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i. see you again

❏ . . . veros de nuevo

ACTUALIDAD
WASHINGTON DC

Salió prácticamente corriendo de su apartamento y se dirigió hacia la universidad en la que impartía clase de historia. Decidió aprovechar sus conocimientos y vivencias propias para poder dar una materia que podía impartir incluso sin necesidad de abrir un libro de historia.

Ató la mitad de su cabello en una cola a media altura y dejó su flequillo suelto. Entró en el edificio y se dirigió a la primera clase que daría en el día.

Al terminar salió para su descanso de una hora debido a que no daba clase en aquella franja, por lo que al finalizar el tiempo del almuerzo se dirigió hacia la siguiente clase que impartía.

Entró sin mirar al alumnado, pero si saludándolos y siendo recibida de la misma forma. Comenzó a borrar el contenido de la anterior materia que se había impartido en aquella gran aula de la enorme pizarra. Tuvo incluso que usar una escalera de madera.

—Profesora. —ella levantó su mirada y observó al alumno que la había llamado. Rodó, disimuladamente, los ojos al verle.


—Te he dicho que me llames Mery.

—Lo sé —respondió con burla. Forstyr le preguntó qué era lo que quería—. Tenemos alumnos nuevos. —señaló a un grupo que estaba sentado unas gradas más arriba que el resto de la clase.

Escuchó un silbido y lo reconoció al instante. La emoción recorrió todo su cuerpo y sin esperar más devolvió el saludo de la misma forma. Ni siquiera tuvo que preguntar cómo habían entrado; la simple presencia de Druig los delataba por completo. Al conectar miradas se sonrieron mutuamente.

—Vaya, vaya, vaya. Así que tenemos nuevos interesados en la historia de la Tierra... y que han decidido unirse a mitad del curso. —ella desvió la mirada de su familia enseguida con intenciones de comenzar su clase.

—For... Mery —se corrigió Kingo al ver la mirada que la chica le daba—, necesitamos hablar urgentemente.

—No, no, no, no, no —negó con la cabeza repetidas veces—. Estáis en mi territorio. Aquí mando yo, y no hablaremos hasta que esta clase se dé por terminada. Estos chicos se han gastado mucho dinero en esta matrícula para tener un buen futuro, y hoy es el último día del mes y cobraré, y tengo que ganarme el sueldo. —era increíble el silencio en el que la clase se había sumido.

—No les servirá de nada estudiar si van a morir. —comentó Duende con sarcasmo.

Todos se giraron en su dirección, incluidos los alumnos, quienes la miraron con preocupación.

—Gracias por asustarlos —respondió Forstyr en el mismo tono—. Lo siento, pero soy imparcial en estas cuatro paredes, tanto con ellos como con vosotros. Podéis esperar donde queráis. Si permanecéis aquí será en completo silencio, ¿entendido? -les apuntó con el rotulador que sostenía, y al no recibir respuesta se dirigió hacia sus alumnos e inició su clase.

—Esto va a ser divertido. —murmuró Druig cruzando sus brazos sobre su pecho y apoyándose en el respaldo del asiento.

🌹🌹🌹

—Vaya, vaya, vaya. —le imitó Druig cuando los alumnos se fueron del aula. Forstyr entrecerró los ojos en su dirección, pero no borró la sonrisa de su rostro al ver a su familia caminando hacia ella.

Sin embargo, vio que faltaban cuatro Eternos. Gilgamesh, Phastos, Makkari y Ajak no estaban con ellos. Al notar su ceño fruncido, sin necesidad de leer su mente, supo lo que estaba pensando.

»Por eso hemos venido. —él agachó la cabeza sabiendo cuanto le dolerían las siguientes palabras, ella supo al instante que algo no iba bien.

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Un llanto silencioso salió de la garganta de Forstyr. Se puso la mano en la boca para ahogar sus sollozos, pero luego cayó en que no tenía compañía alguna y se permitió llorar libremente.

Necesitaba desahogarse, por lo que les pidió cinco minutos a su familia y se teletransportó a un lugar que conocía bien. Ella prefería llorar en solitario, no le servía de nada que alguien la consolara. Solo necesitaba soltarlo todo para poder seguir adelante.

La casa de Ajak ya no tenía vida, ella era quien le daba vida a todo lo que la rodeaba y ahora ya no estaba. Lo mismo sucedía con Gilgamesh. Ya no podría escuchar sus insultos cariñosos hacia los demás, o probar su deliciosa comida.

—Sé fuerte, ¡sé fuerte! —se dijo a la vez que se daba unas palmadas en las mejillas.

Se recompuso y se limpió las lágrimas. Seguiría adelante y lo haría con una sonrisa, como Ajak le aconsejó. No la defraudaría.

Dio una última mirada a la casa de la primera Eterna y volvió con los demás, quienes todavía la esperaban en el mismo lugar en el que los había dejado. Duende la abrazó, y ella le correspondió estrechándola contra su pecho a la vez que contenía las lágrimas. Por mucho que se prometió a sí misma que seguiría adelante, le era imposible no entristecerse por su pérdida. Se separaron y Druig le agarró la mano. Ella lo atrajo y le abrazó permitiéndose soltar una lágrima. Se secó la gota traicionera que se deslizó por su mejilla y saludó a los demás.

Tomó una bocanada de aire y les dedicó una sonrisa a todos. Se apoyó contra el escritorio y les miró.

Cuando vio a los demás mirándose unos a otros dedujo que había algo más que querían decirle, aparte de las tristes noticias de la muerte de Gilgamesh y de Ajak.

Cuando le dijeron la mentira que habían estado viviendo todos estos años sólo pudo sonreir.

—Ya lo sabía. —los presentes se miraron entre ellos, con una mezcla de confusión y molestia.

—¿Y no pensaste en decírnoslo? —protestó Duende.

—Lo intenté. Os busqué pero no os encontré. Solo hallé a Kingo pero le dije que lo contaría cuando estuviéramos juntos —el silencio reinó durante unos segundos bastante incómodos.

Hacía tanto tiempo que no se veían que ya ni sabían cómo reaccionar o de qué hablar. Forstyr tenía la esperanza de que esa incomodidad se esfumara con el paso de los días.

—Bien. —decidió romper el silencio e iniciar con la nueva misión— ¿A quién recogeremos primero? ¿A Manny Manitas o a Mrs. Ferrari? —Duende, Kingo, Karun y Sersi entendieron de quienes hablaba y rieron viendo que por mucho que sufra una pérdida, la Forstyr de siempre estaría allí presente.

—Espera, ¿quién es Manny Manitas? —preguntó Driug con confusión.

—¿Dónde has vivido todo este tiempo? ¿Debajo de una roca? —le preguntó Forstyr con falsa ofensa en su tono de voz.

—¿Quién es Ferrari? —preguntó Ikaris.

Todos lo miraron con incredulidad sin saber cómo reaccionar. Era prácticamente imposible que viviendo en el mundo actual no supiera lo que era un Ferrari.

—De todas maneras no te libras. Te enseñaré todas las obras de arte que te has perdido en estos últimos años. —apuntó Forstyr a Druig con el dedo de forma amenazante, pero con una sonrisa viendo que su familia se estaba volviendo a unir poco a poco, a pesar de los miembros ausentes.

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