13 Nombrar A La Locura
"Mi nombre es lo que decidas que sea.
Y sólo te llamaré mío.
Estoy loca, pero soy tu bebé"
Don't Blame Me – Taylor Swift
Domingo 28 de mayo de 1944
—Nosotros decidimos qué hacemos mal y que no. Dios nos enseña el bien y nada malo que pase en la tierra es culpa de él. Sus malos actos traen consecuencias malas, así que ustedes deben estar conscientes de todo lo malo que hacen y también de lo bueno. Deben asumir las responsabilidades y no buscar culpables.
JungKook hablaba sobre cómo algunos humanos culpaban a Dios de sus desgracias, en este caso, la segunda guerra mundial. Era bastante simple entender que él no tenía la culpa, que más bien eran los mismos hombres los que se encargaban de crear el desastre y con ello afectaban a muchos inocentes.
—La oración es poderosa, sobre todo cuando se hace con Fe, pero si un día tienen la posibilidad de participar y hacer que el milagro suceda, entonces háganlo. Cumplan con su deber. Honren a Dios y al prójimo. Pero que sea de corazón, porque el reino de los cielos es de aquellos que hacen todo desde los buenos sentimientos. No de aquellos que actúan y esperan recibir una gran recompensa—finalizó y bajó del altar para terminar con la misa de hoy—Señor Dios mío, sé que estás aquí presente y sé que nos escuchas. Todos aquí te pedimos que la guerra cese y que les des consuelo a todas esas almas que hayan sido afectadas por las malas decisiones de los humanos. Apiádate de aquellos que aún sufren en medio del caos y concédeles fuerza para afrontar todo lo que esté por venir... amén.
—Amén—dijeron todos al unísono.
Después de eso hizo lo de siempre; pasó personalmente por el pasillo para arrojarles agua bendita. JiMin lo observó de principio a fin, no pudiendo evitar dejar salir un par de suspiros en el proceso que, por fortuna, nadie notó. Hoy se había dado cuenta que podría volverse complicado fingir sus verdaderos sentimientos hacia el sacerdote, sobre todo por lo que sucedió el viernes en su oficina.
Descubrió que existía un mundo de sensaciones y sentimientos que sin duda le encantaron. Pero no pudo evitar sentirse abrumado al darse cuenta de que no sabía absolutamente nada de lo que estaba haciendo. Cuando llegó a su casa se preguntó muchas veces cómo sería tener intimidad con un hombre, pero por más que lo pensó y lo rebuscó no encontró una respuesta.
Se la pasó ruborizado al imaginar en su mente un montón de escenas, sobre todo de cómo hombre y mujer se entregan en la cama. En ese acto había penetración, pero entre hombres no había forma de que eso sucediera. Así que al final no obtuvo nada y quizá se quedó con más dudas en su interior.
Pero tenía curiosidad de saber qué pensaba JungKook al respecto, aunque sentía mucha vergüenza de preguntarle directamente. ¿Y si él no quiere hacerlo? Porque hacer algo carnal entre ambos era también sinónimo de pecado. Eso pensaba él, pero ni así podía evitar imaginarse con el sacerdote, juntos en una cama y completamente desnudos mientras se tocan partes prohibidas.
Se dio cuenta de que estaba pensando en aquello en la iglesia mientras lo observaba arrojar agua bendita, así que tuvo que bajar la mirada para que sus mejillas sonrojadas no quedaran en evidencia.
Sólo tuvo que relajarse y pensar en otras cosas. Para cuando ya estaba mejor, el padre Jeon daba la última bendición para que pudieran volverá a sus casas. Pero como siempre, la familia Park se acercaba a él para hablar y para invitarlo a su casa a comer, como ya era costumbre.
El tiempo siempre pasaba lento cuando este encuentro sucedía, porque tanto JiMin como JungKook pedían a gritos salir de ahí para buscar privacidad. Al final el sacerdote siempre cortaba la plática y se escudaba con que tenía muchas cosas que hacer.
—JiMin-ah—le llamó mirándolo fijamente—Tenemos que organizar la colecta del festejo anual. ¿Me acompañas para que veamos los detalles?
—Sí, claro—se apresuró a responder intentando disimular la emoción que sentía en su interior.
—Siento mucho tener que demandar más del tiempo de su hijo—se dirigió hacia los Park—Pero JiMin-ah es de mucha ayuda en estos casos. Ha hecho un buen trabajo—halagó con sinceridad.
—Realmente nos complacen mucho sus palabras, padre Jeon—habló SeHun—Puede ocupar a JiMin-ah todo lo que necesite.
