•29•
El diluvio a duras penas cesaba su intensidad, ya había divisado a los lejos el ejército de los Todoroki pero nadie perteneciente a la familia real de Musutafu encabezaba el ataque. Se había escondido entre unos espesos arbustos junto a una Aiko desmayada a causa del sobreesfuerzo mientras comía un pan que había robado, luego de escabullirse por el campamento enemigo, esperando que ella despertara para compartirle también. Además, había robado ropas, cotas de malla y dos arcos con sus respectivas flechas sin ser detectado. Tendría que disculparse con la exgeneral más tarde, mas si él no cambiaba sus ropas, el frío se hubiera cobrado su salud.
El ejército de Musutafu trataba sin mucho éxito de derribar con ataques mágicos y físicos la impenetrable y reforzada barrera, el ejército se desplegaba por toda la llanura, aproximadamente calculaba unos cinco mil soldados allí, todos cubiertos de pies a cabeza con metal. Algunos llevaban a cuestas lo que reconoció como cañones y grandes ballestas con arpones de hierro fundido, además de que contó que poseían unas cinco catapultas ya cargadas con rocas de gran tamaño. Supuso que todas esas grandes armas eran con la intención de derribar a la imponente forma de dragón de Kirishima, tan sólo deseaba que Kaachan por esa vez dejase en la capital a su inseparable dragón escarlata.
Las tiendas de campaña se hallaban lo más alejado posibles de la frontera aún en la llanura, los soldados que no estaban tratando de derribar la barrera cumplían otras funciones de cocinar o también había visto algunos herreros trabajando con hierro negro, divisó que era del tipo para cortar los flujos de mana. Había husmeando dentro de la gran tienda de campaña que Monoma Neito había montado en el medio del campamento, un mapa cubría una mesa tallada de madera y tenían algunos puntos marcados, por lo que había visto a las prisas ellos pretendían atacar la barrera para luego atacar el corazón del bosque, supuso que pretendían bajar la moral del contrincante quemando los bosques.
Los soldados se hundían en el barro, esas pesadisimas armaduras eran una desventaja frente al débil suelo luego de lluvia, deberían de agradecer de estar en invierno ya que si hubiese sido en verano luego de la lluvia, la caliente humedad derretiría a los hombres dentro de sus yelmos.
Habían pasado aproximadamente seis horas desde que estaban allí escondidos, Izuku sólo esperaba que algo de un buen merecido descanso haría que Aiko se recompensara. Su cuerpo había sufrido de heridas casi consecutivamente, primero fue hacía tres semanas, en la muerte de Sero y Denki, luego fue en batirse a golpes limpios con El Rey, para finalizar con bajar y transportar una docena de heridos de ida y vuelta para luego luchar contra más de cincuenta hombres. No la tuvo fácil, ese agotamiento físico y mental también lo habría derribado a él. Sin contar que Aiko a diferencia de él, no contaba con un flujo de mana estable que le permitiera una rápida recuperación. Esperaba firmemente que lo que habían visto sus ojos no lo engañaran, porque Aiko estando agotada derribó y noqueó a decenas de hombres, estaba ansioso por ver lo que era capaz La Dama de Guerra con algunas horas de sueño encima.
Ya había mandado una señal a Ochako de donde se encontraba, siempre llevaba consigo localizadores que debía activar para hacerla saber. Esperaba que llegase lo antes posible, la monstruosa magia de Ochako Uraraka más sus varias capacidades y su rango extenso de conocimiento pondría la balanza a favor de Bishajin.
Había notado que su querida Ochako había quedado encantada con la exgeneral y no podía culparla. Todoroki le había contado las miles de hazañas que Aiko había hecho en el Reino, desde ganar guerras imposibles hasta ser un solo soldado contra las líneas enemigas, tal parecía que Aiko era la heroína personal del Príncipe Heredero. Dudaba que Shoto supiera lo que su heroína pensaba en respecto a ser llamada así, él la había descrito por ser un tanto cerrada a compartir lo que sentía, más allá de siempre actuar cuando una situación le parecía injusta; claramente varias cosas habían cambiado en ella desde el momento en que pisó la tierra de dragones, podía asegurar con toda firmeza que Shoto nunca creería si le dijera que ella había retado a Katsuki Bakugo a un duelo y que había ganado.
Las tropas lentamente comenzaron a retirarse al caer la noche, los hombres de Musutafu se desanimaron al ver que esa barrera no cedería ante la fuerza humana. Hacía frío, nada mataba más a los soldados en plena guerra como la gripe o la fiebre, todos volvieron al campamento esperando encontrar algo de comida, fuego y alcohol.
