29 Pecadores Sin Oración
"Dos pecadores no pueden ser expiados
con una sola oración"
David Kushner – Daylight
Sábado 5 de agosto de 1944
Remover los recuerdos del pasado para relatar su vivencia fue algo complicado para el padre Min, sobre todo porque no pudo contener las lágrimas que se deslizaban por sus mejillas, además de que para él todo estaba fresco aún.
HoSeok partió en el mes de febrero de este año, pero se siente como si hubiese sido hacía pocos días. Todo estaba grabado en su corazón, completamente tatuado y eso era algo que no podía borrar aunque quisiera. Y su cariño por ese castaño risueño estaba intacto. Si el día de mañana volviera, sin duda, lo perdonaría sin pensarlo, aun cuando no se lo pidiera.
JiMin estaba completamente quieto en su lugar e impactado por lo que había escuchado. Jamás... jamás se hubiese imaginado que, el tan respetable sacerdote que conoce hacía ya varios años, tuvo un amorío furtivo con un hombre seminarista. A éste sí que lo recuerda y los vio en muchas ocasiones caminando juntos por el pueblo. ¿Quién diría que había mucho detrás de ellos? Y ahora lo sabía, ahora era sabedor de ese secreto que por mucho tiempo el sacerdote ha guardado.
Se quedó en completo silencio después de que lo escuchó relatar todos los hechos que estaban frescos. Eran como una cortada reciente a la que constantemente se le echa limón. Así dolía para el sacerdote y JiMin se vio reflejado en todo eso.
Esperó paciente a que quisiera decir o contar algo más, también le estaba dando su espacio para que se relajara. Podía ver que esto era funesto para él y no quería decir algo incorrecto, algo que lo haga llorar aún más. Sólo observó cómo se quedó ahí sentado a un costado suyo con las manos entrelazadas en su regazo.
Sentía pena por él.
—Ahora sabes que no eres el único con una vivencia así—el sacerdote rompió el silencio—No estás enfermo... el amor no es una enfermedad.
JiMin sintió alivio en su interior que por un rato estuvo inquieto. Ahora no se sentía solo en este mundo o creyendo que era un fenómeno. Ahora sabe y está seguro de que hay más historias como la del padre Min o como la suya. Que quizá el amor entre hombres no está prohibido, pero la época donde viven es la incorrecta. ¿Cómo contrarrestar eso? ¿Cómo hacerle frente a algo que la gente considera un pecado grande? Quizá sólo sea huir... huir muy lejos donde nadie los conozca y puedan ser felices, pero no se les ha presentado la oportunidad.
Confía en Dios que eso será pronto.
Llevó la mano a donde estaba el Cristo de plata que con mucha devoción lleva consigo. Es la prueba viviente de que JungKook fue real y la promesa de que volverá por él en algún momento. Está seguro de eso.
—Yo te apoyo, JiMin-ah—le dijo al tiempo que secaba sus lágrimas y que se giraba hacia él—Ten Fe en JungKook. Algo me dice que él sí volverá.
Esas palabras fueron lastimeras si les ponía atención, pues el padre Min se atrevía a asegurar que el azabache sí volverá, ya que su hombre nunca lo hizo y que él sí se fue porque quiso. Eran las cosas de ese modo y JiMin no podía evitar sentir recelo por HoSeok. ¿Por qué se fue? Era el más interesado en que no se separaran, pero cuando caía en la cuenta de las cosas, simplemente se acobardaba. El padre Min estaba dispuesto a todo y eso a él no le importo. Era una verdadera tragedia.
—No he perdido la Fe en JungKookie—aseguró JiMin y mostró una media sonrisa—Él me hizo una promesa y sé que volverá a mí. Sé que podemos luchar por esto... y pienso que tal vez usted también puede.
—No, yo no puedo—enseguida se negó—Pero tú sí deberías hacerlo. Presiento que Dios te dará una oportunidad.
Era completamente entendible que estuviese pesimista y resignado a que HoSeok no volvería ni por equivocación. Para él ya todo estaba hecho y se había auto condenado a vivir una vida solitaria y sirviendo a Dios. Además la situación con el castaño era complicada. No era algo fácil de resolver.