"Usted lo ha dicho. Todo lo que necesite" pensó JungKook para sus adentros.
—Se lo agradezco mucho, señor Park—le hizo una reverencia.
—Es un placer, padre Jeon—correspondió al gesto.
Después de eso toda la familia se retiró y dejaron a JiMin con JungKook, sin imaginarse absolutamente nada de lo que estaba sucediendo entre ellos. Pero eso estaba bien. Más que perfecto.
JungKook pasó a recoger unas cuantas cosas de su oficina y después llevó a JiMin con él directamente a su casa saliendo por la parte de atrás de la iglesia. Sabían que quizá nadie sospechaba lo que estaba sucediendo entre ellos, pero aun así sentían la necesidad de ser cuidadosos para no levantar sospechas de nada.
Entraron a la casa y, como ya era costumbre, en cuanto la puerta se cerró se lanzaron a sus brazos y a sus labios que siempre estaban ansiosos por probarse. Lo hacían con lentitud y con disfrute, permitiendo a sus emociones desplegarse e invadirlos simétricamente.
JungKook siempre lo rodeaba de la cintura, mientras que JiMin se colgaba de su cuello y después se daba el lujo de enhebrar su cabello oscuro.
—Te extrañé—susurró JungKook aún sobre los labios del chico—Siempre es una eternidad esperando por volver a besarte.
JiMin sólo sonrió contento y frotó su nariz con la contraria.
Siempre era un verdadero alivio estar juntos encerrados en esas cuatro paredes o en la intimidad de la oficina del sacerdote. Aquí podían ser libres sin importar que tenían las horas contadas. Por un momento olvidaban eso y sólo se dedicaban a ser ellos mismos. Dejaban fluir sus sentimientos e incluso se comportaban como cualquier pareja normal.
JungKook cocinaba para JiMin y lo consentía de todas las formas posibles. Servía su plato y le daba pequeños bocados para alimentarlo. Acariciaba su mejilla y de vez en cuando le robaba besos cariñosos.
Ahí el tiempo fluía y no se preocupaban por darle un nombre a lo que tenían. Era mejor no pensar demasiado porque terminaban por atormentarse de más y entonces ya no podían disfrutar del momento.
Esto se había convertido en una rutina cómoda para ambos. Después de comer se sentaban en uno de los cómodos sillones para hablar y pasar el rato. Aunque sabían que sí tenían que encargarse de los deberes que aún tenían con la iglesia. Como el festejo anual para los Santos y para Dios.
—Mañana saldremos para iniciar la colecta con los parroquianos—informó el sacerdote mientras hacía anotaciones en su cuaderno—Este año quisiera colocar flores amarillas y blancas tanto dentro como fuera de la iglesia.
—La mayor parte del tiempo ponen flores rojas—le dijo JiMin— ¿Por qué quieres poner flores amarillas y blancas? —lo miró con curiosidad.
—Porque dijiste que el color amarillo es tu favorito—respondió y lo miró directamente a los ojos—Y el blanco contrasta muy bien con él.
JiMin no sabría exactamente cuántas veces se sonroja en un día estando con JungKook. Siempre hay halagos, palabras bonitas o incluso cosas como esta. Él ponía atención a los detalles que le ha contado y ahora busca la forma de complacerlo usando eso. Aunque puede que sea algo muy simple, le emociona que JungKook decida usar flores amarillas sólo porque le dijo que es su color favorito.
—Se verá hermoso—asintió y le sonrió.
—Tú te ves hermoso—le coqueteó y le sonrió.
—Ay, JungKookie—volvió a sonrojarse—Basta con eso. Haces que me ponga... nervioso.
—Y tímido—agregó burlón—Hay muchas cosas que me gustan de ti, pero sin duda más cuando te sonrojas y te pones así. Eres muy adorable.
Fueron muchas veces en las que Sana o SeHun le dijeron a JiMin que se comportara como un hombre. Que no se sonrojara. Que alzara la vista. Que no se pusiera tímido como si fuese señorita. Y eso destruía poco a poco todo lo que en su interior tenía, además de que le creaba inseguridades que le afectaban demasiado. Pero ahora estaba aquí JungKook, mirándolo como si de verdad fuese lo más hermoso del mundo y diciéndole que le gusta cuando se pone tímido. Entonces ahora entiende que no debe cambiar su personalidad, porque es natural y porque existe alguien que lo quiere tal cual es.
—Tú... eres muy guapo—halagó con timidez—Me gustas mucho.
