𝟎𝟎. ━ ruega por nosotros, tus pecadores...
DON'T BLAME ME
· • ❝〔 PRÓLOGO 〕❞ • ·
❝ YO TESTIFICÓ A TODOS LOS QUE OYEN LAS PALABRAS DE LA PROFECÍA DE ESTE LIBRO: SI ALGUNO AÑADE A ELLAS, DIOS TRAERÁ SOBRE ÉL LAS PLAGAS QUE ESTÁN EN ESTE LIBRO; Y SI ALGUNO QUITA DE LAS PALABRAS DEL LIBRO DE ESTA PROFECÍA, DIOS QUITARÁ SU PARTE DEL ÁRBOL DE LA VIDA Y DE LA CIUDAD SANTA DESCRITOS EN ESTE LIBRO. ❞
Apocalipsis 22:18-19
PRÓLOGO:
❛ ruega por nosotros, tus pecadores ❜
La noche del veinticuatro de diciembre del dos mil doce debía transcurrir de una manera pacífica, agradable, con el ambiente ideal para cualquier familia en la comodidad de sus hogares, aún cuando en el aire se podía percibir que algo no marchaba bien en las calles de Japón. Sin embargo, en el hogar de los Kimura todo era una celebración cálida tanto para el matrimonio como para los dos hijos, disfrutando de la convivencia y de la exquisita comida que entre todos participaron en la tarde.
Porque eso se suponía que se debían hacer en las navidades, crear hermosos recuerdos que quedarían en la posteridad de sus memorias, incluyendo las de Kaede.
Y es que la adolescente era feliz en las festividades de diciembre, aún cuando las navidades tradicionales provenían de las religiones mayormente practicadas en el occidente. Quizás se había enamorado de la navidad tradicional a través de las películas de aquellos lugares, donde mostraban al simpático Santa Klaus en su trineo con los renos, viajando por el mundo para dejar regalos a los millones de niños que dormían impacientes por saber qué les regalaría el hombre oriundo del Polo Norte. Para Kaede, era un día lleno de magia y encanto, aún si ya había dejado de creer en cuentos de fantasía navideña o en las religiones cristianas que hablaban del nacimiento de un niño que sería el salvador de la humanidad; lo importante era la paz que se transmitía en aquellos días.
—Toma, un regalo de nuestra parte.
Su padre le extendió un pequeño paquete de color rojo con un precioso lazo dorado que lo rodeaba para darle un toque de elegancia. La azabache, inundada con una sonrisa en su rostro, tomó el regalo preguntándose qué podía ser. Lo sacudió un momento y escuchó lo que parecía ser algo pequeño que podía portar en cualquier lugar. Tan pronto lo abrió, se emocionó al ver un collar de oro con un dije que tenía impregnado la K en el centro.
—¡Está precioso! —gritó con emoción— ¡Gracias, papá!
Se abalanzó hacía su progenitor para un abrazo, escondiendo su rostro en su pecho tal cual lo hacía cuando era una pequeña bebé, un gesto que el hombre atesoro, dejándole un beso en la cabeza mientras su esposa y su otro hijo admiraban el regalo que le tenían para este último.
—A mí me dieron algo mejor, enana —su hermano, Satoru, movió con elegancia su nuevo videojuego que era la más reciente versión de la saga de la FIFA. La chica no pudo evitar mover sus ojos hacía arriba para reflejar su más sincera opinión a las palabras del chico.
—Wow, que gran novedad un juego de perseguir la pelota —Kaede se burló, a lo que su hermano mayor respondió lanzándole una almohada al rostro.
—Te apuesto a que no conseguirás mantener la bola ni por cinco segundos de todas las veces que te la voy a quitar —El chico, dos años mayor que ella, se burló.
Ambos se dirigieron al televisor de la sala, donde la consola de videojuegos se encontraba y la encendieron. Satoru sonrió por la emoción de Kaede, ya que no era común verla tan activa o demasiado sociable, por lo general, su hermana menor era muy tímida y le costaba demasiado relacionarse con otras personas. Al menos le tranquilizaba verla cómo era realmente cuando no sentía ese peso mental acerca de socializar.
