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25 Carga De Lujuria



"Esta lujuria es una carga que ambos llevamos"

David Kushner – Daylight



Sábado 22 de julio de 1944



— ¿Qué sugiere? —preguntó SeHun con un poco de duda.

—Que me permitas reivindicar el camino de JiMin—respondió el padre Min.

El señor Park no estaba de acuerdo con dejar salir a su hijo de nuevo. Temía que esas malas mañas que ahora tenía terminaran por hacerle otra jugada. Que se involucrara con otro hombre podría ser aún más malo y entonces ya no podrá detener al pueblo que aún pide justicia. Por eso para él era mejor tenerlo en su habitación; completamente aislado para que su enfermedad no se le contagie a nadie.

— ¿Cómo haría eso? —preguntó el patriarca de la familia.

—Sería como un catecismo, pero dentro de esto cumplirá con penitencias constantes. No lo dejaré mezclarse con los demás jóvenes del pueblo y le daré tareas a realizar. Además de que me encargaré de que hable con Dios todo el tiempo—explicó.

El padre Min había tenido una idea de cómo ayudar a JiMin, al menos en lo que podía. Esta era la forma; persuadiendo a SeHun de que lo deje ir con él a la iglesia para que desempeñe labores, pero más que nada era para sacarlo de su casa y que evitara recibir esos castigos constantes. Sabe que lo tortura con la comida y es algo en lo que no puede estar de acuerdo. Además sabe que necesita acercarse a Dios y reflexionar sobre lo que pasó.

Es todo lo que puede hacer por él.

—No considero que eso sea lo que necesite, ¿sabe? No es como que haya hecho algo cualquiera—negó en desaprobación—Hizo una barbaridad, algo que ni siquiera sabíamos que podía suceder. Lo que necesita es que lo castigue con severidad para que aprenda.

—Bueno, ya has hecho demasiado con eso—intentó mostrarse calmado—Déjame a mí ahora usar el poder de Dios. ¿O es que acaso dudas de él?

SeHun lo miró por segundos y luego viró los ojos hacia otro lado. Y entonces YoonGi supo que tenía dudas. No es tan creyente como dice que es.

—Claro que no—negó y se puso rígido—Yo sé que Dios puede darle castigos más grandes.

"Dios no castiga. Nuestras malas acciones sí"

—Considera la posibilidad, SeHun—insistió el padre—Las primeras veces puedo venir aquí y después decides si le permites ir a la iglesia.

Eso sonaba un poco más aceptable para el hombre, sobre todo porque lo que más le preocupaba era su preciado dinero y su reputación. Si en algo podía confiar era en el poder Dios para darle a su hijo lo que se merece y que así pueda volver al camino del bien.

—De acuerdo—se rindió— ¿Quiere verlo ahora? —ofreció.

—Eso sería bueno, SeHun—asintió con suficiencia.

Fue así como el padre Min pudo ir hacia la habitación donde aún estaba JiMin sintiéndose cada vez más desloado. Aunque al menos ahora aceptaba el pan y el agua que le daban, pero el vacío en su corazón nadie podía llenarlo. Sólo JungKook y rezaba por que estuviera bien.

Se sorprendió cuando vio al padre Min entrando a su habitación a lado de SeHun y sus ojos lo reflejaron, pero sintió alivio de que fuese así. Él era la única persona que no lo había juzgado en este tiempo y también le brindó el perdón y el consuelo que necesitaba. Se sentía bien con su presencia.

— ¿Cómo estás, JiMin-ah? Dios te bendice—le hizo una reverencia y se sentó frente a él en la mesita que estaba.

—Estoy bien, padre—sonrió un poco—Bendiciones también para usted.

El aludido sabía que SeHun estaba ahí y por eso se limitó a hablar sobre cosas que él quería escuchar. Como la sanación de JiMin y que sus errores lo trajeron a esto. Por fortuna el rubio entendía bien las señales que el padre le lanzaba y supo responder a todo sin dudar, aunque con temor de que su padre se diera cuenta.

