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20 Amor Culpable



"No me culpes.

El amor me enloqueció.

Si no lo hace,

No lo estás haciendo bien"

Don't Blame Me – Taylor Swift



Miércoles 21 de junio de 1944



A veces SoYoon sentía que su vida no funcionaba correctamente, pero cuando veía a su hijo sonriendo o pataleando, entonces pensaba lo contrario.

Habían sido días duros en casa de su suegra quien últimamente le demanda más tiempo del habitual. Exige y manda a diestra y siniestra. Sin nada de compasión. No entiende por qué, si a su cargo tiene mucho personal que haga todo lo que pide, pero a veces piensa que no la quiere por el simple hecho de que es ella y nada más. Bastante absurdo, sí. Pero no encuentra razones.

Lo cierto es que Sana cree que tiene autoridad con todos por ser esposa de Park SeHun y por la riqueza que posee. Cree que sus nueras deben hacer todo lo que pida y que deben servir fielmente a su familia sólo porque deben estar agradecidas, pues son afortunadas al ser desposadas por un Park. La siguiente es ChaeWon y ella no tiene ni la más mínima idea de todo lo que le espera cuando se case con JiMin. Ella piensa que vivirá su cuento de hadas, pero la realidad será otra.

SoYoon tampoco tuvo la más mínima idea, pero tampoco se arrepiente de ello, después de todo ama a NamJoon con todo su corazón y entiende completamente que no pueda defenderla de su madre, porque eso sería una gran falta de respeto según las creencias misóginas de los Park. Al menos se siente contenta de que, después de un día estresante con su querida suegra, va de vuelta a casa para encontrarse con el calor de su familia que la está esperando con ansias.

Decidió tomar el camino largo hacia su casa, no importando que la noche había caído y que ya no pasaba nada de gente por ese lugar. Sólo necesitaba relajarse un poco antes de asumir el rol de madre y de esposa. Aquello no era cansado, pero hoy Sana fue más demandante de lo normal. Al parecer estaba molesta por la renuencia de JiMin con su matrimonio, pero oyó que dijo que confiaba ciegamente en el padre Jeon para que lo convenciera de casarse.

Si tan sólo supiera o... si tan sólo viera las cosas como ella las ve, no estaría tan segura de eso, pero sabe que es mejor. No puede desear que algo malo le suceda a JiMin si Sana se entera de lo que realmente está pasando. Y no tiene por qué. Por eso guarda su secreto con fervor y decidió no indagar más de lo que debería. Aunque algo es seguro; lo ayudará en caso de que lo necesite, porque su cariño por él es más grande que los prejuicios o el temor que pueda tenerles a sus suegros. Y está segura de que NamJoon pensaría igual si estuviese enterado de ello. En dado caso de que las cosas se compliquen, entonces puede que decida hablar con él, pero por ahora es una tumba total.

Pasaba cerca de las afueras del pueblo ya que su casa estaba cerca de ahí, pero nunca se imaginó que vería a cierto chico rubio llegar de la mano del sacerdote Jeon. Se quedó paralizada en su lugar y cuando reaccionó se escondió detrás de un árbol.

Sintió pánico y temor de comprobar sus sospechas, además de que no quería ser invasiva con la privacidad del chico, pero no pudo con la curiosidad y lo que encontró la dejó completamente helada.

JiMin estaba colgado del cuello del sacerdote mientras le daba un beso apasionado, uno que parecía no tener fin. Y él correspondía completamente gustoso y aferrado a su cintura. No necesitó más y tuvo el impulso de salir corriendo a su casa sin que ese par la viera. Pronto llegó y entró de golpe en la salita donde acostumbra a tejer, pero nunca se esperó ver a NamJoon ahí mismo con su hijo en brazos.

—Bienvenida, mi cielo—le saludó el hombre y se puso de pie— ¿Por qué tardaste...? ¿Estás bien?

