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•36•

El trayecto en caballo de vuelta al campamento fue ameno, por no decir silencioso, habían hablado por un rato sobre cosas varias y demasiado ligeras, comida favorita y menos favorita, de que tan gélido podría ser ese cruel invierno y de porqué la tarta de fruta era la preferida de Aiko, tema en el que Katsuki no quiso ahondar demasiado, la mención del difunto príncipe heredero parecía un tema delicado para ella.

Llegó un momento en que la voz de la fémina se fue acallando, cayendo víctima de su cansancio mental y de la comodidad y calor que el cuerpo de Katsuki le estaba trasmitiendo que poco a poco fue deshaciendo el frío que ese tétrico bosque le había dejado. Sería indecoroso que la hallasen así con algún hombre, con sus brazos rodeado su cintura y su mejilla pegada a su espalda, dormitando mientras oía el acompasado y sereno sonido del corazón del rey, por primera vez no le interesó que pudiesen opinar los demás respecto a eso.

Le dio la razón a él sólo por esa vez, ya no era la Primer General, ya no debía mantener la construida imagen de un virtuoso guerrero y de a la vez de una dama virgen intocable, podía disfrutar de andar a caballo mientras lo abrazaba, permitiéndose bajar un poco su guardia, confiando en que con él nada malo podía suceder
El amanecer los abrazó con el sol y sus cálidos rayos, dejando atrás cualquier indicio del invierno y dando paso a un cielo celeste sin nubes. Apenas a la lejanía se veía el campamento y Katsuki no se atrevió a despertarla, nunca la había visto dormir tanto como esas últimas veinticuatro horas. Había conocido esa clase de cansancio mental apenas cuando se enfrentó a Bahamut hacía unos años, no pudo dormir durante noches pensando que esa catástrofe se acercaba a su reino y por más que tratase de cerrar los ojos, no lograba descansar.

Llegó con el caballo hasta el límite de campamento, apenas habían un par de personas despiertas, la fiesta había durado largo y tendido y mucho de sus soldados y de los pertenecientes a la resistencia estaban aún durmiendo a un lado de las fogatas que poco a poco se iban extinguiendo.

El aroma de pan siendo horneado a esa hora de la mañana le movió las tripas, habían tenido una buena charla sobre que desayunar o que no, pero podía asegurar que no importaban ninguna de sus preferencias, si le ponían un trozo de pan caliente frente a los ojos, tanto él como Aiko comerían sin chistar.

Tomó con una mano las de Aiko, que se mantenían en su abdomen manteniéndose firmes para no caer del caballo, y las palmeó levemente, despertandola con gentileza. Hizo una señal al caballo para que se sentarse sobre sus cuatro patas y así hacerle más fácil a Aiko bajar. Lo había estado pensando en todo el camino, no debía dejar que ella por si sola saltara ni podía tomarla por la cintura y bajarla él mismo, aún estaba herida.

Se bajó primero Bakugo del semental, mirando como aún seguía algo adormilada, no le dio tiempo a pensar, poniendo ambas manos debajo de sus brazos, levantándola como una niña pequeña hasta dejarla de pie.

  — Su Majestad, podía levantarme sola— fue lo único que dijo, dando un bostezo.
Katsuki hizo caso omiso a su queja, claro que estaba consciente que podía, eso no significaba que la iba a dejar.

  — Adelantate, el Tontoroki dijo que quería hablar contigo— informó, tomando las riendas del caballo y comenzando a caminar hasta los establos improvisados, Shoto Todoroki había insistido en dejar los caballos a cargo de los humanos tras el discurso que sus hombres eran de confianza, no estaba sorprendido de estar devolviendo él mismo su propio caballo que le habían robado a los humanos.

No logró caminar ni cuatro metros cuando oyó los pasos detrás de él, siguiéndolo con fidelidad. Dio un suspiro antes de girar y hallar a quien ya había adivinado. Ella adelantó sus pasos hasta quedar a su lado, mirándolo mientras esperaba que continuara su caminata para caminar a su lado.