Estuvieron así por un rato hasta que SeHun se marchó de la habitación y entonces ambos pudieron respirar un poco. La charla continuó siendo casi la misma y eso le estaba haciendo bien a JiMin. Ya no sentía que tuviera que pasar horas interminables en su solitaria habitación y pensando únicamente en barbaridades sobre la situación actual de JungKook. No quería pensar así, pero a veces era inevitable, sobre todo porque ha pasado un tiempo considerable y no ha dado ninguna señal.

Pero se niega a creer que lo haya abandonado.

—La espera se vuelve difícil—dijo JiMin mirando hacia el suelo—Sólo espero que esté bien.

El padre Min, aunque quería ser una especie de apoyo para JiMin, pensó muchas cosas en la soledad, sobre todo porque sus hechos no tuvieron buenos resultados y porque también alguna vez creyó en la fantasía. En que los buenos finales sí sucedían, pero no fue así. Y tal vez nunca será así.

Lo cierto era que despertó con una serie de recuerdos que lo persiguieron durante un buen rato hasta que pudo venir a la casa de JiMin. Por eso estaba pesimista.

—Tienes que ser realista—lo miró con cautela—Puede que JungKook no vuelva.

—El prometió volver por mí—refutó y sus ojos se cristalizaron

La mirada de JiMin tenía tanta esperanza como la que alguna vez existió en su vida. Ya sabe cómo se siente, cómo todos los días te despiertas y miras al cielo sintiendo que la despedida no era la única opción. Cómo miras a la lejanía y piensas que pronto la distancia se va a terminar. Cómo rezas con Fe y sientes que mañana todo terminará. Sus mañanas se volvieron infinitas hasta que se cansó de esperar y de... creer. No hay un final feliz.

Comparte esa carga con JiMin y entiende perfectamente sus sentimientos, así como tiene consciencia de que algún día va a despertar de ese sueño, porque no hay un final feliz ni mucho menos juntos.

No para ellos.

—Él va a volver—dijo el rubio con un hilo de voz y jugando con sus manitos—Yo lo sé. Confío en él y en Dios.

La convicción del menor era contagiosa, y podía entenderlo; es joven aún, con sueños y altas expectativas del amor que vivió con JungKook. Es así como se siente, pero puede que pronto descubra el sabor amargo de la realidad. Así que decidió cambiar el tema, porque todo esto le provocaba emociones que no quería sentir.

—Bien—asintió y luego agregó—De este modo puedo ayudarte; te daré comida cuando vayas a la iglesia y harás tareas como antes. Sólo así SeHun no sospechará, y debes poner de tu parte. No importa si es un engaño o si le mientes, hazle creer que estás cambiado sólo para que no te lastime. Los verdaderos sentimientos guárdalos para ti. Pero debes considerar... las posibilidades de la realidad.

No quería hablar de eso. Definitivamente JiMin no quería hablar sobre eso. Sentía que traicionaba a JungKook sólo con dudar un poco y no quería eso. No quería creer que jamás volverá y que están destinado al fracaso y a la soledad. Confía en él. Sí. Volverá. Quizá no pronto. Pero lo hará.

Quizá.

— ¿Aceptarás mi ayuda? —insistió el padre—No puedo hacer más por ti, sólo esto.

— ¿Hay alguna forma de que pueda buscarlo? —lo miró con esperanza.

—Lo siento—negó—Pero puedo cubrirlo. Los parroquianos me han pedido que lo reporte con el cardenal para que el caso llegue al papa...

— ¡No! —alzó la voz y se puso de pie—No puede hacer... No, no. Lo van a matar...

—Yo lo sé. Cálmate—habló en un tono bajo—Les dije que lo reporté, pero no pienso hacerlo.