Se acercó a ella porque estaba parada en la puerta recargada en la misma como si estuviese tratando de detenerla. Además sus ojos estaban abiertos y su piel lucía pálida, como si estuviese asustada.

— ¿SoYoon? ¿Cielo? —le habló con cautela y se acercó a ella— ¿Qué pasa? Me estás asustando.

La mujer estaba como en una especie de shock reproduciendo una y otra vez en su mente la escena que había visto. No podía creer que de verdad sus sospechas eran ciertas, porque una parte de ella esperaba que no fuese así. Y ahora, ¿qué tiene qué hacer? Esto es grave... esto es... increíble.

—Cielo... dime qué pasa.

Cuando SoYoon sintió la cercanía de su esposo y las manitos de su hijo tocarla, entonces pudo volver un poco en sí, pero aún con su corazón acelerado.

—Es que... yo...—suspiró— ¿Crees en... fantasmas? —dijo lo primero que se le vino a la mente.

—Sabes que soy escéptico con esos temas—la miró divertido.

—Pues vi uno—mintió.

— ¿Por eso vienes así? —la miró con preocupación y la abrazó para calmarla.

—Si lo hubieras visto... estarías igual. Créeme—dijo ya un poco más calmada.

—No entiendo esa manía tuya de querer caminar—dijo y tronó la boca—Tenemos un par de autos y tú andas a pie—se burló.

—Me gusta caminar—dijo y se desprendió del abrazo para mirarlo y sonreírle un poco.

—A partir de mañana sales en auto. No importa si sólo vas al mercado. Sobre todo cuando vuelvas tarde de la casa de mi madre. ¿Quedó claro?

Pese a que SoYoon se crio en cuna de oro, no le agradaba mucho hacer exactamente lo que los ricos hacen. Le gustaba mantenerse de ese modo; siendo una mujer normal que hace cosas normales. Y salir a pie era una de ellas. Pero ahora no tenía ganas de contradecir a su esposo, lo único que quería era no pensar en lo que vio.

—Muy claro, cariño—asintió ella con una sonrisa.

"Hablar sólo si es necesario"


Domingo 25 de junio de 1944



Para mala fortuna de JungKook tenía que esperar a que el padre Min volviera de su misión sacerdotal. En cuanto lo saludó a la mañana siguiente de su vuelta a Busan, le avisó que iría a predicar al pueblo del norte y que demoraría unos cuantos días más de lo que acostumbra. Aunque intentó convencerlo de que lo escuchara por unos cuantos minutos no lo logró. Parecía que tenía mucho afán por irse. Así que ahora tenía que esperar a que volviera, mientras tanto, pasaba sus horas con JiMin y ahora demandaba más de su tiempo para que no se atravesara con ChaeWon, quien no quería marcharse porque aseguraba que no tenía deberes en Seúl.

Ahora no era sólo el rubio evitándola a toda costa, también eran los celos de JungKook que lo hacían ser poco racional. Para suerte de ellos, Sana no se oponía, no cuando personalmente el sacerdote le dijo que requería mucho de la presencia de su hijo. Se podría decir que, por ahora, las cosas estaban en su favor.

Hoy después de la misa dominical, JungKook se llevó a JiMin con el pretexto de que debían preparar las clases para el siguiente catecismo, pero aunque sí tenían que ocuparse de eso, la realidad era que estaban haciendo otras cosas que les llenaba en demasía.

Hacía un rato que no visitaban la cascada donde acostumbraban a rezar, pero ahora quizá harían otras cosas.

Se habían desnudado completamente para nadar en el río y para empaparse en la cascada. De vez en cuando jugueteaban o se coqueteaban a la distancia. JiMin era quien más disfrutaba de provocar a su hombre, saliendo de vez en cuando del agua para mostrar su desnudez parado en una roca.

Era imposible que los ojos de JungKook no lo vieran. Estaba completamente hipnotizado por su belleza y por la perfección de su cuerpo. Estaba enloquecido por él y por todo lo que era. No podías culparlo de sentir amor por él, no cuando puede cautivarlo sólo con una sonrisa o incluso drogarlo con su voz. No sólo eran sus encantos, también era su ternura, su bondad y su personalidad tan cálida que envuelve. Era todo, incluso los defectos, aunque no haya encontrado ninguno.