JungKook se acercó a él y acarició su mejilla al tiempo que observaba sus facciones. La mayor parte del tiempo lo veía sin que se diera cuenta. Había encontrado adictivo mirarlo y guardar cada detalle en su mente. Sobre todo, no podía apartar la vista de sus labios que siempre se mantienen rojos y apetitosos. Ahora el delirio es mayor porque ya sabe cuál es su sabor y se siente orgulloso de saber que es el único que los ha besado. Y ahora que lo piensa; ¿será el primero y el único en todo?
Por cortos segundos volvieron a besarse y luego sonrieron como el par de tontos enamorados que eran. JungKook miró hacia la venta y notó que el sol había cambiado de lugar. Revisó su reloj de bolsillo y de dio cuenta de que había transcurrido bastante tiempo y no habían hecho demasiado.
El tiempo era así cuando estaba con JiMin; completamente insuficiente.
—Creo que sólo debemos encargarnos de los adornos florales y de los puestos de comida—informó JungKook—El padre Min se encargará de la música y de los puestos de recuerdos.
— ¿El padre Min no tiene un asistente? —preguntó el rubio con curiosidad.
—Le sugerí que buscara uno, pero dijo que trabajaba mejor solo—se encogió de hombros.
—Parece un hombre bastante solitario—comentó pensativo.
—Lo es—asintió—Y a mí me da la impresión de que... —cortó la frase, porque no sabía si debía decirlo.
— ¿De qué? —lo miró con curiosidad.
—De nada—negó y sonrió—Es enigmático, pero es buen hombre y un gran sacerdote.
Lo era. El padre Min YoonGi era bastante entregado en su vocación como sacerdote. Y no había hecho nada más que sólo eso desde que salió del seminario. Le gusta mucho la soledad, porque así puede reflexionar correctamente sobre la vida y hablar con Dios. Y sin duda le gustaba organizar el festejo anual porque eso lo mantenía ocupado. Nadie sabía de su historia antes de ser sacerdote, sólo lo básico, o mejor dicho, lo que él decidía contarles.
Después de eso hablaron sobre los puestos de comida y a qué familias dejarían hacerlo. Revisaron las solicitudes, pero sabían que no todos podían participar, así que eligieron según ellos han observado su compromiso con la iglesia y con Dios.
No demoraron mucho en terminar y, sin darse cuenta, se quedaron sentados en el sillón hablando sobre cualquier cosa que se les venía a la mente. Lo curioso era que ambos pensaban sobre lo que sucedió el viernes pasado, pero JungKook no pensaba presionar al rubio. Aunque éste estaba inquieto con respecto a eso y quería saber sobre lo que él pensaba, sobre todo, lo que quería.
—Sé que ya me disculpé por lo que sucedió el viernes— JiMin comenzó a hablar en voz baja—Pero quisiera hacerlo de nuevo.
—No pienses demasiado en eso—le respondió y acarició su cabellera rubia—Aún no decidimos que nombre ponerle a esto, así que no es necesario que lo hablemos o que le demos tantas vueltas.
— ¿Pero no tienes curiosidad? —insistió —Quiero decir... somos humanos y se supone que tenemos... que satisfacer ciertos aspectos. La intimidad es uno de ellos.
—No voy a negártelo—asintió—Lo he pensado, pero... no tengo ni la más mínima idea—negó un poco nervioso.
El rubio lo miró y puso una mano sobre la suya al tiempo que le sonreía con tranquilidad. Parecía que ambos coincidían con ciertas cosas y ahora mismo lo pensaban. Incluso para ellos el tema del sexo era un tabú que les avergonzaba abordar. ¿Cómo podrían? Sentían que era demasiado atrevido y fuera de lugar.
—Tengo miedo—confesó JiMin de la nada—No sé cómo hacerlo. Ni siquiera he intimado con una mujer... yo...
—Tranquilo, tranquilo—siseó, se acercó a él para tomarlo de las caderas y lo sentó en sus piernas—No hay necesidad de que lo hagamos si no sabemos cómo. Y, si te soy sincero, yo también tengo miedo. Realmente no sabría cómo... tocarte o... no lo sé. Nunca pude intimar con una mujer y desde que entré al seminario me he dedicado por completo a Dios.
JiMin bajó la vista tratando de buscar las palabras adecuadas, pero nada le salía y era frustrante. Ya le había dicho que tenía miedo porque no sabía cómo hacerlo, pero ahora quería decirle que sí quería intimar con él sin importar la forma que fuese. Quería descubrir con él todo lo que se pudiera. Quería que tocara su cuerpo y que no se inmutara en nada.