— ¿Por qué no lo busca? —preguntó el rubio con curiosidad.
—Él quiso terminar—respondió después de suspirar—Así que yo respeté su decisión.
Pero JiMin no estaba conforme, seguramente sería fácil localizarlo, ya que a estas alturas debería ser sacerdote de alguna parroquia de los pueblos o incluso del país. No puedo haberse marchado tan lejos ni mucho menos pudo haberse olvidado de lo que sucedió con el padre Min. Seguramente algo se podía hacer.
—Puede intentarlo—sugirió—Quizá al inicio él tuvo miedo y... por eso se fue—intentó consolar.
—Es mucho más que eso—dijo y se puso de pie para encender los sirios.
El padre Min lo consideró muchas veces, pero al final volvía a la misma conclusión y el miedo terminaba por manipularlo. Por eso ha vivido de este modo, creyendo que guardar el secreto es mil veces mejor que enfrentarse a la realidad, porque tiene miedo de lo que se pueda encontrar.
—Días después quise buscarlo. Sólo necesitaba enviar una carta para que me dieran su ubicación exacta pero, primero que nada, no podía dejar la parroquia así nada más. Necesitaba que alguien se quedara aquí—explicaba mientras encendía los sirios y también intentaba relajarse. Tenía un temor más grande aún—Cuando me dijeron que JungKook venía para ser el segundo sacerdote, realmente pensé en la posibilidad de huir para buscarlo sin importar nada más. Pero mientras limpiaba la casa que ocupó, encontré la carta que le enviaron—suspiró y luego volvió a tomar el mismo lugar a lado de JiMin—Ahí decía que tenía que irse lo antes posible porque lo consagrarían como sacerdote y... que requerían de su presencia en Alemania... justo donde estaba el foco de la guerra.
Se hizo un silencio que JiMin utilizó para pensar en eso y no entendió menos. Realmente la situación era complicada y si quizá HoSeok no volvió no fue porque no quiso, sino porque algo pudo haberle pasado o quedó atrapado en la guerra.
—Sinceramente temo encontrarme con algo que no quiero saber—dijo el sacerdote y miró el altar con ilusión—No soportaría saber que... no puedo, simplemente no podría—negó e hizo una pausa, después continuó—Lo mejor es que prosiga con mi misión y buscar el perdón de Dios, si es que he cometido un pecado.
—Él está bien—habló el rubio y puso una mano sobre las del sacerdote—Confiemos en Dios, en que estará bien y en que quizá algún día podrá verlo. Por cómo me cuenta las cosas; creo que el sí lo quiere de verdad, pero se sintió acorralado. Y también creo que ahora está arrepentido, sin embargo, no puede volver.
— ¿Quién diría que la guerra termina separando a personas como nosotros? —suspiró el mayor—O tal vez es la vida misma que no me concedió poder vivir un amor como ese. Pero tú y JungKook son otro caso. Tal vez ustedes serán la excepción. Así que no dejes de creer.
Y JiMin no lo haría, porque para él era importante y estaba seguro de que no se atrevería a abandonarlo. No después de todo lo que vivieron y de cómo hicieron las cosas. Crearon un lazo tan fuerte que nadie podrá romperlo aunque quisieran.
Su plática con el padre Min no fue más extensa de lo debido y después se marchó a su casa con muchas cosas para reflexionar. Pero no esperaba que su padre lo estuviese esperando con su cinturón en la mano y mirándolo como si fuese un poseído.
—Me enteré de tu escándalo—le dijo y se acercó a él—Te sientes valiente, ¿no es así?
Fue lo último que le dijo antes de azotarlo y volver a encerrarlo en su habitación como castigo. A JiMin ya no le dolían los golpes, al menos no tanto. Su fuerza era JungKook, pero aun así sufría y continuaría contando los días. Porque él volverá... algún día.
Martes 8 de agosto de 1944
Lo sentía demasiado lejano y perdido en la oscuridad. Incluso podía escuchar que gritaba su nombre con desesperación. Y hacía lo mismo, porque le consumía el alma no estar cerca suyo para protegerlo de todo lo malo que podía estarle sucediendo, pues seguro estaba de que su padre lo maltrataba, y no sólo él.