  — ¿Qué haces, Ángel? Te he dicho que te adelantes.

  — Ah, lo siento Su Majestad, tengo que disculparme con los trabajadores por robar el caballo— se excusó rápidamente. Katsuki rodó los ojos, algo le decía que no importaba cuantas razones le diera, ella buscaría ir a disculparse de cualquier forma.

Cuando llegaron, un hombre de edad media corrió hasta él, agradeciendo a Dios por haber traído de vuelta el caballo que se habían robado. Se tiró de rodilla, pegando su frente al suelo y pidiendo perdón, no dejando de agradecer a Katsuki, pero sin haber visto a Aiko.

  — ¡Lo siento Su Majestad! ¡Alguien se había llevado el caballo mientras los muchachos fueron a comer!

  — Oh, perdón, yo me llevé el caballo, ¿sabes quien es el dueño para disculparme?— Aiko salió de detrás de Katsuki, cuando este fue a devolver el caballo la había tapado sin querer, el metro ochenta y tres de Katsuki y su mayor masa muscular habían cubierto por completo a su metro setenta y dos.

El trabajador enseguida irguió su cabeza, hallando a una mujer que nunca había visto, pero que sin duda era la mujer más irrespetuosa que había visto en su vida, además de haberse robado el caballo, aparecía de la nada y no le presentaba respetos al monarca de Bishajin, Katsuki Bakugo, poniéndose por delante de él como si no estuviese ahí presente.

  — ¡Tú! ¡Mujer insolente!— el hombre enseguida se puso de pie, sobrepasando por apenas un centímetro a Aiko, hablando muy furioso—. ¡¿Cómo te atreves a hablar así en frente a Su Majestad?!

  — ¿Disculpe?— miró desde el trabajador a Katsuki, esperando una respuesta, cuando sus ojos encontraron al monarca este tenía su ceño fruncido en disgusto y le levantó los hombros, sin saber que estaba pasando él tampoco.

  — ¡Además, tienes el descaro de robarte el corcel de Su Majestad! ¡King Explosion!— siguió con su reprimenda, golpeando con un dedo el hombro de Aiko tratando de hacerla retroceder—. ¡Su Majestad! Permitame hacerme cargo de esta mujer, le haré saber que se les hace a las mujeres irrespetuosas en este mundo.

Katsuki soltó una risa de irritación que tapó con una mano, llamando la atención del trabajador que confundido devolvió su vista a él.

  — Sería difícil incluso para mí hacerme cargo de La Dama de Guerra,  pero inténtalo— el tono de risa se fue desvaneciendo, dejando una sonrisa aterradora en su rostro—. Llega a aparecer un moratón más en ese cuerpo y serás el primero en perder un dedo.

El hombre pareció aterrado, no por la última amenaza, sino por lo primero que había salido de la boca del rey. Volvió su atención a la fémina que había estado insultando por los últimos tres minutos, hallando esas ojos verdes que esperaban que siguiera con lo que tenía para decir, con una expresión estoica y fría, diferente a la sonrisa que le había dirigido en sus primeras palabras.

  — ¡Perdóneme, Lady Aiko! No sabía que se trataba de la heroína de guerra, discúlpeme.

El rostro inexpresivo de Aiko lo dijo todo, mirando al hombre sin decir ni una palabra. Se sintió un poco decepcionada, a pesar de que ese hombre era un humano que servía a Shoto Todoroki, tenía el atrevimiento de tratar con tanta descortesía a una mujer frente a un Rey, más allá de que fuese una ladrona, el intentar someter a otro para quedar bien era una bajeza, del tipo que Aiko repudiaba.

  — Está bien, ¿quién dijiste que era el dueño de King Explosion?— volvió a preguntar añadiendo a la pregunta el nombre de la criatura, el trabajador con un dedo tiritante apuntó al hombre a sus espaldas. El rostro de Aiko perdió el color y lentamente volteó al rey, hallando su rostro enojado que casi parecía que echaba humo por la nariz.

