•35•
Bailar hasta quedar sin aliento nunca había sido algo que Aiko fuese propensa a experimentar, pero en ese momento estaba con sus mejillas rosadas tomando un descanso entre risas con el rey, a un lado de la enorme fogata que habían rodeado varias veces en esas horas de baile.
Katsuki reía de cómo casi se había caído más veces de las que podía contar, de cómo su cabello había quedado todo enmarañado por la humedad y las vueltas que habían dado en su bailar y de que se había divertido como nunca antes, era una diversión inocente del tipo que no había tenido en mucho tiempo.
Aiko apreciaba la sonrisa de Katsuki, de cómo cada vez que recordaba alguno de los eventos trataba de ahogar una carcajada y a cada comentario que iban haciendo la situación se volvía más y más chistosa, hasta que se quedaron sin aire, sentados en un tronco tratando de calmar la risa.
Los minutos pasaron en los que las risas fueron siendo difuminadas por el sentimiento de comodidad, sus manos seguían rozandose distraídamente en lo que ambos observaban a las otras parejas bailar, con tranquilidad, sin ponerse a pensar en que depararía mañana cuando la junta con los generales y el príncipe Heredero se llevase a cabo.
Los soldados parecían ignorarlos, siendo un alivio por esos momentos, ninguno de los dos necesitaba atención innecesaria.
— Gracias por todo esto, Su Majestad— susurró Aiko, algo risueña con sus ojos perdidos en esa improvisada pista, viendo a los participantes girar y sonreír, festejando la reciente victoria.
Miró a la mujer a su lado, sus labios rosaceos curvados en una leve sonrisa que parecía ser parte de ella últimamente, no podía quejarse, verla así llenaba de un calor extraño su pecho y algo le decía que apartase la atención antes de perderse irremediablemente en esa sensación.
No sabía cómo definir ese sentir, tampoco supo que responder, no creía que fuera necesario su agradecimiento después de todo lo que ella había hecho por él y su gente, a comparación creía haber hecho lo mínimo.
El silencio se situó entre ambos por varios minutos, no parecía necesario hablar, con sus dedos rozandose levemente y sus respiraciones acompasadas no parecía haber tema de conversación lo suficientemente interesante.
— ¡Señorita! ¿No me diga que solo va a bailar con un solo hombre? ¡Hay que festejar!
Un hombre de complexión media se acercó hasta Aiko, tirando de su mano izquierda provocando que perdiera el contacto con Katsuki. Ella buscó al rey justo como él había hecho cuando fue arrastrado a la pista, hallando una media sonrisa mientras la miraba y Aiko le devolvió el gesto, comenzando a divertirse.
Bailó por un rato mucho menor de lo que había hecho con el rey, su cuerpo comenzaba a doler, pero cada paso que daba lo disfrutaba, ya que no sabía cuando sería la próxima vez que pudiera disfrutar de algo así. O de sí habría una próxima vez.
La canción terminó antes de lo que le habría gustado, se despidió de su acompañante hasta ese momento y volvió hasta donde estaba el monarca.
Él la había estado observando a cada paso que había dado y para mala suerte de Aiko, se había percatado del dolor de su cuerpo, siendo que cuando ella trató de volver con él para descansar, Katsuki se puso de pie al ver su ceño fruncido advirtiendo que algo no andaba bien.
Varios hombres más se cruzaron en su camino pidiendo por un próximo baile y Aiko declinó cortésmente cada una de las ofertas, tratando de abrirse paso para llegar a su destino. Alguien la tomó por la cintura con fuerza para impedirle seguir avanzando, apretando una de sus heridas y haciendo que soltara un quejido.
Katsuki Bakugo no era alguien que tolerara las faltas de respeto hacia su persona y mucho menos iba a tolerar que una falta así se la hiciesen a Aiko Himura, pechó a todos los hombres que se amontonaban alrededor de la fémina, llegando con violencia hasta quién la estaba tomando. Agarró con fuerza el hombro del insípido humano que atrevía a meterse en su camino, pero ningún sonido salió de su boca, como si su fuerte agarre no le hubiese dolido.