Izuku no se aceleró ni festejó la retirada, aunque la oscuridad fuera absoluta sus sentidos aún lograron captar como las pisadas de algunos hombres se desviaban del resto. Maquinó con rapidez, podría suceder que el ataque matutino a la barrera simplemente fuera algo para atraer a Katsuki Bakugo y Eijiro Kirishima hasta la frontera, el armamento parecía más que adecuado para luchar contra dragones, aunque no parecía el adecuado para vencer a Kirishima en su forma de dragón ni mucho menos para derribar a la monstruosidad que podía ser Katsuki Bakugo y su sangre real en su segunda forma, aunque dudaba que supieran sobre la verdadera forma del Rey o sobre las capacidades mágicas y anatómicas de Kirishima.
La noche avanzaba conforme él seguía en guardia, estaban escondidos espléndidamente pero no podía descuidarse, simplemente cerró los ojos por unas cuantas horas, aunque sólo estaba dormitando y no logró descansar adecuadamente. Estaba preocupado porque ya eran transcurridas unas doce horas y ni Katsuki llegaba y ni Aiko despertaba; era más que consciente que Su Majestad de seguro tardaría un poco en llegar con sus soldados debido a la distancia que tenía que recorrer, mas Aiko no estaba sufriendo ningún tipo de fiebre ni padecimiento como para dormir tanto en medio de una guerra, quiso creer que el desgaste muscular tanto como mental era razón suficiente como para desactivar sus instintos y permitirle un digno descanso, pero ese no era el lugar adecuado.
Los humanos parecían estar inquietos a medida el sol iba tomando su lugar en el cielo, la realeza del reino vecino no parecía haber hecho movimiento alguno con sus tropas como habían esperado y aún no encontraban a los infiltrados entre los arbustos. La tensión que había en el aire de los humanos comenzó a disiparse en cuanto comenzaron a hacer chistes de como el soberano de Bishajin seguramente se habría asustado luego de ver tantos hombres con espadas tocando a sus puertas. Izuku sólo podía oír sus pésimas bromas y sentir lástima por aquellos desgraciados que se fuesen a cruzar con Katsuki, el rey se tomaba el karma bastante en serio.
Un trompetazo perforó sus tímpanos, llamando su atención hasta las palabras que decía el vocero del bando enemigo y las noticias nuevas que solían anunciar, buscó calentar sus manos con su aliento en lo que afinaba sus oídos para oír las entrecortadas palabras del varón que se escuchaba bastante exaltado, respirando bocadanas de aire como si recién terminara un triatlon.
— ¡Los soldados de Bishajin se asoman por el oeste! ¡No traen al Dragón Carmín con ellos! — se sostuvo un silencio sepulcral durante los leves instantes que le tomó a los soldados procesar la noticia antes de que dieran gritos de alegría y felicidad, vitoreando la fácil victoria que conseguirían.
— ¿Qué pasó con la exgeneral? ¿Está con ellos? — la negativa por parte del vocero aumentó más el ánimo, y por consiguiente, aumentó la pena de Izuku por ellos.
Los soldados estaban felices de no ver ni a Aiko ni a Kirishima aproximándose al campo de batalla cuando era a Katsuki a quien debían temer en esa situación. Los tres eran habilidosos guerreros que ponían siempre las reyertas a favor de sus bandos, pero a diferencia de los otros dos, podía adivinar que Katsuki estaba siendo profundamente consumido por la ira de que hubiesen tocado a su gente para luego tener el descaro de ir a buscarlo a él directamente a su puerta. Katsuki Bakugo no era alguien que olvidara las ofensas rápidamente, menos aún después de que hubiesen orillado a su gente a tener que recluirse en el noroeste de su Reino para huir de las manos humanas.
Más allá de lo desafortunados que serían los soldados al subestimar a Katsuki, era bueno saber que él ya estaba cerca y sin Kirishima, estaba seguro que lo había dejado para proteger la capital o para movilizar a la gente a los refugios de ser necesario. Aiko, por otro lado, permanecía aún en la inconsciencia, varias veces había revisado que continuase respirando, sólo podía rezar por su bienestar a ese punto, en cuanto Kaachan cruzara la frontera Izuku también debería de ir a luchar teniendo que dejarla.
— Aiko-san, por favor, abre los ojos pron-
Una gran explosión cortó sus palabras e hizo eco en sus huesos, tal como la erupcion de un volcán, hizo temblar el suelo y las copas de los árboles. El grito ensordecedor del Rey de Bishajin fue oído fuerte y claro por sus subordinados: la guerra había comenzado.