  — Oh... Su Majestad... Este... El caballo...— no supo que decir, atinó a hacer una pronunciada reverencia, avergonzada porque no le había dicho nada de que era su caballo el que había robado—. Le ofrezco mis más sinceras disculpas, puede castigarme si lo desea.

En la cabeza de todos los testigos la mano que el Rey alzó iba a ser un golpe muy duro, asombrados vieron el momento exacto en el que él palmeó su cabeza con suavidad tres veces, antes de darle la espalda con una postura despreocupada.

  — Intenta pedir mi caballo para la próxima, vamos de una vez, hay pan horneado para desayunar— ordenó, caminando sin mirar atrás, sabiendo que ella secundaría sus pasos.

  — Pan horneado suena bien— murmuró Aiko, caminando a la par con Katsuki.
...

Para los soldados del Reino de Bishajin y los hombre pertenecientes a la recién formada Resistencia, pocas cosas los habrían sorprendido. El alcohol que habían bebido la noche anterior parecía estarles jugando una broma pesada, pero la realidad superaba la ficción, pues era bastante claro que las personas frente a ellos no eran un espejismo.
Era algo irreal para los oriundos de Bishajin como Katsuki Bakugo trataba con delicadeza Aiko Himura, para los soldados de la Resistencia fue más sorprendente ver a esa mujer siendo suave cuando era nacionalmente conocida por ser alguien severa y dura.
Las ojos siguieron al dúo en todo su trayecto mientras atravesaron el campamento, era difícil creer que Aiko le sonreiría a alguien que no fuesen Shoto Todoroki, Denki Kaminari o Sero Hanta, pero al parecer el Rey también poseía de ese privilegio.
Los perdieron de vista cuando entraron a la gran tienda de campaña que pertenecía a Katsuki, quedando aún sorprendidos de que alguno de esos dos aceptase compañía, dado que por lo menos, en el lado de Katsuki Bakugo, únicamente sus soldados de confianza tenían la autorización de entrar a sus zonas de descanso.

  — Parece que la General si se lleva bien con el Rey Katsuki, al final Monoma no decía pura idiotez.

Comentó un hombre a los otros, si de algo podían estar seguros era que todos pensaron exactamente lo mismo, pero ninguno rió de su chiste con doble sentido. Todos los presentes miraron detrás de él, obligándolo a voltear. Fue mala suerte haber hablado justo cuando esa persona estaba cerca.

  — Conoce tu lugar, soldado. No insinues tales falacias— la voz gutural y amenazante del Primer General Tenya Iida les congeló la sangre, una mirada severa y un fuerte apretón de hombro fue suficiente para que se arrepintieran de todos sus pecados—. Más vale que estén preparados para partir mañana, la jaqueca no será excusa para no mover los pies.

Los soldados huyeron despavoridos de su mirada. Tenya suspiró, no creía ser tan severo como Aiko Himura lo habría sabido ser en sus años de oro, ahora siendo tachada injustamente como una traidora los rumores maliciosos habían manchado su impecable reputación.
Era injusto, le hacía hervir la sangre de furia. Ella, quien lo había tratado como un igual y a la vez le había enseñado como un dedicado maestro, al final había caído por el injustificado odio de quienes había jurado proteger. Aunque debía agradecer, que al final, Aiko había encontrado una buena amistad con Katsuki Bakugo, a pesar de la enemistad que parecieron tener al inicio.

Barrió con la mirada la zona, apenas eran las ocho de la mañana y los soldados seguían bajo efectos del alcohol, abrazados unos a los otros buscando tener mayor calor y de huir del cruel invierno en el que se encontraban. Las heladas matutinas mataría a los hombres en sus camas si no estuvieran durmiendo casi encima de las brazas de las fogatas. Debían agradecer también a la amabilidad de Katsuki Bakugo por ordenar a los magos de su corte implementar una barrera para la helada en el campamento, aunque poca gente había notado la presencia de magia sobre sus cabezas.

