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16 El Amor Es Una Droga



"Me siento tan drogada

cada vez que estás amándome"

Don't Blame Me – Taylor Swif



Viernes 9 de junio de 1944



No fue mucho tiempo y vaya que lo agradecía al Dios de todos los cielos. SeHun sólo quería asegurarse de que realmente le convenía hacer negocios con Kim ChanYeol y por un momento JiMin pensó que quizá hallaría algo que no le agradaría, pero no fue así. Al parecer todo estaba perfecto y apuntaba a ser el mejor negocio de la historia de los Park.

Llegaron al medio día a Busan y JiMin salió de su casa con el pretexto de que debía disculparse con el padre Jeon por su ausencia tan repentina, aunque realmente era cierto que haría eso.

Se sentía culpable de haberse ido así nada más, aunque no fue asunto suyo. Sabe que lo más probable es que lo dejó triste y quizá resentido, pero no había más por hacer, sólo correr hacia él para verlo y para abrazarlo con todas sus fuerzas, con todos los sentimientos que tiene por él.

Cuando llegó a la iglesia lo vio parado frente al altar, pero no estaba solo; ahí estaba el sacerdote Min explicándole algo, pero ni eso lo iba a detener. Necesitaba estar cerca de él, percibir su aroma, sentir cómo lo aprieta fuertemente con sus brazos y sentir que lo quiere tanto como él. Así que caminó rápidamente hacia donde ellos estaban y, pasados unos segundos, JungKook sintió su presencia y volteó rápidamente hacia donde se venía acercando. Y fue como quedarse atrapado en un momento en el tiempo, porque sus ojos y sus sentidos sólo lo percibían a él. Fue inevitable que una sonrisa se dibujara en su rostro, pero no era para nada amistosa. Esa sonrisa lo representaba todo en ese momento y el padre Min era testigo de eso.

Él conoce esa sonrisa.

Las cosas se volvían completamente inevitables, como el hecho de que JungKook dejó de escuchar lo que su igual le decía y después se dirigió hacia el rubio. No le quitó los ojos de encima y pudo estar tranquilo cuando lo estrechó en sus brazos con fuerza, como si hubiese pasado toda una vida sin él. Fue inevitable que las cosas se dieran así y que incluso el padre Min los estuviese observando desde donde estaba, aunque también miraba hacia todos lados para asegurarse de que no estuviese nadie cerca. Sólo eran testigos él y Dios que nunca se pierde nada.

Al final se acercó y soltó un carraspeo fuerte para detener las verdaderas intenciones de ese par, porque era muy evidente.

—Qué bueno tenerte aquí otra vez, JiMin-ah—le sonrió amistosamente—Dios te bendice y se alegra de tu llegada.

—Le agradezco mucho, padre Min—respondió con sus mejillas ruborizadas, mientras que JungKook bajaba la vista—Fue un viaje inesperado, pero por fortuna fue corto.

— ¿Te la pasaste bien? —inquirió mirando a JungKook.

—Un poco... sí—respondió con duda—Pero me gusta más Busan, eso es seguro—respondió y su mirada se fue involuntariamente sobre el sacerdote Jeon.

El padre Min decidió no sacar tantas conclusiones, pero este par se la ponía difícil. Tal vez sea momento de intervenir para que no salgan afectados, o tal vez deba dejarlos construir lo que tienen, quizá ellos sí tienen una oportunidad.

—Le agradecemos a Dios que volviste con bien—dijo y se giró hacia la salida—Seguramente tienen muchas cosas que hacer, así que los dejo solos—sonrió con un deje de burla y se marchó.

JiMin le hizo una reverencia, pero casi enseguida su mano fue tomada por su mayor y se dejó hacer sin dudar.

—Vamos a mi casa—ordenó JungKook—Me debes explicaciones.

El tono que empleó el sacerdote no consiguió intimidar a JiMin si eso es lo que quería, al contrario. Ahora que se cumplían dos semanas desde que tuvieron su primer encuentro íntimo, sentía que su cuerpo reaccionaba al más mínimo toque del sacerdote. Él lo extrañaba, pero más su cuerpo y se ponía en evidencia rápidamente con su piel erizándose. Aunque tuvieron que soltarse las manos cuando salieron de la iglesia, pese a que el camino hacia la casa de JungKook era corto, eso no significaba que alguien no los viese. Y era así.

