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27 Veneno Del Mismo Vino



"Oh, me encanta, pero también lo detesto.

Tú y yo bebemos el veneno del mismo vino"




Miércoles 2 de agosto de 1944



Lo más importante para SeHun era recuperar la prestigiosa reputación que su familia tenía... bueno, la reputación que él tenía. Y la única forma de hacerlo era una sola, según él. Hasta el momento, JiMin ha estado acudiendo a la iglesia para cumplir deberes y ciertas penitencias, pero eso no le convence demasiado, y tampoco a la gente.

No ha sido un secreto a voces cómo se expresan de él en las calles y tampoco cómo lo miran. Es evidente su molestia y su rechazo, no puede culparlos, incluso él siente desdén. No le gusta mirarlo porque siente que ya no lo reconoce, así como siente que ya no será el mismo de antes.

Sólo puede culpar enteramente al padre Jeon por esto. Cree fielmente que él corrompió su alma al punto de hacerle perder la razón. Si él no hubiera aparecido tal vez JiMin se habría casado, y con ese pensamiento fue que tomó una decisión, según él, adecuada.

Así que llamó a ChanYeol para hablar de negocios y sobre un tema que le interesaba bastante. Cuando apareció en su casa lo recibió como si fuese un rey y lo llevó directo a su despacho donde le mostraba ideas para futuros negocios que podrían salir bien.

Kim ChanYeol era igual de ambicioso que SeHun, así que sólo necesitaba de buenos planos y desarrollos sobre aumento de dinero para que pudieran convencerlo. Pero había mucho detrás de todo esto y ya se imaginaba qué era.

—Podemos cerrar este trato y, si así lo quieres, puede ser ahora mismo—decía SeHun desde su asiento detrás del escritorio.

—Hay más tiempo que vida, Park—le respondió el hombre— ¿Por qué no vas al grano de lo que verdaderamente quieres y yo veré?

Bien sabía el patriarca de los Park que Kim ChanYeol no era ningún tonto y que podía oler sus dobles intenciones con este trato millonario. No lo trajo hasta acá para hacer más dinero solamente, también para recuperar su preciada reputación ante el pueblo y ante el mundo de los negocios.

—Sé que tu hija salió afectada después del escándalo—habló SeHun.

—Así es—asintió ChanYeol y le dedicó una mirada de advertencia—En Seúl se ha hablado mucho sobre cómo un hombre la engañó con otro hombre—respondió queriendo acusar.

—Sé de buena fuente que la señorita Kim ChaeWon ha disfrutado con algunos hombres aun cuando estaba comprometida con JiMin... y eso tú ya lo sabías.

ChanYeol sonrió porque llegó a subestimar demasiado a Park SeHun y su inteligencia, pero ahora sabía que se metía con alguien igual que él... igual de ventajoso y sediento de más poder. Que básicamente no les importaba lo que costara alcanzar el éxito, pero a diferencia de SeHun, ChanYeol sí tenía cariño por su única hija.

—Tenía derecho a divertirse ya que tu hijo no le ponía atención—se defendió y se recargó en el respaldo de su silla.

—Eso no puedo refutártelo. Considero también que estaba en todo su derecho—respondió sereno y luego continuó—Pero podemos decir que están casi a mano.

—No es la misma clase de pecado—negó con una sonrisa burlona.

—Sé perfectamente que no—respondió y se puso de pie—Pero podemos sólo considerarlo como una infidelidad pasajera... JiMin está retomando el camino de Dios y te aseguro que lo he castigado como se debe.

—Ve al grano, SeHun—insistió el hombre con un poco de impaciencia.

Esto era lo que quería y lo que necesitaba. También estaba desesperado y un tanto preocupado por los negocios que se le vinieron abajo después del escándalo de su hijo. Perdió contratos y varios clientes que tenían la mente tan cerrada y que se negaron a todo por miedo a que una maldición como esa cayera sobre ellos o sus familias. SeHun creyó que podía repararlo si desarrollaba planes de negocios que le dieran frutos enriquecidos y permanentes, pero nada resultó como pensaba. NamJoon le era de mucha ayuda, pero en este punto no era suficiente.

Sólo quedaba su última jugada.

