Capítulo 11
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Trigger Warnings
Contenido +18
—¿En qué estás pensando? —Le pregunté y observó cómo sus rasgos de ángel se contorsionaban en dolor. Eso me hace moverme de su abrazo protector, aunque él no me dejó separarme demasiado, y con ternura alisó las arrugas que se formaron en su frente.
—En ti —Contesta, fijando su rubí mirada en la mía, con una intensidad que me hacía estremecer.
—¿Solo en mí? —le provoqué, con una sonrisa juguetona, buscando desentrañar qué más rondaba su mente. Sabía que había más, algo oculto detrás de esa mirada que no podía ser solo sobre mí.
—¿Por qué debería tener a alguien más en mente? —respondió, su tono firme, pero no dejaba de haber una sombra de algo más, algo que no me decía.
Su respuesta no fue suficiente para calmarme.
—Dime que siempre seré la única —le susurré, mis palabras casi un ruego, mientras lo miraba fijamente. Su boca me silenció y me besó con avidez, como si hubiera estado en la guerra. Gruñí en respuesta. Abrí la boca lentamente, para darle más acceso a su exploración. Nuestras lenguas se encontraron y un gemido de su parte hizo que mi cuerpo vibrara.
Rasgó mi blusa blanca de la misma manera en que lo hizo con mi vestido, pero en esta ocasión lucía molesto con la tela, como si le ofendiera que se interpusiera entre nosotros. Sus movimientos son urgentes, frenéticos. Nada más mis pechos quedaron libres, se encargó de trabajar sobre ellos, ya fuese con pequeños besos sobre mis senos, o introduciendo mis pezones en su boca, succionándolos y mordisqueando. Cada parte de mi cuerpo reaccionó ante su toque.
—La única que tengo siempre en mente es a ti —susurró mientras se inclinaba para desabrocharme los pantalones, abriendo botón tras botón como si tuviera todo el tiempo del mundo, todo lo contrario, a su desesperación con mi blusa. Teníamos toda una eternidad, pero me estaba impacientando. Pase mis dedos por su cuero cabelludo, deleitándome con su suavidad e instándolo a continuar.
Una vez que me quitó los vaqueros, los arrastró hacia abajo, raspando ligeramente la carne de mi muslo con los incisivos. Gemi y sentí su sonrisa burlona contra mi piel, él amaba verme deshacerme bajo sus besos, bajo sus caricias y su electrizante toque.
—¿Tienes idea del poder que tienes sobre mí? —Me preguntó, después de haberme dejado totalmente desnuda. Edward me miró con reverencia mientras deslizaba las palmas de sus manos por mis piernas, salpicando el interior de mis muslos con besos húmedos, me tense conforme se acercaba a mi núcleo, recorriendo poco a poco mi cuerpo con la lengua, como si disfrutara de mi aroma, pero luego, bruscamente se retiró de mí.
—Al parecer no tanto —respondí, frustrada. Su celestial y cristalina risa me hizo bufar.
—No te preocupes, marqué ese lugar, volveré.
Reí a carcajadas, empero cuando él comenzó a aplicar su boca en otros lugares, la risa se convirtió en suaves suspiros de agradecimiento por lo que estaba haciendo. Edward besó mi ombligo, provocando un delicioso escalofrío, deslizó sus lamidas más abajo, acercándose peligrosamente a mi punto caliente, haciendo que arqueara la espalda, intentando que me tocara con su boca.
Puro y crudo placer serpenteaba por cada una de mis extremidades. Un dolor dulce en mi interior me hizo desesperarme por sentirlo, anhelando liberarse. Abrí los muslos para él, llamándolo. Pude oler su excitación, demostrando lo mucho que le afectaba verme así. Solté un grito cuando, por fin, lo sentí cubrir mi feminidad con su boca, su lengua lanzándose y sondeando, sus labios envolviendo mis pliegues en un profundo beso francés. Mis caderas no podían quedarse quietas mientras él me saboreaba. Su pulgar en mi clítoris me hizo temblar y arquearme contra su mano, buscando aquel toque electrizante.
—Edward, por favor —suplique. No me hizo esperar y sus labios se posaron en un beso firme contra mi clítoris. En un veloz movimiento de su mano me agarró el trasero para pasarse mi pierna por encima del hombro, y el cambio de posición le permitió profundizar más en mí.
