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Capítulo 4

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¿Cómo contrarrestar a una vidente?

Primera opción: Dejando que otros tomen las decisiones por ti. Quédate en las sombras.

Alice Cullen supo que Aro planeaba desplegar a toda la guardia para acabar con su familia. Empero no lo vio mandándome a Forks, de lo contrario, les hubiera avisado a todos ellos. No me vio a mí, y debía seguir de esa manera el mayor tiempo posible.

—Jane —saludé en cuanto su voz monótona me respondió el teléfono—. Supongo que Aro ya te puso al corriente de mi misión.

La vampira emitió un bajo gruñido de disgusto, mas yo no estaba de humor para encontrar divertida su incomodidad. —Es falso, la niña es una híbrida.

Un silencio atónito me recibió al otro lado de la línea. Continue: —Están reuniendo vampiros que van a atestiguar lo que te estoy diciendo. Necesito que averigües quiénes son y dónde están, tienes siete horas para darme esa lista.

Y sin más, corte la llamada. Si bien a Jane le daba celos que Aro me confiara sus asuntos antes que a ella, sabía que no haría nada para sabotearme. No cuando nuestro líder tenía acceso a sus pensamientos, por tanto, podía confiar en su eficiencia respecto a esto. Con rapidez, digite otro número.

Respondió al primer timbre.

—¿Iris? —preguntó Chelsea, por supuesto extrañada. En todos estos años jamás había recibido una llamada mía.

—Necesito que envíes a Mel a la dirección que te está por llegar —Sin más explicación, oprimí el botón rojo, finalizando la comunicación. Mi congénere no me enviará a Mel hasta consultarlo con Sulpicia, contaba con eso. Tenía un par de minutos para que mi creadora me contactara, exigiendo respuestas.

No es que fuera a darle opción a ella o a su cónyuge. Si Aro no me dejaba tener a Edward Cullen no había absolutamente nada que me retuviera en la guardia, y él lo sabía perfectamente, pues nunca antes solicité tener algo, ni joyas ni propiedades, ni juguetes humanos o inmortales.

Hasta hace poco mi único propósito fue servirle, no deseaba nada más que darle todo lo que me pidiera, arriesgaría mi vida por él, pero eso quedó atrás en el momento en que posé mis ojos en el vampiro cobrizo. Y era un cambio irreversible. No había vuelta atrás.

Segunda opción: Obstruye su visión, explota sus puntos ciegos y actúa con rapidez.

Alice Cullen no podía ver el futuro de los metamorfos, ni a las personas que estuvieran en compañía de uno.

Mi única teoría al respecto es que se debía a que ella no tenía la experiencia de ser de esa especie; ella veía a los vampiros mejor porque era una, y podía ver a los humanos porque solía serlo. Por tanto, híbridos, metamorfos e Hijos de la Luna eran mi protección contra su don. Me pregunté si los cazadores podían incluirse en esa lista.

Por ahora, no contaba con híbridos o metamorfos, empero para su mala suerte y mi beneficio, en mi poder estaba una manada de cincuenta miembros de Hijos de la Luna.

—Esto no puede ser saludable —comentó a mis espaldas mi acompañante cuando cerré el teléfono.

Me encogí de hombros, no podía importarme menos. —No, puede que no —admití—, pero por primera vez en doscientos años me siento viva.

—Él podría considerar que eres demasiado peligrosa, Iris —Mis labios se curvaron en una sonrisa forzada, tensa.

Aro ya me consideraba una amenaza. Nunca quise inmiscuirme en su mente fuera de lo necesario, pero a veces no podía evitarlo, era muy fácil vagar y perderse entre todos los recuerdos de alguien, sobre todo si era un vampiro milenario con un montón de información acumulada. Vi accidentalmente que me catalogaba como un peligro para su reinado, pero yo jamás hubiera actuado en su contra. Todo lo contrario, le adoraba demasiado.

Hasta ahora.

Mi corazón, mi mente, mi ser le pertenecían a alguien más.