JiMin era perfecto.

Y ninguno de los dos era culpable por el amor que se tenían.

No pueden culparlos.

—Ven aquí, ángel—le llamó JungKook con una sonrisa.

— ¿Qué quieres hacerme, JungKookie? —lo miró coqueto al tiempo que se acercaba a él.

—Sabes perfectamente lo que quiero hacerte—le sonrió igual—Y lo quieres tanto como yo.

— ¿Sabes algo? —inquirió y terminó por acercarse a él—Llevo un rato preguntándome qué se siente hacer el amor en el agua—empeló un tono seductor.

—Pero qué casualidad tan oportuna—sonrió, se acercó a él y lo rodeó de la cintura—Yo me preguntaba lo mismo.

Ambos se perdieron en sus ojos al tiempo que se sonreían mutuamente y luego pasó lo inevitable; sus labios juntándose era una de sus partes favoritas del día, sobre todo en este momento en el que estaban en el río. Sentían que muchas emociones se guardaban en este lugar y quizá eso hacía que lo disfrutaran más. No lo sabían. Pero estaban seguros de que aquí podían soltarse sin temor a nada.

Era su lugar seguro y su lugar favorito.

—Definitivamente voy a hacerte el amor, ángel—dijo y sonrió seductor—Pero antes quiero hacer algo contigo... ¿Me permites?

—Por supuesto—asintió—Dime qué hago.

—Dame tus manos.

JiMin hizo enseguida lo que JungKook le estaba pidiendo. Luego de eso, éste cerró los ojos y dejó salir un suspiro profundo, así que el contrario le imitó. Seguramente harían una oración.

—Lo amo, querido Dios—confesó el sacerdote—Amo a este chico con intensidad pura. Él me hace feliz y me hace sentir que es correcto. Quiero amarlo siempre.

Los ojos de JiMin se habían abierto en completa sorpresa porque definitivamente no esperaba semejante confesión ante Dios. ¿Lo ama de verdad? ¿No son sólo palabras al viento? Aunque esta es la primera vez que se enamora, está seguro de que hay una gran diferencia entre querer y amar. Y JungKook había dicho fuerte y claro que lo ama.

Inevitablemente su corazón se había acelerado y esperaba que esto fuese verdad.

—Yo también te amo—se atrevió a decir con una sonrisa y con sus ojos cristalizados—Te amo, amor mío... Querido Dios, él es con quien quisiera casarme y vivir el resto de mis días—confesó con sinceridad.

Había algo muy significativo y poderoso en este ritual sagrado de confesión que improvisaron. Y por alguna razón sentían que esa carga era liberada. Era como si de verdad se estuviesen confesando ante Dios y como si éste les estuviese dando su aprobación. Por fin sentían que quizá las cosas podrían salir bien.

Quizá.

—Juro que voy a amarte toda mi vida, Park JiMin—habló el sacerdote mientras lo miraba directamente a los ojos—Hasta mi último suspiro yo estaré entregándote absolutamente todo de mí. Mis días, mis horas, mis minutos, mis segundos... mi amor. No dejaré nada a la deriva, nada que sea para ti.

—Y yo te juro que estaré a tu lado sin importar nada—dijo y se acercó un poco a él—Mi amor será eterno y los latidos de mi corazón estarán dedicados a ti todos los días de mi vida, hasta que el último llegue y aun así lucharé para que se mantenga vivo, para amarte en las siguientes vidas que nos toquen.

—Te amaré en las dificultades, mi ángel—dijo y lo rodeó de la cintura.

—Y yo te amaré aunque estemos en medio de la guerra—aseguró y se colgó del cuello ajeno—Daría mi vida por ti, JungKookie.

—Y yo por ti... lo haría sin dudarlo—también aseguró.