JungKook se dio cuenta de que se abrumaba en sus pensamientos y recordó que había comprado algo para él ayer en la tarde cuando paseaba por el mercadito. Así que se giró hacia un costado donde tenía un pequeño cofrecito y de ahí sacó algo que tenía un valor muy significativo.
—Yo te he comprado un regalo—le dijo para atraer su atención—Es un Cristo de plata que ya he bendecido.
— ¿De verdad? —lo miró sorprendido—¿Por qué motivo? Mi cumpleaños está muy lejano aún—sonrió divertido.
—Es para que siempre estés protegido—respondió con cierto brillo en sus ojos.
Con mucho cuidado, como si temiera romper el Cristo de plata, JiMin lo tomó con sus manitos y lo detalló detenidamente. No tuvo que observarlo mucho tiempo para ver que realmente era plata pura, pero eso no era lo que importaba, sino que se lo estaba regalando y que aquello debía tener un motivo.
Sorpresivamente JungKook se lo tomó y lo colgó en su cuello con mucho cuidado. Lo acomodó en su pecho para que luciera como debía y luego sonrió solamente para él.
Por un momento JiMin tuvo pensamientos negativos sobre este inesperado regalo y un sabor amargo se instauró en su interior.
— ¿Por qué se siente como si te estuvieras despidiendo? —preguntó con miedo.
No se estaba despidiendo, pero JungKook sí le dio aquel regalo con la intención de adelantarse a ciertos hechos. Aunque pedía a Dios por su compasión y misericordia, no podía descartar las posibilidades y las consecuencias que esto tenía. Por eso compró el Cristo de plata.
—No siempre podemos estar así—respondió con melancolía—En algún momento tendré que irme.
¿A qué se refería con eso? A que los sacerdotes nuevos como él eran constantemente movidos hacia otras iglesias para que continuaran predicando con la palabra de Dios. Min YoonGi no había sido removido desde que llegó a Busan y eso era debido a que estaba a cargo de esta parroquia, mientras que JungKook era una especie de suplente, uno que en cualquier momento podría ser enviado a otro pueblo, incluso país. Claro que su llegada es reciente y sabe que por el momento todo está correcto.
— ¿Y ese momento es ahora? —preguntó el rubio con más miedo que antes.
—No—negó para clamarlo—Pero debemos permanecer centrados en la realidad...
—No hablemos de eso—JiMin lo interrumpió—Quiero que me beses. Hoy estoy dispuesto a llegar más lejos—aseguró con convicción y pasó sus brazos alrededor del cuello ajeno.
JungKook lo miró sorprendido, pero en ese momento sintió como si accionaran un botón en su interior. Compartía el mismo pensamiento con él, pero a la vez tenía miedo de que esto fuese un desastre.
— ¿Tú quieres hacerlo? —preguntó el rubio en vista de que el contrario no respondía.
¿Por qué debía pensarlo? Lo que siente por él es verdadero y no hay mejor forma de demostrárselo que entregándose a él en todos los sentidos.
—Nadie está libre de pecado—JungKook respondió con voz grave—Incluso los sacerdotes debemos confesarnos.
Y eso fue todo lo que tenía para decir, porque lo siguiente que hizo fue estrellar sus labios con los ajenos. Todo empezó con la dulzura que siempre había de por medio, pero luego venía el momento donde sus sentidos despertaban y los hacían guiarse por ese sendero desconocido.
Ambos decidieron sólo seguir a sus instintos y que dejaron sus bocas se probaran como ya tantas veces lo han hecho. Sus lenguas entraron ansiosas y se acariciaron la una con la otra, provocando que otros instintos despertaran. Eso hizo que JiMin se levantara y terminara por acomodarse a horcajadas sobre el sacerdote Jeon. Sintió esa extraña necesidad y el contrario no se inmutó en recibirlo con los brazos abiertos y muy dispuesto a darle lo que le pedía tácitamente. Pero decidió iniciar lento con sus toques y con sus caricias por debajo de la ropa, todo con el cuidado de no asustarlo o abrumarlo por lo repentino de todo.
Había algo muy poderoso en el interior de ambos que los hacía conectar con el momento y bien sabían que se debía a que esta era la primera vez de ambos. Estaba más que claro que ninguno de los dos probó este tipo de acciones anteriormente, porque evidentemente ninguna mujer les había provocado lo suficiente. Ahora entendían por qué; porque era un hombre el que despertaría sus instintos más bajos y que aceleraría sus corazones en gran medida. Se sentía bien saber que a partir de este momento iban a pertenecerse toda la vida, porque no importaba todo lo que pudiera pasar, lo que harían hoy será algo que no podrán borrar nunca.