Todo parecía tranquilo. con ambos hermanos a punto de iniciar su partido mientras su padre trataba de aconsejarle a su hija y la madre iba a la cocina a preparar chocolate caliente para su familia.
Pero nunca llegó a tocar siquiera las tasas.
La madre gritó de dolor presionando su pecho, alarmando tanto a sus hijos como a su marido. Pensaron que había ocurrido un incidente que sólo le causó dolor, a lo mejor un golpe fuerte que no iba a pasar a mayores, pero para desgracia de la familia fue lo peor que cruzó por sus mentes. La mujer ahora yacía en el suelo sin vida, con los ojos abiertos mirando a la nada.
—Mamá... —La voz de Kaede tembló, lanzándose sin pensarlo sobre el cadáver mientras lo sacudía con todas sus fuerzas— ¡Mamá, despierta!
Satoru iba a socorrerla, recogiendo el botiquín de primeros auxilios, pero pronto se detuvo apenas sintió un escalofrío recorrer por su cuerpo, para luego expulsar demasiada sangre de su boca. El chico cayó de rodillas, frente a los ojos llorosos de su hermana menor que gritó horrorizada por lo que estaba presenciando. Su padre inmediatamente atendió a su hijo sin vida, solo para confirmar el estado de este presionando en la zona que su esposa en repetidas ocasiones le indicó para conocer el pulso de las personas, en el caso del adolescente, su corazón se había detenido.
—¡Papá, ¿qué está pasando?! —preguntó Kaede, llorando en la más profunda de las desesperaciones mientras abrazaba el cuerpo de su progenitora, anhelando su calor materno. Las pulsaciones de su corazón ahora estaban por su garganta, producto del miedo y la ansiedad que la situación le estaba produciendo, el cual comenzó a empeorar cuando escuchó los estruendos de la calle. Vehículos colisionando entre sí, arrastrando a la gente que moría a los segundos de intentar huir del pánico, incluso fueron capaces de escuchar aviones caer en casas vecinas como si se trataran de bombas enviadas por países enemigos.
El señor Kimura no lo pensó dos veces cuando agarró la muñeca de su hija y la arrastró fuera de su casa para comenzar a correr por las calles. No era el mejor de sus planes, pero sabía que quedarse en aquella casa del horror sería una condena anunciada. El cielo estaba pintado de un naranja oscuro, producto de los incendios que el choque de los autos junto con la destrucción de algunas residencias habían ocasionado; las personas corrían con el miedo de que la muerte les alcanzará, algunos le ganaban en su retorcido juego, otros caían sin vida en la calle con el último recuerdo de haber vivido la peor escena de terror creada en la historia.
—Papá, tengo miedo —sollozó Kaede.
—Tranquila, mi amor —decía su padre jadeando por el esfuerzo que hacía en correr—. Estarás bien, mi cielo, confía en mí. Estarás...
Sus palabras se congelaron cuando sintió que su corazón había dejado de latir, cuando la sangre comenzó a brotar de su boca y cayendo –llevando consigo a su hija– al suelo para dar su último respiro, pasando de ser un padre desesperado por la situación en busca de proteger a su hija a un simple cadáver tirado por ahí en la calle.
Sus rodillas se habían raspado por la caída debido al desgarre del pantalón de su pijama, su cabello azabache se alborotó un poco y había sentido que el aire se le había ido por unos segundos tras el impacto contra el suelo. Afortunadamente, nada grave le había pasado más allá de unos raspones y un golpe. Desafortunadamente, su padre fue la siguiente víctima de esa pesadilla que estaba viviendo.
—Pa... ¡Papá! ¡Papá, por favor, despierta! ¡Papá, por favor, no te mueras! —Su garganta se desgarraba tras los altos gritos de dolor y angustia, sacudiendo el cuerpo sin vida del hombre con sus manos y rogando por el dios que existiera en su mundo que todo aquello fuera una pesadilla.
Pero no era un mal sueño del cual podía despertar y, tal vez, olvidar; Kaede nunca olvidaría aquel evento considerado la catástrofe de dos mil doce, lo sabía una vez decidió abandonar el cadáver de su padre para huir de lo que fuera que estuviera matando a la gente a su alrededor.
