11 Perder La Cabeza
"Por ti,
yo podría perder la cabeza"
Don't Blame Me – Taylor Swift
Viernes 19 de mayo de 1944
Tal vez estos días que pasaron después de su confesión han sido suficientes. JiMin decidió que hoy sería valiente e iría hasta donde estaba el padre Jeon para pedirle una disculpa por sus actos, aunque es curioso que siga sin arrepentirse. Lo que quiere es volver a sus actividades cotidianas con él, para así ya no tener que soportar a su prometida que ahora ya es un maldito dolor de cabeza. Pese a que ha estado aquí no ha molestado y pareciera que entendió la lección aquel día en donde intentó seducirlo. De sólo recordarlo le dan escalofríos, porque no soporta la idea de que ella lo toque, ni aunque sea por encima de la ropa. Le da asco. Le da terror.
Claro que los únicos toques que desea sentir son aquellos que JungKook le ha brindado en más de una ocasión, sin embargo, está consciente de que aquello no volverá a repetirse. Al menos se conforma con estar con él para poder sobrellevar el tema de su compromiso.
Buscó en su guarda ropa algo que le quedara bien, algo que lo hiciera lucir muy presentable. No lo hacía para impresionar a JungKook, claro que no, sólo era porque le gustaba lucir bien ante las personas. Se puso un pantalón de pinza de color negro con una camisa del mismo color que dejó desabotonada de los primeros botones. Lo dudó por varios segundos, así que al final se colocó una pajarita de color marrón claro para no verse tan casual. Se suponía que esto era meramente formal, así que iría con la misma actitud con la que acude al trabajo.
Cuando salió de su casa y vio la iglesia sintió cómo su corazón se aceleraba. Evidentemente estaba nervioso y con muchos pensamientos en su interior. Consideraba la potencial posibilidad de que no quisiera perdonarlo y que lo corriera nuevamente de su oficina. Quizá terminarían todo tipo de trato que alguna vez tuvieron y no le quedaría más remedio que sólo verlo en la lejanía. Pero también estaba esa pequeña chispa de esperanza que le hacía creer en que él correspondería a sus sentimientos.
Se ha sentido un poco más liviano después de habérselo confesado al padre Min, pero eso no significa que haya podido olvidarse de eso. No. Porque el recuerdo del sabor de esos labios finos y delgados aún está con él. A veces se toca los labios inconscientemente al rememorar cómo fue aquel momento, pero luego todo se viene abajo, porque aún puede escuchar los gritos que lo corren de su presencia.
Se quedó por varios minutos dentro de la iglesia mientras terminaba por conseguir más valor, además de que estaba teniendo una plática con Dios. A él más que nadie es a quien le ha contado todo lo que lleva a en su interior. Como pensar en JungKook le hace sentir mariposas en su estómago y que incluso sonríe como un bobo. Aún sigue cuestionándose el hecho de que nunca llegó a sentir algo similar por su prometida. Considera que tal vez no es una persona normal, pero tampoco tiene ganas de saber qué fue lo que salió mal para que terminara por sentir atracción hacia un hombre, uno que era sacerdote.
Puede que ahora entienda por qué se sentía tan intimidado por su presencia y por qué incluso le tuvo miedo hasta cierto punto; era porque sentía atracción, tal vez en el primer momento fue algo mínimo, pero lo sentía. Y eso le daba miedo. No era que pensara que JungKook era malo, simplemente las mariposas en su estómago eran inusuales, sobre todo cuando lo veía en la misa dominical. Ahora lo entiende y ya no quiere darle tantas vueltas al asunto. Sólo quiere arreglar las cosas con él.
Después de soltar varios suspiros fue que se decidió a enfrentar las consecuencias de sus actos. Caminó por donde estaba el pasillo que llevaba hacia el fondo de la parroquia. En cuanto estuvo frente a su oficina se quedó parado mirando la puerta. Sabía que estaba ahí, porque a esa hora revisaba los capítulos de la biblia que leería en la misa dominical, pero tenía miedo de tocar y que ni siquiera le permitiera dar un paso hacia adentro. Aunque al final tuvo que hacerlo.
—Adelante.
Escuchó una voz diferente a la del padre Jeon, entonces dio por hecho que era el padre Min quien estaba dentro. Entró con cautela, viendo de primera mano que estaba equivocado, porque JungKook sí estaba ahí sentado en su escritorio mientras hacía anotaciones en uno de sus cuadernos.