Tan sólo pensar que la vida de JungKook peligraba hacía que el corazón de JiMin se acelerara y no podía evitar pensar en lo peor. Su Fe en Dios le hacía confiar, creer y resistir. No aceptará jamás que ambos fueron presos de la lujuria, porque como tal no es el caso. No estaban experimentando. No estaban tratando de dañar a nadie. Simplemente estaban amándose, pero ya no se los permitieron.

Saber que el padre Min era una especie de aliado en esta catástrofe le hacía sentir más tranquilo. Sentía que podía respirar mejor. Y eso siempre se lo iba a agradecer.

—Aceptaré su ayuda—le dijo y volvió a sentarse—Lo que sea con tal de que no reporte el caso.

—No tienes que pedírmelo, JiMin-ah—sonrió con suavidad—Yo tampoco quiero que nada malo le pase. Sé que es un buen hombre y que no es un pecado enamorarse. Sólo es amor.

A JiMin le sorprendía que el padre Min tuviese una mente tan abierta a nuevas ideas y posibilidades. Era un verdadero consuelo saber que contaba con su apoyo y que incluso era cómplice en esto al no querer reportar el caso.

Tal vez... sólo tal vez esto era una prueba y... Dios realmente estaba de su lado.


Domingo 23 de julio de 1944



Era triste que, cuando pensó que las cosas podían solucionarse, de pronto se veía envuelto en la segunda guerra mundial. Huir precipitadamente del lugar tan tranquilo en el que estaba fue una tragedia para él. Ahora debía esconderse y activar su modo de supervivencia porque, por lo que había escuchado, Japón era un blanco de los norteamericanos que no estaban dispuestos a soltar.

Durante un tiempo pidió por aquellos que se veían afectados pensando que no viviría algo como eso ya que, aparentemente, Corea estaba fuera de ello, sin embargo, la vida dio un giro muy inesperado y ahora tenía que enfrentarse a esto. Lo peor era vivir en la incertidumbre y ni siquiera poder dormir por miedo a que le cayera una bomba encima. Era natural, pero más le temía a no poder cumplir la promesa que le hizo a JiMin.

Sólo en él podía pensar y en todo lo que tuvieron antes de que la oscuridad los alcanzara. Y ahora, no sólo no podían estar juntos debido a los ataques de los parroquianos, sino también gracias a que de alguna manera terminó en medio de la guerra.

Ahora que lo veía desde ese punto podía entender un montón de cosas y que a veces los rezos no son suficientes, no cuando miles de vidas inocentes caen a manos de persona esclavizadas por la sed de poder. Y aun así quería arriesgarse... aun así quería volver y estar cerca de JiMin, no importa que tenga que esconderse. Se conforma con sólo saber que en algún momento podrá ir por él. Además, creía que lo mejor era huir a Corea para mantenerse a salvo.

—Sería una locura—decía Mina con expresión preocupada—No podemos hacer eso sin morir en el intento.

—Pero yo no puedo estar aquí—decía JungKook con un poco de desesperación—Mi JiMin me necesita allá. Lo más probable es que no la esté pasando bien.

A veces tenía la necesidad de contarle todo a Mina, pero sería como un acto suicida. No sabe qué tan bien pueda digerir un hecho como este y si no va a juzgarlo. Por eso inventó que JiMin era su hermano y se llenaba de orgullo al mencionarlo con su apellido; Jeon JiMin.

Sí, eso sonaba demasiado bien.

—Quieres mucho a tu hermano, ¿no es así? —mostró una media sonrisa.

—Lo amo—respondió seguro y sin dudar, pero decidió agregar algo más para no ponerse en evidencia—¿Cómo no hacerlo? Cargamos con la misma sangre.

Tal vez no era verdad, pero JungKook sabía que ambos cargaban con esa lujuria y ese amor, y es algo que no puede negar ante Dios. Para Mina era una cosa y así debía quedarse si quería sobrevivir. Aunque ahora tenga una preocupación encima.