Pero cuando despertó, seguía estando en la misma carpa y en el mismo catre de todos los días donde ha podido descansar. Su cuerpo estaba empapado en sudor y su respiración estaba agitada. Comenzaba a odiar ese estado de ansiedad, porque se sentía atrapado a pesar de estar a salvo.
Peor ahora que se habían movido de lugar y abandonó Japón por motivos contundentes. Los soldados no le dieron la opción de escapar o de incluso de volver a Corea, porque aún no confiaban mucho en él. Así que había llegado hasta China donde se suponía que podía estar seguro en tanto accionaban los planes que tenían.
En ese corto tiempo sólo se recuperó de las heridas recientes y estuvo en calidad de prisionero, pero no en una situación precaria. Pudo despedirse de Mina antes de salir de Japón y se quedó tranquilo de saber que pudo llevarle flores en el funeral improvisado que tuvo que hacer.
Ahora no sabía que seguía y el desespero de poder estar cerca de JiMin ya le estaba traicionando. Necesitaba saber de él... saber que estaba bien y que no vivía en una tortura constante.
— ¿Hoy madrugaste, padrecito? —entró TaeHyung para saludarlo y detrás de él estaba SeokJin.
—Tienes la oportunidad de descansar lo que quieras y te levantas a las cinco de la mañana—se burló el otro— ¿Otra vez tuviste pesadillas?
Ambos soldados rieron y se sentaron en sus catres para cambiarse de uniforme. JungKook descubrió que ellos no tenían problema alguno con desnudarse uno frente al otro, pero eso a él le hacía sentir un poco extraño. También descubrió que ese par siempre salían a correr a las cuatro y media de la mañana y que volvían media hora después. Lo supo porque a esa hora despierta después de haber tenido un mal sueño y los ve llegar agitados y sudorosos.
— ¿Cuánto tiempo más estaré aquí? —preguntó y los miró—Necesito volver para buscar a Ji... a mi ángel.
Hasta ese momento decidió que aquello seguiría siendo un secreto que no debería ser rebelado, porque aún no los conoce lo suficiente como para confiar en ellos. Así que cuando hablaba de JiMin, se refería a él con el mote cariñoso que le puso y con el que se quedará toda su vida.
—Eso no se va a poder, padrecito—respondió SeokJin con indiferencia—Sólo estaremos aquí por unos días y después no moveremos a Kazajistán—informó.
—Así que vete preparando. No queremos que vuelvas a vomitar en el avión—se rio TaeHyung.
No podía tener tanta mala suerte y todo a causa de una mordida de víbora. Se frotó el cabello con frustración y se bajó del catre para coger sus zapatos. Quería un poco de aire fresco, el problema es que alguno de los dos tenía que acompañarlo sí o sí.
— ¿Qué haces? —preguntó SeokJin—Quédate en el catre, aún es muy temprano.
— ¿Ustedes por qué se levantan tan temprano? —interrogó.
TaeHyung y SeokJin se miraron por varios segundos y luego volvieron a lo suyo. La mayor parte del tiempo no le cuentan nada a JungKook, pero no porque no confíen en él, simplemente porque no quieren y tampoco desean convivir con él. Para ellos es un sacerdote debilucho que muy cobardemente dejó a una pobre mujer abandonada a su suerte en Corea. No lo creían digno de pertenecer a su círculo.
—No es de tu incumbencia, padrecito—habló SeokJin con osca.
— ¿Cómo van a confiar en mí si ustedes tampoco se acercan? —les reclamó y se acercó a ellos—Quiero saber la maldita razón por la cual nos iremos a Kazajistán. ¿Qué encontraremos allá? ¿Más guerra? ¿Más mierda?
Ambos soldados lo miraron detenidamente, aunque no había que observar mucho para darse cuenta de que realmente estaba desesperado. En las madrugadas, cuando despiertan, escuchan que llama a su ángel entre sueños e incluso menciona el nombre de JiMin, y han dado por hecho que se trata de la mujer por la cual tuvo que huir. Están un poco intrigados por la historia, porque debía ser alguien muy importante para él como para que ahora diga malas palabras. Realmente estaba desesperado. Llevan poco tiempo de conocerlo, pero el suficiente para saber que su vocabulario era fino y educado.