A medida que el beso se prolongaba, el sol comenzaba a descender. No se habían dado cuenta de que las horas nuevamente se les fueron volando, aunque realmente no les importaba en lo absoluto. Lo único que querían era continuar con la fricción que se estaba creando con sus cuerpos, sobre todo en esa zona sensible que comienza a despertar.
Ambos sintieron el bulto de sus pantalones, algo completamente nuevo. Se sorprendieron y deshicieron el beso para concentrarse en aquello, entonces entendieron que ya no habría vuelta atrás. Tenían que terminar lo que iniciaron y lo harían de la mejor forma.
—Hazme tuyo, JungKookie—pidió JiMin con voz necesitada—Quiero que me desnudes y hagas conmigo lo que desees.
— ¿Estás seguro de eso? —inquirió con voz ronca.
—Muy seguro, porque estoy para servirte en lo que necesites—incitó al tiempo que mordía su labio inferior.
JungKook de pronto se sintió nervioso porque se dio cuenta de que manejaría la situación, pero no podía negar que eso le encantaba. De alguna u otra forma le gusta sentir que domina y que JiMin se dejará hacer todo lo que está reproduciendo en su mente, aunque no está muy seguro de que esa sea la forma de intimar con un hombre.
Como sea; lo hará.
—Esta noche te voy a hacer el amor—le dijo y lo tomó de los glúteos para levantarse con él—Te juro que haré que toques el cielo, mi ángel.
A JiMin le provocó mucho que le llamara con ese mote cariñoso, pero sobre todo el hecho de que era tan fuerte como para cargarlo y llevarlo directamente a la habitación. Ahora no le importaba que probablemente no llegaría a su casa, porque lo único que había en su mente era la imagen de JungKook frente a él mientras se desabotona la camisa. Lo miraba desde la cama donde lo había acostado con cuidado y con facilidad, lo cual agradecía bastante porque la vista era perfecta y le incitaba muchas cosas.
La erección que se asomaba en sus pantalones comenzaba a ser un poco incómoda, así que por instinto deslizó una mano hacia ese lugar y acarició por encima de la ropa. Descubrió que eso le daba consuelo y que a la vez le prendía si miraba a JungKook desnudarse delante de él.
—Sueles ser adorable y hermoso—le dijo el sacerdote al tiempo que comenzaba a quitarse los pantalones—Pero ahora estás necesitado de mí—soltó una risita y se sacó el pantalón—Deberías mirarte, porque eres lo más sexy que he visto en mi vida.
Los ojos de JiMin brillaron y mostró una sonrisa coqueta desde su lugar, todo sin dejar de sobar su parte íntima que ya segregaba líquido pre seminal. JungKook lo notó y pasó sus ojos por ahí al tiempo que se deshacía de su ropa interior. Y fue en ese momento en que sintió tantas sacudidas en su ser que no sabría describirlas exactamente.
JiMin lo miró detenidamente; desde sus pectorales hasta su abdomen plano y ligeramente marcado. Pero rápidamente se deslizó hacia su miembro que brillaba de la punta. No pudo evitar morderse el labio con un inusual deseo de poder probar con su boca directamente, pero aún se debatía con lo que era correcto y con lo que no.
Pronto JungKook descendió a su altura para tomar sus labios por largos segundos donde su lengua también entró en el juego. Pero sabía que era momento de poner las cosas a la par. Así que lo tomó de ambas manos para ayudarle a incorporarse y cambió de lugares. Se sentó en la cama y tomó al chico de las caderas para acercarlo, pero a los pocos segundos comenzó a tantear el elástico de su pantalón de pinza y jugó un poco con él.
Esta vez JiMin no se inmutó cuando sintió las manos de JungKook sobre la piel de su abdomen. Lo había invadido por debajo de la ropa y decidió que disfrutaría de ese tacto que le causaba escalofríos. Se sentía bien, mejor que bien. Realmente no estaba seguro de muchas cosas, pero suponía que así funcionaba esto; que se tocaban piel con piel y que se brindaban sensaciones increíbles al hacerlo.
Mientras JungKook lo tocaba tenía los ojos cerrados y se imaginaba cómo sería sentir sus labios en su piel. Y quizá fue un llamado a través de la telepatía que compartían, porque el sacerdote le incitó a quitarse la camisa y luego lo ayudó a deshacerse de su pantalón.
El bulto en su ropa interior era bastante evidente y JungKook miró ahí por varios segundos, sintiendo un deseo inusual por chupar, por lamer y por probar. Pero no sabía si debía hacerlo o si eso causaría incomodidad en JiMin.