Fue ahí cuando se percató de tal vez lo obvio, miró por sobre el hombro del hombre ya inconsciente como Aiko lo tenía agarrado por el cuello y como la hermosa sonrisa de la fémina se había esfumado, dando paso a su común rostro estoico que no mostraba signos de emoción. Soltó su agarre, cayendo el hombre inevitablemente al suelo y casi de inmediato, todo aquel que obstruía su paso desapareció de la vista.
— Eso fue desagradable, soldado— dijo fuerte y claro con un tono de voz muy grave, sonaba furiosa mientras miraba al hombre en el suelo que apenas recobraba el sentido—. La próxima vez no me detendré a solo dejarte sin aire, ¿entendido?
El humano en el suelo asintió, huyendo despavorido pues no sólo era La Dama de Guerra mirándolo como si quisiera cortarle la cabeza, sino que el Rey de Bishajin estaba a sus espaldas esperando a que hiciera algún movimiento estúpido para mandarlo al mundo de los muertos, no fue un día de suerte.
Katsuki seguía un poco boquiabierto, nunca había visto tal carácter venir de Aiko, ella siempre actuaba calma y respetuosa que era difícil imaginarla siendo violenta o alzando la voz fuera del campo de batalla. Los orbes verdes se encontraron con los suyos, ganando un poco de brillo sus iris y sonriendo levemente para él, inclinando un poco su cabeza en una leve reverencia.
— Lamento que Su Majestad haya tenido que ser testigo de una escena tan desagradable— su voz fue tan suave que parecía increíble que hace unos momentos hubiese amenzado a alguien.
— ¿Hah? Si tú no hacías eso, probablemente yo hubiese sido menos gentil— respondió, un poco desconcertado de que aún guardase algo de formalidad para él.
Katsuki la tomó por la mano, comenzando a caminar hasta una tienda cercana donde suponía podría haber suministros de medicina y comida.
— ¿Su Majestad...?
— Tienes que comer.
Fue lo único que dijo antes de seguir su trayecto, mas al parecer nadie quería dejarlos terminar esa noche en calma o a solas, varias personas que portaban el escudo de armas de Bishajin se cruzaron en el camino de ambos, ignorando a la fémina y comenzando a hablar directamente con el rey.
Katsuki comenzó a hablar con los soldados a medida que le empezaron a entregar reportes de situación de cómo se había desarrollado la noche, sacando por unos segundos su foco de atención de la exgeneral, soltando distraídamente su mano y centrándose en dar órdenes nuevas para las siguientes veinticuatro horas. A esa altura, no podía permitirse dejar pasar ningún detalle o movimiento de Monoma, si volvían a por Aiko no se las dejaría tan fácil esa vez.
Aiko se quedó observando por unos momentos a Katsuki hacer su trabajo de rey, aunque contase con un temperamento de temer, nadie le podía quitar el crédito que era un excelente líder. Escuchaba, corregía y ordenaba, totalmente concentrado en su trabajo y no dejando pasar ningún detalle. Su ceño se hallaba fruncido casi que por costumbre, leyendo rápidamente todos los papeles que le eran dados y dando respuestas concisas y sin demora, el ser rey le sentaba demasiado bien.
Miró por sobre su hombro, quitando su atención del varón unos momentos, detrás de ella se hallaba el bosque por donde Izuku Midoriya la había cargado hasta llegar al campo de batalla, le había llamado la atención los cambios de ropa que había tenido de un evento al otro, debería agradecer más tarde a Izuku por haber cambiado sus harapos por unas ropas decentes para poder luchar. Se hundió un poco en la oscuridad de ese bosque, recordando que había dejado algo sin resolver por toda la presión del momento, apretó los dientes volviendo a saborear la amargura que había sentido y rememorando el dolor de su cuerpo justo cuando se desmayó.
Volvió su atención al Dragón, seguía en su labor mientras era rodeado por sus subordinados, él con una mano libre buscó su contacto y al hallar nuevamente su mano, le dio un leve apretón para seguir con su trabajo sin haber despegado sus ojos de los papeles. Con sigilo y disculpándose silenciosamente logró escabullirse sin ser notada por el Rey y trató lo más que pudo de esquivar a los oriundos de Musutafu, tapando su cabello y cambiando su capa por otra diferente, pero sin deshacerse de la primera.