—Oh, buen día, JiMin-ah—le saludó el padre Min—Qué alegría tenerte acá de nuevo.
—Buen día, padre—le hizo una reverencia—Dios le bendice.
—Igualmente a ti, muchacho.
Cuando el padre Min devolvió su vista a JungKook, descubrió que éste tenía la mirada bien fija en el menor que se había quedado en la puerta con la mirada hacia abajo. Ya desde varios días atrás se dio cuenta de esas actitudes poco inusuales en ambos, pero decidió que era mejor continuar observando. Ahora para él no pasaba desapercibida la tensión que existía entre ellos, además de que parecía que algo malo había sucedido. Fue inevitable darse cuenta de la ausencia de rubio, cuando ya estaba más que acostumbrado a verlo detrás del sacerdote, incluso en su casa, porque sí, los vio entrar juntos un par de veces. Si en algún momento llega a confirmar lo que estaba pensando, entonces tendrá que pensar en algo antes de que alguno salga afectado.
Después de varios segundos JungKook devolvió la vista a su cuaderno y continuó escribiendo, mientras que JiMin no se había movido ni un solo centímetro. Parecía bastante avergonzado y muy cohibido, algo que ya no pasaba desde hacía mucho, así que comprendió que por ahora estaba de más en ese lugar. Sea lo que sea que estuviese pasando, debían solucionarlo entre ellos.
—Creo que es hora de hacer mi oración privada—avisó—Los dejo solos para que terminen sus asuntos.
—Vaya con Dios, padre Min—le dijo JungKook sin despegar la vista del cuaderno.
—Qué pasen buen día—le hizo una reverencia.
Caminó en dirección a JiMin quien se hizo a un lado para que pasara, pero antes de que saliera hizo lo habitual; tomó su mano y la besó, sin darse cuenta de que JungKook lo había visto de principio a fin y que ahora empujaba la mejilla con la lengua y que apretaba la punta del bolígrafo contra su cuaderno. Al final sólo se quedó así, viendo cómo parecía que el padre Min lo retaba con la mirada antes de marcharse y cerrar la puerta, mientras que JiMin nuevamente tomaba esa postura cohibida con la mirada hacia abajo.
Dejando salir un suspiro, JungKook se acomodó sobre su silla y se recargó en el respaldo a esperar que el chico dijera algo, pero contrario a eso permanecía en silencio, uno que desbordaba mucho miedo e incomodidad de su parte. Tampoco sabía qué decir, sólo quería escuchar si le decía lo mismo que aquel día de confesión o haría otra cosa.
El estómago de JiMin era un remolino de emociones que no le permitían alzar la mirada, pero estaba consciente de que JungKook lo devoraba insaciable con los ojos y pensaba que era porque no lo quería ver. Lo más probable es que termine por correrlo de nuevo, y es por eso que se apresura a caminar hacia enfrente, cuando está cerca del escritorio se pone de rodillas y le hace una reverencia completa. Después de varios segundos se incorpora en vista de que el silencio sigue siendo sepulcral.
—Siento mucho la falta que he cometido con usted, padre Jeon—le dijo aún con la mirada hacia abajo—Sé que falté a dos de los mandamientos y le aseguró que he hablado con Dios nuestro señor. También... me he confesado y he cumplido con la penitencia. E incluso pretendo hacer una por mi cuenta. Si considera necesario abofetearme o azotarme estoy dispuesto a...
Se calló cuando escuchó los pasos duros del sacerdote acercándose hacia a él. No tuvo el valor de mirarlo, ya que avanzaba demasiado rápido, y pensaba que lo hacía con mucha rabia, así que cerró los ojos a esperar uno de los muchos golpes que posiblemente le daría. Sintió cómo lo tomaba de los brazos para alzarlo y ponerlo de pie, aún con sus ojos cerrados y a la espera de la primera bofetada, sin embrago, pasaron varios segundos sin que nada llegara, pero el agarre de sus brazos no menguaba, al contrario, se hacía más fuerte.
—Mírame—JungKook le ordenó—Quiero que me mires a los ojos, Park JiMin.
El aludido tuvo miedo, pero aun así se obligó a abrir los ojos poco a poco hasta que por fin divisó un poco del rostro del sacerdote. Alzó lentamente la mirada y, en cuanto sus ojos tuvieron contacto con los contrarios, sus labios fueron reclamados nuevamente y de forma desesperada.