Y milagrosamente, o desgraciadamente, sobrevivió.
➹
Es solo una pesadilla, ya no volverá a pasar...
La joven había despertado abruptamente, corriendo hacía el baño para sentir la libertad de vomitar, presionando sus manos sobre los costados del inodoro mientras trataba de retomar la calma que tenía horas atrás, pero fracasó en el intento. Había un esfuerzo por expulsar todo lo almacenaba su estómago, aún si el sabor ácido provocaba ardor a su garganta. Las lágrimas y el sudor frío comenzaron a invadir su rostro, y el cuerpo temblaba como mensaje de que algo dentro de ella no estaba bien, pero no era algo que no haya experimentado antes.
No le importó estar desnuda en ese momento, el tiempo para vestirse claramente no estaba de su lado y tampoco deseaba crear un repugnante desastre en la habitación donde estaba durmiendo, en la cama de su amante, donde había compartido momentos llenos de intimidad y suspiros que la obligaron a reposar en dicha cama a la par de él.
Cuando las arcadas se detuvieron, la azabache tuvo tiempo para asimilar lo que había pasado. No sentía fuerzas para encender la luz del baño, a pesar de que la ocupaba para una mejor visibilidad, por lo que solo se recostó en la pared para tratar de recomponerse ahora que la situación estaba medianamente controlada, dejándose inundar por los pensamientos que atravesaban por su mente. Pasaron siete meses desde la última vez que soñó aquello, creyendo que finalmente podía estar en paz con aquello, pero tal parecía que no; era extraño, porque nada de lo que pasó ese mismo día causó en ella un despertar de sus memorias pasadas. Tan solo se había dedicado a entrenar y estar con su equipo, escuchar propuestas de estrategias de combate y pasar la tarde con él hasta dejar que sus párpados cerraran de golpe.
Más que una pesadilla, era un recuerdo de hace seis años, el recuerdo de la navidad donde su familia y gran parte de la población mundial había fallecido por un supuesto virus que afectaba principalmente a las personas mayores de trece años, y en buena teoría, Kaede Kimura también debió de haber muerto esa navidad, pero no pasó. Ella formaba parte de la tasa de población mayores de trece que no falleciera o sufriera algún efecto secundario.
Simplemente habían sobrevivido y debían acostumbrarse a la nueva vida de ese mundo casi desolado. Kaede, de ahora veinte años, debía continuar su vida en ese nuevo panorama.
—Kaede...
La voz de su amante inundó el pequeño cuarto, alzó la vista y lo vio parado en la entrada del baño, con una expresión leve de preocupación genuina en su rostro y la mandíbula algo tensa ante lo que estaba presenciando.
—Te escuché vomitar.
—Sólo fue una mal sueño —respondió ella, limpiándose con un paño que el hombre le extendió los restos de vómito que quedaron en su boca, sintió genuino asco al sentir eso en su boca y sabía que no podía volver a dormir sin antes lavarse como dos veces para sacar ese asqueroso sabor de su paladar.
—Un mal sueño no te pone en ese mal estado —respondió el hombre—. Lo volviste a soñar, ¿verdad?
El silencio fue la mejor respuesta que pudo dar. Guren Ichinose ya sabía de antemano de qué trataba el sueño, de que sucedía en la cabeza de su novia y en cómo le afectaba cuando lo soñaba. También sabía que en los últimos siete meses, ella había dejado de tener ese sueño y era en gran parte gracias a la ayuda de él al hacerla parte de una familia que la unidad creó entre sus miembros, al punto en que ella ya estaba más tranquila en ese asunto.
Que la pesadilla volviera solo podía significar una cosa y era que la Kaede que existía cuando se conocieron podía volver. Eso lo tensó todavía más. No le gustaba pensar en ella con esa faceta cubierta de depresión y pensamientos no muy sanos para su mente. Guren no quería revivir aquella vez tampoco. Todavía recordaba cuando la tenía en brazos en una carrera contra la tragedia.
Se agachó completamente hasta quedar en la altura que se encontraba la mujer, abrazándola cálidamente y con fuerza mientras depositaba un pequeño beso en su cabeza.
—Lo siento.
—No tienes que pedir perdón, no es tu culpa.
Él no respondió. Nunca respondía ante ese comentario cuando el tema de ese evento salía en una conversación entre los dos. Kaede ya se había dado cuenta de ello, pero prefería no preguntar pensando que Guren había perdido a otras personas y que también seguía afectado por eso. Cuando ya se sintió mejor, se levantó de su sitio para lavarse la boca, exactamente dos veces para eliminar por completo la mala sensación. El teniente coronel la había dejado sola en el baño pero todavía seguía mirándola desde la cama, ya que el baño se encontraba en su habitación como uno de uso personal.
Kaede salió con el rostro empapado, aprovechando el agua para refrescarse un poco y olvidar, aunque sea por unos segundos, el mal rato vivido.
—¿Te despertaste por lo que me pasó o por otra cosa? —preguntó en cuanto lo vió vestido con un pantalón de pijama, aspecto que le pareció curioso por lo que tuvieron horas antes, recordando perfectamente que ambos cayeron en un profundo sueño completamente desnudos.
Guren suspiró.
—Tengo muchas cosas en la cabeza que no me dejan dormir —respondió rápidamente, levantándose un poco para extender sus brazos y tomar los de Kaede para atraerla a él—. Necesitaba acomodar mis ideas.
—Podría ayudarte.
—Son cosas de mi trabajo como superior, es en parte información clasificada.
Kaede poseía un rango menor, no pasaba de una simple soldado promedio; su trabajo se limitaba a obedecer, matar a los enemigos y volver con vida. Guren era diferente, su título era de Teniente Coronel dentro del ejército demoníaco imperial japonés, la principal defensa que tenían los últimos humanos en el mundo contra los vampiros y los jinetes del apocalipsis, criaturas que habían invadido el mundo después de que este colapsara aquel día.
—Pero eso no me importa ahora, me importa lo que está pasando contigo.
—Teniente Coronel, no es nada, ya te dije que fue un mal sueño.
Nunca se había atrevido a llamarlo por su nombre, Guren. No es que hubiera algo malo si lo llamaba de ese modo, pero la joven de cabellos azabaches respetaba las divisiones jerárquicas que había en la milicia y siempre llamaba a sus superiores por sus títulos, no por sus nombres. También era porque se había acostumbrado a llamarlo por Teniente Coronel y prefería mantener la costumbre antes de cometer el error de llamarlo por Guren frente a sus compañeros y superiores, porqué temía que por ese simple error se crearán rumores acerca de que esos dos tenían una relación.
Aunque mentira igual no era, estaban en una relación, pero ambos preferían mantener en secreto la relación. Ni siquiera sus más cercanos sabían de su romance. Él quería llevarlo de ese modo y ella nunca se opuso a ello, más bien, pensaba que era lo mejor, aunque la relación no tenía nada de ilegal que los pudiera meter en problemas. Kaede tenía la teoría de que, probablemente, lo único "malo" (por así decirlo) era la diferencia de rangos entre ellos que pudiera generar algún malentendido entre sus compañeros. Algunos podrían creer que el Teniente Coronel estaba usando su poder sobre ella y otros creerían que Kaede usaba la relación para subir de rango.
Ambas cosas estaban tan lejos de ser la realidad.
—Pero no es normal que te pongas así por un sueño, menos sabiendo la clase de pensamientos que tenían cuando era habitual.
La pelinegra frunció el ceño— ¿Temes que vuelva a cometer eso?
Su mirada lo decía todo y no la podía culpar de ello. Se había intentado quitar la vida en varias ocasiones, Guren presenció una de ellas cuando apenas era una relación superior-soldado. Si ya estaba preocupado por ella antes, ahora como su pareja el miedo se había triplicado.
—Teniente Coronel, estaré bien, ya no pienso de esa manera desde hace unos meses.
El pelinegro suspiró— ¿Cómo puedo estar seguro si con sólo que soñaras eso ya pensabas en suicidarte? —tragó con fuerza una vez dijo esa palabra—. Kaede, yo me volvería loco si algo te sucediera y no estuviera ahí para...