Regresó sobre sus pasos, caminando más lento de lo que le gustaría pues sus heridas no permitían mucha velocidad. Eran aproximadamente unos veinte kilómetros que esperaba recorrerlos para el amanecer, odiaba el frío y tener sus manos y nariz congeladas, más que nada odiaba terminar su noche en compañía de Katsuki, pero no podía hacer mucho al respecto, el deber tenía más peso.
Esperó a que los cuidadores de los caballos se distrajeran para tomar a uno en lo que robaba una silla de montar y una pala, mentiría si dijera que agarró al azar, puesto que tomó el corcel que más lindo le pareció, uno totalmente negro con algunos lunares blancos que estaba en excelente estado. Podría haber hecho todo eso pidiendo permiso, pero era muy consciente de su estado en ese momento, las heridas de flecha no estaban del todo cerradas y con Shoto por los alrededores, sus movimientos se volvían limitados.
Tampoco podía ignorar a Katsuki Bakugo, él se había mantenido a su lado toda la noche, seguramente su honor no lo dejase permitir que volviera a herirse, puesto que ya eran reiteradas las veces que hacía cosas de forma impulsiva por la gente de Bishajin, seguramente él se sentiría responsable.
Se sintió culpable al saber que cargaría sus hombros con su próxima acción, mas era necesario para ella hacerlo, esperaba que Katsuki no se enojase por eso ni por el hecho de que había huido mientras él estaba haciendo algo importante.
La noche se cernía sobre sí con frialdad, la humedad y niebla eran tan espesas que apenas dejaba tiempo a respirar por poner su concentración en no darse contra ningun árbol con su caballo, el farol que había tomado prestado poco podía hacer con la niebla espesa de una madrugada de invierno.
Lentamente y a medida que avanzaba, sus manos se tornaron rojas del frío y sintió como sus calcetines se humedecían dentro de sus botas, inútiles ante el clima. Su nariz moqueaba y el sonido de sus dientes castañeando era lo único que acompañaba al ruido de los cascos de su caballo en medio de la noche.
No pudo evitar extrañar el contacto de su mano con la del monarca, suponía que era por su condición de Dragón que su temperatura corporal era más elevada y mantuvo sus manos calientes durante toda la velada.
Con los pulmones helados y apenas sintiendo su cara, reconoció gracias a la luz de la luna las grandes cruces de madera que habían sido utilizadas para intentar dar muerte a los pueblerinos de Bishajin. Las enormes estructuras seguían erguidas e intactas, no parecía que nadie hubiese atentado con bajarlas.
Descendió del caballo, caminando hasta un árbol bajo y asegurando que no se fuese atando las riendas a unas ramas, dándole dos suaves palmadas en el cuello. Escuchó con atención su entorno, atenta a posibles depredadores nocturnos, pero no había señal de ningún ser vivo en ese bosque excepto por ella y su corcel.
Llevando consigo el farol que apenas se mantenía, buscó por detrás de las cruces, hallando lo que había ido a buscar. El cuerpo se encontraba intacto, como si hace apenas unas horas hubiera fallecido, sin atentados por parte de animales salvajes o terceros. La carne se notaba congelada, la lluvia y después la helada invernal habían hecho un buen trabajo preservando el cuerpo.
— Hey... Volví por ti, siento la demora— murmuró con suavidad, como si aquella mujer estuviera durmiendo.
Dejó el farol en el suelo y caminó hasta el caballo, tomando la enorme capa que había sido su abrigo hasta hace un rato y también una manta blanca que alguien se había olvidado en las alforjas. Regresó al cuerpo, envolviendolo en la manta blanca con delicadeza.
— Perdón, tendremos que movernos un poco.
Levantó el cadáver, gracias al congelamiento el olor nauseabundo que normalmente tendría un cuerpo en descomposición no era tan agobiante como debería, montó en la silla al cuerpo, tomando las riendas del caballo y comenzó su trayecto hasta la frontera, otra vez debería recorrer esos tres kilómetros aunque ahora con un propósito diferente.
Sus pulmones se fueron acostumbrando a lo gélido del clima y el tupido bosque la protegió un poco de la humedad que caía sobre su cabeza. La tierra ya no era lodosa, el caballo pasaba sin mayor dificultad, al parecer, el suelo se había congelado culpa de la gélida noche.