Sólo se aventuró a quitarle la ropa para dejarlo completamente desnudo y lo tomó de las caderas para sentarlo en su regazo. Compartieron un beso lento y suspiraron debido a que el contacto de sus pieles calientes les estaba provocando demasiado.
JiMin imaginó y soñó esto muchas veces. Aunque se cuestionaba si era correcto o no, pero ahora que lo experimentaba y que incluso sentía la polla del mayor frotándose con su trasero, estaba seguro de que no existía nada tan correcto como esto. Decidió sólo verlo como dos personas que se quieren y que se lo están demostrando. No estaba mal, mucho menos cuando lo hacías sinceramente, y lo que JiMin sentía por JungKook era verdadero y era poderoso.
Lo demostraba justo ahora, besándolo y dejando que tocara todas las extensiones de su espalda. Ahí el sacerdote depositaba caricias cariñosas y un tanto delicadas, aunque más tarde el deseo lo llevó a desviar sus manos hacia el trasero de su chico. Lo apretó y le sacó un gemidito bajo. Por cortos segundos se miraron y percibieron que había muchas emociones de por medio, pero el momento fue corto, porque JungKook descendió hacia su cuello para dejar besos, muchos besos que había ansiado poder darle, pero que no sabía si sería correcto. En cuanto escuchó los pequeños gemidos que JiMin emitía, supo que le gustaba y que lo aceptaba, entonces entendió que era correcto, que no podía haber nada de malo en querer besar todo su cuerpo y demostrarle sus sentimientos de ese modo.
Si hombre y mujer podían, ¿por qué dos hombres no?
Así que continuó y luego lo sujetó de los glúteos para girarse y recostarlo en la cama. Ahí tuvo total libertad de mirar todo su cuerpo desnudo y excitado, su mimbro erecto lo decía todo. Sus ojos brillaban y sus mejillas estaban ruborizadas, era la mejor vista que haya podido tener. Pensaba que si existía el paraíso, JiMin era una criatura de ese mismo lugar. Esa belleza tan etérea no podía ser tan real, no podía ser de este mundo. Y lo mejor es que estaba ahí para él, acostado en su cama y era completamente suyo.
—Eres mío... sólo mío... mi ángel del cielo—le dijo al tiempo que descendía.
Nuevamente se posicionó en su cuello y besó despacio, sin presiones. Afuera estaba la noche ya en todo su esplendor, pero eso no importaba. Lo único que quería era disfrutar y poseerlo como tanto había deseado.
JiMin suspiraba y abría lentamente sus piernas para que JungKook se acomodara en ellas lo mejor que pudiera, y así lo hizo. Hubo una fricción entre sus miembros erectos y eso les hizo gemir agudamente.
Todo era nuevo y se sentía increíble. Sintieron deseo por más de esa sensación, así que buscaron conseguirlo. Sus cuerpos se pegaron y sintieron consuelo en sus erecciones. Entonces se movieron lentamente, mientras JungKook seguía con su arduo trabajo dejando besos en cada parte de su cuello. No se cansaba, porque ese aroma era delicioso y era embriagante, aunque poco a poco y de manera inconsciente descendía hacia sus clavículas que se marcaban maravillosamente. JiMin jadeó pesado y llevó sus manitos a las hebras oscuras de su hombre. Disfrutó los besos y de la forma tan delicada con la que hacía el recorrido. Cómo bajaba hacia su pecho donde se tomó unos segundos porque estaba dubitativo, pero al final se aventuró a probar sus pezones. Sintió un fuerte escalofrío que le provocó espasmos, porque la boca caliente de JungKook le estaba succionando un pezón.
Se sentía bien, malditamente se sentía increíble. Sentía que levitaba, que flotaba por las nubes. Estaba experimentando el placer por primera vez en su vida y sin duda lo gozaba. Suspiraba, jadeaba e incluso gemía, y eso servía de motivación para JungKook, porque le hacía saber que le gustaba y que no quería que parara.
Sus miembros dejaron de friccionarse para que el sacerdote continuara bajando más allá del torso. Cuando llegó al abdomen lo besó y pasó su lengua por ahí con deseo. Era plano y le llamaba la atención el color de su piel; tan pulcra y clara como la nieve de invierno. Tan delicada y apetitosa que no aguantaba las ganas de besar, hasta que llegó a su vientre y lo acarició con su aliento.
Pasó muy cerca de su intimidad aun dudando de lo que su mente pensaba, así que sólo se limitó a besar sus muslos. Seguía delicado, como si tuviera miedo de romperlo o de hacerle daño, pero la realidad es que lo estaba cuidando. Lo estaba haciendo suyo.