Por un instante se quedó con los ojos abiertos mientras veía que JungKook los tenía cerrados, pero fue sólo cuestión de sentir movimientos de sus labios para que por fin pudiera entregarse a él como era debido, como tanto había deseado.
El inicio fue lento y tímido, como si quisieran tener precaución. Pero lo que realmente querían era disfrutar; de la textura, del sabor, de la calidez, del momento. Esta vez JungKook no se detendría ni mucho menos permitiría que el miedo lo dominara. Esta vez quería descubrir más de la dulce boca de Park JiMin.
Acogieron un ritmo coordinado, pero no se resistieron mucho a empujarse para buscar por más de eso, por más de lo que surgía en su interior. JungKook deslizó sus manos hasta que encontró ponerlas en las caderas de JiMin, mientras que éste subió sus manos para sujetarlo del cuello. Fue entonces que se aventuraron a hacer más, aunque era un poco torpe.
Los labios del rubio se abrieron para dejar escapar la punta de su lengua y, como si tuviesen telepatía, el sacerdote abrió también sus labios para dejarlo entrar un poco. Y ambos lo hicieron. Disfrutaron por primera vez de lo que era un beso con lengua. Se sintieron mutuamente, incluso se les escapaba uno que otro jadeo involuntario, como si de ese modo pidiesen más, mucho más.
Esta vez JiMin fue el primero en separarse de golpe porque lo entendió todo tan abruptamente. JungKook fue quien lo atrajo para besarlo y era quien se aferraba a sus caderas como si no quisiera que se fuera nunca, y eran sus mismos ojos los que lo veían con deseo, con cariño y con esmero.
Le sonrió sutilmente y luego volvió a él con un poco más de intensidad. Porque esta vez sentía la necesidad de colgarse de su cuello y que lo apretara contra su cuerpo. Y lo hizo. Esos brazos envolviéndolo encarecidamente le hacían suspirar. Nunca antes sintió tal necesidad con ninguna mujer, pero con el padre Jeon se desataba un fuego en su interior que no cesaba y que él mismo avivaba besándolo de esa forma.
Suspiraba e incluso jadeaba.
Sus labios eran como la manzana que Adán mordió a causa de Eva.
Eran ese pecado que se volvería un verdadero placer.
No les importó perder noción del tiempo y lugar. Ellos sólo querían entregarse completamente a lo que sentían y a continuar besándose como si no hubiese un mañana. Como si esto no corriese el riesgo de arder en las llamas del infierno.
Lastimosamente, el aire comenzó a hacerles falta, aunque les costó separarse de ese beso tan apasionado. JungKook fue el primero en tomar una bocanada de aire, mientras que JiMin lo observaba con los labios entre abiertos.
Se miraron a los ojos y creyeron que era una locura... un pecado quizá, pero se había sentido demasiado bien. Fue como ir al cielo en cuestión de segundos.
—Lo siento—habló el padre Jeon—Perdóname por la forma en que te grité. Yo no quería que te fueras. No quería provocarte un llanto ni mucho menos un malestar. Te juro por Dios que lo siento mucho.
—Está bien... todo está bien—le sonrió con dulzura—Era entendible que reaccionaras de ese modo. Sinceramente fui muy atrevido.
—Pero no fuiste el único—negó y acarició una de sus mejillas—Yo también lo hice contigo... justo como ahora. Y debo decir que me encantó. Nunca imaginé que tus labios tuviesen un sabor tan exquisito, tan... embriagador... tan adictivo.
JiMin se puso colorado por la intensidad de las palabras de JungKook y bajó la vista unos cuantos segundos. Se dio cuenta de que aún tenía una mano en su cintura, misma que lo apretaba y le atraía sutilmente. Eso le encantó y sintió la necesidad de sentir todo su cuerpo sobre el suyo. ¿Sería mucho pedir?
—Estos días sentí que iba a volverme loco—habló JiMin con un hilo de voz—Creí que tal vez me odiabas y que no querrías volver a verme nunca más.
—No seas tan drástico—le sonrió enternecido y lo abrazó con fuerza—Eres todo lo que quiero ver por las mañanas al despertar y también por las noches antes de dormir.
El rubio sintió mariposas en su estómago y sonrió mientras correspondía al abrazo del sacerdote. Después, en completo silencio, se acercaron a uno de los sillones para tomar asiento, aunque no se despegaron lo suficiente. Ya no quería hacerlo.
— ¿Cómo estuviste estos días? —le preguntó el sacerdote.
—Acelerado—asintió—Y un poco fastidiado; ChaeWon está de vuelta en mi casa...