—Ya que la reputación de nuestros hijos se ha visto mancillada por los pecados de JiMin... incluso más la de nosotros como hombres de negocios, considero que lo correcto sería que retomemos la boda y que intentemos maquillar la situación—dijo y lo miró rectamente a los ojos—Si les hacemos creer a las personas que son un matrimonio feliz que con la fuerza del amor lograron retomar el camino de Dios, entonces todos estarán complacidos y nosotros nos volveremos una familia muy poderosa—se puso de pie y se recargó sobre el escritorio para persuadir a ChanYeol—No hay nada mejor para la gente que una historia de amor como esa. Es lo que más podemos venderles y ellos lo comprarán gustosos, como los estúpidos que son.

Guardó silencio cuando SeHun terminó de detallar su propuesta y, aunque no quería aceptarlo, sonaba bastante convincente y astuto. Es verdad que la reputación de ChaeWon se vio afectada por sus andanzas con ciertos hombres mayores y peor aún con el escándalo de JiMin. Peor con él a la hora de hacer negocios. Así que en algún momento también llegó a considerar el matrimonio con el menor de los Park, porque tal vez ese era su pase de salida de toda esta tragedia económica y de una le daba felicidad a su hija, porque aunque no quisiera, seguía enamorada de ese rubio.

Para él sonaba lógico que retomaran el matrimonio, porque una historia falsa de amor terminaría por tapar los pecados cometidos. La gente es así y la comprarían rápidamente. Además de que se trataba de una señorita Kim y de un joven Park. No hay nada mejor como que familias poderosas de su magnitud unan fuerzas con lazos sagrados de Dios. Con eso podrán recuperar el respeto que la gente les tenía y muchos temerán de ellos.

— ¿Qué tan bueno ha sido el cambio de JiMin?—preguntó ChanYeol.

—Se ha mantenido tranquilo estos días, pero si llegase a hacer algo estúpido, yo me encargo de corregirlo. Por eso no tendrías que preocuparte—le respondió.

— ¿Va seguido a la iglesia?

—Todos los días.

— ¿Y qué hace en casa?

—Lo mantengo encerrado en su habitación.

A ChanYeol le agradaba la idea de que SeHun mantuviera controlado a su hijo, porque así ya no agravaba la situación. Tal vez sería momento de reconsiderar todo y de recuperar el terreno que perdió. Si se retomara este matrimonio, ahora será bajo sus condiciones.

—Primero que nada; necesito hablar con mi hija—respondió ChanYeol con serenidad—Si ella acepta, entonces habrá trato. Este negocio depende de su palabra.

—Pero puedes persuadirla, ¿no? —lo miró con complicidad.

—Por supuesto—respondió de igual manera—Pero antes de hacer eso, quiero cambiar ciertos detalles de este trato.

—Te escuchó—dijo y tomó asiento de nuevo.

Había muchos aspectos que debía cuidar dentro de este matrimonio arreglado, además de que su hija para él valía mucho... los muchos negocios que le hará cerrar en cuanto diga "sí" en el altar y a lado de JiMin. Pero también estaba su integridad y el hecho de que será complicado desprenderse de ella y que le comentó ciertas cosas de los Park que no le agradaron para nada. Según él; ChaeWon era una princesa que debería ser tratada como tal. Y por lo que le dijo, en esa casa no lo harán.

—Si ella acepta no se casarán enseguida. Lo correcto es iniciar de nuevo—hizo una pausa y luego continuó—Y en cuanto se casen... se irán a vivir a Seúl. Quiero vigilar a JiMin de cerca.

Eso último no le agradaba mucho a SeHun, pero sabía que no estaba en la postura de exigir absolutamente nada, así que no tenía más opciones. Sólo lo obvio y lo que devolvería la reputación de su familia.

—Perfecto—asintió—Pero ¿por qué esperar tanto tiempo? Podemos casarlos cuanto antes para firmar los contratos.

—Porque quiero que JiMin sea digno de mi hija y debe seguir cumpliendo la penitencia—respondió y se inclinó sobre la mesa—Además, no voy a firmar contratos y que después salga con un escándalo nuevo. Así que se hacen las cosas como yo las mando o entonces no se hacen. Tú decides.

No existía duda de que ChanYeol era exactamente igual y que por eso nadie podría ser tan perfecto como él para este negocio millonario. No tenía por qué pensarlo tanto.

—De acuerdo—asintió complacido—Se hará como tú dices.

—Bien hecho, Park SeHun—sonrió igual.

Unos toques en la puerta los hicieron detenerse, pero realmente no había más que hablar si ya todo estaba claro. Así que el señor Kim se puso de pie para marcharse y el señor Park dio pase a quien tocaba su puerta.

—Quisiera hablar con usted, padre—le dijo NamJoon con un rostro serio.

Después de eso ChanYeol se fue y el menor quedó frente al patriarca listo para hablar.

Había estado escuchando la conversación casi desde el inicio y era obvio que no estaba de acuerdo. Ya bien sabía que todo lo hacía por su preciada reputación y por el maldito dinero. Temas que ya lo tenían bastante cansado. Ya era momento de expresar sus puntos de vista.

—No quise escuchar su conversación, padre—dijo con la mirada hacia abajo—Pero no pude evitarlo.

—No importa mientras no sea de tu incumbencia—respondió desinteresadamente—Mejor hablemos del trabajo de hoy...

—No, padre—se negó y lo miró—Este matrimonio no nos dará la solución que necesitamos.

SeHun lo miró sorprendido y con ojos abiertos. Esta era la primera vez que NamJoon daba su opinión sobre algo y que no estaba de acuerdo. JiMin casi siempre era quien decía las cosas que no le agradaban, mientras que el mayor sólo guardaba silencio. Y sin duda esto no le gustaba para nada. No era correcto y lo consideraba como motivo de un castigo severo que le dé una lección.

—No estoy pidiendo tu opinión—respondió a la defensiva y se puso de pie—Es lo menos que ese pecador puede hacer por nosotros...

—Pero eso sólo lo hará más infeliz—insistió.

—Me importa un carajo si es feliz o no—alzó un poco la voz—Se merece ser miserable después de lo que nos hizo.

NamJoon detestaba que su padre fuese así de obstinado y cerrado de mente. Las cosas siempre se debían hacer como él las pedía y no tenía por qué ser así. Ya no tenía por qué callar y bajar la mirada.

Ya no más.

—Insisto; esto no es la solución, padre. Sólo nos traerá más problemas—lo miró con seriedad.

— ¿Y entonces qué? —se molestó—¿Apoyas las porquerías que hizo?

Pero NamJoon no respondió y entonces SeHun lo dio por hecho todo. Eso fue lo que más le sacó de quicio; que su propio hijo, el que era mayor y que consideraba más sensato, ahora mismo le diga con pocas palabras que apoya a su hermano aunque esté cometiendo pecado. Esto no pensaba tolerarlo.

— ¡Se hace lo que yo ordeno! —le gritó.

—Pero no debe ser así, padre...

—¡Cállate! —azotó un libro sobre el escritorio y luego lo golpeó con la palma de su mano—¡Eres un estúpido! ¡Tú y tu mujer son un par de inútiles buenos para nada! Ella debería enseñarte a comportarte como hombre, pero al contrario, te hace débil e idiota.

NamJoon sabía que SeHun sólo insultaba a SoYoon porque era su punto débil y que con eso terminaba por manejarlo, pero esta vez no. Ya no permitirá que ella siga siendo blanco de los malos tratos de su familia.

—Sólo intento ser sensato...

— ¡Eres débil! —volvió a gritarle—Largo de aquí. No quiero verte. No quiero escuchar tus estupideces. Si no me haces ganar dinero entonces no te necesito aquí quitándome el tiempo.

NamJoon tampoco quería quedarse, así que enseguida salió del despacho de su padre para buscar a SoYoon. Pero la situación en la que le encontró no fue la mejor. Ella estaba en la cocina recibiendo los gritos de Sana porque supuestamente no le calentó el té como le gusta, además de que no ha venido a la casa a cumplir con las tareas que le asignó. No lo ha hecho porque NamJoon no se lo permitió y ahora eso le causaba problemas. Pero ya no más. Ya no más.

— ¡Sabías que estaba muriendo en depresión! ¡Y desapareces como si nada! ¡Tu deber es atenderme! —gritaba Sana.

—SoYoon, cielo, nos vamos—interrumpió con toda la intención.

—Qué insolencia, NamJoon—le habló Sana con ojos desorbitados—Estoy reprendiendo a tu mujer, así que sal de aquí.