El padre Min lo notó desde su casa que no estaba muy alejada de la contraria y SoYoon, que llevaba el encargo que su suegra enviaba para los sacerdotes, también los vio entrar juntos con un lenguaje corporal bastante extraño. Pero ellos fueron completamente ajenos a eso, sobre todo cuando sus cuerpos volvieron a unirse en un abrazo bastante significativo y sentimental.

—Lo siento mucho, JungKookie—le dijo JiMin con un tono de voz tenue—Yo no quería ir y tampoco quise hacerlo sin despedirme de ti, pero todo fue muy repentino gracias a la insistencia de mi padre.

— ¿Fuiste a verla a ella? —preguntó con un tono igual.

JiMin vio la necesidad de desprenderse del abrazo para mirar a su atractivo hombre a los ojos, esos que eran como la simulación de la noche estrellada y profunda que te envuelve y te absorbe tanto como puede y que incluso te eriza la piel descomunalmente. Le encantaba esa vista y siempre era como una droga perderse en sus orbes. Era adictivo.

—No es así—negó y le sonrió con dulzura—Fue un viaje de negocios de mi padre.

— ¿Pero la viste? —insistió.

—Sí la vi—dijo y se colgó de su cuello—Pero la evité todo el tiempo. ¿Qué te hace pensar que quería verla o estar cerca de ella? Al único que necesito en mi vida es a ti, querido. Para mí no existe nadie más.

—Lo siento—dijo y lo rodeó completamente de la cintura—Me muero de celos de sólo pensar que ella está cerca y que te toca... Ángel, sólo yo puedo tocarte—apuntó con desesperación.

Una linda sonrisa se mostró en los labios pomposos del rubio, sonrisa que logró cautivar a su hombre. Sus sentidos eran acaparados por esa simple acción y con eso era suficiente para recuperar todo lo que sintió que perdió cuando se fue. Ahora es suyo y está en sus brazos, seguramente más tarde lo tendrá en su cama gimiendo como aquella primera vez.

—Soy tuyo—aseguró JiMin y se acercó a sus labios peligrosamente—Me tienes aquí y ahora. Sabes que sólo te sirvo a ti. ¿Qué esperas para hacerme el amor?

La mirada de JungKook se oscureció gradualmente, y era evidente que el deseo se apoderaba de él. Su cuerpo también reaccionaba a la cercanía que justo ahora tiene con su chico, y lo que ha reprimido en su interior ya no puede manejarlo de ninguna manera. Así que no tiene nada qué pensar, no ahora que lo necesita más que nunca.

—Estos dos días fueron una tortura para mí. Fue como una penitencia—dijo y lo pegó más a su cuerpo—Ahora voy a desnudarte y te dejaré en claro a quién le perteneces.

Sus labios fueron a parar a los ajenos y ahí fue cuando el fuego de sus interiores se desató por completo. El beso fue enteramente apasionado y necesitado. Aunque quisieran despegar esos imanes no podrían, porque después de estar alejados, a la mínima cercanía, era obvio que se pegarían. Nadie podría siquiera detenerlos, porque era obvio que se necesitaban y que requerían de conciliar el deseo que han guardado en su interior durante dos semanas, sobre todo, dos días de haber estado separados.

Aun besándose, JungKook guio el cuerpo de JiMin hacia el sofá más cercano, que por fortuna fue el más grande que tenía. Lo sujetó de las caderas hasta que por fin llegó a donde quería, después de eso se dejó caer con él encima suyo y a horcajadas, para después continuar con su beso apasionado que seguramente se alargaría más de lo que ellos piensan. ¿Cómo podrían siquiera considerar separar sus labios, si estar alejados era la peor tragedia del mundo? No había forma de que eso sucediera. Ahora parecía que ambos lo tenían muy claro.

Ahora que sienten el calor de sus cuerpos y cómo sus lenguas tienen una batalla entre sí es cuando no existe nada más a su alrededor. No existen los opositores que amenazan con separarlos. No existe nada malo en todo lo que hacen. Sólo ellos dos besándose y sintiéndose más seguros de tener encuentros carnales donde lo entregan todo y con mucho corazón.