—Siéntate, padrecito—le dijo SeokJin—Te vamos a contar unos cuantos secretos para que entiendas y dejes de jodernos.
Aunque dudó, JungKook volvió al catre y se cubrió con la manta. Estando ahí parecía un niño regañado que no quería entender de razones, pero igual estaba curioso de saber todo lo que estos soldados ocultaban.
—No nos vamos quedar en Kazajistán—informó SeokJin—En realidad estamos buscando llegar hasta Polonia.
—Se ha confirmado que la poderosa Alemania se ha rendido y ha desistido de la guerra—completó TaeHyung—Pero los japoneses son como un grano en el culo, ¿sabes? Aunque Estados Unidos no se la ponen fácil a los hijos de puta—sonrió malicioso y luego agregó—Sin embargo, ese no es el punto en todo esto. Ya no nos afecta.
— ¿Por qué razón? —inquirió y lo miró con curiosidad.
—Porque ahora que el hijo de perra de Hitler se rindió, tenemos un pase libre para el objetivo verdadero—respondió SeokJin.
—El puto no liberará a los judíos porque es tan cobarde y maricón que huyó y se escondió—habló TaeHyung—Sus tropas se retiraron, pero no todas y las que nos interesan. Necesitamos llegar a Polonia porque ahí está el campo de concentración de Auschwitz.
—Ahí tienen a muchos niños judíos—completó SeokJin mirando a la nada—Y necesitamos liberarlos antes de que ese hijo de puta cambie de opinión y decida hacerles algo.
Era información que JungKook no esperaba recibir a las cinco de la madrugada de este día. A veces pensaba que también estaba en una jodida pesadilla que no parecía tener fin, peor aún si tenía que alejarse más tiempo de JiMin. Eso era lo que no le dejaba estar tranquilo, pero ahora que sabía que había muchos niños prisioneros en ese campo de concentración, se sentía aún más inquieto. No era posible que sólo estuviese aquí quejándose en ese catre cuando allá afuera peligraban vidas inocentes. No podía continuar de ese modo porque le hacía sentir inútil. Y para nada era esa clase de hombre.
—Nos vamos a dividir en dos bandos—continuó hablando TaeHyung—Unos iremos a Polonia y otros se van a Alemania.
— ¿Por qué no viajar directamente? —cuestionó—Se supone que deben ser rápidos. Volar en avión hasta allá sería más efectivo.
—Sí eres medio idiota—se burló SeokJin—No es tan fácil como piensas. Se debe planear todo minuciosamente antes de atacar. Y si viajamos de esta manera es porque no podemos permitir que le enemigo anticipe nuestros movimientos. Puede que sea una trampa y aún no lo sabemos, por eso viajamos con cautela y nos mantenemos informados de todo.
Eso tenía mucho sentido para JungKook quien ya estaba pensando muchas cosas en su cabeza. Sin duda esto era una guerra a muerte, donde muchos no van salir vivos de esto, pero creía que por la vida de esos niños judíos podía valer toda la pena del mundo. Incluso Dios los veía a ellos como sus hijos, no importaba su religión. Y él era un sacerdote que debía pagar un precio por su pecado y por reivindicarse. Por poder tener a JiMin de vuelta.
Acaba de descubrir cuál es su misión.
—Quiero ayudar—les dijo con convicción—Quiero aprender cómo es el combate, el uso de armas y todo lo que se requiere para participar en esta guerra.
SeokJin y TaeHyung se miraron sorprendidos por la repentina petición del hombre. No era algo que se esperaran porque lo tenían en un concepto diferente, pero aun así se burlaron de él. Era fácil decirlo, más no hacerlo.
—Esto no es para débiles, padrecito—SeokJin lo miró con sorna—Incluso puedes tocar sangre que no es tuya y no puedes salir corriendo sólo así porque sí.
—Además debes de tener un buen motivo para hacerlo—habló TaeHyung— ¿Por qué razón querrías participar en esto donde tu vida peligrará?
—Porque debo cumplir una penitencia—respondió—Si Dios me trajo hasta aquí tal vez ha sido por eso. Quiero ayudarles a salvar a esos niños.