—Teniente, mírame —tomó el rostro de su amado para que pudiera mirarle directo a los ojos. Violeta. Ese era el color de sus hermosos ojos que expulsaban un brillo único cuando miraban los ojos de ella—. Ya no tengo esas ideas rondando por mi cabeza. Ya no me siento sola ni sin motivación para vivir, ahora tengo una familia en el escuadrón y si sigo con vida es para seguirte, tú, el mayor general, mis compañeros... todos han hecho que yo quiera seguir luchando a su lado hasta que algún vampiro me asesine.
—Nunca permitiría que un vampiro te asesine.
—Lo sé, por eso no me equivoque en amarte.
Un golpe en el pecho impulso al azabache lanzarse sobre la joven y chocar sus labios con deseo. Le robó un suspiro a la pelinegra, tanto como a ella le gustaba. Ella se acomodó en su regazo, la sábana que la cubría se cayó al suelo dejando su cuerpo al descubierto, algo que agradeció que sucediera ya que Guren había comenzado a acariciar su piel con sus manos delicadamente.
Condujo sus labios hasta el cuello de su novia, besándola con deseo mientras ella soltaba suspiró por la exquisita sensación que estaba experimentando. No paraba de llamarlo por su título militar, le gustaba que lo llamara de esa manera. La alzó solamente para acostarla nuevamente a la cama, con la única diferencia de que ahora él tenía más control en la situación y el trabajo de ella era dejar que su amante la complaciera en sus deseos.
Pero no pudo disfrutar completamente cuando recordó qué hora era.
—Teniente, espera —suspiró ella mientras se levantaba un poco, viendo que él estaba dejando besos en cada parte de su cuerpo hasta bajar a su zona más íntima—. Ya debería irme.
—Quédate —dijo Guren dejando un beso en su pecho hasta bajar a su vientre—. Te despierto en la mañana y te llevaré a tu dormitorio antes de que todos despierten.
—Nos pueden descubrir si me quedo —comentó mientras soltaba leves suspiros cuando sintió los labios de él en sus piernas, cerca de su zona.
Ya estaba temblando.
—Teniente...
Él se detuvo, se alejó de esa zona y se acercó al rostro de su amada para dejarle un beso en los labios mientras suspiraba.
—Está bien. Recoge tus cosas y vámonos, te acompañaré hasta allá.
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El lugar donde residía Kaede estaba un poco lejos de la residencia de Guren, esto por la diferencia de rangos que había entre ambos. Los soldados del mismo rango que Kaede apenas se podían permitir una habitación propia con luz y otras comodidades que se acostumbraban a estar en un cuarto; debían de compartir los baños que se encontraban en diferentes puntos del edificio y convivir en el comedor a la hora de servir sus respectivos horarios de comida.
Guren tenía más privilegios en esos puntos, su habitación era literalmente un departamento. Lo que era algo básico para las personas antes de la catástrofe se había vuelto en un lujo que pocos se podían permitir. Vivía solo, bueno, casi siempre estaba solo antes de que Sayuri y Shigure aparecían para servirle en lo que necesitaba, o Yuichiro llegara de sorpresa para reclamarle algo; de hecho, tanto sus seguidoras como el niño vivían a su lado, por lo que llevar a Kaede ahí le resultaba un reto cubierto de adrenalina que siempre resultaba en él y su amante saliéndose con la suya.
—¿Tienes algo que hacer mañana?
—Lidiar con los Hiragi y con un mocoso estúpido gritón —respondió él acomodando su cabello mientras caminaba entre la oscuridad, usando como única iluminación la luz de la luna— ¿Tú?
—Entrenar con Yoshio y los demás, parece que será todo el día —dijo Kaede mientras se acomodaba las mangas en sus muñecas, sentía que su uniforme ya puesto seguía desacomodado.
—Diles que en la tarde te mande a llamar, que necesito ayuda con unas cosas —dijo Guren ocultando sus manos en los bolsillos de su pantalón. También andaba puesto su uniforme—. Así podemos continuar con lo que iniciamos hace rato.
—Dudó que Yoshio aceptará.
