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La expresión atónita de Aiko hablaba por si sola, sus ojos vacilaron nuevamente del bolso colgando de su hombro a la expresión casi divertida del monarca, él parecía estar teniendo un buen rato causando esa conmoción en ella.
— ¿Partir? Su Majestad, con todo respeto, no es una broma graciosa.
Katsuki no disimulaba en lo más mínimo que la situación le resultaba entretenida, sobre todo por las gesticulaciones poco comunes en ella. Dio un paso al frente, disminuyendo la distancia entre ambos y dejando caer a sus pies el pesado bolso del cual era dueño.
— ¿Luzco como un bufón, acaso? Los reyes no hacemos broma, Ángel.
Aiko no se atrevió a responder, cualquier intento de réplica confirmaría de una forma u otra la consideración de que ella estaría degradando a Katsuki un plebeyo, con unas simples palabras y una sonrisa presumida, Katsuki la había dejado en jaque. Aiko dio un paso al frente, volviendo a disminuir la distancia entre ambos y frunciendo el ceño, dando una mirada una vez más al bolso lleno de lo que suponía eran artículos para un viaje.
— Majestad... Es peligroso, siendo el único de la Familia Real de Bishajin activo y suficientemente poderoso, no debería ser así de intrépido— el tono de voz de Aiko era suave y lleno de preocupación, pero sin abandonar la firmeza de su reclamo.
Ella trató de probar una vez más su punto, los ojos rubíes de Katsuki no se despegaban de los verdes brillantes, por más que la atención estaba siendo atraída nuevamente hacia ellos dos.
— No pienso aplastar mi trasero en un trono de oro y joyas y dejar lo divertido a mis subordinados, no.— Katsuki dio un paso más al frente, notando como Aiko apretaba su mandíbula en reconocimiento a sus palabras, ella sabía que él respondería de esa forma. Él acercó su boca levemente al oído de ella, nadie más oiría esas palabras de declaración—. Me conoces, sabes que no me quedaré quieto.
El aliento cálido de él acarició con suavidad su oreja y parte de su mejilla. Aiko cerró los ojos en resignación, no mostrando la más mínima incomodidad ante tal cercanía. Katsuki volvió a poner distancia entre ambos, su sonrisa presumida se ensanchó, no había caso en esa discusión. El que Aiko intentase replicar ante las muy vanaglorosias palabras de Katsuki sería como intentar perforar un escudo de acero sólido con una lanza de madera.
Aiko se masajeó el puente de su nariz, tratando de pensar en frío. Con la presencia de Katsuki Bakugo, probablemente uno de los seres más poderosos del continente en la actualidad, sería contraproducente la presencia de un tercer o cuarto individuo y parecía que el monarca estaba muy consciente de ese hecho. Aiko trató de mantener su preocupación a un lado, plantandose firme una vez más.
— ¿Qué razones podría tener El radiante Sol de Bishajin para aventurarse a Arthinea? La adrenalina no es una excusa suficiente, denotaría inmadurez por parte de usted, Su Majestad.
El tono sugerente y levemente severo de Aiko habría hecho enfadar a Katsuki en el pasado, pero en ese momento, la sonrisa divertida de él no abandonaba sus labios, más al ver la severidad que la comenzaba a inundar, como si el cuerpo de Aiko estuviese actuando por memoria muscular como cuando aún era un Primer General y Katsuki solo fuese un soldado alborotador.
— Oh, créeme, tengo mis razones, muy grandes razones.
Él tomó su bolso del suelo, comenzando a hurgar entre sus cosas hasta que consiguió una bolsa de color morado y bordeado de hilos de oro, algo que lucía particularmente ostentoso y caro. Katsuki extendió la bolsa hasta ella, su expresión volvía a ser la que comúnmente tenía, con sus cejas inconscientemente fruncidas.
— La apuesta de ayer, dulces fue tu deseo.
Él se inclinó, tomando una de las manos de Aiko y poniendo la lujosa bolsa en su palma, acariciando distraidamente el dorso de su mano con las callosas yemas de sus dedos. La mirada confundida de ella fue reemplazada por una de vergüenza en cuanto recordó los sucesos del día anterior y como habían empatado, la forma vergonzosa en la que ella se había sentado encima de él, también recordó como él había sugerido que, justo ese día, ella sabría cual era su deseo.
Aiko tomó la bolsa de dulces sin mirar el contenido, apretando con suavidad y sintiendo el contenido con su tacto. Ella lo observó con incertidumbre, tratando de leerlo. El rostro de él estaba lleno de si mismo, como si le produjera orgullo todo el acto qué había armado hasta ese momento y las reacciones qué estaba obteniendo por parte de ella.
— Su Majestad, no me diga que su deseo es...
Preguntó ella, apretando de forma inconsciente los dulces entre sus manos y mordiéndose distraidamente el labio, adivinando lo que estaba sucediendo finalmente.
— Fue un empate, te di lo que pediste, ahora cédeme mi deseo, seré yo quien vaya contigo a Arthinea.
Las palabras de Katsuki salieron inflexibles de sus labios, sonaba casi como una orden del rey, pero tan solo era él mismo expresando e imponiendo de forma clara su deseo.
Aiko cerró sus ojos, dando un leve suspiro de resignación. El día anterior no podría haber adivinado de ninguna forma qué él había planeado todo aquello. No le preguntó razones, aunque a comparación de la humilde petición de Aiko, la de Katsuki sonaba como una locura, pero siendo fiel a su palabra y no teniendo mucho más que ofrecer, ella aceptó.
— Está bien.
Aceptó ella casi a regañadientes, ganando nuevamente una pequeña sonrisa de Katsuki. La firmeza y dignidad de Aiko nunca le habían permitido verla funfurrunear o hablar entre dientes. Katsuki sentía que había obtenido un premio de más en esa mañana.
...
A Shoto Todoroki no le sorprendió ver a Katsuki Bakugo parado a un lado de Aiko, el rey se erguía al lado de ella con dignidad e intimidando más con su naturaleza salvaje que el rostro impasible y estoico de Aiko podía mostrar. Era una combinación rara, pero no podía hacer mucho.
Las formalidades de parte de Aiko fueron el pan de cada día, una reverencia y un tono tan mecánico que parecía una autómata fueron el saludo de buenos días que el Príncipe Heredero obtuvo de parte de la exgeneral.
— ¡Aiko-san!
La voz femenina llamo de inmediato la atención de Aiko, dirigiendo su mirada a la pequeña brujita a sus espaldas. Sin siquiera pedirlo, Aiko recibió un apretado abrazo de parte de Ochako, frotando su mejilla con la de ella en un acto de cariño puro, Aiko devolvió el abrazo, sonriendo y pronunciando afectuosamente el nombre de Ochako. Katsuki apretó la mandíbula, Shoto apartó la mirada.
Como si ambas hubieran obviado la presencia de los tres hombres, contando a Izuku Midoriya que estaba esperando que su pareja y la exgeneral salieran de su burjuba de charla y sonrisas, Ochako comenzó a hablar con Aiko sin siquiera haberse fijado en que el Rey de Bishajin, es decir, su propio Rey, la estaba perforando con la mirada.
— ¡Es una pena la situación de guerra! Habría ido contigo sin pensarlo si me lo hubieras pedido, seguramente sería divertido para ambas— dijo Ochako, lamentándose y dándole una mirada a Katsuki. Ochako aun no le perdonaba al monarca el haber entregado a Aiko a Musutafu unos meses atrás.
— Sí, me hubiera gustado ir con Uraraka-san, disfruto plenamente de tu compañía.
Katsuki frunció los labios apenas oyó a Aiko decir esas palabras, aunque ella ya había expresado con anterioridad también disfrutar de la presencia de él, no dejaba de sentir un sentimiento molesto en su pecho.
— ¡Tal vez haya una próxima vez! Ahora, lamentablemente, solo debo limitarme a darles indicaciones.
Ochako finalmente dejó ir las manos de Aiko, dirigiéndose a Katsuki y Shoto y dando un vago saludo. Ella los guió hasta una tienda de campaña apartada donde los esperaban dos libros de porte mediano y dos colgantes de una piedra azul-celeste brillante que captaba enseguida la atención al ojo.
Junto con las explicaciones rápidas de Ochako, venía una advertencia.
— Una vez que se pongan el colgante, ¡no se lo quiten! Es por protección, es una piedra que los Arcanos usaban para moverse por los bosques de la isla sin perturbar a las criaturas, es como volverse invisible.
Aiko se puso casi enseguida el colgante, pero Katsuki dudó un poco. Se quedó mirando con extrañeza el cristal pulido y de un color vibrante. Miró con una ceja alzada a la brujita.
— Ésta cosa brilla demasiado, parece que va a llamar la atención del espacio exterior, ¿y me dices que nos hará invisibles ante las criaturas de Arthinea?