  — ¿General Iida?

La voz llamando a sus espaldas lo sacó de sus pensamientos, aún no se acostumbraba a que lo llamasen de esa forma.

  — Príncipe Shoto, ¿puedo ayudarlo en algo?

  — Convocaré la reunión al mediodía, ya mandé sirvientes a hablar con los demás generales y representantes— informó el heredero, muy estoico en sus expresiones. Shoto abrió la boca, queriendo decir algo más, pero interrumpiendose antes de hacerlo. Tenya adivinó sus pensamientos.

  — La General Aiko se ve saludable, se lleva muy bien con Su Majestad Katsuki, es una sorpresa— dijo con cierta nostalgia, dirigiendo su atención a la tienda de campaña a la que había visto a la fémina ingresar—. Uno pensaría que Aiko aborrecería la arrogancia que Katsuki Bakugo puede llegar a tener, al parecer muchas cosas cambiaron.

Shoto se mantuvo en silencio, procesando lo que Iida había dicho. Tenía razón, demasiadas cosas habían cambiado demasiado rápido, o tal vez, Aiko Himura siempre sido alguien capaz de bailar y sonreír al mismo tiempo, pero él nunca se había dado cuenta de eso. No la conocía tan bien como había creído.

  — Ya veo...

Fue lo último que dijo, antes de marcharse a cumplir con sus responsabilidades.

...

La literalidad con la que Katsuki se tomaba lo que dijera le sorprendió, luego de acompañarlo a su tienda de campaña, se había visto obligada por el monarca a sentarse y desayunar con él, eso no era lo más sorprendente, sino que frente a sí tenía una apetitosa tarta de frutas y crema y a un lado, una taza de café que desprendía un aroma exquisito, con el agregado que en el centro de la mesa había pan recién horneado que aún seguía humeante rodeado de mermeladas y quesos para untar.

Miró lo que se suponía era su desayuno, fijándose en la comida del rey. No tenía nada en contra de los desayunos cargados, pero nunca se le habría cruzado por la cabeza comer un omelet entero en la mañana, un filete con ensaladas, té y jugo de naranja, su estómago no lo aguantaría, aunque eso seguía fiel al comentario de Katsuki de no comer nada dulce en general.

La mirada rubí de Katsuki la halló husmeando dentro de su plato y de su desayuno, como no pudiendo creer que él estuviese comiendo eso y no una ligera y dulce tarta. Rio por lo bajo, adivinando cada simple pensamiento que pudiese estar pasando por esa cabeza que sólo tenía una adoración a la hora de comer.

  — ¿Qué sucede, Ángel? Dijiste que te gusta la tarta, pero no dejas de mirar mi plato— dijo relajado, jugando un poco con ella, con su usual ceño fruncido acompañado de una pequeña sonrisa de diversión. Aiko lo miró, poniéndose roja de la vergüenza y apartando la mirada inmediatamente—— La tarta de frutas no te dará los nutrientes que necesitas para curarte, ¿debería cambiar tu desayuno?

  — ¡No!— gritó, poniendo sus manos sobre su plato, se dio cuenta de su comportamiento infantil justo después de ver al monarca tratando de contener una risa con los labios apretados, se irguió en su silla acomodándose en su asiento y alisando sus ropas, sacando las manos de sobre la mesa, carraspeó antes de hablar en un tono más monótono y calmado—. No es necesario que me de ese tipo de trato, ya me hizo muy feliz que cumpliera un pequeño capricho, le agradezco enormemente, Su Majestad.

Katsuki dejó que su mirada se perdiese un poco en lo que Aiko llevaba un trozo de masa y fresa a sus labios, notó la simplicidad que llevaba ella encima, ropas que llevaría un soldado pobre y nada de prendas de alta calidad, supuso que eso era lo que había estado buscando mientras hurgaba en el arcón de bronce de su tienda, ese simple baúl debía valer más que las insípidas ropas que llevaba en ese momento.
Podría jurar haber visto ropajes con hilado de oro y plata en el suelo de la tienda de Aiko, pero ella se había decidido por esos tejidos simples y ligeros. No podía juzgarla, prefería llevar su ropa tradicional a que hilados extravagantes que sólo tenían la intención de adornarlo como un árbol de navidad.

Dejó que su imaginación volara, imaginandose como luciría en algún tipo de vestido, suponía que si en algún momento decidía llevar uno, sería igual de simple que toda su ropa. Terminó su desayuno en un pestañeo y Aiko aún se resistía a terminar con el último trocito de su porción de tarta, saboreando cada bocado que se llevaba a los labios.

  — Puedes pedir más, ¿sabes?

  — Oh, no quiero ser molestia, debe de haber más soldados que disfruten la tarta tanto como yo.

  — No— dijo, recostandose en el respaldo de su silla, cruzando los brazos y mirando fijo a la exgeneral—. Mandé a hacer eso para ti, me importa una mierda si a alguien más le gusta.

  — Su Majestad, estamos en tiempos de guerra, si un trozo de tarta puede hacer feliz a algún soldado que lo esté pasando mal, mejor así.

Con un ademán de su mano, Katsuki indicó a la sirvienta que volviese a llenar el plato de Aiko velozmente, sin darle tiempo a replicar siquiera.

  — Si en tu deficion de pasarla mal cabe ser acribillado con flechas y casi ser incinerado vivo, clasificas para la lista— acercó más el plato a ella, no dejando escapar sus ojos de anhelo en esa simple comida—. Come, o me desharé de esa tarta tan pronto como la rechazes de nuevo.

No volvió a replicar, bajo la obsoleta amenaza de Katsuki volvió a probar ese trocito de cielo que se le estaba permitiendo. Había olvidado la última vez que pudo probar ese postre. Para sí, estaba feliz de que le permitiera ser un poco egoísta al menos con algo tan pequeño, el tener algo solamente para ella parecía ajeno y desconocido, mas Katsuki lo hizo lucir como lo más normal del mundo.

El rey sonrió satisfecho, terminando su desayuno en calma mientras seguía examinando a Aiko en silencio y se mantenía bien atento de los alrededores, sabía que ella se mantenía alerta, pero comparando estados, él sería capaz de reaccionar con más rapidez.

  — El primer general de la Resistencia, Tenya Iida, está por ingresar— habló uno de los soldados de la entrada, anunciando al nuevo acompañante que tendrían.
Aiko se puso de pie, recibiendo formalmente a su exteniente, mientras que Katsuki sólo lo miró hastiado desde su asiento, sabiendo que era lo que venía a decirles.

  — Saludos al Sol de Bishajin, Katsuki Bakugo y a La Dama de Guerra, Aiko Himura— se presentó con formalidad, haciendo una reverencia e inmediatamente, volviéndose a erguir para continuar con lo que iba a hacer. Aiko le devolvió la reverencia y Katsuki sólo lo estaba asesinando con la mirada. Aclaró su garganta, ignorando la mirada amenazante que quería explotar su cabeza.

  — A las doce del mediodía se llevará a cabo el Consejo de Guerra, esperamos que estén presentes tanto Su Majestad como la Exprimer general.

  — Es inútil que acuda, no poseo ningún cargo— afirmó, tosca en sus palabras, cruzando sus brazos y alzando una ceja en cuestionamiernto—. No creo que esta pueda ser una reunión a la que deba acudir todo el mundo, es irresponsable de parte del Príncipe Heredero tal decisión precipitada.

Bakugo no pudo disimular la sorpresa en su rostro viendo como la mujer a su lado rechazaba firmemente a los idiotas de Musutafu, tuvo que tapar su boca para disimular lo absorto que las palabras de Aiko lo habían dejado. Habría esperado de todo, menos una respuesta tan firme y que reafirmara que ella ya no formaba parte de ningún ejército.

