pero pronto entendió que no se comparaba con todo aquello que JiMin tuvo que sufrir. Creía que podría ser lo justo a cambio de la felicidad de su hermano.
Acepta que sus padres cometieron muchos pecados, incluso mucho antes de que se desatara toda esta situación con el padre Jeon. Y está consciente de que, de alguna u otra forma, deben pagar por todo aquello que hicieron, aunque ellos no quieran aceptarlo o siquiera pedir perdón a Dios.
—Todo es culpa de ese mal nacido—escupió Sana sin dejar de mirar por la ventana—JiMin es el culpable de todo.
NamJoon se quedó en el mismo lugar escuchando las palabras rencorosas de su madre y con eso entendió que ya no había nada más por hacer con ella, ni con su padre. Tal vez nunca dejarán de lado su narcisismo y su soberbia orgullosa, porque estaban tan arraigados en su mundo que ahora sería difícil que pudieran salir de ahí para aceptar las responsabilidades de sus actos cometidos.
—Maldito el día en que lo concebí—dijo y de sus ojos escaparon lágrimas de rencor—Maldigo el momento en que decidí traerlo a este mundo. Maldito sea a donde quiera que vaya. Maldita toda su vida... maldito pecador.
Definitivamente ellos nunca cambiarían, porque preferían echar culpas que asumir las suyas o que intentar ser buenas personas. Sus corazones estaban completamente envenenados de rencor y de sus ideas clasistas, misóginas y cerradas. No conocían el concepto del amor verdadero porque estaba más que claro que nunca se los enseñaron. Y sólo tuvieron hijos con el motivo de establecer otra mina de oro en ellos, algo que los hiciera más ricos y poderosos.
NamJoon pensó que sus mismos padres le daban asco.
—Esta será una carga muy pesada para mí—dijo Sana después de varios minutos de silencio—Y yo debo también preocuparme por mi salud antes de enfermar como tu padre. Así que dile a SoYoon que venga para que lo cuide y se encargue de mí también.
—Ya le había dicho que mi esposa no es una criada más de esta casa—se opuso y le dedicó una mirada severa.
—Es mi nuera y su deber es cumplir mis órdenes—intentó refutar y se giró hacia él—Sería una mal agradecida si no viniera a cuidar de sus suegros. Por nosotros tiene una vida acomodada y llena de lujos.
—No es algo que ella les haya pedido—la retó y se acercó unos cuantos pasos—Mi esposa no vendrá a cumplir con responsabilidades que no le competen. Para eso tiene a su personal, lo mejor es que les pida a ellos todo lo que necesite.
—No seas insolente—le dedicó una mirada amenazadora—Haz lo que te ordeno.
—He dicho que no, madre—nuevamente se negó y alzó la voz—No insista con eso. Y basta de utilizar a mi esposa como un objeto—dijo y se dio la vuelta para marcharse, pero antes se detuvo para decir algo más—Me haré cargo de todo en los negocios, pero a mi esposa no la moleste. Ya suficiente tiene con cuidar a mi hijo. No tiene por qué también cuidarlos a ustedes. Su deber como esposa de mi padre es cuidar de él. No se deslinde de esa responsabilidad.
Y salió de la habitación con sus manos echas puños, mientras que Sana decía maldiciones por lo bajo e incluso miró con resquemor a SeHun. No soportaba esto. Nunca quiso sufrir la desgracia de la decadencia y mucho menos de la pobreza. No quería hacerse cargo de sus responsabilidades y por eso explotaba a SoYoon, pero ahora incluso eso estaba fuera de sus manos.
NamJoon estaba harto de todo y había detallado un plan, sin embargo, la repentina enfermedad de su padre le afectaba más de lo que pensaba. No era bueno para él tener todavía lástima por ellos.
Cuando llegó a su casa buscó a su esposa donde siempre y le dio un fuerte abrazo. Odiaba tener que tenerla aún en esta situación cuando le había prometido todo lo contrario.
—Mi padre ha enfermado—informó—Pero todo sigue en pie. Esperemos a que mejore y a que reunamos lo suficiente. En cuanto eso suceda nos iremos de aquí... para siempre.
SoYoon asintió comprensiva y nuevamente se echó a los brazos de su esposo para sentir un poco de calidez.
