•44•
La vuelta hasta su espacio de descanso nunca le había parecido tan ajetreada como en ese momento, se trataba de esconder de los soldados del Príncipe Heredero para que no tuviesen información de a donde se dirigía, no sería una grata noticia que ella, a pesar de lo que le había dicho a Shoto, nunca se había presentado en el campo de entrenamiento formalmente.
No daría ninguna excusa a esa altura más que la pura verdad, tenía cosas más importantes que hacer que enseñarle a soldados cuando no correspondía a su cargo ni estatus, y si terminaba decantando por sincericido, debería admitir que no tenía ganas realmente.
Cuando finalmente llegó, logrando sortear la inútil y débil guardia que significaban para ella los inexpertos soldados del Príncipe Heredero, pudo suspirar de alivio. El ruido de afuera pareció ser acallado dentro de las paredes de tela y por solo un momento, se deshizo de las pesadas botas qué llevaba poniéndolas a un lado del hogar qué aún se mantenía encendido, aprovechando para sacar de sus hombros la pesada capa de piel qué había llevado desde la madrugada. Sin importarle el frío, se lavó lo más que pudo con el agua helada qué aún permanecía en un cuenco sobre la mesa, sus dientes tiritaban, pero prefería mantenerse lo más aseada qué pudiera.
Miró a la cómoda cama en medio de la habitación, mordiéndose el labio, ¿estaría mal si se dedicaba una hora o dos a hacer ocio? A pesar de que había estado durmiendo demasiado últimamente, no le desagradaba. El poder dormir largo y tendido era casi un lujo para los soldados con mayor rango, y ella había permanecido intocable en su puesto de Primer General durante nueve años.
Pensó en frío, era su fatiga muscular la qué estaba hablando, se puso a hacer su bolso, no necesitaba tanta ropa, lo primordial era la comida, medicinas y vendajes. Pensó que sería bueno tener un caballo, pero no sabía que era lo que se encontraría en la desolada tierra de Arthinea, la comodidad de un caballo debería ser dejada atrás.
Sobando sus ojos tratando de alejar el sueño que comenzó a hacer arder su vista, se tomó el trabajo de escribir una lista solo para ella, donde trató de dejar plasmado lo más que pudiera todos los elementos necesarios para poder hacer el viaje con la mayor comodidad posible y sin tener que arriesgarse demasiado. Aunque claro, estaba obviando a la segunda persona que la acompañaría, aún no sabía quién podría ser.
Pensó que tal vez se enteraría justo antes de partir, hubiera sido útil para ese momento saber que tipo de habilidades y conocimientos albergaba su acompañante.
—Agh... Me duele la cabeza.
Aiko se lanzó a la cama sin un segundo pensamiento, cerrando sus ojos y respirando profundo. Lo más importante ya estaba hecho, no había más cosas que pudiera resolver, el acompañante que Shoto Todoroki le encomendaría o la espada qué Mei Hatsume debería tener lista para el día siguiente, esas cosas escapaban de su control.
Gateó hasta poder meterse dentro de su cama, sentía las manos y los pies fríos y ya no oía las risas de los soldados afuera. Detuvo todas sus proyecciones a futuro por un momento, seguramente ya sería hora de la cena y todos estarían formándose para comer algo. Pensó también, en que sería bueno cenar, tendría más energía al día siguiente, pero la comodidad y lo cálido de su cama pronto la obligó a ceder al cansancio por encima del hambre.
Lo último que rondó vagamente por la cabeza de Aiko antes de sucumbir a la inconsciencia de un sueño profundo fue la incógnita de cual seria el deseo de Katsuki Bakugo.
¿Estaría a la altura de lograr cumplir algo que un monarca deseara? Se sintió insegura por un momento, con un sentimiento de incomodidad y disconformidad en su pecho, se sentiría mal si no pudiese estar a la altura de las expectativas de a quien le debía tanto.
...
Shoto Todoroki estaba hace más de seis horas atado a su escritorio, leyendo papeles y papeles de reportes enteros sobre cada soldado y cada habilidad que cada uno poseía. Necesitaba al menos dos personas más para que el viaje y la investigación de Aiko fuera fructífera sin ponerse demasiado en riesgo, al principio tenía la idea de mandar un grupo completo de expedición con ella, pero pensando más a profundidad, Aiko odiaría la idea con fervor.