  — Se tomó en cuenta tu basto conocimiento del territorio del reino y tus masivas previas experiencias en el arte de la guerra, además de que estuviste en contacto cara a cara con los enemigos y sabes cosas que nosotros aún desconocemos. No estarías presente de no ser útil.

La frialdad de las palabras de Iida provocaron un espasmo involuntario en el ojo izquierdo de Katsuki, decir que esas palabras habían sido suficientes para sacarlo de sus casilla era quedarse corto. Aún la veían como un objeto, como alguien de provecho. Esos asquerosos humanos  tanto los presuntamente buenos como los malos, solo querían usarla.

  — Ten cuidado con la mierda que vienes a despotricar, cuatro ojos.

En cambio, Aiko sonrió de medio lado.

  — Excelente, no tengo intenciones de sentarme a oír a un grupo de hombres impotentes divagando de cómo dar un buen golpe sin siquiera poder participar— rió, volviendo a tomar asiento en su lugar.

Katsuki quedó boquiabierto oyendola hablar de forma tan informal e incluso haciendo una broma tan cruel, casi había sonado como si Mina Ashido hubiese sido la del comentario. En su rol de espectador, ya que notó que estaba completamente por fuera de la conversación, se dirigió al humano en la entrada, que no parecía sorprendido en lo más mínimo por su comentario, dándole nula o muy poca importancia. Soltó una risa baja, si le había hecho gracia.

  — Ahora sí suenas como un Primer General, Tenya. Has hecho un buen trabajo.

Iida se sonrojó, había imitado lo más que podía lo que alguna vez había sido la actitud severa de Aiko, al parecer no se sentía cómodo siendo tan severo, pero le sentaba bien de todas formas.

  — Es difícil llenar tu sombra— dijo entre carraspeos, tratando de disimular su pena. Mas el comentario que iba con la intención de halagar los logros de Aiko, no le sentaron muy bien a ella, cuando alzó una ceja en desacuerdo Iida supo que había dicho algo incorrecto.

  — Si te esfuerzas en llenar mi sombra, entonces serás un General mediocre— aseveró con firmeza, mirando con severidad a Iida a los ojos. Katsuki ni siquiera emitió un sonido, nunca la había visto en su rol de Primer General como en ese nomento—. ¿Tratas de ser la Primer General, Aiko Himura? ¿O estás tratando de que el mundo vea quién es Tenya Iida? Creí que había dejado mis enseñanzas bien en claro.

Tenya se irguió por el regaño, era como si hubiese vuelto a sus primeros días como soldados bajo el mando de aquella mujer.

  — ¡Claro que no! ¡Muchas gracias por su sabiduría, General!— gritó, como si fuese un simple cadete, haciendo una reverencia de noventa grados y volviendo—. ¡Me retiro con sus permisos!

Salió de la tienda como alma que lleva el diablo, dejando atrás a su exsuperior y al monarca del reino vecino. Aiko volvió a su tarta como si nada importante hubiese sucedido, dedicándole una bonita sonrisa a Katsuki antes de darle un sorbo a lo que quedaba de su café.

  — ¿Eras así con todos tus subordinados?— preguntó el rubio, no pudiendo contener más su curiosidad y estudiando cada pequeño movimiento que hacía.

  — No, sólo que no me gusta la glorificación, si piensan que soy el pináculo de disciplina y poder, entonces van a ofuscar sus propios potenciales— respondió, muy segura de lo que decía, sin siquiera titubear y hablando de inmediato.

Bakugo se calló, pensando en que esa escena que había contemplado y cada palabra que la fémina había dicho le daría material para pensar después. Aiko terminó su desayuno, ordenando la mesa antes de que las sirvientas se tiraran sobre ella rogando que no hiciera tal trabajo indigno.