—No, madre—se negó y tomó a su mujer de la mano—No tiene por qué hablarle de ese modo. Ella no es una sirvienta de la casa. Es mi esposa.

Sana lo miró perpleja y de pronto se sintió nuevamente débil. Ella también odiaba que las cosas no salieran como esperaba o que no hicieran lo que pide. Odiaba que intentaran corregirla, porque ella creía todo el tiempo que estaba en lo correcto.

—Y porque es tu esposa es que debe hacer lo que yo le digo...

—Se equivoca—la interrumpió y alzó una mano para detenerla—Ella no tiene nada que hacer aquí. Así que se va conmigo.

La sostuvo fuertemente de la mano y la sacó de ahí completamente convencido de que esto era el inicio de una guerra fría con sus padres, pero ya no le importaba, porque lo único que quería era proteger a SoYoon, a su hijo e incluso a su hermano.

Tanto tiempo de abusos y regaños constantes. Manipulaciones e incluso golpes. Esta vida de mierda era de todo menos lo que quería. Así que llegó a su límite y no estaba dispuesto a quitarlo.

—Perdón, mi cielo—le dijo en cuanto subieron a su auto y se echó a sus brazos para llorar—Perdón por no haber tenido el valor suficiente para defenderte.

El corazón de SoYoon se rompió al escuchar la voz quebrada de su esposo, además de los ligeros sollozos que se amortiguaban en su pecho donde él yacía. Lo abrazó con fuerza y acarició su cabello y su espalda para reconfortarlo. Sin duda se sentía orgullosa de él.

—Está bien, querido—sonrió medianamente y una lágrima rodó por su mejilla—Todo va a estar bien.


Sábado 5 de agosto de 1944



Los días ya no eran tan difíciles, pues pasar tiempo en la iglesia le ayudaba demasiado a no pensar tanto. Además la compañía de padre Min era agradable. La mayor parte del tiempo estaba en la iglesia mientras él se ocupa de sus asuntos, pero cuando tienen tiempo de platicar y de hacer oración en el jardín, se siente bien, es como si fuese un hermano mayor que no conocía.

De ese modo se había acoplado a sus días y el vacío en su corazón no pesaba tanto cuando estaba haciendo sus deberes. Hoy debía comprar el mandado para el sacerdote y se dirigía al pequeño mercadito del pueblo que estaba en el centro. Leía la lista de las compras sin prestar atención a las miradas despectivas que las personas le lanzaban. Realmente ya se estaba acostumbrando y no le importaba lo que dijeran o lo que pensaran.

Cuando llegó al puesto buscó las mejores mandarinas que el padre Min le especificó que comprara. JiMin descubrió que era un adicto a comer esa fruta y que incluso lo ponía de buen humor cuando parecía que andaba melancólico. Así que decidió complacerlo en eso y las colocó en la báscula para que el tendero las pesara, pero no contaba con que este mismo, al devolvérselas, se las aventara con tal rencor que lo dejó sorprendido.

Las mandarinas cayeron al suelo. Una de ellas salió lastimada y JiMin sintió mucha molestia por eso. Sólo le dedicó una mala mirada y recogió sus cosas para echarlas en la canasta. Cuando se incorporó le mostró una sonrisa burlona al tendero y le aventó monedas de oro muy cerca de su rostro.

—Quédese con el cambio—le dijo socarrón—Le hará falta.

Después se marchó con la misma sonrisa y con un poco de satisfacción después del trago amargo. No le gustaba ser descortés con las personas, pero ellos se lo buscaban. Decidió que no sería gentil con nadie que no lo tratara bien. Si ellos eran capaces de tratarlo así, entonces él no tenía que cuidar los modales. Además no ha olvidado que lo apedrearon ese día y que lo insultaron como si de verdad fuese un demonio.

Terminó de comprar todo lo que había en la lista y se devolvió por el mismo camino a la iglesia. Pensaba que ahí dejaría de escuchar las voces a su alrededor y sentiría un poco de paz después de hablar con Dios, pero no contempló que un grupo de personas lo esperaban afuera con rostros molestos y llenos de desdén. Aunque no le sorprendió verlos ahí y eran los mismos de aquella noche.

—Eres una escoria y un enfermo—le dijo una mujer, casualmente la del tendero—Te atreviste a intimar con un hombre y todavía tienes el descaro de pasearte por el pueblo como si nada hubiera pasado—expresó indignada.