Gemí su nombre de éxtasis cuando él insertó un largo dedo, sincronizado perfectamente con el movimiento de su boca. Dolorosamente lento. Lo suficiente como para volverme loca. Parecía ebrio de mí, de mi lujuria, de mi disfrute, de mi sabor.
Agrego otro dedo, bombeando más rápido dentro y fuera de mí. —No te detengas —jadeé, arqueando la espalda y aferrándome a su cabeza entre mis muslos. Lo sentí gemir en mi núcleo, la vibración del sonido se sintió divina. Insertó un tercer dedo y succionó con fuerza mi clítoris, lanzándome rápidamente a un dichoso orgasmo.
Me tomó un momento volver en todos mis sentidos.
—Todavía no he terminado contigo —Siento su mano elevarse para ahuecar mi mejilla mientras su boca comienza a moverse contra de mia. Aproveche eso para sentarme a horcajadas sobre su cuerpo. Tenía su miembro presionando entre mis muslos gracias a la posición que había adoptado, y podía sentir muy claramente la evidencia de su excitación, que cada vez crecía más. Él deja escapar una sorprendida bocanada de risa entrecortada, que rápidamente da paso a un gemido cuando me restregué a propósito contra su entrepierna. Sus dedos se aferran a mi cintura, pero me deslicé fuera de su agarre y bajé por sus piernas, recorriendo la sedosa piel de mármol y presionando besos con la boca abierta a lo largo de las líneas de su mentón, su cuello, su pecho y finalmente su torso, antes de quitarle de un tirón su pantalón y la ropa interior y revelar su creciente erección. Besé ligeramente la punta, siendo bendecida con un estremecimiento de Edward. Algo primitivo se despertaba en mí al ver que podía tener el mismo efecto en el vampiro que él ejercía en mí.
—Me vas a matar —masculló entre dientes. Sonreí ante el pensamiento, antes de agarrar su miembro con suavidad entre mis manos. Deslice mi boca a lo largo de él, lamiendo su longitud, desde la base hasta el eje. Moví mi cabeza hacia adelante y tomé su longitud en mi boca, poco a poco, a un ritmo suave. Edward soltó gemidos estrangulados.
—Joder, Iris, tienes que... no voy a... —Sonaba desesperado, pero continúe hasta que sentí su cuerpo convulsionar en un orgasmo. Lo dejé ir con un sonido húmedo y resbaladizo.
Me moví sobre él, conocía muy bien su cuerpo ahora, sabía exactamente cómo tocarlo para obtener el resultado que quería. Ahora mismo lo que más deseaba era tocarlo, darle placer, ver cómo su cuerpo se movía y estremecía.
Extasiada, coloqué mi mano en su pecho, sin embargo, mis ojos atraparon la brillante línea curvada en mi piel. Esa maldita marca en forma de media luna en mi muñeca era el único vestigio que quedaba de que Isabella Swan existió. Y precisamente formaría parte de mi para toda la eternidad.
Él siguió la dirección de mi mirada, algo peligroso cruzó por sus ojos carmesí, pero tan rápido como apareció se fue. Tomó mi brazo suavemente, aunque ya no me dolía, y se inclinó sobre ella, besó dulcemente aquella molesta cicatriz en mi muñeca. Aquel gesto me hizo estremecerme, conmovida.
—Te juro que nunca van a volver a acercarse lo suficiente para lastimarte.
—¿No te separarás de mí?
—Nunca —Confesó.
Pero yo quería más, y así lo exprese: —¿Y si te dijera que eso no me basta?
—¿Qué quieres? Nómbralo y será tuyo.
—No pido tanto, tan solo tu amor.
Edward me miró intensamente y besó de nuevo mis labios, automáticamente deje pasar su lengua pues se había convertido en lo más adictivo de mi existencia.
—Ya lo tienes, me tienes por completo, Iris. Mi corazón, mi alma y mi cuerpo —Su oración me hizo abrir los ojos, conecté mi mirada con urgencia con la de él. Rojo y rojo se encontraron.
—¿Qué has dicho? —Le pregunté casi en inaudibles palabras, se separó de mí un par de centímetros, pero aun así no soltó el agarre que tenía en mi cintura.
—No pienso dejarte ir, no cuando ya probé tus labios y toqué tu cuerpo. No cuando escuché mi nombre en los gemidos que me regalaban tu boca.
Sonreí, mi muerto corazón se hincho ante sus palabras. Lo atraje del cuello para volver a perderme en su sabor.
—Eres mío ahora, Edward Masen.
—Ahora y siempre.
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