Katsuki había optado por un ataque frontal, él sólo habia sido suficiente en la vanguardia para romper las líneas enemigas, tan sólo fue suficiente para él con estar a unos pocos metros y producir una explosión tan fuerte que obligó a los soldados a soltar sus escudos y a huir, tratando de sacar los yelmos hirvientes de sus cabezas para no morir calcinados por las altas temperaturas que el ataque del Rey había ocasionado.
Los soldados vinieron detrás de él, sin romper las filas y fieles a sus palabras y comandos, pero el ejército del Reino Dragón era claramente superado en número por los humanos. Las catapultas no tardaron en tomar presencia en la batalla, el nerviosismo por parte de los humanos los había orillado a utilizar su armamento para destruir dragones en un desesperado intento de romper las filas enemigas o de incapacitar a Katsuki Bakugo con alguna de las rocas bañadas en maloliente aceite que utilizaban como munición.
Los sonidos de la guerra llenaron los oídos de Izuku en tan sólo unos minutos, desde ese lugar pudo ver de primera mano como su mejor amigo destruía las líneas enemigas y se lanzaba a la lucha con la solo una cota de malla cubriendo su pecho y sus dos inseparables espadas gemelas en sus vainas, Katsuki recorría el campo de batalla a zancadas, no parando ni un segundo a revisar si su enemigo estaba aún respirando. Le dedicó una mirada a Aiko y se disculpó. Debía ir al campo de batalla.
Atacó por el flanco derecho, utilizando el arma que su maestro le había heredado hacía no tanto tiempo. Los humanos mostraban resistencia, pero poco podían hacer frente a Izuku Midoriya, héroe de guerra y presunto asesino de la catástrofe del siglo: Bahamut.
El número de soldados de Musutafu fue disminuyendo a medida que el reino contrario iba ganando espacio en el campo de batalla. Apenas habían trascurrido treinta minutos y para todo aquel que viese eso, el subestimado Reino Dragón se llevaría una arrasador victoria a casa.
Llamó a su amigo, debía informarle inmediatamente que Aiko se encontraba cerca y sobre lo que había hecho, si luego algo sucedía y ella resultaba herida nuevamente sin Katsuki saberlo, estaba seguro de que el rey se echaría toda la culpa al hombro, como siempre solía hacer.
— ¡Kaachan!
Alguien llamándolo lo sacó abruptamente de su trance, su mente había quedado completamente en blanco en cuanto comenzó el ataque. Sus orbes rubíes encontraron entre aquel caos y cuerpos de desconocidos a alguien que ya esperaba. Deku no se veía agotado en lo absoluto y estaba con sus ropas pulcras, a diferencia de él que la sangre enemiga ya manchana gran parte de su cuerpo. El rostro del peliverde expresaba alteración, como queriendo decirle algo con urgencia y podía intuir que lo que Izuku tenía para decirle no le gustaría en lo más mínimo.
— ¿Qué mierda quieres? Deku, maldito.— Izuku no hizo más que dedicarle una sonrisa torcida luego de sus palabras, se pusieron espalda con espalda en cuanto se vieron repentinamente rodeados de algunos humanos cobardes.
— ¡La persona que estaba golpeando la barrera...! — no logró oír la última parte a causa del grito de agonía de su oponente, sacó la espada de su carne y volteó con el ceño fruncido y una ceja alzada, sin siquiera poder detenerse a mirarlo prolongadamente a los ojos.
— ¿De qué diablos estás hablando, maldito?— su cabeza volvió a la sala de la frontera hacía un día atrás, simplemente deseó que de todas las cosas que le pudiera decir, una de ellas no fuese que aquel sujeto anónimo con fuerza similar a la suya pertenecía al ejército de Musutafu.
— ¡La persona que pasó a los civiles! ¡¡Fue Ai-!!
Aún con los sonidos de agonía del campo de batalla, los huesos rompiéndose debajo de las armaduras, las espadas golpeando contra los escudos, los yelmos cayendo al sucio lodo y la sangre tiñiendo más que la tierra, el trompetazo que sonó desde el flanco izquierdo del campo de batalla los ensordeció a todos y cada uno. Algunos tardaron en entender la situación, pero para Katsuki fue más que claro que era lo que había sucedido: lo habían llevado a una trampa.
Más hombres aparecieron por el horizonte, montados a caballo y llevando bien en alto la bandera perteneciente a la famosa Liga de Villanos.
Los nuevos héroes para el ejército humano fueron ovacionados por quienes aún tenían energía para seguir y aquellos pertenecientes al bando contrario buscaron la mirada rubí de su rey para las indicaciones. La mayoría de los soldados humanos restantes se abalanzaron sobre Katsuki e Izuku, sabiendo que si reprimían a esos dos por el tiempo suficiente pondrían retomar la ventaja.
