🌈2.🌈
Ni siquiera lo conocía de nada. Y en la escuela nos conocemos de vista todos. A menos que fuera de primer grado no existía otra explicación.
Sin embargo la sensación de que me observaban no se había ido. Era mucho y más fuerte desde esa vez.
Nunca fui realmente bueno en nada, no tenía muchos amigos, los pocos que tenía se iban alejándose de mí por cualquier motivo.
No importaba ya, me faltaba dos años para graduarme y jamás en mi vida volvería a cruzarme con ellos.
Un día cuando iba de salida, Boris de tercero me alcanzó una nota.
—Esto es para vos. —dijo, como le descubrí una sonrisa dibujada en su rostro, sospeché.
La leí de prisa. Era una carta de amor.
Me sentí burlado, estaba claro que era una apuesta o una broma pesada, y no pensaba ser la burla de nadie, por lo que la rompí en su cara.
— ¿A qué se debe esto?
El tal Boris no me respondió y me marché lanzándole mil maldiciones.
Estaba seguro que volvía con el chiste a sus amigos que seguramente le esperaban en una de las aulas vacías para reírse de mí, a mi espalda, no me importaba.
El resto de esa tarde y en los días siguientes no podía sacármelo de encima ¿quién escribiría una carta de amor como esa para usarla de broma?
Me causaba mucha molestia, a pesar de que yo mismo lo había hecho en el pasado, pero distaba mucho, lo que aquella vez escribí carecía de sentido. Esa carta en cambio, tenía algo, estaba cargada de sentimientos, y algo de ella me había llegado al corazón, quizás fuera por eso que la rompí, aunque sea solo una broma me arrepentí de hacerlo. Tenía que hablar con Boris, quería saber quién la escribió. Pero luego me di cuenta de algo que antes no lo había visto claro. Hasta ese momento no había considerado que fuera él el autor.
A los pocos días me lo encontré junto a la dirección. Me acerqué y le pregunté de frente.
— ¿Fuiste vos el que la escribió?
— ¿Escribir qué?
— Em, la carta... la que me diste hace... una semana...
—Ah, eso, claro que no, ¿como iba a ser yo? —estaba de mal humor y no me atrevía a decirle nada más. Así que me marchaba con la duda. — Hey... en realidad no puedo decirte quien me la dio. Lo prometí.
Estaba claro que moriría sin saber quién era la o él que la había escrito.
Pronto llegó el fin de año, y estaba sumergido en mis exámenes. Una tarde, cuando no tenía nada que hacer, ya que al tener las más altas calificaciones de mi curso el maestro me dijo que podía marcharme. Decidí quedarme y hacer hora. No se me apetecía regresar a casa y ver las constantes peleas de mis padres, por entonces en casa ya se hablaba de divorcio. Eso no me podía importar menos. Me acerqué al kiosco y compré un sándwich, pero alguien vino por detrás y me empujó y mi sándwich se cayó al suelo. Estaba fastidiado. Fastidiado y con hambre y sin un billete encima. Quería irme de ahí, ya no soportaba el ruido, la alegría del resto. Escuché que alguien me llamaba por mi apellido.
— ¡Hey, Castello!
Al ver quién era me quedé congelado. Mi corazón bombeaba dolorosamente. Comencé a sudar de forma alarmante, y me faltaba el aire. Era el chico de la cancha de futbol. Desde aquella vez que no lo había vuelto a ver, y ahora lo tenía enfrente. Me miraba y esperaba una respuesta. Pero yo solo deseaba salir corriendo.
— ¿Te conozco de algo? —aunque no era del todo mi intensión sonaba torpe.
Él, sonreía tímidamente, parecía que hacía un gran esfuerzo en acercarse a mí, pero yo no lo entendía entonces.
—No creo que me conozcas. Voy a segundo —dijo.
Me disponía a marcharme y se puso delante de mí.
—Toma. Acabo de comprarte otro sándwich ya que mi amigo te hizo caer el tuyo.
Pero yo no lo recibí.
—No lo quiero, pero gracias.
Estaba furioso sin motivo. Decidí que lo odiaba, aunque lo único que había hecho era ofrecerme su sándwich amablemente. Escuché que alguien le llamaba que le decía "mira con quién hablas, esos de cuarto se creen la maravilla, y ese es el peor de todos"
Pasé de largo. En realidad huía de su presencia.
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