JiMin entra en una especie de trance cuando JungKook toca su piel. Piensa que es así como se siente estar drogado. Las manos del sacerdote eran como una droga que se esparce por todo su cuerpo y que lo hace volar por las nubes.

Siente cómo su primera prenda es despojada de su cuerpo y luego lanzada al suelo mientras se dibuja una sonrisa juguetona en los labios de JungKook. Es su segundo encuentro, pero ellos ya no se sienten para nada cohibidos, pues bastó una sola vez para saber en dónde tocarse y cómo hacerse sentir.

Era una conexión que compartían cuando se besaban o cuando se tocaban, cuando sus manos se recorren sus pechos descubiertos o cuando JungKook lo aprieta de la cintura para pegarlo a su cuerpo. Le encanta que sea tan pequeña, que posea una delicadeza que no cualquier hombre podría tener. Le encanta que el aroma de su loción se pega a su cuerpo, justo donde olfatea y ha comenzado a besar. Por mero instinto, JiMin comienza a mover las caderas sobre el regazo de su hombre y es ahí donde siente un roce increíble en sus erecciones. Saben que a partir de ese momento no podrán detenerse y lo llevarán hasta el final. Esta vez sin pausas y sin sentir miedo.

JungKook decide sujetarlo de las caderas para incitarlo a moverse sobre él, es entonces que el fuego sube y se acentúa en las mejillas de ambos. Ahora sus labios lucen maltratados y rojos, eso hace que vuelvan a besarse, porque nunca es suficiente y porque su amor es como una droga que tiene efecto inmediato y que te hace adicto al instante.

No puedes culparlos, porque no cualquiera se resiste a cometer pecados, sobre todo si es una tentación pura que te altera los sentidos. Justo como JungKook se siente con JiMin. Cada vez que lo ve se embriaga, se droga de su belleza y ahora de sus gemidos pequeños que logran salir por sus belfos rojos e hinchados. Deja que continúe moviéndose encima suyo, mientras que una de sus manos baja hacia sus pantalones para acariciar su hombría por encima de la prenda y luego tiene el atrevimiento de meterse a explorar un poco. Y por supuesto que es bien recibido. Los gemidos de JiMin se lo avisan y eso le hace sentir el más orgulloso del mundo.

Continúa con el toque mientras que su otra mano viaja al trasero para apretarlo y también para colarse dentro del pantalón. Siente que lo tiene en su control y eso le gusta.

— ¿Qué... esperas, JungKookie? —dijo el rubio entre jadeos—Desnúdame y tócame.

—Me dejaste abandonado durante dos días, ¿crees que te lo mereces? —le incitó con voz ronca.

JiMin sonrió y se colgó de su cuello al tiempo que daba pequeños saltitos sobre él. Eso los llevó a experimentar un montón de sensaciones desconocidas. Era evidente que aún les quedaba mucho por saber y lo que sus cuerpos son capaces de hacer en un momento de calentura.

—Tal vez no lo merezco—le dijo JiMin con una sonrisa coqueta—Pero te necesito y sé que tú también me necesitas—habló con vez sensual muy cerca de los labios ajenos.

La piel de JungKook se erizó y el chico lo supo porque tenía sus manitos bien puestas en sus pectorales. Y quizá fue todo, porque enseguida el sacerdote buscó quitarle su pantalón con un poco de ayuda que le funcionó al instante. Antes de que JiMin volviera a sentarse sobre él, también le ayudó a deshacerse de todo lo demás. Entonces los dos quedaron a la par. Completamente desnudos y tal como Dios los trajo al mundo.

JungKook lo miró con ojos de felino acechando a su presa, observando cómo se tocaba lentamente parte de su torso con el único fin de provocarlo. JiMin lo supo por la mirada que le echaba y por cómo se recostó en el respaldo del sillón con una actitud completamente engreída. Dejó que la viera e incluso se puso de espaldas para que se deleitara de más. Escuchó que dejaba salir un bufido y, cuando se giró, lo vio cómo se masajeaba la polla sin quitarle los ojos de encima.