No le hacía falta conocer a detalle los cambios que Aiko había tenido en su persona para saber que encontraría innecesario y ruidoso llevar a una expedición a más de dos personas. Shoto cerró los ojos, tirándose sobre el respaldo de su asiento, tratando de enfriar un poco de su cerebro sobrecalentado. Su cabeza y preocupación lo traicionaban, quería que ella regresara a salvo a Musutafu, se negaba a permitir que algo similar a la última misión que Aiko Himura había realizado bajo el título de Primer General se repitiera.
Para suerte de él y salvandolo de su propia laguna de pensamientos, Izuku Midoriya ingresó a la tienda de campaña que utilizaba de estudio, él le dedicó una sonrisa de entendimiento y sin demasiada introducción, comenzó a narrarle los últimos hechos que habían ocurrido, tanto del lado de Neito Monoma, los movimientos de países vecinos y para su sorpresa, también sobre Katsuki Bakugo.
— Kacchan está haciendo demasiados arreglos, conociéndolo... Él está dejando todo preparado para partir con Aiko mañana hacia Arthinea— decretó Izuku, bastante seguro de sus palabras a pesar de que Katsuki no había afirmado ni negado nada, Izuku lo conocía lo suficiente como para atar cabos.
No era muy difícil para Izuku reconocer los cambios que había pasado su mejor amigo en los últimos meses; las miradas furtivas, los suspiros profundos, los propios pies de Katsuki que lo guiaban sin querer a un lugar de descanso que no era el propio y la voz que lo traicionaba al mencionar el apodo que había dado para la exprimer general.
El joven guerrero miró al príncipe, esperando alguna respuesta de su parte.
Shoto no pudo evitar sentirse conmocionado, pero a la vez, aliviado. Relajó todos los músculos de su cuerpo, casi queriendo quemar los papeles frente a sí. Su búsqueda había sido en vano, Katsuki Bakugo, el Rey Dragón de Bishajin, se había ofrecido personalmente para ir con Aiko a Arthinea. Él dio una risa irónica, tendría que haberle preguntado directamente a Katsuki qué era lo que pretendía hacer, se hubiese ahorrado seis horas de trabajo de esa forma.
Pensó, tal vez, que sería bueno mandar a una persona más, pero siendo sincero consigo mismo, solo crearía un mal tercio entre dos poderosas figuras como lo eran Aiko y Katsuki. A su vez, Shoto no podía permitirse perder más fichas poderosas en esa guerra contra la Liga, perder a una vanguardia y pilares tan importante como lo eran esos dos ya lo hacía tener que cambiar sus tácticas, el ejército no podría depender de Izuku y él.
Solo le quedaba esperar al alba para despedirse y rezar porque esos dos regresaran a salvo de esa peligrosa aventura en la que se estaban lanzando.
— ¿Quieres que le pida a Uraraka-san que los acompañe? Tal vez te brinde más tranquilidad, Todoroki-kun, te ves tenso.
Las palabras de preocupación de su amigo lo volvieron de nuevo a tierra, Shoto levantó su mirada, vagando desde los papeles con nombres de soldados, espías e incluso doctores que pretendía sumar a la expedición a Arthinea. Dio un suspiro, echándose para atrás en su silla.
— No creo que sea necesario, es verdad que sería de ayuda, pero valoramos la rapidez en esta expedición y aún más valoramos el apoyo de Uraraka en el frente.
Los dedos de Shoto sortearon un par de libros que yacían sobre su escritorio, acariciando las tapas en busca de algo que había llegado repentinamente a su mente. Pensando de forma estratégica, Uraraka no sería una carga en esa expedición, sería incluso un as bajo la manga, pero habían demasiados heridos, la seguridad del campamento de la Resistencia dependía en ese momento casi enteramente de la protección que la magia de la brujita había proporcionado.
— Todoroki-kun... ¿Estás seguro?
— Sí, Aiko y Bakugo tienden a moverse a ritmos muy rápidos y son perspicaces, ambos están acostumbrados a labores similares de reconocimiento de terreno, lo único que me hace dudar es el tipo de bestias que se pueden encontrar.