JiMin soltó una risa irónica ante eso y sintió un enfado enorme que venía desde su interior. No quería decir cosas incorrectas, pero le sorprendía que hasta estas alturas sigan juzgándolo cuando ha habido personas que cometieron faltas más grandes y parece que ya se les olvidó. Entonces decidió que no se contendría y que se defendería. Ya no tenía por qué bajar la vista. No ante ellos que eran una bola de hipócritas.

— ¿Quién está más enfermo? ¿Yo que cogí con un hombre o ese tipo que abusó de su propia hija de cinco años y que ustedes perdonaron sólo porque se confesó? —los miró con molestia y recordó el sentimiento de aquel día cuando supo de esa desgracia y nadie hizo nada—¡Lo dejaron libre! ¡Y esa pequeña no sobrevivió! —les gritó y los señaló con el dedo—¡Díganme! ¡¿Quién es el peor?!

Las personas comenzaron a murmurar porque a lo único que prestaron atención fue a que de la misma boca de Park JiMin salía que, efectivamente, había cogido con un hombre. Y para él venía un recuerdo, mucho antes de que JungKook llegara al pueblo, cuando en todo el lugar se dijo que un padre de familia había abusado de su propia hija. Tan sólo cinco años de edad y le destruyeron la vida. Ni la curandera pudo salvarla ya que los daños eran casi irreparables. Recuerda que sintió mucha rabia y que le deseó la muerte a aquel hombre, pero sintió más cuando la gente del pueblo le perdonó la vida sólo porque se confesó y porque les pidió disculpas públicamente diciendo que se arrepentía. Mientras que la pequeña ya estaba en una de las lápidas del cementerio. Incluso la madre de la misma perdonó a su marido por tal falta y actualmente tuvieron una nueva bebé.

Es por eso que sentía rabia. No había lastimado a nadie. No le faltó el respeto a nadie. En todo caso a Dios. Pero ellos, ¿quiénes eran para decirle qué es correcto y qué no? El silencio también es un pecado cuando se ve un crimen y no se hace nada.

—Tú, por supuesto—respondió la misma mujer—Al menos él se arrepintió, pero ¿tú? Ni siquiera nos has pedido perdón y no parece que te arrepientas—acusó molesta.

JiMin sabía que le responderían eso, porque así eran de estúpidos e irracionales. Por eso no contuvo la carcajada que salió de sus labios y luego les mostró una sonrisa llena de suficiencia.

—No me arrepiento—habló lleno de convicción— ¿Por qué me arrepentiría de algo que me gustó hacer? Además yo no tengo el deber de disculparme con personas hipócritas que sólo saben juzgar en lugar de ocuparse de sus asuntos. Al único que le debo explicaciones es a Dios mi señor. Lo que ustedes piensen de mí me importa en lo más mínimo. Por mí se pueden ir al carajo. Y yo con gusto me voy al infierno.

Les sonrió travieso y perverso para después caminar a la entrada de la iglesia, pero el impacto de una roca en su cabeza lo detuvo y lo llevó al suelo. Su canasta cayó junto con él y más rocas se estrellaron contra su cuerpo. Los gritos de la gente eran poco claros, pero escuchó cosas como:

— ¡Enfermo!

— ¡Pecador!

— ¡Hijo del diablo!

Realmente no se sorprendía, pero eso no significaba que los golpes no dolieran. Aunque pronto todo cesó más rápido de lo que esperaba, pero un pitido en sus oídos no le dejaba escuchar con claridad, hasta que levantó la vista y vio al padre Min gritándole a la gente.

— ¡¿Quiénes son ustedes para juzgar?! —los señaló con el dedo—¡No son nadie! ¡No pueden hacer esto frente a la casa de Dios! ¡No sean hipócritas!

La gente se sorprendió por los argumentos del sacerdote y enseguida dejaron caer las piedras al suelo. No esperaban que saliera a defender al menor tan fervientemente. No lo aprobaban, pero tampoco se atrevían a enfrentarse a él, después de todo tiene su respeto absoluto. El de todo el pueblo.