Para Katsuki no cobraba sentido la idea de que algo con un color tan llamativo qué incluso dañaba sus retinas, iría a hacerlo pasar desapercibidos.
— Es lapislazuli, cuando Arthinea era un país rico, la minería de Lapislazuli y otros minerales era popular por sus colores vibrantes, se hizo popular en el continente por lo llamativo de los colores, pero no me sorprende que algo que tenga brillo propio no solo haya tenido la función de decoración.— dijo Aiko, con su voz con un deje de emoción a medida miraba a profundidad ese cristal.
Si, todos los presentes habían visto ese tipo de piedras y cristales importados directamente de Arthinea, generalmente todo tipo de joyeria de esa clase tenía fama de ser mágico de una forma u otra y eran difíciles de conseguir, incluso para la familia real.
Katsuki no despegó su mirada del colgante, poniéndolo en su cuello finalmente. Aun no lograba entender que algo tan brillante tuviera una función tan irónica.
...
Finalmente, a pesar de que Uraraka seguía estando reacia a permitir que ese bruto de su rey fuese el compañero de Aiko, Shoto y Deku no demostraban resistencia y estaban tranquilos. Tanto Aiko como Katsuki se llevaban un libro, un bestiario, conteniendo la mayor cantidad de bestias que podrían encontrarse en los dominios de los Arcanos.
La calma con la que se marchaban solo hacía a Ochako apretar la mandíbula, no debían tomarse aquello a la ligera, estaba segura que Aiko se centraría en su misión, pero Katsuki parecía más propenso a la procastinacion esos últimos días.
Ochako decidió calmarse, dando una profunda inspiración y cerrando sus ojos, viendo como las espaldas de ambos se iban perdiendo en la distancia, se estaban dirigiendo a la costa con intenciones de cruzar el mar y llegar a aquel reino abandonado por Dios.
Mas, a pesar de su confianza en la fuerza de sus dos aliados, la bruja de cabellos castaños no podía quitarse la inquietud de su pecho. Se había asegurado de todos los detalles lo más que ese corto periodo de tiempo se lo había permitido, pero la existencia de las Sirenas de Tierra realmente le ponía los pelos de punta, mucho más de lo que una Banshee o un lobo blanco había sabido hacer por ella.
Las Sirenas de Tierra eran más peligrosas, lejos de los mares, situadas alrededor de pequeños cuerpos de agua... Esas criaturas jugaban con tus más profundos anhelos y en cuanto sucumbías a la depravación, no existía fuerza física ni poder mágico capaz de brindar salvación. Ochako juntó sus manos en su pecho, tratando de calmar su errático corazón.
— Ochako...— le susurró su pareja, Izuku solo le decía de esa forma cuando estaban solos, pero la suave voz de él llamándola la calmó un poco—. Katsuki y Aiko son absurdamente fuertes e inteligentes, les diste todas las advertencias y recomendaciones, solo confía en ellos, harán un buen trabajo.
Era la verdad, básicamente ellos tres se habían encargado de que a esa misión no faltasen recursos y protección, e incluso habían brindado cosas adicionales. Ochako cerró sus ojos castaños, reposando su mejilla en el brazo de Izuku.
— Lo sé... Sólo... No puedo evitar preocuparme... Katsuki es impulsivo y Aiko sobreportectora, me da miedo que ella resulte lastimada por intentar protegerlo.
Murmuró sus inseguridades a Deku, quien frunció sus labios en una suave sonrisa imaginando la situación y recordando lo que había aprendido sobre los inhabituales nuevos afectos de Katsuki. Deku se había olvidado de actualizar a Ochako en un par de cosas.
— Confía en mí... Van a protegerse uno al otro, me preocupa más que Kacchan termine quemando algún un bosque milenario de Arthinea qué la posibilidad de que alguno salga herido.
Izuku intentó hacer una broma, asegurando a Ochako con una voz suave de que nada podría salir mal conociendo el perfeccionismo de Katsuki y la disciplina de Aiko. Él besó suavemente la frente de Ochako, ambos habían olvidado la presencia de Shoto allí, aunque el Príncipe Heredero no les estaba prestando atención.
Los ojos de Shoto siguieron la espalda de Aiko hasta que la perdió en el horizonte. Le había dicho palabras de despedida, pero no realmente lo que quería decir. Para si mismo, susurró esas palabras.
— Volverás a casa está vez, ¿verdad?
Pero nadie más que él mismo oyó eso.
***
Saracatunga
👁️👁️
Qué les pareció el cap?
Gracias por leer
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