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04 Miedo A Lo Desconocido



"Fácilmente la calidez es remplazada por el miedo,

sobre todo cuando parce que todas las puertas están cerradas"

Aletiz León



Lunes 3 de abril de 1944



De pronto se sentía muy pequeño en la iglesia y, por alguna razón, percibía que todos los santos lo señalaban. No quería estar ahí y, mientras iba caminando hacia el fondo del altar, le pedía perdón a Dios por ser desconsiderado y un mal católico.

No renegaba de él como su adoración, pero no quiere estar cerca del padre Jeon. Aún se siente intimidado por él y un tanto avergonzado después del día de ayer. La comida fue incómoda para su gusto, sobre todo porque ChaeWon no parece controlar sus manos. Siempre está inquieta y parece que demanda más de lo que tienen. Logra excusarse con que no es correcto que tengan tanto contacto físico antes del matrimonio, sobre todo por ella que es una señorita, aunque no se comporte como tal. De alguna u otra forma eso le funciona, pero sabe que, después de haberse unido en matrimonio con ella, ya no habrá nada que pueda detenerla.

No la ha besado y las pocas veces que ha tocado su mano ha sido por la iniciativa de ella.

Por lo menos ahora estará ocupado con el sacerdote, aunque no le entusiasme la idea.

Entró por el lugar que el día anterior le explicó en la comida y siguió el hilo del pasillo que se sentía un poco frío y desolado. Parecía que no había otra alma ahí más que la suya y eso le provoca cierto sentimiento de inseguridad. No quiere estar del todo solo con él. Tiene miedo, aunque no sabe exactamente por qué.

Se paró frente a la puerta que estaba al final del pasillo y dejó salir un gran suspiro antes de tocar. Se escuchaban un par de voces en el fondo y dedujo al instante de quiénes se trataba.

—Buen día—saludó en cuanto le abrieron la puerta—Dios les bendice.

—Gracias. Bendiciones también para usted, joven Park—le saludó el sacerdote Min.

El padre Jeon estaba detrás de su escritorio revisando algo en la gran biblia dorada que poseía, pero en cuanto JiMin dio pasos para terminar de adentrarse, alzó la vista.

Fue una especie de colisión entre sus ojos que a los dos les erizó la piel, algo que se obligaron a frenar. Tal vez se debía a que hacía más frío de lo normal o porque ambos eran tan desconocidos pese a que casi se cumplía un mes desde la llegada del nuevo sacerdote.

Y nuevamente fue inevitable que sus miradas chocaran con el mismo sentimiento de curiosidad, con un poco de anhelo y con un ápice de miedo.

El sacerdote Min fue testigo de aquel encuentro y se sentó nuevamente en el sofá sin dejar de escrutar a ambos y esa acción tan poco usual.

—Tome asiento, joven Park—le habló para que saliera de su pequeño trance.

—Sí—parpadeó varias veces—Gracias, padre Min.

Se acercó a él para mostrarle respeto con una reverencia y con un beso fugaz en su mano, acto que el sacerdote Jeon vio de principio a fin y que le hizo sentir incómodo. Así que tuvo que devolver su atención a la biblia que leía para terminar de leer el versículo, pero no lo hizo consciente. Sólo sabe que leyó las últimas líneas y que se puso de pie.

En medio del silencio, rodeó su escritorio con un cuaderno en su mano y tomó asiento, de forma inesperada, en el mismo sillón donde estaba JiMin. Éste se sintió extraño y adoptó una postura bastante rígida, además de que sus ojos estaban clavados en sus zapatos caros y recién elaborados.

Sana le mandó a confeccionar un nuevo traje para que asistiera completamente pulcro y decente a su primer encuentro con el sacerdote, todo porque quería dar una buena impresión. Y vaya que lo hizo, porque él lo había mirado detenidamente cuando cruzó la puerta de su oficina, notando casi al instante que venía más presentable de lo que acostumbraba, incluso más que ayer.

—Les agradezco la oportunidad de poder servirles a ustedes y a Dios nuestro señor—decidió romper el silencio y ser un poco amable pese a que no quería estar ahí.

—Yo debo agradecerle por haber decidido venir a ayudarme—le habló el sacerdote Jeon—Le aseguro que tendremos una buena convivencia y que nuestro Dios está muy complacido en este momento.

JiMin sólo asintió en pequeñito mientras que el padre Min los observaba indirectamente. Siempre ha sido muy observador y muy perspicaz, tanto, que cualquiera no podría considerarlo como algo normal, pero él era así. También tuvo que asumir la responsabilidad de ser un sacerdote desde muy joven, algo que no fue completamente su gusto del todo, sino una petición de su madre en su lecho de muerte. Pero con el tiempo descubrió que le provocaba mucha paz estar cerca de Dios y haciendo oración. Además de la satisfacción de intervenir por los parroquianos y de tenderles una mano. Aunque en algún momento surgieron dudas poderosas y un acontecimiento que marcó su vida para siempre, pero las señales de Dios fueron justas y hoy por hoy está muy convencido de querer estar en este lugar para siempre.

—Me temo que debo retirarme y dejarlos solos—avisó el padre Min—Yo me encargaré del papeleo y catecismo de las confirmaciones—decía mientras recogía sus cosas—Joven Park. Sé que hará un gran trabajo. Dios le bendice.

—Gracias, padre Min—asintió, se puso de pie y se acercó a él para besar su mano—Bendecido día.

—Hasta luego.

El sacerdote Jeon mantuvo la mirada fija en ambos hasta que el sacerdote Min le hizo una reverencia corta con la cabeza. Después miró cómo JiMin se sentaba frente a él en el otro sillón y eso lo puso a pensar. Cuando la puerta se cerró, decidió romper con el silencio e intentar congeniar con él. Ahora tenían mucho tiempo para hablar y dejar de ser desconocidos.

— ¿Cómo la pasó el día de ayer con su prometida? —preguntó mientras hojeaba en su biblia.

JiMin alzó la mirada por cortos segundos y luego la desvió hacia un lado. No le gustaba ChaeWon, por ende tampoco le gustaba hablar de ella. Además de que ni siquiera la conocía. Si alguna vez le habló sobre sus gustos y demás, pues no le puso atención, porque ahora mismo no recuerda nada.

—Igual que siempre—respondió a secas.

— ¿No se llevan bien? —inquirió y lo miró por el borde de los ojos.

—Realmente... somos unos desconocidos y estamos trabajando en dejar de serlo—decidió dar una respuesta más amplia y una que disimulara lo que sentía por dentro.

—Eso con el tiempo se resuelve—le alentó—No se preocupe demasiado. Tiene una larga vida para conocerla—dijo y poco a poco su voz disminuía—Se ve que es... linda... Es muy bella—agregó con cierto tono ácido.

—Lo es—JiMin no dudó en responder—Es muy bella—agregó, pero con la mirada perdida.

Sin embargo, aquella afirmación hizo que el sacerdote Jeon golpeara su mejilla con la lengua y en sus ojos se acentuó cierta incomodidad. No sabe por qué y no indaga demasiado en eso, pero aquello no le hizo sentir contento, aunque tampoco molesto. Además notaba que JiMin se forzaba demasiado a responder y podía entender por qué. No debía estar siendo fácil para él, aunque sea bastante común casarse a temprana edad.

—La belleza también debe ser interna—aseguró el sacerdote con su mirada fija en el contrario—Hay que darle un alto valor a los sentimientos. Algo parecido a lo que Dios nuestro señor siente por nosotros. Incluso Jesús murió por nosotros en la cruz.

—Yo creo que el amor que Dios siente por nosotros no es comparado con lo que los humanos sentimos de manera romántica—objetó y también lo miró directamente a los ojos—El amor de Dios, según tengo entendido, no tiene condición ni pero que valga, además de que es puro y sincero.

El sacerdote lo miró perspicaz, aunque no por mucho tiempo. La mayor parte de las veces y, por lo que ha podido deducir, JiMin es un chico tímido y un tanto retraído. Parece que constantemente lo manipulan y lo reprimen para que no exprese su opinión en voz alta y también para que haga lo que se le demande, pero justo en este momento mostraba valentía y que tenía su propio criterio, uno que estaba dispuesto a defender.

—Lo que siente por su prometida, ¿aún no es puro y sincero? —lo retó con la mirada.

El rubio se puso rígido en su lugar al recordar las muchas veces que ha tenido que convivir con ChaeWon y que no ha sentido nada en lo absoluto. No sabe cómo son los sentimientos de ella, pero sí está seguro de que no son puros y sinceros. Cree fielmente que no hay amor como el de Dios, ni mucho menos como el de su hijo Jesús. Él mismo dio su vida por salvar la de los pecadores, incluso la de aquellos que lo golpearon y se burlaron. Aquellos que lo mataron.

—Como dije; nos estamos conociendo—respondió con un tono áspero—El amor es una semilla que tarda mucho en germinar—agregó con la mirada perdida hacia un costado.

—Eso es verdad—dijo y cerró su biblia para darle toda su atención—El amor se riega, se planta y se mantiene incluso después de cultivarse. El amor no nace con facilidad, sobre todo cuando es un matrimonio arreglado.