Cuando sintió que tuvo suficiente se incorporó y lo miró con un deseo que se desplegaba por sus ojos. Le sonrió medianamente mientras que JiMin también hacía lo mismo, pero mirando su cuerpo, sobre todo su abdomen y sus brazos un tanto musculosos. No era demasiado corpulento, pero no perdía cierta estética y eso le encantaba. Para sus ojos era perfecto... era como un Dios... su Dios al que de ahora en adelante le debe adoración y fidelidad.
—Eres mío—repitió JungKook como a modo de sentencia mientras lo observaba—Mi JiMin... mi ángel caído del cielo.
—Mi nombre es todo lo que decidas que sea—le dijo con una sonrisa coqueta y sintiendo un poco de desesperación—Estoy loco por ti... soy tuyo... soy tu ángel y tú eres mi Dios.
Algo extraño sintió JungKook con esa última oración, era como un sentimiento lleno de suficiencia al ver que JiMin lo veía como a una deidad y que lo adoraría incluso hasta el final. Sonrió de lado y nuevamente descendió de poco para poder besarlo, esta vez con más intensidad.
No sabían que más debían hacer, aunque sí tenían una noción, JiMin sobre todo, y fue quien dejó que sus manos tocaran los pectorales del sacerdote y lentamente se guio hacia donde estaba su abdomen, ahí donde ya podía alcanzar su erección. La tomó y escuchó que JungKook ahogaba un gemido y ahí supo que le gustaba.
—Tócame, JungKookie—le pidió con un hilo de voz.
— ¿Cómo lo hago? —jadeó.
—Justo así.
JiMin tomó su mano y la llevó hacia su propio miembro para que le brindara placer, así como hacía unos segundos hizo con él. Suspiró pesado al sentir cómo JungKook envolvió su hombría sin ningún problema y se le escapó un gemido cuando acudió a masajearla.
— ¿Así está bien? —preguntó el mayor con voz profunda y observando los gestos del rubio.
—Está... perfecto—jadeó.
— ¿Dónde aprendiste esto? —preguntó curioso sin dejar sus tareas de lado.
—Escuché una... conversación de... unos chicos—respondió con dificultad—Oh, Dios. ¡Mgh!
Había aumentado los movimientos, por mero instinto JungKook supo que tenía que hacerlo. Y observó cómo los gestos de JiMin se acentuaban aún más, incluso escuchó más de sus gemidos que se metían en sus oídos y que surtían efecto como una droga, una de la que se haría adicto y de la que ya no tendría remedio.
— ¿Qué clase de conversaciones escuchas? —le preguntó para incitarlo.
—Pues... mgh...—trató de respirar, pero resultaba casi imposible concentrarse si experimentaba el placer de ese modo—Los jóvenes parroquianos... no son tan santos como tú... piensas.
—No puedo juzgarlos porque yo tampoco soy ningún santo—empleó una voz muy seductora al tiempo que se acercaba a su oído para susurrarle—Estoy pecando por el ángel más hermoso que he visto en mi vida.
JiMin gimió, ya no era muy capaz de mantener esa conversación. Sólo se dejó hacer por los movimientos que JungKook le daba a su miembro y cerró los ojos para entregarse completamente. De pronto sintió una calidez en sus pezones que lo descontroló todo y, dejando escapar un gemido bastante sonoro, por fin pudo experimentar el primer orgasmo de su vida que arrasó con todo lo que había en su interior. Se había corrido y su esencia salió disparada hacia varios lados sin que pudiera controlarla. Manchó la mano de JungKook, pero éste no se inmutó, sólo bombeó hasta que la última gota salió.
De pronto se quedó en silencio mientras se escuchaban ligeramente las respiraciones pesadas de JiMin. Habían descubierto un nuevo mundo; el bendito mundo del placer y de la excitación que consideraban pecado incluso entre hombres y mujeres. Pero estando ahí los dos, completamente desnudos, pensaban que no había nada mejor que esto. Que la felicidad y la satisfacción que sentían no podía ser un pecado.
— ¿Te gustó? —preguntó JungKook en voz baja.
—Más de lo que imaginé—sonrió con un poco de timidez—Quiero hacer lo mismo por ti. ¿Me permites?
Por cortos segundos JungKook lo miró y le sonrió, pero después fue consciente de que tenía una erección que comenzaba a doler. No quería pensar en qué tan correcto era esto. Sólo quería consuelo y sentir las manitos de su chico acariciando su polla.
Si alguien le hubiera dicho que viviría esto, sin duda, no lo hubiera creído.