—Esto es para siempre.

—Para siempre.

No esperaron más para juntar sus labios e iniciar con un beso apasionado que llevaba más de una emoción de por medio. Esta vez iba mucho amor puro y sincero que acaban de confesar frente a Dios. Era el más importante para ellos. Así que esta vez sentían que lo estaban haciendo bien. Esta vez el amor los enloqueció.

Y eso era lo correcto.

Se entregarían en cuerpo y alma con cada toque que ejecutaban. JungKook lo sostenía de los glúteos disfrutando de cómo se movía para frotar sus erecciones. No había parado de besarlo y no quería hacerlo, porque todo se sentía tan bien, tan correcto, que era imposible detener el frenesí que se originaba.

Lentamente comenzó a caminar hacia donde estaba la cascada, aun sosteniéndolo en sus brazos con mucha fuerza. Lo llevó a la cueva para recostarlo en una de las rocas y en ese momento sus miradas se encontraron. Ambos sabían que este momento era sumamente especial. Era como la prueba viviente de lo que habían jurado hacía unos instantes. Era el pacto que sellaba esas promesas sagradas hechas ante Dios todo poderoso.

JiMin se dejó hacer por JungKook cuando lo besó y lo atrajo del cuello para que no se le escapara. Sintió sus manos recorriendo su cuerpo húmedo que ahora mismo estaba ardiendo en llamas. Los toques eran delicados, eran cariñosos y eran lentos. Le erizaban la piel al instante y no le importó en lo absoluto gemir agudamente. Bastaba el más mínimo tacto para que lo hiciera y sin duda lo disfrutaba en demasía.

Era JungKook el que respiraba pesadamente sin dejar de besar a su chico rubio de mejillas rosadas. Era un adicto a sus labios pomposos y también a besarle el cuello. Bajó desde su barbilla hasta que se posicionó en una curvatura y así se quedó, como si nunca hubiese hecho eso o como si nunca lo hubiese probado.

Más tarde se deslizó por sus clavículas, lugar que lo hacía jadear pesado, pero sin duda disfrutaba más cuando le chupaba los pezones, porque lo hacían gemir más alto de lo que acostumbraba.

Lo tenía recostado en la roca y completamente a su disposición. Eso le encantaba... a los dos. Por un lado, JiMin disfrutaba de sentir que era poseído por el sacerdote, y éste, por el otro, le encantaba sentir que tenía el control total de su cuerpo y de su persona. Era satisfactorio, lo llenaba de orgullo y le hacía sentir afortunado.

Nadie más había tocado el cuerpo de JiMin y tal vez eso era la mejor parte. Se atribuía completamente su pureza que tomó una noche estrellada y ahora se atribuía su amor total porque justo se lo acaba de entregar con Dios como su testigo.

Así que a partir de ahora no había vuelta de hoja, porque aunque no puedan tener una ceremonia oficial, ellos habían entregado su amor por completo el uno al otro.

Nadie podría separarlos, porque su hilo rojo era imposible de romper.

Podía estirarse miles y miles de kilómetros por el mundo, pero al final volverán y tal vez lo hagan con más fuerza.

JungKook deslizó sus labios más abajo hasta que llegó a su abdomen donde acarició con su lengua e incluso con su aliento. Se dio cuenta de que ya lo tenía muy vulnerable y eso lo hizo sonreír con suficiencia.

—Siempre serás mío—le dijo al rubio—Y te haré el amor los siente días de la bendita semana. A cada hora, a cada minuto y a cada segundo. Noches tras noche cuando estemos juntos y lejos de todo. Yo te haré sentir bien y amado.

—No estoy siquiera pensando en oponerme—le sonrió coqueto para incitarlo—Soy completa y eternamente tuyo, amor mío.