Se habían estado escondiendo en medio de un bosque y en una cueva que encontraron. La situación podía ser bastante deplorable, pero al menos estaban vivos y eso debían agradecerlo.

—Yo entiendo—asintió la mujer—Pero por ahora no será posible—hizo un mohín de tristeza—Papá me dijo que algunos campesinos supieron que Japón está aliado con la Alemania de Hitler y por eso los Norteamericanos invadieron.

— ¿Qué no se supone que Hitler se rindió? —preguntó analizando la situación.

—Tú lo has dicho; se supone. Pero nadie está seguro de lo que sucede ahí afuera. Es muy complicado.

Se sentía un fracaso total y como si estuviese en una jaula atrapado y sin ninguna posibilidad para escapar. La guerra lo complicaba todo y tenía la impresión de que esto no terminaría ahora. Si Estados Unidos invadía Japón, entonces era como un nuevo comienzo, porque eran enemigos de muerte. Todo por causa de Hitler.

—Esperemos y confiemos en Dios—sugirió Mina—Te prometo que iré contigo a buscar a tu hermano, pero por ahora debemos mantenernos con vida.

"Mantenerse con vida"

Después de todo, aunque no tendría que enfrentarse al juicio del estricto papa, su vida peligraba de cualquier manera. No podía ir a Roma, eso era evidente, pero era como estar ahí. Porque no había peor castigo que estar lejos de JiMin y no poder abrazarlo. No poder sentirlo. No poder verlo.

Así que tuvo que resignarse y miró hacia el cielo gris con un solo nombre en su mente.

"No estoy en la postura de pedirte nada, señor. Si estoy en esta situación es porque yo me lo busqué. Pero no quiero lo mismo para JiMin. Quiero que esté a salvo y que nos permitas encontrarnos después de haber afrontado tu penitencia... yo quiero estar con él para toda mi vida"


Martes 25 de julio de 1944



SeHun había cedido un poco después de un par de días de las visitas del padre Min a JiMin. Ahora le había autorizado ir a la iglesia, pero le dijo que estaría enviando a alguno de sus empleados para que supervisara sus labores y que se estuviese comportando, al menos hasta que decidiera que podía confiar en él como antes.

Sus tareas eran sencillas y en parte lo agradecía. Había pasado casi toda la mañana limpiando la iglesia, especialmente puliendo las bancas de madera para que se vieran más brillantes. Eso le ayudaba a tener la mente ocupada y no pensaba tanto, aunque en el momento del silencio y en el que se quedaba parado en el altar era cundo veía a JungKook en sus recuerdos.

El vacío era muy perceptible, casi hasta podía palparlo en su pecho, pero estar frente a Dios y a sus santos era un verdadero consuelo. Platicaba con él, tal y cómo SeHun le demandó y como el padre Min le sugirió. No tenía problema con hacerlo y no tenían por qué obligarlo. Disfrutaba de estar ahí hablando y sintiendo que Dios lo estaba escuchando.

Después de un largo rato ahí salió al jardín para hacer limpieza también, todo bajo el escrutinio de la gente que pasaba por ahí y que no paraba de juzgarlo. Aunque él no les prestaba atención, porque sentía que no les debía ningún tipo de explicación.

Qué se jodan, maldita gente hipócrita.

Cuando sintió que la tarde caía decidió volver adentro de la iglesia para tener una nueva plática con Dios. Sabía que de vez en cuando el empleado de su padre aparecía de la nada y observaba sus movimientos, pero trataba de no prestarle ni el mínimo de atención. Después de varios segundos se marchaba, porque seguramente se aburría de verlo hacer lo mismo o de no hacer nada interesante, algo que fuese cuestionable. Y cuando supo que estaba solo se permitió derramar unas cuantas lágrimas mientras encendía los sirios haciendo una pequeña oración.