Pero SeokJin no estaba convencido, no quería confiar en alguien que no tenía la pinta de un matón, porque a final de cuentas eso era lo que eran; unos matones con causas nobles, pero que al final se estaban ganando el infierno por tantas vidas que han aniquilado con sus propias manos. Estaba seguro de que ese padre no tenía ni las agallas de sostener un arma.
—¿Por qué alguien que abandonó a su mujer en Corea sólo por huir, sería bueno para estar en el campo de batalla y rescatar la vida de niños judíos? —lo miró petulante y engreído—Ellos no son de tu religión.
JungKook dejó salir una risita sin gracia y luego lo retó con la mirada. Si había algo que no le agradaba era que pensaran que es débil. Y realmente nunca se consideró así.
—Primero que nada; no tienes ni puta idea de cómo pasaron las cosas en Corea—lo miró con advertencia y recelo—Segundo; los niños judíos siguen siendo hijos de Dios. Para la iglesia católica no importa su religión, sino su vida. Y tercero; no me subestimes, cabrón. No tienes ni idea de lo que soy capaz.
TaeHyung permanecía en silencio mientras observaba a SeokJin. Era entretenido ver cómo un sacerdote lo estaba retando e incitando a pelear. Y también le sorprendía las repentinas agallas de ese hombre azabache que al inicio no le caía bien, pero que ahora puede que le agrade. A sus ojos parece un sujeto curioso que aún tiene mucho que contar.
—Si te atreves a siquiera escapar o dar un maldito paso en falso, yo mismo te clavo una bala en la cabeza, ¿me escuchaste? —le advirtió SeokJin.
—Fuerte y claro.
El sacerdote Jeon JungKook se había ganado un poco más de confianza del teniente coronel que personalmente lo va a entrenar para esta guerra.
Sábado 30 de septiembre de 1944
Se habían quedado atascados en Kazajistán debido a que aún no tenían noticias del primer batallón que enviaron al rescate y lo más probable es que las cosas se retrasarían, porque los japoneses seguían renuentes y Estados Unidos se volvió su acérrimo rival. Se suponía que a la caída de Alemania las cosas se suavizarían considerablemente, pero no fue el caso. Aunque al parecer era verdad que ya no participaba en la guerra, eso no quitaba el hecho de que las cosas continuaran tensas.
Así que JungKook tuvo que sacar mucha más paciencia de la que requería para enfrentar todas las complicaciones de la segunda guerra mundial. Por fortuna, en su periodo de entrenamiento se dio cuenta de que poseía habilidades que no sabía que tenía. Logró manejar varios tipos de armas e incluso granadas. Lo instruyeron en boxeo donde resultó ser bastante bueno y calculador. Y ahora era un soldado más de este batallón que se dirigía hacia Polonia.
Su entrenamiento continuaba, porque también debía aprender supervivencia y muchas cosas. Para cuando llegara el momento de la verdad, SeokJin necesitaba soldados competentes y podía ser que JungKook sería uno de ellos, ya que no podía negar que era bastante hábil para muchas cosas. Él era uno de los soldados más fuertes de su batallón.
Se había ganado la confianza de todos gracias a sus privilegios súper dotados y también porque sabía hacer buena comida. En sus ratos libres les preparaba los alimentos y eso le ayudaba a relajarse un poco y también a no pensar demasiado. Aunque ahora no es el caso, porque le tocó patrullar toda la madrugada alrededor del campo en el que estaba con los demás soldados.
Era bastante aburrido, porque nunca han venido a atacarlos. A veces se imaginaba que tenía un poco de acción y que por fin podía usar esa metralleta que llevaba en sus manos, pero no era el caso. Debía considerarse afortunado de poder patrullar tan tranquilamente el lugar.
Caminó por el perímetro que se le asignó, revisando que nadie estuviese camuflajeado o intentando acercarse a ellos con malas intenciones. Se dirigió a hacia un ruido extraño que provenía de una cortina de rama y hojas que tapaba al otro lado. Apuntó con su arma a ese lugar, cuanto más cerca estaba más escuchaba. Por un momento se quedó detrás de la cortina porque creía que reconocía esos sonidos, pero no estaba seguro.
Quiso irse de vuelta, pero un grito lo hizo armarse valor para abrir la cortina.
— ¡Oh sí! ¡Jin! ¡Dios! ¡Métemela más duro, joder! ¡Así, cariño, así!
Lo que vio con sus ojos lo dejó estático en su lugar. Analizó la situación rápidamente con sus ojos desorbitados; TaeHyung estaba empotrado contra un árbol, con sus pantalones a los tobillos y detrás de él estaba el teniente coronel Kim SeokJin, también con los pantalones a mitad de los muslos y embistiéndolo con rudeza mientras lo sujeta de los cabellos. Por un momento fugaz pensó algo que nunca imaginó, pero cuando puso atención se dio cuenta de que era así.
Le estaba metiendo el pene por el ano y parecía que ambos lo estaban disfrutando demasiado. Los gemidos y los gestos se lo decían. ¿Eso era posible? ¿Acaso no le duele que le esté partiendo el culo de esa manera?
Era una locura.
—Estás tan apretado, cariñito—le gruño SeokJin al castaño—Cómo me encanta tu culo, joder. Eres todo lo que me vuelve loco.
—Menos palabras y... más follar follar... ¡Agh! ¡Mierda! ¡Sí! ¡Duro! ¡Deme duro, teniente!
Los ojos de JungKook se abrieron como platos al escuchar esas palabras salir de su boca y dejó caer al suelo el arma que llevaba en sus manos. Este descubrimiento no le dejaría dormir por las noches, de eso estaba seguro.
—Dios mío—susurró.
—Oh—SeokJin lo miró y se detuvo con la respiración agitada—Hola, padrecito—le sonrió socarrón y sin pudor alguno de la situación en la que estaba.
—Déjanos coger, padrecito—le dijo TaeHyung con la misma sonrisa—Aquí la zona es segura. Lo prometemos.
Ambos rieron mientras que JungKook intentaba quitarse el estupor de encima. Se apresuró a recoger su arma del suelo y les hizo varias reverencias. Estaba muy avergonzado.
—Lo siento... lo siento mucho... me voy.
Y salió corriendo como alma que lleva al diablo sin poder dejar de reproducir tal imagen en su cabeza. Mientras más lo pensaba, más turbio se volvía para él. Pero los soldados retomaron sus actividades sin ninguna preocupación de que hayan sido vistos.
SeokJin arremetió contra TaeHyung y terminó por doblarlo un poco de su espalda cuando sintió que estaba cerca. El orgasmo les hizo gemir alto y muy glorioso, tanto como les gustaba y les satisfacía. Después de varios segundos sólo se quedaron así y disfrutaron de la cercanía de sus cuerpos calientes.
—Creo que lo traumamos—se burló TaeHyung—Ahora tendrá más pesadillas.
—Es un pobre idiota—también se burló—Rodeado de tantos hombres, será inevitable que quiera coger con alguno. Yo no lo creo tan santo como aparenta.
Y quizá no lo era. Quizá ellos también tenían mucho que saber sobre el sacerdote. Ellos eran tan pecadores como él y tampoco se arrepentían de lo que hacían. Mucho menos necesitaban de una oración que pueda expiarlos, porque tener sus cuerpos unidos teniendo sexo y estar juntos todos los días era lo mejor que existía en su vida entre la guerra.
—Me encantas, cariñito—le dijo SeokJin en un susurro.
—Me encantas más, SeokJin-ah—sonrió y giró el rostro para besarlo.
Ellos dormirían bien después de su ración de sexo diaria en la madrugada. Y se equivocaron con que JungKook tendría pesadillas, porque contrario a eso, tuvo sueños de primavera con JiMin donde también le metía la polla por el trasero. Y vaya que se sintió bien.
El pecado también es placer.
¿Se esperaban esto? jaajaj
Por ahí leí una teoría de que JungKook iba a ver cosas jaja. Pues sí, vio muchas cosas.
Es la primera vez que sacrifico a mi Namjin por el Jintae :)
En este punto los personajes están dentro de la historia. Y a partir de ahora los saltos en el tiempo serán un poco más extensos para llegar a donde nos interesa :)
¿Tenemos más teorías?
No se olviden de votar y comentar. Las tkm!!!
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