Eran tiempos difíciles, pero al menos les consolaba que JiMin estaba lejos, muy lejos de aquí y que seguramente era inmensamente feliz.
Lunes 23 de abril de 1945
Les había tomado un mes completo poder llegar hasta Berlín, Alemania, y decidieron que se quedarían unos días en ese lugar. El objetivo de estar ahí era para que JungKook obtuviera información de la guerra y también para saludar al padre Jung a quien JiMin ansiaba conocer.
Se les metió en la cabeza comprobar su teoría de que estaban hablando de la misma persona, pero para su mala fortuna, cuando entraron a la catedral preguntando por él, les dijeron que lo habían asignado en otro país de manera repentina y que no sabían exactamente a dónde se fue.
El padre Jung HoSeok se había marchado con el propósito de cumplir su última misión en su cargo y como un modo de pagar sus deudas con Dios.
JiMin se sintió triste y pensó mucho en el padre Min quien seguramente estaría ansioso de poder volver a ver al hombre de quien se enamoró, pero quizá la vida y el destino no daban las mismas oportunidades a todos y eso lo mantuvo pensativo durante todo el camino.
Ahora abordarían un tren que los desplazaría lo más cerca posible a la frontera con Francia; el último país que visitarán en su recorrido.
Además de pensar en el padre Min y en su desafortunada vida amorosa, también pensaba en su padre debido a sueños extraños que tuvo en los últimos días. Siempre fue fiel creyente de que los sucesos en la mente mientras duermen son señales premonitorias sobre cosas que suceden o que están a punto de suceder.
Nada que pase por su cabeza no se refleja en su rostro y JungKook aprendió a leerlo aun cuando permanece en silencio. Todo este tiempo juntos, más el que compartieron en Busan, fue suficiente para que pudiera conocerlo; sus expresiones, sus manía, sus hábitos, todo. Por eso no pasaba desapercibida la forma en la que se mantenía callado mientras observaba el suelo o, en este caso, por la ventanilla del tren donde viajaban.
Se puso de pie después de analizarlo y cerró con seguro el cancel que los cubría del exterior. Luego se acercó a él para sentarse a su lado pasando un brazo por sus hombros para acercarlo. Besó su mejilla con cariño y coqueteo, algo que lo hizo reír bajito.
—Otra vez estás demasiado pensativo—le dijo con voz baja—Discúlpame, ángel. Pero me es imposible no notarlo.
—Está todo bien—le sonrió, aunque de manera débil—Es sólo que... he tenido sueños extraños con mi padre y me pregunto... ¿qué tan mal la estará pasando?
JiMin bien podía tener esos pensamientos y no poder evitarlo, pero eso no significaba que sintiera pena, tristeza o incluso lástima, más bien era incertidumbre, mera curiosidad. Sin embargo, JungKook lo interpretaba de otro modo; pensaba que tal vez ahora reflexionaba sobre sus decisiones tomadas y que estar aquí con él no era como lo había imaginado. Tenía miedo de preguntar, pero era necesario liberar todas esas tensiones.
— ¿Te arrepientes? —decidió ser directo—¿Crees que esta fue una decisión precipitada y mal tomada?
— ¿Qué? —inquirió sorprendido y lo miró con sus ojos abiertos.
—Eso parece—le dedicó una mirada melancólica—No quisiera obligarte a algo que ya no quieres hacer...
—JungKook, estás loco—lo detuvo y lo tomó de ambas mejillas— ¿Por qué me arrepentiría de haber escapado con el amor de mi vida? ¿Eh? ¿Por qué querría regresar a una vida donde nunca se me respetó?
—Allá tenías lujos y comodidades—respondió temeroso—Tenías dinero y todas las posibilidades... yo... no ganaré demasiado, no para que...
— ¿Desde cuándo me tienes en un concepto materialista? —lo miró divertido—Querido, no desvíes tus pensamientos por donde no hay razón. Si estoy aquí contigo es porque soy tuyo y porque soy feliz a tu lado.
—Últimamente piensas mucho en tu padre...
—Pero eso no significa que quiera regresar—refutó antes de que pudiera continuar—No pienses mal de mí debido a los pensamientos que me invaden, porque nada malo sucede. Te lo aseguro. Además, no me serviría de nada tanto dinero si no tenía amor sincero, no como el que tú me has dado.