Izuku se encogió de hombros, dando una risa baja y mirando el bestiario que Shoto traía entre manos, era un libro añejo y con el cuero de la cubierta corroído tal vez por polillas, termitas o quién sabe a cuantas plagas habría sobrevivido ese vejestorio.
— Tal vez... Uraraka pueda asesorar a Bakugo y Aiko, ¿no lo crees?
...
Katsuki abrió sus ojos, mirando que por las rendijas de su tienda aún se podía ver el cielo nocturno. Parpadeó un par de veces, tratando de enfocar completamente su mirada, había dormido profundamente luego de un largo tiempo, justo lo que necesitaba ahora que se iría a una expedición peligrosa en la que seguramente no podría pegar un ojo.
Sin siquiera molestarse en llamar a algún sirviente, él mismo se bañó con el agua fría de un cuenco, lavando su rostro y luego secándose, preparando su atuendo. Necesitaba algo cómodo y abrigado y por último, acomodó sus dos espadas gemelas en su cinturón. El bolso estaba intacto, el mayordomo había cumplido con sus órdenes de la noche anterior al pie de la letra.
Katsuki dio una gran bocanada de aire, volviendo a repasar sus motivos de ir en ese viaje. Necesitaba ver con sus propios ojos esa tierra ancestral, los Arcanos eran casi una incógnita para el resto del mundo, sería provechoso para él siendo un rey joven conocer más sobre ese lugar. Aunque algo traicionero dentro de sí solo susurraba qué él se embarcaría hasta ese lugar solo para no dejar a Aiko sola, trataba de ignorar ese pensamiento.
Tomó sus cosas, comenzando a caminar hasta donde había averiguado qué Shoto y Aiko se reunirían al amanecer, la subida del sol fue lentamente calentando el suelo, Katsuki desayunaba en silencio, no se podía permitir retirarse con el estómago vacío.
Los murmullos qué caracterizaban a una mañana en el comedor de algún campamento de la milicia lentamente llenaba los oídos de Katsuki, a pesar de la apatía que sentía hacia los grandes grupos de personas, ese día no prestó atención en lo mínimo, tampoco se encontraba con su expresión malhumorada de siempre, repasaba con la mirada perdida en algún lugar como procedería a partir de ese momento.
Llamando la atención de algunos soldados y cocineros que lo observaban con curiosidad por su anormal comportamiento, Katsuki se levantó de su lugar, caminando a paso firme a su destino: Aiko.
Esa mañana ella lucía especialmente tranquila, como si hubiese tenido una buena noche de sueño. En los pensamientos involuntarios del rey pasó la imagen de Aiko durmiendo pacíficamente justo la noche en la que la batalla había culminado. No pudo evitar notar como las profundas ojeras que la habían acompañado el día anterior en ese momento apenas eran una sombra de color morado, sus mejillas lucían un sonrojo digno de una mañana tan gélida como aquella y los labios de ella esbozaban una suave sonrisa.
Aiko sostenía y admiraba a detalle una espada de hoja más afilada y compacta a Takeshi, probando el agarre y comentando con una mujer de cabello rosado a su lado.
Katsuki apretó la mandíbula, tomando algo en su bolsillo, pero no anunciándose detrás de ambas féminas, a pesar de que fue en vano.
Los pasos conocidos de Katsuki le llamaron la atención, levantando su vista del arma y mirándolo con incertidumbre, paseando sus orbes verdes llenos de confusion desde su atuendo, al bolso en su hombro y posando su mirada finalmente en el rostro de Katsuki.
— Buenos días, Su Majestad, ¿partirá a la capital de Bishajin en ésta mañana?
El formalismo no abandonaba los labios de Aiko al referirse a él, a pesar de que el lenguaje corporal de ella ya se había vuelto un poco más relajado cuando Katsuki estaba cerca. Era algo involuntario en ella ya que la presencia de Katsuki le brindaba seguridad.
— Viajaré, sí, no exactamente a mi reino— él le dio una sonrisa socarrona, mostrando todos sus dientes con orgullo, viendo la expresión de perplejidad en ella cuando lentamente se daba cuenta de la situación—. Es mejor que partamos pronto, Ángel.
***
Sólo espero la calidad no haya disminuido.
Gracias por leer, nuevamente
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro