03 Tiempo Equivocado
"A veces un momento puede ser una prisión
si no estás en el tiempo correcto"
Aletiz León
Domingo 02 de abril de 1944
Había perdido demasiado tiempo tratando de convencerse de que esto era lo correcto, pero cada vez que miraba por su ventana y veía a su prometida tomando té en el jardín con su madre, sentía náuseas y un profundo miedo que lo hacía temblar de pies a cabeza.
¿Qué estaba mal con él? ¿Por qué no era capaz de sentir atracción por una chica tan linda como ella? Cualquier hombre caería rendido ante su belleza sin igual, ante sus encantos y ante sus facciones demasiado tiernas y adorables. Cualquiera que se le acercaba la halagaba por su belleza prometedora y por sus buenos modales, aunque JiMin no coincidía en eso último.
Su madre hacía mucho énfasis en que era la mujer perfecta para su hijo menor, pero ese argumento sólo tenía una mera razón clasista. Ella pertenecía a una buena familia que le hará ganar más dinero a Park SeHun. Y eso sólo terminaba por hacer sentir más asqueado a JiMin.
No le agradaba. No le gustaba. Es más; lo fastidiaba con tan sólo escuchar su voz, pero nuevamente estaba esa parte de su razón que le decía que no había opciones. Si decidiera escapar, ¿a dónde iría? ¿Con quién iría? Ni siquiera tenía amigos porque nunca se le ha dado muy bien socializar con otros chicos. Era demasiado tímido y retraído. Todo lo contrario a su hermano NamJoon quien siempre ha sido risueño y sociable. Puede desfilar por las calles del pueblo saludando a todos los que se cruzan en su camino, no importa si no los conoce. En cambio JiMin baja la mirada, esconde las manos en sus bolsillos y sus mejillas se encienden.
Luce adorable según muchos, pero para sus padres era motivo de exasperación.
Así que, aunque quisiera buscar por todos los rincones, opciones no tenía. Su destino fue escrito cuando nació en esta familia y debe cargar con el peso del apellido por el resto de su vida.
—Por favor, Dios mío. Sé que me escuchas—pedía mientras estaba hincado frente al altar que estaba en su habitación—Arregla lo que está mal dentro de mí... o mejor dame una señal... dame la oportunidad de salir de este lugar. Sé que no debo renegar de mi buena fortuna. Soy un chico de clase alta, pero... me siento vacío. Me siento solo en esta enorme casa. Dame una razón... sólo una razón.
Exactamente, ¿qué tipo de razón?
Ni él mismo sabía, porque a veces tenía tantas ganas de buscar alguna oportunidad para escapar, pero luego recordaba que la segunda guerra mundial seguía y eso lo detenía. Además le ganaba la culpa. Pese a todo quería a sus padres y no quería defraudarlos. No quería continuar sintiendo ese rechazo de su parte. Ya no más. Si para eso tenía que casarse con alguien que no amaba, entonces lo haría.
¿De verdad lo hará?
—Señorito, JiMin—le llamó la mucama... por cuarta vez—Su madre exige verlo de inmediato en el jardín para disponer de los alimentos. El padre Jeon ya llegó y lo están esperando.
El padre Jeon... el ser que aún le provoca curiosidad e incomodidad a la vez. Aún no sabe a qué se debe, pero quiere creer que con el tiempo dejará ese sentimiento. No tiene pinta de que sea un desalmado, pero su aura dominante lo intimida un poco, sobre todo porque su expresión es demasiado fría como para querer acercarse a él.
—Ya mismo bajo—avisó—Discúlpeme con mi madre.
—Está bien, señorito JiMin.
Escuchó los pasos de la mucama alejarse y entonces sólo se apresuró a persignarse para después ponerse de pie. Miró nuevamente por la ventana y vio que muchos ya estaban sentados, pero no vio al padre Jeon. Quiso creer que quizá se fue por algún imprevisto. Y espera que sí. No se siente cómodo exhibiendo su desdichada vida privada de esa manera.
Salió de su habitación, no sin antes revisar su pulcro traje marrón claro y luego se apresuró por el pasillo. Corrió en el último antes de bajar por las escaleras, pero nunca se hubiese esperado que chocaría contra el cuerpo de alguien... ese alguien era...
—Padre Jeon... Oh, lo siento mucho—dijo e hizo tres reverencias exageradas.
—Descuida—respondió con voz suave—Supongo que es culpa mía. Esta casa es... muy grande y eso complica que pueda encontrar el baño—expresó divertido.
La calidez con la que salieron sus palabras le resultó a JiMin muy cómoda, tanto, que se atrevió a alzar la vista sólo para encontrarse con la noche infinita de una mirada que aún tenía un ápice de frialdad. Mirar directamente a los ojos del padre Jeon era percibir el enorme enigma que representaba, pero sentía que había algo más, como una lucha interna, una que también puede percibir en su interior.
—Realmente no estaba tan perdido—se atrevió a hablar—El baño de invitados está en la siguiente puerta a la izquierda—señaló con el dedo.
—Perfecto—asintió con una sonrisa— ¿Por qué demoraba tanto? —preguntó de pronto—En la misa dominical de hoy lo noté un poco distraído.
La repentina curiosidad del padre Jeon hizo que JiMin experimentara un poco de estupor. ¿Acaso lo estuvo observando? Porque claramente sí estuvo distraído. Tener que soportar a su prometida un domingo no era algo que le gustara. Prefería mil veces estar en la iglesia que estar con ella. A eso tenía que aumentarle el hecho de que el padre lo visitaría en su casa para compartir alimentos y para ser partícipe de su desdicha.
—He tenido muchas cosas en las que debo pensar y hablar con Dios—expresó con sinceridad.
—Hablar con Dios es bueno—asintió el padre Jeon—Él, más que cualquiera, puede entendernos y compadecerse de nuestros pesares... ¿Hay algo que lo aflija en este momento?
JiMin bajó la mirada por varios segundos mientras mordía su labio inferior, acto que no pasó desapercibido para el mayor. Éste nunca había visto que algún hombre tuviese los labios tan rojos y pomposos como los del rubio y eso era motivo para pensar demasiado e incluso creer que lo hacía ver lindo... agitó su cabeza para desechar ese pensamiento y decidió sólo esperar una respuesta del chico.
—Siento que no me han otorgado tiempo—confesó aún con la mirada hacia abajo.
— ¿Por qué dices eso? —insistió con evidente interés.
—Porque no puedo decidir por mí mismo—dijo y se atrevió a alzar la mirada.
¿Qué estaba pasando? ¿Por qué de pronto le contaba esas cosas a un desconocido? Aunque Jeon JungKook fuese el nuevo sacerdote del pueblo eso no significaba que podía intimar con él de ese modo. No todos los sacerdotes eran buenos amigos y JiMin sentía que no podía externar esos pensamientos sólo porque sí. Si sus padres se enteran le armarán un escándalo. Incluso serían capaces de pegarle para reprenderlo.
No había peor penitencia que el golpe de un padre.
—Dios nos da la libertad de elegir—habló el mayor y colocó una mano sobre el hombro de JiMin—Si llegase a tomar una decisión, tenga por seguro que él estará cuidando sus pasos. Él nunca nos abandona.
Un escalofrío rápido e intenso hizo que se le pusiera la piel de gallina al rubio. Era un simple toque en su hombro que no sabría cómo explicar. No disfrutaba mucho de que desconocidos invadieran su espacio de ese modo, pero con el padre Jeon, aunque tenía desconcierto, sentía que era otro tema. Había incomodidad, pero no la suficiente como para marcar un límite.
—Lo sé. Yo confío en Dios—dijo y sonrió un poco.
Sus miradas chocaron por varios segundos y eso los llevó a experimentar sentimientos que eran completamente desconocidos para ellos. Era una simple interacción la que tenían, pero tal vez podrían verlo como algo más significativo. La curiosidad por saber del otro era mutua, pero existía una barrera que pronto los traería de vuelta a la cordura.
—Nunca dude de su Fe ni de los planes que él tiene para usted—le dijo y retiró su mano para colocarla en su espalda—Ahora... me temo que debo ir al baño—sonrió divertido.
—Oh, sí... lo siento, Padre Jeon—se ruborizó un poco y le hizo una reverencia.
Quiso retirarse del lugar, pero la voz del mayor lo detuvo:
—Las puertas de la iglesia siempre están abiertas para usted—le dijo y sonrió con suavidad—También estoy disponible por si un día quiere hablar.
JiMin sólo giró el rostro y también le dedicó una suave y mediana sonrisa. Por alguna razón esas palabras lo reconfortaban mucho.
—Lo tendré en cuenta. Gracias, padre Jeon.
El aludido sólo asintió y observó cómo el menor desaparecía por el pasillo que iba hacia las escaleras. Aunque demoró unos cuantos segundos, al final entró al baño para hacer sus necesidades, pero en ningún momento dejó de pensar en la pequeña conversación que tuvo con él. Le causaba curiosidad el porqué de sus comentarios y esa incertidumbre en sus ojos. Lo ha observado demasiado como para saber que algo le conflictua y le gustaría saber qué es y cómo puede ayudarle.
Es algo que haría por cualquier parroquiano que necesite de su ayuda.
Fue sólo cuestión de un par de minutos para que saliera del baño y se encaminó hacia el comedor que estaba en el jardín y que ahora sólo esperaba por él. Cuando salió vio que JiMin estaba sentado al lado de una chica pelinegra y que ésta lo miraba con mucho esmero, mientras que él parecía incómodo en aquella situación.
Tuvo un sabor amargo que no lo abandonó hasta que logró tomar asiento a un costado del señor Park, quien encabezaba la punta de la mesa. Al otro lado estaba NamJoon con su mujer a un costado. De un lado estaban Sana, un hombre pelinegro y al otro estaba JiMin con esa chica.
—Ya que estamos todos, podemos proceder a hacer oración por nuestros alimentos—habló SeHun—Padre Jeon, ¿nos haría el honor de encabezar esta ocasión nuestra oración?
—Por supuesto—asintió con amabilidad—Para mí será un placer—se puso de pie, extendió sus brazos sobre la comida y cerró los ojos—Dios mío, hoy estamos aquí para agradecerte por estos benditos alimentos. Quiero pedirte que los llenes de buena energía y que los multipliques para esta bondadosa familia que se ha tomado la amabilidad de invitarme a compartirlos con ellos. Acuérdate de quienes hicieron posible que todo esto llegara aquí y también de los que hoy no tienen un vaso de agua para beber ni nada que comer. Bendícelos y ten piedad de ellos... amén.
—Amén—respondieron al unísono.
El padre Jeon abrió los ojos y lo primero que vio fueron los amielados de JiMin, pero éste enseguida desvió la vista hacia su plato de comida.
Nadie se dio cuenta, pero entre ellos se generó una tensión que podría ser fácil de palpar.
SeHun hizo una seña para que todos se dispusieran a comer, pero no tardó demasiado en abordar algún tema para hablar, ya sea sobre sus negocios o cosas de la iglesia que compartía con el padre Jeon.
JiMin sólo se limitaba a comer y a tener la cabeza baja, mientras que la chica que estaba a su lado se tomaba el atrevimiento de rozar sus manos debajo de la mesa. Cuando el rubio se cansó la metió en su bolsillo y puso una expresión que no pasó desapercibida para alguien que ahora pasaba muy pendiente de él.
—Padre Jeon—le llamó Sana con una enorme sonrisa orgullosa—Permítame presentarle a Kim ChanYeol; futuro socio de mi SeHun. Y a su preciosa hija; Kim ChaeWon; futura esposa de mi hijo menor.
Inesperadamente el padre Jeon dejó de masticar y no pudo evitar mirar en dirección al rubio quien parecía encogerse en su lugar. Fue entonces que en ese momento entendió sus anteriores palabras y sintió compasión de él. Lo estaban obligando a casarse por conveniencia y eso lo hizo sentir un poco molesto.
—Se unirán en sagrado matrimonio cuando la bella ChaeWon termine la escuela católica—informó Sana con orgullo—Y nos complacería mucho que usted oficie la ceremonia religiosa personalmente.
Nuevamente dejó de masticar y miró a JiMin otra vez. Era más que evidente que no estaba cómodo con esto y podía entenderlo. Incluso él era un fiel creyente de que todos deben casarse por amor y no por conveniencia. Pero aunque quiera hablar sabe que sería imprudente de su parte. Si JiMin no hace algo para detenerlo y sólo se quedaba callado, entonces él tampoco tendría que hacerlo.
—Veo que estamos llenos de noticias buenas—por fin habló el sacerdote—Para mí será un honor poder oficiar su ceremonia religiosa—quiso dejarlo ahí, pero decidió agregar—El matrimonio es sagrado y espero que estén conscientes de la responsabilidad que eso conlleva. Porque una vez que estén unidos por el lazo sagrado de Dios, no habrá vuelta atrás—afirmó con seriedad.
—Yo quiero mucho a mi prometido—ChaeWon se atrevió a hablar y se colgó del brazo del aludido—Me siento muy afortunada de ser desposada por él.
Todos miraron hacia JiMin, pero éste sólo sonrió medianamente y dio un trago largo de agua fresca. No era capaz siquiera de mentir descaradamente, aunque estaba seguro de que ChaeWon lo decía enserio. Siempre demostraba exageradamente su afecto e incluso otras intenciones. No quiere pensar el infierno que vivirá cuando viva a solas con ella.
El sacerdote sólo asintió y decidió no prestarle atención. Por alguna razón esta situación le molestaba. Pero más el hecho de que la chica tuviese la osadía de tomar del brazo de ese modo a JiMin. Es decir, no era por nada en particular, pero pensaba que las señoritas debían limitarse a muchas cosas, una de esas era las muestras de afecto, sin embargo, tal parecía que nadie ahí tenía problema con ello. Sólo el pobre rubio quien no se atrevía a alzar la mirada.
Para su fortuna, su padre decidió cambiar el tema nuevamente a los negocios y contó un poco de lo que Kim ChanYeol y él estaban planeando. Le pidió a JungKook que le otorgara una pequeña oración para que les fuera bien en el camino, pero esta vez se limitó en hacer algo corto y menos emotivo que antes. Decidió prestar más atención a su plato de comida, pero no porque estuviese delicioso, simplemente porque estaba muy ensimismado en sus pensamientos.
Para él, el matrimonio no era un juego. Y de alguna manera, saber que a ese par los estaban obligando a casarse, le causaba conflicto. Sobre todo ver a JiMin así de afligido. Sentía que no era justo.
No era justo.
— ¿Y cómo va el asunto de los ayudantes en la iglesia? —preguntó Sana cuando el tema de conversación se terminó.
Por unos cuantos segundos, el padre Jeon se perdió divagando en su mente y descifrando si esa pregunta era para él. Se dio cuenta de que todas las miradas se posaron en su persona, así que tuvo que masticar rápido para poder responder:
—Todo va perfecto. Gracias a Dios—asintió con una leve sonrisa.
—Espero que mi hijo menor le sea de mucha ayuda—expresó Sana con orgullo, algo que el aludido percibió como extraño.
—Es realmente comprometido—respondió gustoso—De hecho, es quien mejor se desempeña en las labores. No importa que esté haciendo. Se nota que tiene un profundo amor por Dios nuestro señor y por la iglesia católica. Lo educaron bien. Debo felicitarles.
—Le agradezco que le dedique esos buenos halagos a mi hijo menor, padre Jeon—Sana le hizo una reverencia—Si necesita algo más de él, no dude en pedírselo. Lo hará con mucho gusto. ¿Cierto, JiMin? —lo miró con esos ojos que amenazaban con todo si no respondía lo que debía.
El aludido a veces sentía miedo de todos los pensamientos que su madre pudiese tener con respecto a él. Siempre lo regaña por la más mínima cosa, pero cuando están en público, lo halaga de más y parece creer de verdad que está orgullosa de que sea su hijo. Como le gustaría que siempre fuesen las cosas de ese modo.
—Sí, sí—asintió un poco desorientado—Yo estoy para servir a la iglesia y a Dios nuestro señor.
Sana sonrió complacida y vaciló en su lugar regodeándose de haberse salido con la suya, algo que el sacerdote notó y que no le agradó en lo absoluto, sin embargo, era bueno ocultando sus verdaderas expresiones y sólo se limitó a continuar comiendo de su plato. Pero Sana nunca lo dejaba ahí.
—Empezarán los catecismos pronto, ¿cierto?
—Así es—respondió el sacerdote—Gracias a Dios he visto muchos pequeños interesados en consagrarse en ese sacramento que considero que es uno de los más importantes—explicó con entusiasmo.
—Oh, supongo que la carga ahora será un poco más pesada para usted—siguió el hilo de la conversación.
—Ya que toca ese tema; es así—dejó su cubierto a un lado y continuó—Estaba pensando en buscar un asistente que me ayude con el papeleo y con la implementación de las clases del catecismo. Pero aún no estoy seguro de quien pudiera ser apto.
Como era de esperarse y como JiMin lo presintió, Sana no perdería la oportunidad de ofrecerlo para que cumpliera con dichas actividades, porque creía que era su obligación y porque pensaba que con eso ella ganaba el reino de los cielos. Mientras que el rubio se sentía como una ofrenda que en cualquier momento lanzarían para que fuese tomada.
—Permítame, padre Jeon. Estoy segura de que mi hijo menor se sentirá complacido de ayudarle con los catecismos.
El sacerdote se dio una bofetada mental por haber dicho aquella información. No pensó que pondría en esa situación al rubio y desde ahí podía notar que no estaba de acuerdo con eso. Sus lindos ojos color miel lo decían todo y nada al mismo tiempo, algo que tocaba su corazón con mucha facilidad.
—Es una buena sugerencia—asintió un poco dudoso—Sólo si él está de acuerdo.
Y fue entonces que todas las miradas se posaron nuevamente en JiMin. Sintió que sus mejillas se ruborizaron y nuevamente metió las manos a los bolsillos, sinónimo de que estaba nervioso. No tuvo que mirar a su madre para saber que lo estaba fulminando y obligándolo con los ojos. Ella siempre ejercía ese tipo de manipulación sobre él y a veces sentía que ya no podría soportarlo.
— ¿Verdad que sí quieres, JiMin? —lo presionó, con ese tono de advertencia que no puede pasar por alto.
Por unos cuanto segundos sus ojos se posaron en los del sacerdote, ambos con peticiones tácitas, pero que quizá eran compartidas.
"Di que no. Toma decisiones por ti mismo"
Pensaba el padre Jeon para sus adentros, pero a la vez quería que dijera que sí, porque por alguna razón quería conocerlo mejor y siendo su asistente era una buena oportunidad para hacerlo.
—Sí quiero—respondió el rubio—Será un honor colaborar con usted, padre Jeon—dijo, le hizo una reverencia corta con la cabeza y luego bajó la mirada a su plato.
Sana volvió a sonreír triunfante, mientras que JiMin se sentía muy enojado con esto.
Sentía que no estaba en el tiempo correcto, porque, ¿qué vida es esta si sólo le sofocan?
Siente una soga en su cuello mientras está parado en un banco que amenaza con destartalarse en cualquier momento. Porque no importa nada de lo que él quiera o sienta, su familia siempre termina manipulándolo para que haga lo que ellos quieren.
Se sentía prisionero en su propia casa y quería escapar.
Quería una señal de Dios.
Pero lo único que encontró al alzar la vista, fue los ojos oscuros del sacerdote Jeon que no supo cómo descifrar.
Helloooo!!!!
Inciamos la semana con cap nuevo.
Siento mucha emoción y adrenalina mientras voy escribiendo jajaja
Hasta este punto me va gustando cómo va quedando. Las interacciones entre el kookmin son graduales. Vamos de menos a más y no tan abruptamente. Tomen en cuenta que lo que ellos sienten es como descubrir un nuevo mundo y que en algún momento estarán en negación. Pero de que esa tensión se rompe... se rompe :)
Espero que les haya gustado. No se olviden de votar y comentar.
Las tkm!!!
DOS DÍAS!!!!
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