JungKook sonrió un poco avergonzado. Y es que había veces en las que no podía controlar a sus inseguridades, siendo muy necesario tener que externarlas o terminaría por arraigarse en algo que no era sano para él. Era bueno que JiMin se encargara de aclarar todo de esa manera y que incluso se atreva a mirarlo de esa forma, pues con eso era suficiente para no creer en cosas erróneas.
—Lo siento, ángel—dijo avergonzado—Te prometo que todo estará bien con nosotros y me esforzare para que tengamos lo mejor.
—Lo haremos juntos, querido—sonrió complacido.
El azabache asintió y se permitió observar los labios de su hombre antes de acercarse a ellos para besarlos con dulzura, con amor y con anhelo. JiMin se había convertido en su mundo entero y en todo lo que deseaba en esta vida. Nadie fue tan importante ni mucho menos nadie le provocó lo que él con tan sólo una mirada. Además de las corrientes eléctricas que sentía por todo su cuerpo cuando lo besaba de tal manera. Lo disfrutaba, le encantaba y estando en privacidad le hacía pensar cosas que podrían no ser del todo correctas.
— ¿Necesitas algo más para creerme? —preguntó el rubio con voz sensual sin haber desecho el beso.
—Tal vez—asintió con el mismo tono—Si te desnudas para mí en este momento, confiaré en ti ciegamente.
JiMin soltó una risita soplada, porque pensó que quizá estaba bromeando, pero pronto descubrió que no era así. No temía hacerlo, realmente, despertaba su curiosidad al tiempo que se ponía de pie para quitarse su abrigo y posteriormente su camisa. Las prendas cayeron al suelo, pero la mirada de JungKook estaba clavada en su cuerpo y en la sonrisa traviesa que le mostraba.
Cuando subieron al tren no tenían planeado esto, dado que antes de salir del lugar donde pasaron la noche, habían hecho el amor apasionadamente. Pero justo ahora hay algo que los motiva y que les excita; la idea de estar en un vagón del tren donde hay personas justo al lado de la división de madera.
Querían descubrir cómo era y resultaba más poderoso el instinto de entregarse aquí y ahora, para que las dudas no vuelvan a aparecer en ninguno de los dos.
Lo que era un secreto para el mundo, para ellos era lo más valioso que tenían. Era lo que los mantenía con vida.
El cuerpo de JiMin quedó expuesto ante un par de ojos oscuros que brillaban con deseo. JungKook moría de ganas por tenerlo cerca y clavar sus dedos en cada parte de su piel que pueda alcanzar. Aún hay unas cuantas marcas en su torso y eso le hacer sentir orgulloso. Descubrió que dejar huellas de sus besos era una adicción y un placer inigualable, porque realmente lo sentía como suyo.
—Debemos ser parciales en esto, ¿no crees? —preguntó el rubio con una sonrisa de lado.
—También puedes hacer conmigo lo que quieras, y lo sabes perfectamente—respondió con un tono seductor.
JiMin amplió la sonrisa al tiempo que se acercaba nuevamente a JungKook para quitarle toda la ropa. Si iban a jugar lo harían bien. Y para eso necesitaban estar completamente desnudos. Cuando el azabache quedó expuesto, el rubio sonrió travieso y se sentó en su regazo, casi gimiendo al instante por sus erecciones que se rozaron por un efímero momento. Juntaron sus cuerpos calientes y disfrutaron de la sensación, pero sin duda fue mejor cuando comenzaron a tocarse mutuamente. Mientras las manos de JiMin viajaban por los pectorales de su mayor, éste amasaba sus glúteos y de vez en cuando les daba pequeños golpecitos. Tenerlo así de vulnerable y sólo para su disfrute era la mejor sensación del mundo. Era todo lo que necesitaba.
Lo sujetó con fuerza para pegarlo a su cuerpo y luego atacó sus labios al mismo tiempo que separaba sus nalgas de manera obscena. Ya habían hecho esto muchas veces y descubrían con cada una de ellas que podía ser más placentero si se lo proponían.
Los sonidos de sus besos se escucharon en el pequeño lugar, incluso uno que otro gemido ahogado escapó, pero sabían que justo ahora no podían ser tan ruidosos como ya se habían acostumbrado.
—Quiero tus dedos, JungKookie—dijo el rubio con voz aguda y necesitada.