JiMin giró su rostro hacia el sacerdote y frunció el ceño. Aquella oración la sintió como un regaño, uno que iba directo y conciso. Le hacía sentir como si fuese su culpa y eso le molestaba. Él no podía tener ni la más mínima idea de lo que estaba enfrentando en su día a día y aun así se atrevía a juzgarlo de ese modo.

¿Por qué todos le hacen sentir como si fuese su culpa?

Él no pidió nacer en esa familia... ni siquiera pidió nacer. Si hubiese sabido que la vida que tendría sería un penitencia, entonces no habría siquiera llegado a este lugar.

—Será mejor que comencemos—retomó el sacerdote—Nos espera un largo día recibiendo a todos los niños.

— ¿Qué debo hacer? —preguntó a secas.

—En cada hoja anotará el nombre del niño y su edad. Después tomará los datos de sus padres y su dirección. Es algo muy simple, pero estoy seguro de que serán bastantes niños.

— ¿Y después? —preguntó tomando las hojas y un bolígrafo que tenía grabada una cruz.

—Podrá irse a casa—le sonrió con suavidad—Será una tarde larga.

El sacerdote también se apresuró a tomar unas hojas y un bolígrafo, pero en el proceso y de manera accidental, rozó su mano con la contraria que al tacto le resultó muy cálida. El momento fue extraño para ambos, pero lo ignoraron rápidamente.

El primero en salir fue JiMin y el sacerdote detrás de él observando la forma en que caminaba. Su ropa lucía bastante cara y exclusiva. Se había dado cuenta de que los Park vestían muy diferente a los demás, evidentemente, pero incluso no se igualaban a otros ricos de Busan.

Llegaron a la parte de afuera de la iglesia y se sentaron debajo de un árbol donde ya había un par de mesas y sillas. Cada uno tomó su lugar y esperaron a que los niños comenzaran a llegar.

JiMin pensaba en que aquella conversación fue poco usual. Nunca había hablado así con un sacerdote, ni mucho menos había congeniado demasiado. Aún se sentía un poco incómodo, pero en tanto atendían a los niños y a sus padres, ese sentimiento se iba desvaneciendo gradualmente.

Ahora sonreía más y jugueteaba un poco con los infantes, acto que no pasaba desapercibido para el sacerdote que incluso sonrió de manera involuntaria cuando lo vio hacer lo mismo.

Ambos lograron hacer sus labores y, cuando el último niño quedó anotado, entraron a la iglesia para hacer una oración con sinónimo de gracias por la buena tarde que tuvieron.

En ese punto, JiMin se sentía un poco más suelto, y aquella conversación del inicio ya no lo hacía pensar. Pero la tensión volvió a originarse cuando le entregó las hojas al sacerdote y, de manera inesperada, sus manos volvieron a rozarse, esta vez por más segundos que la anterior.

Una ráfaga de sentimientos los invadió y eso les hizo sentir miedo... uno que resultaba inexplicable y muy poco lógico. Ambos pensaban que podría ser normal, pero cuando lo pensaban detenidamente, se daban cuenta de que no era algo que les hubiese pasado anteriormente... algo que nunca les había pasado.

—Hasta luego, padre Jeon—dijo JiMin después de retirar sus manos.

Pero nuevamente tendrían contacto físico, porque por inercia tomó una de las manos del sacerdote y la besó con mucha delicadeza, como antes no había hecho. Esta ocasión el beso fue más húmedo, más... cálido.

Y el sentimiento de abandono después de que JiMin se marchara fue incontenible e inevitable para el sacerdote.


Sábado 8 de abril de 1944



Esta vez los días corrían más rápido. Su rutina no cambió desde que esta semana inició y comenzaba a acostumbrarse fructíferamente. Ahora no se sentía tan incómodo en presencia del sacerdote Jeon e incluso éste había dejado de lado la informalidad.

El tema de su compromiso no se volvió a tocar y realmente lo agradecía mucho. Por fortuna ChaeWon había vuelto a Seúl, pero no le agradaba que ahora se quedaba más días en su casa. Y ahora agradecía que estar con el sacerdote Jeon le demandaba tiempo. La excusa perfecta para no tener que verla el tiempo que venga de visita.

Hoy habían dividido cómo quedarían los grupos para el catecismo y le dijo que sería uno de los impartidores con él. Tendrían que dar clases a tres grupos en el mismo día, lo cual significaba que, desde muy temprano, JiMin tendrá que estar en la iglesia todos los sábados y volverá a casa hasta cuando el sol haya descendido.

Ahora la idea no le desagradaba, aunque a veces se sentía cohibido con la presencia del sacerdote Jeon, sobre todo cuando sus manos se rozan "accidentalmente", porque aunque ellos piensen que es así, en algunas ocasiones lo han hecho de manera intencional.