Como predijo, las sirvientas la regañaron, para luego preguntarle si le gustaría que su cabello fuese arreglado. Aiko buscó la mirada de Katsuki, esperaba que no encontrara molesto que las jóvenes arreglaran su aspecto en su tienda. Ni una expresión de molestia, ni un gruñido, su respuesta fue simple y conciza.

  — Haz lo que quieras.

Se quedaron disfrutando de la compañía del otro por unos minutos, sin hablar de nada y manteniéndose en un silencio cómodo y acojedor mientras el cabello de ella era manipulado por las sirvientas bajo la antena mirada del rey.
Aiko se fue perdiendo en sus pensamientos en lo que escribía sobre unos papeles facilitados, en su mente repasaba el mapa de Musutafu y los territorios estratégicos que podrían ir invadiendo para retomar poco a poco el poder del reino, lo mejor sería atacar a los nobles que prestasen sus fuerzas a Monoma, era difícil rechazar a un rey, por más que fuese sustituto. Todo aquel noble inferior se vería bajo el mandato de Neito, no había forma de negarse teniendo el poder sobre el palacio imperial.
Refregó sus ojos buscando claridad, ni siquiera había iniciando el Consejo de Guerra y ya se estaba estresando de más.

Katsuki por su parte había decidido no hundirse en un vaso de agua, su atención se mantenía fija en como la criada entrelazaba los cabellos de Aiko, la técnica era muy simple, aunque se había perdido un poco en la parte más elaborada de la cabeza, donde habían dos trenzas cosidas. Lucía bonita, el quitarle los cabellos del rostro como siempre los solía llevar resaltaba más sus rasgos naturales y realzaba sus ojos, aunque algo llamó su atención cuando se dio cuenta de ello.

Cuando la criada terminó, lo hizo con nerviosismo. Le habían advertido del gusto de Katsuki Bakugo por esa mujer traidora, por no creía que fuese tan grande como para que estuviera perforandola con la mirada por solo peinar su cabello.

   — ¿Por qué la arreglaste así?— fue una pregunta que salió esporádica de la boca del monarca, pero que puso en una situación apretada a la otra mujer—. Ese estilo de cabello... Solo lo usan las mujeres que buscan marido en Musutafu.

  — B-Bueno, es un estilo muy popular hoy en día, resalta la belleza de la señorita que aún está soltera y...— no quiso seguir hablando, el miedo detuvo su lengua—. Lo lamento, Su Majestad, la volveré a peinar.

  — ¿Por qué volverías a peinarla? Ni siquiera te dijo si le gustaba o no, ¿estas ignorando la opinión de la señorita?

  — N-No, yo solo...

  — Su Majestad, no atormente a la muchacha, por favor— dijo Aiko, saliendo un segundo de sus tácticas que había comenzado a garabatear—. Puedes retirarte, muchas gracias.

La mujer huyó de la tienda, comenzando a llamar la atención a los que estaba cerca. Era como la tercera persona que salía rápidamente de ese lugar.

  — ¿Estás de acuerdo con encontrar marido?— murmuró, apoyándose sobre una mano, fijándose en lo que ella escribía con una caligrafía un tanto torcida.

  — Soy alguien difícil de emparejar, por más que tenga unas trenzas con un significado tonto, los pretendientes solían evitar casarse con mujeres fuertes o con más rango— respondió distraídamente, volviendo a sus escrituras.

Katsuki no respondió, lo que pudo decir se lo mantuvo en sus pensamientos, no creía que reafirmar cuán estúpidos encontraba a los humanos la ayudase a ella a recordar todos los nombres de las casas nobles del reino que trataba de escribir de memoria, y tampoco la iba a infortunar con más preguntas.

Aún quedaba tiempo antes de encontrarse con los humanos, esperaba que ninguna molestia más cruzase por la puerta.

***

Buenas, me disculpo por la demora.

¿Les gustó el capítulo? Gracias por leer.

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