—Di que son órdenes del Teniente Coronel —sonrió Guren mientras la miraba de reojo. Kaede era un poco más baja que él, su cabeza sobresalía de su hombro por lo que era más fácil notar que expresión puso cuando comentó eso. Una risilla con sonrojo, adoraba ver eso en el rostro de ella en lugar de aquel depresivo que mostraba en la época en la que apenas era la novata del escuadrón.
Un año ya llevaba como soldado del escuadrón Demonio de la Luna, ya era evidente la diferencia.
Finalmente había llegado al complejo donde Kaede residía, era grande y muy tranquilo, todos los soldados que tenían sus dormitorios ahí ya estaban durmiendo, lo que suponía ser una buena oportunidad para la joven en escabullirse y disimular que siempre estuvo ahí.
—Bueno, creo que ya debería irme —mencionó ella mirándolo—. Buenas noches, Teniente Coronel.
Antes de que se alejara, Guren la tomó del brazo atrayéndolo hacía él. La abrazó con fuerza y nuevamente junto sus labios con cariño como forma de despedida.
Normalmente se mostraba como alguien serio, incluso perezoso en ocasiones; ver esa faceta de él, romántico y cariñoso, le hacía pensar que efectivamente se había enamorado de ella y quería estar siempre a su lado. Se sentía afortunada de saber que él correspondió sus sentimientos cuando se lo confesó.
—Mañana en mi oficina. No faltes, por favor —dijo antes de dejarla ir, viéndola adentrarse con cuidado al edificio mientras se aseguraba que su arma maldita tampoco chocará con algo o crearía un fuerte estruendo.
Una sonrisa se forjó en él cuando la figura de Kaede desapareció en la oscuridad, sentía que finalmente, entre tanto conflicto que lo rodeaba, encontraba paz y felicidad en ella. Sin embargo, sabía que una vez que ella no estaba, los sentimientos infernales que vivían en su interior se manifestaban nuevamente en él.
Sintió el agarre de dos manos sobre sus hombros, una mano en cada extremo. Frías, parecidas al tacto de alguien muerto. Se estremeció en cuanto tuvo el contacto, pero no se volteó para saber de quienes eran porque sabía perfectamente quién estaba detrás de él.
Mahiru.
—Ella es un pasatiempo, ¿cierto? —preguntó la joven de cabello color lila, de ojos rojos y con colmillos en su dentadura. Traía su habitual sonrisa pacífica, pero paz era lo último que Guren sentía cuando ella se manifestaba—. La abandonarás y vendrás conmigo, ¿verdad? Yo puedo hacer realidad tus deseos, sólo piénsalo.
—Cállate, demonio.
—Pobre de ti, Guren —sonrió su joven ex amante convertida en demonio—. Si ella supiera todo lo que hiciste, te odiaría con todo su corazón. Y odio es algo que yo jamás sentiría por ti.
Sin permitir que el hombre le respondiera, Mahiru desapareció dejando un rastro de humo desde donde estaba hasta la espada maldita de él, el lugar donde su demoniaca alma quedó sellada cuando falleció. Lo último que escuchó Guren de su demonio, fue una risa irónica luego de que le recordara una verdad que, aunque viniera de palabras de Mahiru, él no podía negarlas.
Amaba a Kaede, con ella manifestaba deseos y sentimientos que no sentía en otras personas. Estaba enamorado claramente de su subordinada. Y sabía que ella sentía lo mismo por él, pero de conocer la verdad, lo odiaría profundamente y jamás lo perdonaría por más que tuviera el corazón más bondadoso que pudo conocer.
Porque Guren Ichinose fue el causante de la tragedia en dos mil doce, fue el asesino de su familia y quien, indirectamente, le causaba esas pesadillas y sentimientos depresivos a Kaede Kimura.
CONTINUARÁ...
¡ prólogo mejorado para su deleite !
prácticamente solo cambie el inicio para darle otra perspectiva a la muerte de los kimura, pero en lo demás es igual al pasado. eso y porque corregí errores que noté que habían.
no tengo mucho que decir, salvo que espero que disfruten el fic y sobretodo que le den suficiente apoyo🙏. no olviden votar y comentar para la siguiente actualización.
con cariño, nicky🪼
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