—Aunque así fuera, Aro siempre querrá tener al diablo en su equipo —Y me gire por completo para encararla. Kamaria, la líder de la manada, es de rasgos faciales suaves y armoniosos, y una apariencia delicada. Con cara en forma de corazón, mejillas llenas y un mentón puntiagudo. De ojos muy expresivos y grandes de color verde oliva que resaltan con su oscura piel. Se ve como un dulce corderito desde lejos, solo cuando te acercas lo suficiente puedes descubrir que es una verdadera loba: letal, voraz, que no va a dudar en cortarte la yugular con sus garras.

—¡Ja, el diablo! Eso se queda corto con lo que eres, amiga.

—Ya sabes qué hacer. Tengan cuidado, Kamaria —Le alerte, la licántropa sonrió y se alejó a toda velocidad de mi para transformarse. Seis integrantes de la manada se le unieron de inmediato ante la orden de la mujer.

No era que me importara su seguridad, absolutamente todo lo contrario. Me molestaría que me quitaran uno de los activos en los que tanto trabaje, por supuesto, pero la loba era perfectamente reemplazable, claro que eso no podía saberlo, después de todo, Kamaria creía fervientemente que había una amistad de años entre nosotras. De esta manera era más sencillo que quisiera ayudarme. Porque, como alguna vez escuche: se atrapan más moscas con miel, que con hiel.

Instintivamente me alejé un par de metros más del clan, ninguno de ellos me lastimara, pero mi sentido de autoconservación no entendía eso.

Los Hijos de la Luna, en su forma animal, no se parecen totalmente a los lobos reales: Sus patas delanteras son más poderosas que sus patas traseras, de un zarpazo pueden decapitar a mi especie, y aún tienen manos utilizables con los pulgares oponibles. Su hocico es un poco más corto y las pupilas más pequeñas que las de los metamorfos. Además, su postura es más vertical, haciendo sus movimientos parecidos a los de un mono, en lugar de verse caninos.

Las seis bestias no perdieron ni un solo segundo y se enfrascaron en su cacería hacia Forks. Cuarenta figuras permanecieron en aquel prado junto a mí, aguardando impacientes por mis órdenes. Estaban ávidos de sangre, ansiosos por seguir a sus hermanos y hermanas.

Oí moverse a mis espaldas el cuerpo pequeño, angular y esbelto de Sanza, la segunda al mando. Su largo cabello azabache se agitó con el viento en dirección contraria a mí, agradecí mentalmente que estuviera alejando su peste de mi nariz.

—¿Ya los encontraron? —inquirí cuando luego de unos minutos permaneció en silencio. Sanza es la más pequeña, en cuanto a estatura se refiere, de la manada. Sin embargo, es quien más expresaba sus opiniones alto y claro, y ella estaba abiertamente en contra de la parte del plan que involucra a la niña semi humana. Se podía palpar su indignación.

—La pareja está en México, van a pie y por su rastro, Jabari y los otros creen que se dirigen a Sudamérica —Contestó, a regañadientes.

—Dile a Jabari que debe mantener un perfil bajo, no puede actuar hasta que yo llegue —Sus orbes de un marrón oscuro, casi negros me observan atentos, juiciosos. Casi ruedo los ojos ante su expresión, ¿qué le hacía creer que me afectaba su opinión? No íbamos a lastimar a la niña, al menos nosotros no, los planes de Aro eran otros. Y Sanza solo tenía que limitarse a cumplir con su trabajo. De no ser así, Kamaria se encargaría de ella por mí.

Fugazmente me pregunté si esto chocaría con la imagen benevolente que había pintado de Aro y los Volturi en sus mentes.

La Hija de la Luna solo asintió y cumplió con mi mandato, la evidente tensión en mi cuerpo debió haber disuadido cualquier palabra que hubiera querido decir. A pesar de mi calma exterior, por dentro era un hervidero de emociones. La ansiedad y la impaciencia por volver a ver a Edward se apretujaban contra mi pecho y se arremolinaban a fuego lento de tal manera que amenazaban con consumirme si lo permitía.

Mis pensamientos fueron interrumpidos por la vibración del teléfono entre mis manos.

Pasé mi lengua por mis colmillos, tragando la ponzoña que se había acumulado en mi boca y sonreí.

Oh, Edward.

Todo iba de acuerdo al plan. Pronto lo vería de nuevo, y calmaría ese desasosiego que me producía tenerlo lejos.

Primero, tenía que encargarme de Alice Cullen.

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