Se detuvo antes de seguir hablando. No le gustaba recordar el episodio que vivió con ella en su habitación, pero consideraba que quizá debería decírselo a JungKook. No quería ocultarle absolutamente nada. Además, mientras lo tiene rodeado por la cintura le hace sentir protegido y querido.
—¿Pasó algo con ella? —preguntó con un tono de voz áspero.
—Sí—admitió—Intentó seducirme estúpidamente para que tuviéramos intimidad—confesó.
Claro que eso era algo que JungKook ya sabía, pero escucharlo de la boca de JiMin era como sentir el doble de enojo. No soportaba la idea de que ChaeWon lo tocase, para nada. No como ahora él lo hace. Eso provoca un impulso en él de lanzarse a sus labios nuevamente para besarlos con cierta posesividad y fervor. Era como decirle que estaba celoso y que le molestaba que alguien más pudiese acercase a él.
—No dejes que te toque, por favor—le suplicó después de besarlo—Odio creer que ella puede siquiera tomarte de la mano.
El corazón de JiMin latió con fuerza mientras miraba los orbes oscuros de JungKook que le dedicaban una mirada suplicante y apabullante. Le enterneció ver que sentía celos de su prometida y eso le hizo sentir importante. Ahora podía ver que sentía lo mismo.
—Estoy enamorado de ti—de pronto confesó el padre Jeon—Me vuelves loco todo el tiempo con esos ojos y con esa sonrisa. No me importa en lo absoluto que esto sea pecado, porque la verdad es que mis sentimientos no se pueden frenar y tampoco quiero que se detengan.
Otro silencio que el rubio ocupó para tomar a JungKook de las mejillas y besarlo con dulzura. Sus ojos redondos desbordando esas emociones eran muy adorables y le hacían sentir muchas mariposas en su estómago. De pronto sintió que realmente estaba en el lugar correcto.
—Yo también estoy enamorado de ti—confesó igual con una tímida sonrisa—Creo que me... sentí atraído desde que nos vimos en la calle. ¿Lo recuerdas?
—Por supuesto que sí—asintió con una sonrisa—Tu rostro se quedó en mi cabeza durante todo el día. Sería un pecado no grabarme tu belleza. Eres único, JiMin. Eres como un ángel caído del cielo.
Nuevamente las mejillas del rubio sufrían las consecuencias de esas palabras bien ejecutadas que lograban tocar a su corazón. Ahora sí sentía que flotaba por las nubes. Que estaba cerca del paraíso prometido por Dios. Aún no sabía si esto era un pecado, pero no quería detenerse a pensar en ello. Sólo quería besar a ese hombre apuesto de nuevo.
Y lo hizo. Aunque ambos se atrajeron como imanes que difícilmente se repelan. Lo único que querían era sentirse y probarse como si no lo hubiesen hecho. La humedad de ese beso lo era todo para ambos y significaba un montón de emociones en su interior. No querían dejar ir este momento, tampoco querían pensar en que, aquello tan hermoso que sentían, podía peligrar.
Cuando se separaron, JungKook tomó una de las manitos de JiMin para acariciarla con cariño. Posteriormente la llevó a su boca para besarla suavemente, así como las muchas veces que él lo ha hecho con la suya. Nuevamente la sostuvo con esmero mientras la acariciaba y al tiempo pensaba en algo que prácticamente le ha incomodado desde que lo ha visto suceder.
—No me gusta cuando besas la mano del padre Min—confesó sin dejar de acariciar su manito—Me hace sentir... incómodo.
—Pero...—JiMin lo miró perplejo y luego sonrió—Sólo es educación y respeto. Es lo mismo que hago contigo.
—Pero ahora yo no soy sólo un sacerdote para ti, ¿no es así? —inquirió con un deje de coqueteo.
—Definitivamente no—asintió y también se mostró coqueto—Tú eres importante para mí. Eres el hombre del que estoy enamorado.
Inevitablemente, las mejillas de JungKook se pintaron de rojo y bajó la vista. Incluso ahora JiMin tenía la bendita capacidad de ponerlo vulnerable si lo miraba de ese modo o le decía cosas como esa. Y le gustaba la sensación en su estómago. Algo que no quería perder por nada del mundo.
—Estoy perdiendo la cabeza por ti, JiMin-ah—se atrevió a confesarle—Toda mi vida creí que jamás podría gustarme una mujer y siempre me cuestioné por qué. Y ahora veo la razón frente a mí—le habló con cariño y nuevamente acarició una de sus mejillas—Si tan sólo no me hubiese convertido en sacerdote, quizá tú y yo...