—También soy tuyo—le dijo al tiempo que se recostaba sobre la cama—También puedes hacer conmigo lo que desees.
JiMin sonrió satisfecho y no dudó ni un segundo para subirse a horcajadas en el mayor. Se montó ahí y lo miró mientras acariciaba sus pectorales e incluso los apretaba. No eran pronunciados, pero sin duda le provocaban algo que no podía controlar. Ahora mismo no se sentía tímido ante él y le gustaba que observara su cuerpo, que lo admirara y que incluso lo saboreara. De pronto se sentía seguro de lo que hacía y no cuestionaba absolutamente nada, por eso descendió para besarlo intensamente, no importando que ambos terminaron llenos de saliva. Después besó su barbilla y, por mero instinto, descendió para besar y chupar su manzana de Adán. Aquello que fue considerado pecado, pero que sin duda les hizo sentir bien ambos.
Había mordido la fruta prohibida.
Descendió un poco más, repitiendo las acciones del mayor. Besó sus pectorales y aspiró su aroma. Se detuvo por mucho tiempo a pasar su lengua por el abdomen hasta que por fin se incorporó y volvió a acomodarse. Con una sonrisa juguetona tomó el falo erecto y lo masajeó lentamente, causando que al instante al mayor se le escapara un gemido ronco, incluso echó la cabeza hacia atrás.
Resultaba curioso para JungKook que hasta sus veintisiete años esté teniendo intimidad y que ninguna mujer haya sido lo suficiente como para excitarlo. Que ahora mismo tenga a un hombre encima suyo que lo masturba de manera deliciosa y tortuosa.
Cuando hizo su juramento, se suponía que no debía experimentar nada de esto y ahora no sabe cómo podrá vivir si JiMin no está ahí para tocarlo de ese modo. Para ser inexperto en el tema sentía que lo hacía bien. Sus manos envolvían muy bien su miembro y sabían cómo apretarlo. Tampoco es como si estuviese ignorante de cómo funcionaba la intimidad, pero nunca imaginó que entre dos hombres podía ser igual. Que podían tocarse y besarse la piel al grado de calentar todos sus sentidos. Que incluso podían darse placer sólo tocando sus partes íntimas. Y con eso llegó a la conclusión de que no importaba el modo, sino los sentimientos que este momento tenía para ellos.
Fue inevitable que JiMin aumentara la velocidad de sus movimientos y que con ello llegara el orgasmo apresurado. Se corrió en las manos del chico gritando un fuerte "Oh, Dios mío" que inundó por completo la pequeña habitación. Después todo se redujo a una calma total en medio de la penumbra y de la noche que caía sobre ellos.
Al poco rato sintió cómo el chico se recostaba encima suyo y enseguida lo envolvió con sus brazos para apretarlo contra su cuerpo. Sentir su calor también podría ser una droga intensa, de esas que te hacen adicto desde la primera prueba y lo más seguro es que querrán usarla por el resto de sus vidas.
—Te quiero mucho, mi ángel—le dijo JungKook, por primera vez siendo más específico con sus sentimientos.
JiMin se quedó en silencio unos segundos, pero posteriormente se incorporó sin deshacer la cercanía y miró al sacerdote a los ojos con una linda sonrisa.
—Yo también te quiero, JungKookie.
Entonces era mutuo el sentimiento aún más mientras se besan. Tal vez esto era todo lo que necesitaban. Tal vez no tendrían que preocuparse por intimar de una forma específica, no cuando con besos y caricias mutuas lo entregaron todo. Incluso con una mirada ya estaban haciendo el amor.
Estando ahí recostados sobre la cama y en la comodidad de la privacidad, pensaban que nada de esto era malo, porque todo se sentía correcto.
No cualquiera acelera tu corazón y ellos encontraron mucho cuando se besaron por primera vez. Descubrieron que, sin importar el género, ellos siendo hombres podían quererse igual o en mayor medida que entre hombre y mujer.
Amar no podía ser un pecado, no cuando estás con la persona correcta.
En este caso, el hombre correcto.
JungKook era el hombre perfecto para JiMin.
Y JiMin era el hombre perfecto para JungKook.
No se necesitaban más explicaciones. Tampoco necesitaban ponerle un nombre a esto que tenían.
Sólo era amor y eso no era un pecado.
POR FIN!!! Bueno, casi jsjs
De momento sus encuentros serán así, hasta que descubran el mundo qué es esto.
¿Quén será el primero en descubrirlo? ¿JiMin o JungKook?
Espero que les haya gustado. No se olviden de votar y comentar.
Las tkm!!!
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