— ¿Le gusta lo que ve, padre Jeon? —le sonrió seductor.

—Me gusta más cuando puedo tocarlo, joven JiMin—respondió de la misma manera.

Aunque a veces quiera mostrar seguridad, las reacciones traicionaban al rubio y fue por eso que un sonrojo apareció en sus mejillas que lo delataron rápidamente. Lo único que pudo hacer fue caminar hacia donde estaba el sacerdote esperándolo con un poco de impaciencia y nuevamente se sentó encima suyo como al inicio. En ese acto sus erecciones desnudas se rozaron, aunque la de JungKook quedó en el trasero de JiMin. Eso los llevó a buscar más, así que reanudaron los movimientos.

El rubio balanceándose sobre el regazo del mayor les provocaba demasiado y ambos pensaban muchas cosas de cómo esto podría mejorar, aunque no podrían concentrarse del todo, no cuando la excitación los invade y los pone vulnerables.

JungKook lo sujetó de las caderas para incitarlo, para sentir más de su erección rozándose con sus mofletes que al tacto eran bastante suaves. Mientras que la hombría de JiMin hacía fricción con el abdomen ajeno y sentía que es todo lo que necesitaba. Aunque el sacerdote lo hizo gemir cuando le chupó un pezón de manera obscena y sin nada de cuidado. Ahí se entregó a él como la primera vez. Le cedió el control de su cuerpo desnudo para que disfrutara y para que lo hiciera jadear. Para que lo drogara aún más.

Dejó que besara su cuello y su pecho. Dejó que le chupara ambos pezones y que apretara su trasero con fuerza, tanta, que dejó marcas que evidenciaban los cometidos, pero no importaba, porque JungKook sabía que nadie más tenía el privilegio de ver el cuerpo desnudo de su hombre. Era suyo. Le pertenecía. Los gemidos que emitían su nombre se lo decían. Sabía que nadie más estaba en sus pensamientos y eso ahora le provocaba un gran sentimiento de seguridad.

Continuó acariciando su trasero y peligrosamente se deslizó hacia la línea que podía dividir lo prohibido, pero no para él. El culo de JiMin era una manzana que deseaba morder, literalmente, porque tal vez no habría nada mejor que la marca de sus dientes ahí mismo, mucho más que sus manos.

Uno de sus dedos delineó la zona y se aventuró a ir más allá, ahí donde estaba una zona sensible que palpitaba y que no sabía que estaba en ese estado. Un gemido agudo salió de los labios de JiMin y se meneó para pedir tácitamente que lo acariciara.

Hubo algo único en eso, una sensación que le pedía que JungKook metiera un dedo ahí, pero no lo dijo en voz alta, sólo lo pensó. Y se dejó hacer por las caricias que recibía en su esfínter mientras se retorcía y gemía necesitado.

Eso fue como descubrir otro mundo, uno que seguía siendo desconocido y que tal vez seguirá siendo un enigma para él, para los dos. Pero era mejor hacerlo juntos y conocerse que hacerlo con otras personas.

Estando ahí solos en la intimidad se sentían seguros y cómodos, aunque excitados por el nivel de calor que emergía de sus cuerpos. Sus pieles al tocarse sentían todo y se entregaban completamente a eso. No dejaban nada a la deriva.

—JungKook—le llamó JiMin con un suspiró—Hazme tuyo.

—Lo haré—dijo y luego gruñó—Aunque ya eres mío.

Rápidamente lo tomó de las caderas para alzarlo y tomar su erección. Las acomodó juntas y tomó la contraria, mientras que JiMin hacía lo mismo. Sus manos harían el trabajo para masturbarse mutuamente al mismo tiempo, mientras que sus bocas se besarían hasta que llegaran al orgasmo.

Comenzaron lento y sin prisas, escuchando nada más que sólo sus suspiros e incluso sus pulsaciones. Éstas aumentaron de nivel al tiempo que sus masturbadas lo hacían. Podían sentir ese nivel de tensión que podía tocarse y hasta respirarse. Que incluso podía drogarlos hasta hacerlos perder los sentidos. Así funcionaba una droga y eso les pasaba a ellos. Perdían todo control y sólo se dejaban ir en medio de esa nube de excitación. Se guiaban así, ahora sin miedo y seguros de lo que hacían, de cómo tocarse.

