iii. nicholas, larry & stella
❏. . . nicholas, larry y estela
2012
EGIPTO
Los pasos de Forstyr eran tranquilos pero constantes. Se dedicaba simplemente a admirar a las personas que concurrían el gran mercado.
Sin embargo, su tranquilidad se desvaneció al ver a un hombre observarla. No le reconoció, por lo que simplemente retomó su caminata. No bajó la guardia. Hace unos años había sido imprudente y había dejado ver sus poderes delante de hombres, que para su desgracia, pertenecían a una organización que buscaba no sólo personas que fueran aptas para sus experimentos, si no que también tuvieran ciertas habilidades que con un poco de amnesia provocada pudieran controlar.
Por eso debía comportarse como una humana y estar siempre alerta.
Paró en una frutería y fingió ver si las frutas estaban buenas, a la vez que de reojo veía al hombre que unos metros atrás la había observado. Era como si quisiera que ella notara su presencia pero sin llamar la atención del resto de personas.
Se metió en un callejón. Quería respuestas, y las conseguiría a toda costa. Siguió caminando por el oscuro callejón sin salida. Escuchó pasos detrás de ella y supo que la estaba siguiendo, y cuando estuvo lo suficientemente dentro y ni un solo rayo de luz atravesaba la calle, se teletransportó justo detrás del hombre y lo inmovilizó en el suelo.
—¿Quién eres y porqué me estás siguiendo? —preguntó apretando su agarre en los brazos del hombre contra su espalda para que no se soltara.
—Si me sueltas te lo diré.
—No estás en condición de negociar. —apretó más los brazos del hombre contra su espalda y él gimió de dolor.
—Está bien. Me llamo Nicholas Fury y necesitamos su ayuda —ella le volvió a preguntar qué era lo que querían de ella, insatisfecha con la respuesta del hombre—. Sabemos sobre tus poderes. Sabemos que tienes grandes habilidades que nos ayudarían a defender la Tierra de una gran amenaza alienígena.
—¿Qué habilidades? —se hizo la ingenua. No podía confiar en las simples palabras de un desconocido.
—No sabemos cuántas posees, lo que he visto es que puedes hacer crecer grandes raíces para atrapar a tus contrincantes y que puedes cegar a cualquier ser con la luz que sale de la palma de tu mano. Pero tengo la corazonada de que tus dones van más allá de eso, señorita Miller.
Forstyr sonrió al ver que no sabía su verdadero nombre. Soltó su agarre y con una mano libre creó una esfera de luz que logró alumbrar los rostros de ambos. Se fijó en el parche que llevaba en el ojo izquierdo, pero enseguida miró el otro ojo.
—Especifica más el por qué necesitáis mi ayuda.
Nicholas le explicó que un hombre que no pertenecía a la Tierra, si no a un mundo llamado Asgard. Y tenía el propósito de dominar y esclavizar a los humanos de la Tierra.
—Sí, he visto por la televisión lo que sucedió en Alemania. —le dijo cuando él finalizó su explicación.
—¿Entonces nos ayudarás?
—No. A no ser que aquellos extraterrestres sean azules, su cuerpo parece que está hecho de músculos y tengan destellos dorados por el cuerpo, no puedo ayudaros. —después de sentenciar su decisión, apagó la esfera de luz sumiendo el callejón nuevamente en la oscuridad y desapareció de allí.
No podía interferir en las guerras que no tuvieran que ver con los desviantes.
La habían visto luchar contra uno para defender a unos humanos varios meses atrás y supuso que por eso creían que los ayudaría.
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ACTUALIDAD
WASHINGTON
—¿Venimos en mal momento? —preguntó Larry con vergüenza.
—¡No! No, por supuesto que no —exclamó Forstyr—. ¿Verdad que no? —se giró en dirección a su familia para ver si respaldaban su idea.
Casi todos estuvieron de acuerdo en que los amigos de la Eterna se quedaran a dormir, más todavía teniendo en cuenta que era posible que no los volviera a ver después de esta visita.
—Bueno... —Druig protestó sabiendo que eso le molestaría. Pero enseguida se calló al ver que la mano de la chica se envolvió en fuego—. Es broma, es broma. —dijo con una sonrisa.
—Bien... —lo miró con los ojos entrecerrados y él le guiñó el ojo. Después se giró hacia sus amigos y se puso detrás de ellos para empujarlos hacia el interior de la casa—. Ahora voy a organizar las habitaciones para ver donde puede dormir cada uno de vosotros.
Se fue al pasillo y los demás quedaron en un silencio incómodo. Se fueron sentando tanto en el colchón matrimonial que había entre el sofá y la televisión, como en el sofá y en las sillas que cogieron del comedor. Ninguno hablaba y ninguno parecía querer hacerlo. Sin embargo, Larry no soportaba esos silencios, decidió romperlo:
—Así que... —al pronunciar esas palabras todos se giraron en su dirección, y él se sintió algo cohibido por la repentina atención que recibía—, vosotros sois los Eternos de los que Tyr nos habló. ¿No? —Duende asintió viendo que el chico quería entablar una conversación.
—Tú eres su compañera de trabajo ¿cierto? —la Eterna se dirigió hacia Estela, quien asintió como respuesta.
—¿Os ha hablado de nosotros? —preguntó con impresión.
—Por supuesto, sois importantes para ella. —respondió Kingo.
—Hablando de eso —continuó la humana—. ¿Quién es...?
No pudo terminar la frase debido a que Forstyr apareció a su lado provocando que ella gritara. Estela se puso una mano en la boca por el susto.
—No te atrevas a continuar la pregunta si no quieres que ese bonito pelo acabe reducido a cenizas. —le susurró al oído.
—No te atreverás. —afirmó la chica.
La Eterna creó rápidamente unas tijeras de metal y cortó las puntas de un mechón con rapidez. Y antes de que Estela pudiera siquiera protestar, prendió su mano y los cabellos quedaron reducidos a cenizas. Se teletransportó a la habitación con rapidez sin darle tiempo a su amiga a quejarse.
—No me pruebes. —se teletransportó a la habitación con rapidez sin darle tiempo a su amiga a quejarse.
—Tan temperamental como siempre. —Kingo suspiró con dramatismo.
Forstyr terminó de colocar las sábanas de la habitación en la que Duende y Thena dormirían. Volvió al salón y llamó la atención de todos, anunciando que a continuación les mostraría dónde dormiría cada uno.
—Karun dormirá en este colchón y Kingo en el sofá. —indicó Forstyr.
—¿Por qué tengo que dormir en el sofá? —protestó Kingo.
—Porque es probable que por nuestra culpa su mundo sea destruido en unos días, y porque ya no quedan más habitaciones. Así que te aguantas. —Kingo la miró con ofensa, más no se atrevió a objetar nada.
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