Hoy volvía a su casa después de terminar sus tareas en la iglesia y lo hacía con un sentimiento cálido en su interior. Incluso sonreía un poco y saludaba a las personas que pasaban cerca de él.

Cuando llegó a su casa se sintió aún mejor y un vacío en su estómago que le avisaba que ya tenía hambre. Entró alegre y saludó a los empleados quienes le avisaron que su padre le solicitaba en su despacho. Caminó hacia allá creyendo que seguramente hablarían de negocios, pero nunca se imaginó que estaría de vuelta Kim ChanYeol.

—Buenas tardes, yerno. Qué gusto me da verte de nuevo—se acercó y lo saludó—Dios te bendice.

—Igualmente, señor Kim—lo miró un poco estupefacto—Qué gusto tenerlo de vuelta por acá.

—Por favor, hay que omitir la formalidad—pidió y lo dirigió hacia el otro asiento frente al escritorio de su padre—Ya puedes llamarme suegro—expresó con una sonrisa muy alegre.

JiMin se sintió un poco cohibido y no pudo evitar encogerse en su silla. Aquello lo hacía sentir invadido y presionado. Aunque era algo que no lo diría, más bien su expresión de miedo podría disfrazarla de amabilidad para no generar conflicto con su padre.

—Siento que sería una falta de respeto hacia usted—le dijo con un poco de timidez—Su hija y yo aún no nos hemos casado, así que lo correcto sería que yo me dirija a usted con formalidad.

—Pero qué va—manoteó entre risas—Prácticamente ya somos familia y socios de negocios, además...—no terminó la oración y miró con complicidad a SeHun.

JiMin se dio cuenta de esas miradas, pero decidió no pensar lo peor. Ya de por sí sentía el tiempo contado, no quería creer que todo se estaba adelantando. Tenía miedo, mucho miedo.

—Creí que habían vuelto a Seúl—dijo con curiosidad.

—Así es—habló esta vez SeHun—Pero ChanYeol y yo hablamos por teléfono unas cuantas cosas de los negocios y otras más informales. Eso lo trajo de vuelta antes de salir de Busan.

— ¿Cómo cuáles? —lo miró con cautela.

—Por favor, permíteme decírselo yo—pidió ChanYeol y se giró en dirección a JiMin—Querido yerno, haremos una ceremonia para que se haga oficial tu compromiso con mi preciada hija. Así todos pueden verlos como tal y Dios comienza a bendecirlos con sus oraciones. ¿No te parece que es lo mejor?

JiMin sólo lo miró mientras apretaba sus puños sobre su regazo. No sabía qué decir ni cómo responder. No le entusiasmaba la idea, pero al menos se sentía liberado de saber que no habían adelantado el matrimonio, aunque de cierta manera sentía que de ese modo lo comprometían más de lo que ya estaba.

—Supongo que sí—respondió por fin.

—Yo sé que estás muy feliz—dijo con una sonrisa llena de triunfo—Es bueno para ustedes y para los negocios.

Claro, siempre el dinero de por medio y decidiendo cuál era su destino. Quiere creer que Dios está de su lado y que de algún modo va a salvarlo, pero, ¿y si no es así?

— ¿Cuándo será la ceremonia? —preguntó a la expectativa.

—El día de mañana—respondió SeHun—Después de la misa dominical; le pediré al padre Jeon que nos conceda el honor de oficiar la ceremonia aquí en nuestra casa.

— ¿Cómo dice, papá? ¿Mañana? —lo miró sorprendido.

—Sí, JiMin-ah. Entre más pronto mejor—le sonrió creyendo que eso también le emocionaba a él.

Pero la realidad es que el rubio se sentía cada vez más atrapado y más desolado.

Hoy había tenido un buen día, pero todo se había arruinado gracias a la codicia de su padre y de Kim ChanYeol.

Sentía que las puertas se habían cerrado para él.

Sólo le quedaba rogarle a Dios por su alma desdichada.

"Por favor... acuérdate de mí... Yo también soy hijo tuyo"

"No me dejes solo"




Helloo!!!!

Actualicé porque recordé que ayer fue el cumpleaños de una seguidora jajaja. 

Así que MARIANA, FELIZ CUMPLEAÑOS!!!

Hoy el cap es corto, sólo para agregar interacciones entre el kookmin y entre otras cosas. 

Como dije anteriormente; todo será gradual. Nada será tan abrupto. Así que sean pacientes. Mañana vuelvo a actualizar :)


Espero que les haya gustado. No se olviden de votar y comentar. 

Las tkm!!!

MAÑANA SALE HOBI!!!!!!

😭😭😭😭

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