Llegó luego de algunos minutos, descargó al animal volviendo a dejar el cadáver en el suelo y tomó la pala. Iba a ser difícil, la tierra estaba dura, seguía algo adolorida y no tenía mucha voluntad, lo único que la mantenía en ese bosque era la culpa de no haber llegado a tiempo.
Clavó la pala en la tierra, comenzando a cavar.
...
Las múltiples voces diciendo cada uno cosas diferentes lo marearon por un momento, sacudió su cabeza volviendo a los últimos papeles que tuvo que leer y darles el visto bueno antes de poder seguir con Aiko. Respondió a las dudas y preguntas de sus subordinados sobre qué hacer en algunas áreas y oyó los reportes de cada una de los pueblos que estaba monitoreando por culpa de la guerra. No todo fueron malas noticias, Kirishima estaba haciendo un buen trabajo al parecer.
Terminó con todo lo urgente e importante, estirando su mano buscó el contacto a sus espaldas con su acompañante y al no encontrar nada, dio una media vuelta hallando la absoluta nada detrás de sí. Buscó rápidamente con sus ojos en el campamento en donde podría estar, tratando de dar con sus cabellos rubios y fallando.
— ¿Su Majestad? Su acompañante se fue en esa dirección hace unos quince minutos— le informó uno de los soldados que le habían entregado un reporte.
Soltó un suspiro irritado, viendo que la dirección a la que el soldado estaba apuntando no era nada más que donde se encontraban los caballos de su ejército. Caminó dando zancadas, ignorando completamente al Príncipe Heredero de Musutafu que trató de llamar su atención para hablar.
— Bakugou, ¿sabes donde está Aiko? Necesito hablar con ella.
Shoto no obtuvo respuesta, Katsuki continuó su camino sin parar a darle siquiera un segundo vistazo.
Llegó hasta dónde estaban los animales, encontrándose a uno de los encargados nervioso y temblequeando porque al parecer, faltaba uno de los mejores corceles: el suyo.
No se sorprendió demasiado, Aiko tenía un extraño buen ojo para hacer cosas que tendían a hacerlo enojar sin ella siquiera saber.
Decidió rápidamente no estresarse tomando un caballo, conocía la velocidad del suyo propio y no llegaría con ella a tiempo si quería hacer alguna tontería como suicidarse por el bien de algún reino.
Tomó distancia de los caballos para no asustarlos y estiró sus alas en su espalda, rompiendo accidentalmente su camisa en el camino. Él no tenía la tendencia de convertirse completamente como lo hacía Eijiro Kirishima, era exageradamente grande y no había espacio donde cupiera en esa forma. Prefería los intermedios, como en ese momento.
Alzó el vuelo, analizando desde la altura hacia donde podría haber ido y hallando su cabello rubio apenas escondido por los árboles del bosque, montando su caballo a gran velocidad dirigiéndose a dónde se había producido la primera brecha en su barrera. Rodó sus ojos, reconocía que eran similares en eso de no quedarse quietos aunque todo estuviera en contra.
La siguió en silencio, planeando con sus alas tratando de no batirlas para no llamar su atención. La vio hacer una parada y su molestia se apagó de inmediato, reprochandose su impulsividad a irritarse en vano.
La oyó hablarle a ese cadáver mientras la envolvía con delicadeza, como si estuviera arropado su cuerpo con esa sabana blanca y la cargó entre sus brazos hasta el caballo.
Bajó hasta el suelo para seguirla por tierra, Aiko iba hablando gentilmente con su caballo y le pedía perdón en repetidas ocasiones al animal y al cuerpo que llevaba.
Comenzó a cavar, sorbiendo sus mocos y restregando su rostro cada tanto.
Decidió acercarse al oír como se quejaba del dolor, justo antes a que volviera a clavar la pala en el duro suelo.
— ¿Cómo se llamaba?
Su voz no pareció alarmarla ni hizo que se sobresaltara, lo miró por sobre el hombro antes de continuar.
— No sé, no conocí a esta persona.
— Entonces, ¿por qué cavas su tumba?— cuestionó, algo desconcertado y alzando una ceja en réplica.
— Ella... Tenía a alguien esperando su regreso en casa— explicó, con la voz un poco entrecortada por el esfuerzo que estaba realizando su cuerpo—. Si no se le hace un entierro digno no se va a reencontrar con la gente que amó en vida.