—Ninguno está libre de pecado y aun así se atreven a lanzar piedras—acusó y se acercó a ellos—Recuerden las palabras de Jesucristo nuestro señor. ¿O es que acaso ya se les olvidó? —caminó frente a ellos y se acercó un poco más para encarar a la mujer que encabezaba dicho tumulto—Conozco sus pecados y jamás los he juzgados. Ni siquiera a ese hombre que abusó de su propia hija.

Se hizo el silencio y la mujer miró a JiMin en el suelo intentando recomponerse. Aún sentía una rabia injustificada, pero se obligó a permanecer quieta en su lugar.

—No puedo verlos en el confesionario—expuso el padre Min—pero identifico perfectamente sus voces y sé a quienes pertenecen—dijo y la miró fijamente.

La mujer sabía a lo que se refería y eso la hizo retroceder y palidecer. Sólo ella y el padre Min conocen los pecados de los que le acusa con la mirada y no tuvo más remedio que darse la vuelta para marcharse de ese lugar. Detrás de ella se fue la gente murmurando un montón de cosas y aún escandalizadas por las declaraciones de JiMin.

El padre Min le ayudó a levantarlo y lo llevó adentro de la iglesia donde le hizo curación a la herida de su cabeza que gracias a Dios no era tan grave. Y luego hizo lo mismo con las del rostro y las de sus brazos. A veces sentía que no podía soportar todo esto. Sentía que era demasiado para un joven de veintidós años.

Y el rubio pensaba igual. Incluso la culpa por lo que hizo comenzó a invadirlo. Siempre pensó que había algo malo en él, pero nunca se imaginó que era algo como esto. Y aunque tuviese ese tipo de pensamientos invasivos donde se dice que él es el único culpable, lo que JungKook representa para él pesa más que todo eso.

—Puede que sea un enfermo como la gente dice—dijo con la mirada pedida en algún punto—Pero aun así lo amo y lo extraño.

—No eres un enfermo sólo por amar a un hombre—lo consoló—El amor no es un pecado, JiMin-ah.

El padre Min llegó a creer que vivir así era lo correcto, porque Dios y la vida lo mandaban. Pero el sufrimiento y la agonía eran demasiados. Se convenció de que quizá JungKook no volvería porque no podría amar a JiMin lo suficiente, pero ver cómo éste se aferraba a esa promesa y cómo no se arrepentía de lo que sentía, entonces le hizo ver las cosas de otra forma. Entendió que no todas las historias deberían terminar igual.

Tú y yo bebemos el veneno del mismo vino, ¿sabes? —le dijo y bajó la vista—No te culpo por nada que hayas hecho y tú tampoco deberías hacerlo.

— ¿A qué se refiere con eso? —lo miró con cautela.

El padre Min dejó salir un suspiro pesado y sentía que los nervios le invadían. Hay cargas con las que ya no puede. Ese pasado es pesado, sobre todo si parece que se ve en JiMin y en todo lo que le pasa. Por mucho tiempo se culpó y tuvo miedo. Pensó que estaba mal. Que no podía tener ese sentimiento, pero cuando pasó esto, sintió un poco de alivio, pero a la vez se removieron los recuerdos y todo lo que creyó sepultar en su interior.

Así que quizá había llegado el momento de liberar esa carga y de ser sincero con alguien que no lo juzgará.

No todas las historias están destinadas a tener el mismo final.

—Voy a contarte algo—le dijo y lo miró—Es un secreto que he guardado durante mucho tiempo y que justo ahora ya no puedo contener.

JiMin lo miró un poco desconcertado por lo repentino de eso, pero nunca se hubiese imaginado lo siguiente:

—Sé que te encanta y lo detestas al mismo tiempo—sonrió medianamente y con los recuerdos más vívidos que nunca—Yo conozco ese sentimiento, yo... también me enamoré de un hombre.



Holii!!!

Weonas!!! Este cap y el que sigue es  de los buenos. Los secretos empiezan a salir a la luz. Por fin van a saber de quién se enamoró el padre Min. 

El siguiente cap está completamente dedicado a eso. Puede que quede muy largo y espero que sea para esta noche :)

Se lo merecen lo antes posible.

Muchas gracias por el apoyo hasta ahora. Sinceramente me está gustando cómo está quedando la historia. Mejor de lo que la había imaginado :)

Espero que les haya gustado. No se olviden de votar y comentar. 

Las tkm!!!

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