Pararon el beso para mirarse y aumentar el movimiento de sus manos. Parecía que se comunicaban a través de sus miradas, porque incluso sentían que no había palabras que pudieran describir lo que sienten.

JiMin se perdió en los gestos varoniles que hacía su sacerdote y éste hizo lo mismo. A sus ojos, el rubio era tan delicado y bonito, pero todo un diablillo que te drogaba con sus gestos sensuales y excitados.

Se entregaron y aumentaron los movimientos gradualmente, todo sin perder el ritmo conjunto que habían acogido. Se sentía bien. Estaban excitados e incluso perlados de sudor. El calor los envolvía deliciosamente y no había nada ni nadie que pudiera frenarlos. El mundo se podía ir al carajo allá afuera, porque en ese momento sólo importaban los dos. Sólo se querían a ellos dos.

La cúspide del pacer llegó cuando el orgasmo atacó a JiMin sin que pudiera controlarlo o evitarlo. Gimió fuertemente el nombre de JungKook mientras su esencia escapaba. Y éste se dejó ir segundos después atrayendo el cuerpo del chico para pegarlo al suyo. Entonces todo cayó en un silencio total, donde lo único que se podía percibir eran sus respiraciones agitadas.

JiMin se dejó caer sobre el cuerpo de JungKook y escondió su rostro en su hombro, no importando que ahora estaba pegajoso y sudado. Lo único que quería era sentir su calor y su cariño. Y él hizo lo mismo cuando lo rodeó con ambos brazos.

El abrazo se sentía perfecto. Estaban en el lugar correcto.

—Creo que debo confesarme otra vez—dijo JiMin con una risita.

Eso le hizo recordar a JungKook algo muy importante, algo que había querido hablar con él pero que no sabía cómo. Sabe que fue un secreto de confesión, pero no fue honesto cuando fingió ser el padre Min. Quizá deba darle esa tranquilidad por si necesita confesarse y es algo que sabe que también debe hacer.

—Tengo que pedirte una disculpa—habló JungKook mientras acariciaba su espalda—Ese día que te confesaste era yo, no el padre Min.

JiMin deshizo el abrazo repentinamente y lo miró con sorpresa y a la vez con alivio. Bueno, ahora no tenía que preocuparse tanto por que el padre Min supera que había sido él en el confesionario. Y de algún modo siente alivio de saber que JungKook fue el primero en saber sobre sus sentimientos.

— ¿Entonces no me he confesado? —preguntó dubitativo.

—Prácticamente sí lo hiciste—lo miró nervioso.

—Ahora entiendo por qué la penitencia fue tan... suave—lo miró con cariño y besó su nariz—No me tenga tanta consideración, padre Jeon. Eso no sería justo.

—Cuando se trata de ti no puedo ser duro, además estoy igual que tú—sonrió embobado y agradecido de que el chico no se molestó.

—Bueno, estamos cometiendo el mismo pecado—sonrió coqueto—Tal vez vayamos al infierno.

—Si es contigo, no me opondría en lo absoluto—sonrió igual—Sería un placer arder contigo en las llamas del infierno.

El corazón de JiMin se aceleró y no le preocupó en lo absoluto que todo eso pudiese pasar. Ahora que estaba en los brazos de JungKook no le importaba que esto fuese un pecado y que ambos tendrían un castigo. Aunque quiere confiar en que Dios es su aliado, sabe que hay cosas que son completamente inevitables. Cosas que tendrá que afrontar. Sólo espera que al final de todo JungKook esté ahí.

Que puedan tener una vida feliz y no tener que esperar a la siguiente. 



Hello!!!

Un capítulo más de esta su novela :)

Vamos avanzando y esto cada vez se pondrá más interesante, sobre todo ahora que hay dos personajes que los observan.

¿Qué creen que pasará? ¿Los van a ayudar o los van a delatar?

Las leo :)

Espero que les haya gustado. No se olviden de votar y comentar.

Las tkm!!!


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