El sacerdote sonrió orgulloso de que su propio chico lo esté dando todos los derechos que ya posee. Y termina por corresponder a su sonrisa incitadora cuando se desliza hacia arriba para capturar sus labios de nueva cuenta. Al tiempo deslizó una de sus manos para tocar su cuerpo caliente y luego para jugar con sus pezones. Se dio su tiempo y disfrutó de cómo se estaba retorciendo en sus brazos. Podía sentir que ahora tenían más confianza, todo después del viaje que hicieron juntos. De alguna manera sintió que se creó una poderosa conexión. Y no sólo eran pensamientos suyos, porque JiMin se sentía de la misma forma; los toques en su cuerpo lo hacían vibrar y estaba seguro de que no tendría esas reacciones con nadie más que no sea JungKook. Ya no se trata de hombres y mujeres, se trata de lo que siente por él y cómo su cuerpo reaccionó desde el primer instante en que lo vio.

Tanto él como su alma están convencidos de que son el uno para el otro. Que son destinados para estar juntos en esta vida. ¿Por qué razón Dios lo habría cruzado? ¿Qué caso tendría dejarlos conocerse y vivir todo esto si no iban a terminar juntos? No había ninguno, porque estaban seguros de que esto era para toda la vida y en las que siguen.

El cuerpo de JiMin vibraba y se perdía fácilmente. Más ahora que JungKook estaba acariciando su hombría por encima y de manera sutil. Lo volvería loco, mucho más si continuaba besándolo encarecidamente. No le permitía gemir y tenía ganas de gritar su nombre a los cuatro vientos por el hecho de que sabía que estaban solos.

Eso hizo que se soltaran y JungKook dejó de inmutarse. Su mano terminó por tomar el miembro de JiMin y lo envolvió al tiempo que comenzaba a brindarle placer. Por fin los labios del rubio fueron liberados y enseguida escapó un gemido bastante agudo y sonoro, mismo que se intensificó cuando el aún sacerdote había deslizado su mano hacia donde estaba su esfínter. Sabía que le gustaba, porque el mismo se lo dijo y descubrió que también le gustaba tantear la textura de esa zona, más aún si veía a JiMin retorcerse y gimiendo por más y más.

Sus ojos se conectaron por varios segundos mientras se quedaban de ese modo; el rubio completamente acostado en la roca y a merced del hombre de sus sueños, dejando que hiciera con su cuerpo todo lo que se le viniera en gana. No demoró mucho en sentir placer de nuevo cuando su miembro volvió a ser tomado y de ahí ya no pararon.

El momento se volvió intenso. Sentían que estaban en el escenario perfecto y que el sonido de la cascada frente a ellos daba el toque especial que esto necesitaba. Era muy íntimo todo, incluso más que otras ocasiones. Sentían que conectaban y JiMin sentía que le temblaban las piernas.

Pronto JungKook aumentó los movimientos de la masturbada, todo sin perder de vista su rostro y los gestos que hacía. Lo amó más, mucho más que hacía unos instantes y disfrutó ver cómo el orgasmo lo sacudía violentamente. El semen se regó en su mano, pero no le importó y no se detuvo hasta que la última gota salió. Después el cuerpo de JiMin cayó en calma mientras en su rostro se dibujaba una sonrisa satisfecha.

—Mi turno—le dijo el rubio al tiempo que le acariciaba una mejilla.

Se incorporó para sentarse sobre la roca y atrajo el cuerpo de JungKook apresándolo con sus piernas. Inició lento y con la misma sonrisa descarada que últimamente le muestra. Sus manitos recorrían los pectorales poco pronunciados del mayor, haciendo un recorrido de ida y vuelta que se repitió varias veces. Lo único que cambió después fue el beso apasionado que le dio, pero en una de esas una de sus manos se deslizó más allá de los pectorales y luego más allá de su abdomen. Tanteó juguetón e incitador la zona uve de su línea prohibida y delineó el cinturón de Apolo que poseía. Sintió cómo jadeaba en su boca y eso lo llevó a sonreír en medio del beso. Se sentía satisfecho y orgulloso de saber que lo provocaba demasiado. Que sentía lo mismo por él.