Izuku Midoriya miró fijamente a su compañero en cuanto los humanos se tiraron sobre ellos, sabiendo inconscientemente que era lo que iba a suceder, ambos adivinando cuál era el plan.
Al reprimirlos a ellos, la Liga aprovecharía para acabar con el ejército real de Bishajin.
Izuku y Katsuki comenzaron a cobrarse vidas, sin medir la fuerza que estaban utilizando y con la rabia metiéndose debajo de sus pieles. No eran sólo los hombres en el campo de batalla los que estaban sobre ellos, de un momento a otro una lluvia de flechas los obligó a retroceder unos pasos y tomar alguno de los cuerpos apilados en el suelo para usar de escudo.
— ¡Kacchan...! — la voz alarmada de Deku desvío su atención, fue testigo de cómo el cuerpo que estaba utilizando su amigo de escudo se tornó negro luego de ser atravesado por una flecha igual de oscura.— Esto... Es un bloqueador de mana.
— Malditos...— necesitaban avanzar, no podían permanecer para siempre cubriéndose de las flechas con cadáveres y Katsuki tomó una decisión loca que tal vez lo dejaría un tanto agotado. En cuanto comenzó la lluvia de flechas nuevamente, con su mana produjo una explosión tal que desvío las flechas y creó una cortina de humo.
Ambos se escondieron donde encontraron para alejarse de los ojos de los arqueros, eran unas flechas problemáticas las que tenían y ellos estaban demasiado lejos, además de que sus soldados también estaban ocupados resistiendo a los nuevos atacantes como para preocuparse por ellos. Dio una gran bocanada de aire, no quedaba más remedio que ir él mismo a deshacerse de los molestos arqueros, ojeó de cuántos hombres se trataban y tanto él como Izuku se quedaron atascados observando a quien dirigía a los arqueros, sonriendo asumiendo que era imposible que llegasen a él, Monoma Neito los miró por encima, alzando únicamente su mano derecha para dar su orden. Oyeron por lo lejos que la tercera ola de flechas comenzaría, debía actuar rápido si no quería quedar secos de mana como los cadáveres en el suelo y ahora tenían más motivación para hacerlo.
Aún más rabia se fue acumulando en la garganta del monarca, volviendo a recordar la plaza en Musutafu y la sonrisa en ese rostro, como si hubiera disfrutado cada segundo del sufrimiento de Aiko.
De repente un grito de dolor hizo que alzara la vista a los arqueros, visualizando como tres de los treinta arqueros habían caído por las mismas flechas que habían lanzado. El silencio se hizo por un segundo en medio del caos para Katsuki, buscó con rapidez a alguien de su bando que estuviera cargando con un arco pero para su sorpresa, solo había una persona allí.
Caminaba sin vacilar, con una enorme espada en la espada, una armadura más grande que su cuerpo y un yelmo que de pura casualidad le había quedado. Apuntaba con rencor, dando en el blanco una y otra vez, esquivando las flechas y volviendo a recoger del suelo las que ya habían sido desperdiciadas.
Aiko Himura no los veía a Izuku o a él, sus ojos verdes estaban clavados en el nuevo Capitán General que sonreía divertido, consciente de su notable ventaja, moviéndose de un lado a otro y escondiendo su cuerpo detrás de los indefensos arqueros. La fémina siguió disparando y dando en el blanco mientras seguía su camino por el campo de batalla, concentrada en su blanco y en la única persona que planeaba asesinar a sangre fría sin ningún pudor.
Katsuki se alarmó por un segundo porque a pesar de que él mismo la había provocado veces anteriores, ella nunca le habría dedicado una expresión tal como la que tenía en ese momento.
— ¿Ángel...?
Ella no volteó, a pesar de haberlo escuchado. Después de tanto tiempo de reprimirse y de todo el dolor que aquel hombre le había causado, la voz suave de Katsuki no fue suficiente para despegar su mirada del objetivo frente a sus ojos. A pesar de que deseara girar a verlo y a sus hermosos ojos rubíes, no lo hizo.
Aiko estaba furiosa, como nunca había sabido estarlo y nada la detendría de aprovechar la oportunidad de vengar a sus dos amados amigos.
***
Buenas!! ¿Qué les pareció el capítulo?
Por si no saben, ahora tengo tiktok!! Donde trato de promocionar el Fic jajsjs esta en mi perfil el link de uno de los tikitoks por si quieren ir a ver (?)
Gracias por leer ❤️ y felices fiestas!!
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