—Señor Dios mío. No nos abandones a nosotros los pecadores, sobre todo a los que no nos arrepentimos—cuando terminó de encender los sirios se sentó en una de las bancas para continuar con sus rezos—Ha pasado un mes exactamente desde aquel día y, aunque he reflexionado, no puedo siquiera dejar de sentir esto por él. Si fuese sólo lujuria, ¿tú crees que lloraría todas las noches por él?... Fui feliz con él, querido Dios. Como nunca lo había sido en mi vida y no quisiera creer que este es el final... sé que este no es el final.

Después sólo se quedó en silencio mientras disfrutaba de la soledad de la iglesia a esa hora y mientras pensaba en las posibilidades de que esto tuviera un buen final... un final feliz. No escuchó los pasos cautelosos de la compañía que se aproximaba a él con cautela, al menos hasta que lo tuvo a un costado mirándolo con ojos un poco temerosos y muy arrepentidos.

— ¿Cómo estás? —preguntó con un hilo de voz.

JiMin sólo negó con la cabeza y sus lágrimas volvieron a caer. NamJoon se acercó a él para abrazarlo y para brindarle el consuelo que no ha podido en estos días. Se ha sentido culpable de no poder hacer más por él. De no ser más valiente para enfrentar a su padre y defender a quienes quiere. Pero no siempre será ese mismo que baja la cabeza y que suele ser sumiso y abnegado con sus padres. No siempre podrá mantener a raya esos sentimientos negativos que a veces amenazan con impulsarlo a cometer locuras. Por ahora sólo quiere estar con su hermano y poder asegurarse de que esas heridas han sanado. Y era así, pero las heridas de su corazón seguían tan frescas que corrían el riesgo de infectarse.

— ¿Te ha vuelto a golpear? —preguntó NamJoon revisando los brazos del menor.

—No—respondió con un hilo de voz—Sólo me deja encerrado en mi habitación y, si te soy sincero, por mí eso está bien. Tengo muchas cosas que pensar.

— ¿Sobre él? —se atrevió a preguntar.

JiMin se quedó en silencio y lo miró por escasos segundos antes de desviar su vista al altar. No sabe cómo pueda NamJoon tomar las cosas sobre JungKook y todo lo que sucedió, y aún teme que lo juzgue. Teme que no pueda entenderlo como todos los demás.

—Quiero saber, JiMin-ah—pidió el mayor—No pienses que no puedo entenderte, bueno... puede que sea algo inusual, pero no por eso voy a juzgarte. Eres mi hermano y eso está antes que cualquier prejuicio o pecado que hayas cometido. Sólo Dios puede juzgar tus acciones.

Escuchar esas palabras hizo que la tensión en JiMin disminuyera gradualmente. No va a negarlo; sí tiene miedo. Y es un verdadero alivio saber que su hermano, su más grande héroe en la vida, esté completamente de su lado para apoyarlo. Si tan sólo desde el inicio hubiese confiado en él, quizá las cosas serían diferentes ahora. Quizá lo hubiese ayudado a escapar lejos con JungKook y lejos de toda esta mierda.

—Ya sabes lo que todo el pueblo dice—respondió JiMin con la mirada hacia abajo.

—No puedo creer en las palabras del pueblo. Sólo en las tuyas—respondió NamJoon y colocó una mano sobre la del menor.

—Bueno, considerando la gravedad del asunto, sí es un pecado, justo como el pueblo dice—se rio un poco—Sólo sé que me enamoré de él... de JungKook, un hombre que me hizo sentir lo que la señorita Kim ChaeWon nunca pudo. Y que con él fui más feliz que en todos mis años de vida. Puede que sea un pecado como tal porque él era un sacerdote, pero no fue con intención de dañarlos a ustedes. Simplemente no pude frenar lo que sentía. Lo amo y lamento mucho que eso sea un pecado ante los ojos del pueblo.