—No lo digas ni de broma—lo detuvo y también subió una manito para acariciar su mejilla—Fue una buena decisión. Dios siempre será el mejor camino que podemos tomar. No te arrepientas de eso.
JungKook no se arrepentía, pero pensaba en la posibilidad de no haber elegido esto sólo porque ninguna chica le gustó o llamó su atención. ¿Cómo hubiese sido? Pero rápidamente llegó a la conclusión de que quizá no hubiese conocido a JiMin, porque de otra forma no pudo haber llegado a este pueblo.
Dios sabe cómo hace sus cosas.
Y debe agradecer por eso.
—Me gusta lo que hago—asintió complacido—Aunque ahora me gusta más estar contigo y besarte...
Una vez más unía sus labios a los de JiMin para saborearlos. Pensaba que tal vez ya no sabría cómo sobrevivir sin esto, cómo hacer las cosas sin que sienta que le falta una parte de su vida. Ahora este chico representaba mucho para él, tanto, que le daba un poco de miedo.
— ¿Qué vamos a hacer? —preguntó JiMin en un susurro—Creo que los hombres no pueden ser novios ni mucho menos esposos.
Por un momento grato, JungKook había olvidado que eran un par de hombres cometiendo una locura que podía traerles muchas consecuencias. Pero es que besar los labios de JiMin hacía que todo se olvidara, que nada importara y que las cosas fluyeran al ritmo de los sentimientos. Es duro caer en la cuenta de la situación en la que se encuentran, así que es necesario no perder de vista la realidad, su realidad.
—No hay que pensar demasiado en eso—pidió y lo tomó de las manos—Todavía no sabemos qué es correcto y qué no.
— ¿Entonces no podemos definirnos aún? —preguntó con un poco de inquietud—¿Podemos considerarnos una pareja o... qué es lo que somos?
JiMin sentía que daba muchas vueltas al asunto, pero quería saber cómo llamar a esto que ahora tenían. Quería tener la certeza de que estaban juntos y que por ahora no van a separarse, mucho menos le dirán a nadie. Porque sea lo que sea que tengan, para ellos es muy sagrado y no les gustaría perderlo tan pronto. Aunque quizá su pequeña burbuja de felicidad no será lo suficientemente fuerte como para sostenerlos. Y eso daba miedo. No querían pensar en ello, pero era inevitable.
—No sé cómo definir esto—intentó calmarlo—Lo único de lo que sí estoy seguro es que tú me tienes, JiMin. Y yo te tengo a ti— lo miró con esmero y pegó su frente a la suya—Yo soy tuyo y tú eres mío. Y sé que lo que sentimos no es algo que pasará. Sé que es real—se atrevió a asegurar.
¿Era amor lo que sentían?
Se preguntaban, pero lo cierto era que ninguno conocía mucho de ese tema. Esta era la primera vez que ambos experimentaban mariposas en su estómago, además de la experiencia de su primer beso. Ambos eran inexpertos e ignorantes en cuanto al amor se refiere. Pero aun así les emociona el descubrimiento de este sentimiento que, alguna vez pensaron, jamás llegarían a conocer.
—Qué Dios se apiade de nosotros—habló JiMin en su susurro.
—Que así sea—JungKook también susurró.
La costumbre de besarse cada vez que podían sería una de sus cosas favoritas. Aunque sólo puedan hacerlo cuando estén completamente a solas. Pero no importaba. Si en esas cuatro paredes estaba seguro lo que ellos tenían, entonces no había problema con ocultarlo.
Era complicado, por supuesto que lo era. Pero ambos habían llegado a ese punto sin retorno. Ninguno tenías ganas de retroceder, no ahora que confesaron todo lo que sentían.
Lo único que podían hacer era rezar y esperar a que Dios les conceda la oportunidad de quererse sin importar que fuesen hombres.
Esto sólo era el inicio. Una pequeña probada de la manzana del pecado que colgaba de un árbol en el jardín del Edén.
Ambos habían perdido la cabeza el uno por el otro.
Hello!!!
Les traje uno más porque me lo estuvieron pidiendo jsjsj
YA ESTÁN JUNTOS!!!!
Pero muero de sueño.
Espero que les haya gustado. No se olviden de votar y comentar jsjsjs.
Las tkm!!
STREAM I'LL BE THERE
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