🌈 4. 🌈
A la salida él trataba de acercarse pero un grupo de sus amigos lo retuvo justo el tiempo que yo necesitaba para desaparecer de su vista.
Esa noche no pude dormir, y cada vez que lo conseguía volvía a aparecerse en mis sueños. Me decía "El tiempo se me acaba" y luego desaparecía y yo lo buscaba con desesperación.
Torturado con aquellos sueños me enfermé y tuve que ausentarme de las clases la última semana.
Al final fue Tórrez, el que dio el discurso, mientras que yo me reusaba a salir de mi habitación, mis padres se culpaban por mi estado e intentaban no discutir delante de mí.
Esas vacaciones fuimos a Mar del Plata, allí mi ánimo mejoró. Casualmente, al lado de la casa que alquilamos, se quedaban unos amigos de la familia, y yo coincidí con Ana, la hija de ellos, que era algo así como mi amiga de la infancia, sufría de asma y constantemente tenía que recibir tratamientos. Con ella pasaba las tardes, para mí era como una hermana y nada más.
En ese entonces ya no tenía esos sueños, parecía que lo había olvidado, volvía a mi vida habitual.
Pero cuando terminaron las vacaciones y tuvimos que regresar traté de convencerlos que me cambiaran de escuela, pero al ser el último año, no era conveniente, yo lo sabía pero estaba encaprichado con eso. Y al final no se dio.
Cuando empezó el año, mi cabeza estaba en otros asuntos, salía con mis amigos, como en Mar del Plata había coincidido con Ana, y gracias a esa cercanía, comenzamos a salir en plan de novios. Olvidé mencionar por vergüenza, que días antes de regresar de vacaciones tuve mi primera experiencia sexual con Ana, y ahora ella, que había sido una gran amiga para mí en ese tiempo, tenía que irse a Chile por seis meses para seguir un tratamiento especial.
Además de esa pérdida, tenía que pensar en la carrera que elegiría. Papá esperaba que me decidiera por derecho, pero mamá deseaba que fuera arquitecto. Yo detestaba las dos, en realidad no tenía la menor idea de lo que quería hacer en la vida, pero en ese entonces no quería decepcionarlos. En todo caso aún tenía todo el resto del año para decidirme.
Esa mañana desperté sintiendo una fuerte palpitación en el pecho, me sentía intranquilo, trataba de ignorarlo, pero de alguna forma intuía que algo iba a ocurrir.
Luego de la primera clase, cuando todo iba de maravilla, como solía ocurrir cada tanto en nuestra escuela, instalaron a otra clase en nuestra grande y espaciosa aula, por no sé qué motivo.
Por entonces yo me sentaba en el tercer banco de adelante junto a Torrez, que ese día estaba enfermo y su asiento quedó disponible.
Un chico de pelo castaño corto y delgado ocupó su asiento. Casi no lo reconocía. No me parecía el mismo chico que me había seguido al baño el año pasado.
De a ratos yo miraba de reojo la cara de ese chico, y comenzó a fascinarme de manera extraña. Observaba su rostro seguro, inteligente.
Me miró de pasada como si no me conociera.
Aquello empeoró mi pésimo humor, de repente me vi ignorando los comentarios e invitaciones de mis amigos. Trataba de pensar en otras cosas pero su presencia alteraba todo a mí alrededor.
Él no parecía enterarse de nada.
Uno de sus amigos que se sentaba atrás le tiró un papel y por mala suerte para él, me llegó a la cabeza. Lo junté antes del suelo y vi lo que era. Era un dibujo de dos chicos besándose. Y dentro un corazón estaba escrito mi nombre Max y el suyo: Emil.
Antes de que yo pudiera hacer algo con el pedazo de papel él me lo sacó de la mano. Vi que tenía las mejillas ruborizadas, completamente humillado al ver que lo había visto.
Al salir del aula lo vi junto al que le había lanzado el papel con el dibujo. Cuando pasé por su lado escuché a su amigo decirle "ahí va ese creído" con un tono despectivo, y él contestó "no es su culpa, es mi error, yo me equivoqué" en ese momento no pude evitar darme la vuelta y mirarle. Sus ojos eran de un tono marrón claro y me miraban tristes, y no fui capaz de seguir mi camino, indiferente.
— ¿Emil es tu nombre? —le pregunté y él dijo que sí. — ¿Te parece si vamos por una soda?
Por la expresión de sorpresa que tenía su rostro, me quedó claro que esperaba todo menos una invitación. Su amigo se marchó de inmediato como para dejarnos solos.
Cuando encontramos el kiosco cerrado, el sol nos apuntaba a los rostros, regresamos al patio y ahí ya no había nadie más que nosotros.
Anduvimos por los pasillos vacíos, yo no sabía de qué hablar con él.
Cada vez que le miraba a los ojos sentía que esa extraña energía me atraía, como aquella vez en las canchas de fútbol.
Al volver a la puerta de salida, yo ya estaba dispuesto a marcharme, pero Emil me retuvo de la mano.
—Espera, no te vayas todavía. Quiero decirte que me diste un hermoso obsequio, lo he imaginado todo el tiempo, estar contigo como ahora, pero no quiero que te marches aún. Quería pedirte que me disculparas por lo de la otra vez... besarte fue un abuso de mi parte, nunca quise ofenderte, perdóname.
Yo quería decir que lo había olvidado, pero no me salían las palabras. En ese momento su rostro se ensombreció.
—Si no deseas tener nada conmigo lo comprendo, pero me alegraría mucho tener tu amistad. ¿Sabes algo? Cada noche sueño contigo... —Calló de repente, como si se reprendiera por hablar demás—. Bien, ya no te molesto, hasta mañana.
Le vi marcharse y sentí que quería tener su compañía.
En mi mente su nombre repetía como una plegaria "Emil, Emil, Emil" De repente sentí ganas de ir con él, pero mis piernas no se movían.
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