NamJoon sonrió suavemente, porque por alguna razón esas palabras le recordaron a lo que alguna vez le dijo a SoYoon cuando recién se conocieron. Podía reconocer la intensidad en cada letra y con eso era suficiente para él. Pero tenía curiosidad de saber cómo pasó todo y en qué momento. A los ojos de todos eran un sacerdote y un parroquiano que se llevaban muy bien y que cumplían con la misión de Dios. Nadie pudo pensar siquiera lo contrario. Y quizá lo estaban haciendo y nunca dejaron de hacerlo, sólo agregaron un enamoramiento. Eso no debía ser un pecado que la gente deba juzgar.

— ¿Puedes contarme un poco más? —pidió.

— ¿No te sientes... raro? Te voy a hablar sobre el hombre que me gusta, que en este caso debería ser una mujer. Además fue un sacerdote.

—Ya te lo dije; no soy nadie para juzgarte—sonrió divertido—Y sí quiero saberlo todo.

Quien se sentía extraño era JiMin. Nunca pensó que podría hablar con su hermano mayor sobre estas cosas, mucho menos que pudiera entenderlas. Y resultaba más extraño tener que hablarlo frente al altar de Dios. ¿Qué tan malo sería? Quizá no tanto y ni debería preocuparse por eso. Así que sólo fluyó con la conversación y le contó sobre JungKook. Sobre las muchas veces que lo hizo sentir especial y, aunque lo dudó antes, terminó por confesarle que intimó con él en más de una ocasión. Sobre todo que no se arrepiente de nada y que es el amor de su vida.

—Supongo que es una historia como la de cualquier persona que se enamora—concluyó NamJoon y lo miró—Pero puedo ver que lo que tú sientes es mucho más especial que un sentimiento entre un hombre y una mujer.

—Lo que tú tienes con SoYoon también es especial—dijo—Ella te ama y merece que la ames con la misma intensidad que lo hace.

NamJoon lo supo. No tuvo que detenerse a leer entre líneas, porque bien sabía que JiMin se refería a que nunca hace lo suficiente por ella, a que debe defenderla sin importar que sea de sus propios padres. Lo supo y todo el tiempo estaba en su consciencia. Todo el tiempo veía los ojos suplicantes de su amada esposa. Todo el tiempo se sentía culpable y el hombre más cobarde que puede existir en el mundo.

Las palabras de su hermano menor, que aparentemente se había vuelto más sabio, habían calado en su alma y en su consciencia. Fue como sentir de pronto un valor repentino, mismo que su hermano le daba. Ya era hora de que hiciera las cosas bien y que velera por el bienestar de su esposa.

—Lo sé. Ella merece lo mejor—asintió—Así que me esforzaré por ser un mejor hombre para ella y un buen padre para mi hijo.

Ninguno de los dos sabía que necesitaban una plática como esta. Era como caer en la cuenta de realidades que no conocían y que debían saber.

Después de eso tenían que despedirse, porque JiMin debía volver pronto a su casa, además, ambos sabían que SeHun volvería a encerrarlo en su habitación y eso les impedía verse aunque estuviesen en la misma casa.

Lo vio marcharse a lado del empleado que lo custodió durante el camino, mientras decidió volver a su hogar donde la mujer de sus sueños lo estaba esperando. Cuando la vio, lo primero que hizo fue besarla con mucho amor e intensidad y después, mientras caminaban rumbo a su habitación para tener uno de esos encuentros apasionados que últimamente tienen, le hablaba de JiMin y que él estaba bien. Que le había abierto los ojos ante muchas cosas y que intentaría ser bueno para ella.

Sólo había que tener Fe en Dios y confiar en cómo hacía sus cosas. 




Holiiii!!!

Nuevo capítulo de esta su novela. 

Empezamos con el maratón hasta que el drama termine. Gente, las cosas se van a poner bastante interesantes :)

¿Hay teorías? Hay algo que ya es bastante evidente, pero que no se ha declarado directamente. jsjs. Pronto lo sabrán. 

Espero que les haya gustado. No se olviden de votar y comentar. 

Las tkm!!!


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