Se mantuvo en silencio, no tenía nada para responder, Aiko conservaba una moral impecable. Se acercó hasta el agujero que ya fémina ya tenía en proceso, ni siquiera llegaba a un metro y aún era demasiado pequeño para un entierro digno, la tomó por su codo, sacándola hasta arriba de un solo tirón, quedando ella entre sus brazos.
— Estás herida— fue lo único que dijo, dándole un pequeño golpe en la frente como reproche. Le arrancó la pala de las manos sin dejarla replicar y comenzó él a cavar, sacando una pala entera de tierra en su primer movimiento.
— Su Majestad, no tiene que-
— Mira tu cuerpo, si espero a que termines de cavar por ti misma ni siquiera vamos a llegar al desayuno— reprochó de mala gana, fingiendo estar irritado y centrándose en cavar.
Aiko quedó atontada por unos segundos, sonriendo un poco sentimental. Se sentó en el suelo, llevando sus rodillas a su pecho y tratando de guardar un poco de su calor mientras miraba al varón. En mucho menos tiempo ya había hecho un inmenso avance que lo que habría hecho ella en ese estado.
— Lo siento por ponerte en esta situación, si yo hubiese llegado antes...
— Torturarte pensando en el quizás te impide pensar en tácticas de guerra, distribuye tu atención tácticamente— respondió inmediatamente, sin dejarle pensar en sus palabras—. Piensa en lo que te gustaría comer en el desayuno, no en esas mierdas depresivas.
Enseguida detuvo sus movimientos, procesando lo que acababa de decir, había sonado como un idiota descorazonado. Se fijó en Aiko, esperando no haber empeorado su estado de ánimo, pero al parecer ella había tomado literal su recomendación, mirando al cielo pensando cuidadosamente su elección.
Volvió la vista al rey, con una leve sonrisa.
— Me gustaría tomar café con alguna tarta de frutas, ¿y a Su Majestad?
Katsuki soltó un suspiro.
— No como cosas dulces en la mañana. O cosas dulces en general.
— Ya veo, ya veo. A mi me gustan los dulces, pero nunca pude probar muchos.
Katsuki apretó la mandíbula, él era el que había dicho que no servía de nada torturarse con los recuerdos, pero la imagen de Aiko sosteniendo una bolsa de dulces cuando vio sus memorias lo apuñaló por la espalda. Para su suerte, Aiko entabló una charla amena y muy ligera, salvandolo de su propia mente.
Terminó de cavar un hoyo con la suficiente profundidad, Aiko llevó el cuerpo y pidió que lo depositara con suavidad. Salió hasta la superficie, comenzando a taparlo bajo la atenta mirada de la fémina.
— ¿Hay algún rezo específico en Bishajin?— preguntó, un poco perdida en sus pensamientos.
— No realmente, solo deseamos que lleguen a salvo al Más Allá y dedicamos unas palabras— murmuró, terminando de tapar por completo el hoyo.
Aiko se puso de rodillas a un lado de la tumba, juntando sus manos y comenzando a rezar como Katsuki le había dicho y él la imitó, siendo respetuoso con la ceremonia improvisada que habían armado. Fue el primero en terminar sus oraciones, dirigiéndose al caballo psra darle algo de privacidad.
En silencio, se dirigió hasta su acompañante cuando terminó, aceptando su mano que la ayudaba a subirse detrás de él en el caballo. El trayecto fue tranquilo, sobre todo por parte de Katsuki que desde que ella había entrelazado sus manos alrededor suyo para mantenerse sobre el caballo apenas y estaba respirando.
— ¿Qué le gustaría desayunar a Su Majestad?— preguntó, viendo que apenas iban a mitad de camino e intuyendo que Katsuki no iría a aumentar su velocidad.
— Tarta de frutas y café no es mala idea.
***
Holis.
El romance lentito pero seguro es mi pasión.
¿Les gustó el capítulo?
¿Y ustedes que quieren desayunar?
Gracias por leer❤️
No se olviden que en tiktok también los ando haciendo sufrir pero con videos mamarrachos d Dominio de Bestia!!!!111 el user es _Nynia._ jasjajs
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