—No tienes que pedirlo—le susurró.
De manera sensual, el azabache chupó sus dedos frente a los ojos curiosos y deseosos de JiMin. Nunca perdió el contacto visual, porque le gustaba que lo retara de esa manera y que incluso le sonriera con picardía. En momentos como este resultaba el ser más hermoso del mundo y por el cual haría cualquier cosa, incluso esperar hasta que esté listo para incrementar el nivel de sus momentos de pasión.
Había encontrado también cierta satisfacción en meter sus dedos en el estrecho lugar que siempre lo recibía bien, empezando con un dedo y acariciando sólo por encima, aunque segundos después se deslizaba lentamente y eso hacía que su rubio soltara un gemido.
—No tan fuerte, ángel—le susurró.
—Es... se siente... tan bien—suspiró pesado—Necesito... más.
JungKook besó su cuello y se tomó el atrevimiento de dejar una marca en ese lugar. De cualquier forma pensarán que fue una mujer y no él que se lo come vivo con frecuencia, pero al menos para el resto del mundo significaba que él ya pertenecía a alguien.
Mientras su dedo se deslizaba lentamente podía sentir que JiMin se acostumbraba rápidamente. Últimamente no era difícil hacerlo de ese modo, ya que con el tiempo aprendió cómo hacerlo mejor. Además, su propósito era prepararlo lo suficiente para cuando el momento llegue, porque es evidente que su tamaño no es para nada pequeño.
Lo que le encanta es que JiMin lo disfruta y que incluso se lo pide sin sentir pudor. Ahora ya era fácil dejarle ir tres dedos para estimularlo y también para hacerlo correr con fuertes gemidos. Pero él buscaría que el placer fuese equitativo, por eso tomó el miembro de JungKook para masturbarlo con la misma intensidad en que los dedos se movían en su interior.
Ambos ahogaron sus gemidos y se miraron con necesidad. Después sólo se besaron para evitar que más sonidos obscenos se escaparan de sus bocas. Pero al tiempo JiMin sintió el impulso de dar saltitos, algo que no se inmutó de hacer. De ese modo los dedos largos de JungKook llegaron más lejos y estiraron mejor sus paredes. Aunque al principio siempre percibía un poco de dolor, ya en este punto no podía decir lo mismo, pues el placer era inevitable y le erizaba la piel. Le daban ganas de tener algo más grande en su interior y bien sabía qué podía ser.
Después de un rato ambos se acoplaron al ritmo que acogieron; JungKook follándolo con tres de sus dedos y JiMin masturbándolo con avidez. Y con esa intensidad llegaron al orgasmo, pero se vieron obligados a amortiguar sus gemidos con el beso que no habían deshecho por esa misma razón.
Sus cuerpos quedaron empapados de sudor y el semen caliente podían sentirlo en sus torsos, pero no importaba, porque de alguna u otra forma necesitaban esta liberación.
Se miraron juguetones, con complicidad, con deseo y con mucho amor. Lo mejor de esto es que las locuras eran compartidas y lo hacían con el mismo sentimiento. En este punto todo era perfecto porque, aunque sea de esta manera, tenían la libertad de quererse sin temor a que alguien los separe.
La tormenta había pasado y ahora en su cielo se asomaba un arcoíris de siete colores que sólo ellos podían ver.
Sabían que eran tan culpables como el pecado. Incluso antes de tocar sus pieles ya lo eran. Sus encuentros furtivos fueron los mejores y los que definieron el rumbo de lo que ahora estaban sosteniendo con fuerza. Cada recuerdo los había pulido y les dio su propio criterio, además de un motivo importante para defender lo que sentían el uno por el otro.
No los culpes por amarse tan sinceramente. Tal vez nadie sea capaz de experimentar un sentimiento tan puro como el que ellos tienen.
Hello!!!
Capítulo hoy porque tenemos una cumpleañera jsjsjs
Felicidades, chica, espero que te la pases bien hoy!!!
El cap está dedicado a ti :)
Para el siguiente JiMin y JungKook van a estar llegando a Inglaterra.
Tenemos un largo camino por recorrer porque, como ya leyeron, el padrecito Jung se fue otro lugar :o
Espero que les haya gustado. No se olviden de votar y comentar.
Las tkm!!!
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