Su mano continuó descendiendo hasta que se topó con el pene erecto y listo para ser atendido. Lo primero que hizo fue tantear la zona, pasando lentamente su dedo pulgar por el glande que ya segregaba líquido pre seminal. Lo hizo lento, al ritmo que sus labios se movían con los contrarios. Y luego a medida que sentía la tensión invadir su cuerpo, dejaba que el ritmo de sus manos fuese guiado por eso.

Terminó por envolver el falo y se alejó para mirar el rostro de su hombre que tenía una expresión sexy y dominante. Suficiente para sentirse excitado de nuevo. Era imposible no caer ante él, pero ahora era su turno de complacerlo y de demostrarle que de verdad lo amaba. No sólo su mano en su pene se lo decía, también sus ojos risueños y juguetones que no han parado de mirarlo desde que lo conoció.

Sonrió perverso igual que un demonio y entonces su mano se movió con mayor rapidez y avidez. JungKook dejó de contener los gemidos y las ganas. Su boca se abrió para dejar escapar el nombre de su amado y unos cuantos gruñidos de placer. Conectó su frente con la contraria mientras lo veía directamente a los ojos y al tiempo recibía más atención de la que esperaba.

Su respiración se volvió pesada, muy agitada e inestable. Sabía que estaba cerca y JiMin lo supo también. Su mano decidió terminar el trabajo y se movió rápidamente y esta vez sin detenerse. Pronto vio que los ojos de JungKook se volvían más penetrantes y lujuriosos, y fue segundos después que dejó escapar un fuerte gruñido gutural que salió acompañado de su corrida.

JiMin miró hacia abajo para ver cómo se descargaba y mordió su labio inferior al tiempo que tuvo un pensamiento bastante inapropiado, según él. Por un momento imaginó que tenía ese gran tamaño en su boca y que ese líquido viscoso terminaba viajando por su garganta. Se preguntó cuál era su sabor y eso despertó una curiosidad que no sabía que podía tener.

Se recompuso de ello y devolvió la vista a su hombre quien lo estaba esperando con ansias. No hicieron falta palabras para saber lo que quería, así que besó sus labios y decidió que ahí se quedaría por un buen rato... hasta el cansancio.

Estaban ocupados entre ellos, dándose todo el amor que hacía unos instantes juraron sentir ante Dios todo poderoso. Estaban inmersos en su burbuja de amor, tanto, que no se percataron de unos ojos curiosos que los miraban horrorizados no muy lejos de ellos.

ChaeWon se tapó la boca para evitar que su grito de pánico escapara de sus labios. Estaba en un estado de shock viendo cómo JiMin besaba encarecidamente al sacerdote del pueblo mientras estaban desnudos. Rápidamente su cabeza armó el rompecabezas y pudo entender sus actitudes, principalmente el hecho de que nunca le permitió tocarla, y que cuando lo hizo la miró con una rabia profunda y contenida.

No lo podía creer.

Sus ojos estaban bien abiertos mirando la escena que para ella era el pecado más grande del mundo... un sacrilegio que no debería ser perdonado.

Inconscientemente salió corriendo del lugar. Cuando vino por este camino lo hizo creyendo que podría relajarse, pero nunca imaginó que vería a su mundo cayendo frente a sus ojos. Nunca imaginó que vería una atrocidad como esa.

Ahora corría con sus ojos inundados con lágrimas y con su corazón lleno de pánico.

Quería borrar esa imagen de su mente que no paraba de reproducirse.

Pero lastimosamente para ella y para ellos... ya era tarde. 



Se viene mi funa :(

Quisiera hacer maratón a partir de aquí, pero no podré, bellas. Tengo un compromiso que sacar el sábado y eso me mantiene ocupada. 

Así que la siguiente actu será el viernes y de ahí hasta el lunes.

Se viene el drama, así que preparen los pañuelos, porque esto se pondrá feo :(

¿Hay teorías?

Espero que les haya gustado. No se olviden de votar y comentar. 

Las tkm!!!

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