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•21•

— No fue tu culpa, Katsuki—. Volvía a repetir en un tono aterciopelado y franco, acariciando muy levemente con su pulgar su mejilla.

Los rubíes ojos del monarca expresaban su sorpresa ante las palabras de Aiko, eran simples a oídos ignorantes, pero para quien las estaba recibiendo en ese momento guardaron gran significado. Le decían, de una forma breve, que no era causante de que aquellas dos vidas se apagaran. Qué él de todas las personas, no tenía que cargar con la pesada y corrosiva culpa. Sus hombros se sintieron más ligeros de un momento a otro, el frío que había estado calando hasta sus huesos se volvió en una cómoda calidez que comenzó a templar su cuerpo desde su mejilla izquierda y sintió que por fin pudo respirar.
Trató de hablar, decirle algo, alguna contradicción, pero su boca se abría y se cerraba mas ningún sonido salía de ella. Lo había dejado sin palabras.

Aiko notó cuando Katsuki dejó salir una profunda respiración, incapaz de decirle algo, ella decidió sincerar su corazón a quién había salvado su vida de morir de frío.

  — Desde un inicio, creí que iba a tener que pelear contigo y con Eijiro-kun para poder... Tomar venganza. Escalé una montaña, pasé por el Bosque de las Dríadas y caminé por horas sin dormir, con las manos entumecidas y toda esa sangre encima de mí—. Murmuró, dirigiendo sus manos a las de Katsuki, acunandolas entre las suyas.— Yo realmente... Nunca pensé en querer golpearte, me disculpo por eso. Pero una vez que estuvimos frente a frente, no te vi a ti... Sino que vi el rostro de los soldados que...

No pudo terminar sus palabras, aunque hace no mucho si lo había logrado hacer, sus cuerdas vocales se negaron a emitir nuevamente esa realidad. Con franqueza, miraba a los ojos carmines como si de un confesionario se tratara, él sabía cómo terminaba lo que iba a decir. Estaba volcando el contenido de su corazón con él y Katsuki sintió que tal vez él debería hacer lo mismo. Su voz que le transmitía tranquilidad y lamento de alguna forma le decía que una vez que cruzara de vuelta la puerta ella no iría a hablar de nuevo de eso y en silencio le ofrecía una última vez para desahogarse.
Las palabras seguían saliendo de la boca de Aiko sin que ella siquiera las pensara mucho, le dolía siquiera pensar en las consecuencias que podría traerle tocar a un hombre tan temperamental como Bakugo Katsuki y mucho menos deseaba pensar en las secuelas de hablar sobre su tristeza con un Rey; todos los reyes eran impredecibles y Katsuki no era una excepción. Gastar energía en pensar en todo aquello era inútil, puesto que se marcharía ni bien hubiera llenado su estómago con comida y ahora con su espada.

Marcharía a morir en la guerra.

  — Simplemente proyecté mi dolor, me sentí impotente al no poder hacer nada por ellos. Y tú tenías lo único que me hacía fuerte; mi espada, mi mana, mi salud. Y al ver que con solo mi sello podías controlar mi vida me di cuenta de lo vulnerable que fui todo este tiempo.

Katsuki no pudo evitar morderse la lengua de rabia. Si tan sólo él hubiera confiado en Aiko como lo habían hecho Kirishima, Uraraka y Deku nada de eso habría pasado. Como un bárbaro, había husmeado dentro de sus recuerdos, luego adrede provocó la aparición de su promesa de sangre para que se devolviera a Musutafu y no anduviera por las calles de Bishajin mucho más tiempo. Había actuado bajo cólera, pero no era él quien pagaba las consecuencias de sus acciones, sino la fémina frente a sus ojos.

  — ¿Por qué? — la pregunta se formuló sin que pudiera retractarse, Aiko lo miró esperando una continuación y él, con la mandíbula apretada, siguió.— No necesito tu pena. Sabes que si yo no hubiera mantenido tu espada, te habrías podido defender y no estarías aquí ahora mismo.

  — Al contrario. Si no hubieras mantenido mi espada, seguramente hoy no estaría viva.

  — ¡Para ya con tus tonterías! Maldita sea.— subió levemente la voz dejándose ganar por la emoción, se levantó de forma abrupta tirando su banco, con los puños fuertemente apretados a ambos lados y con el ceño profundamente fruncido, pero aún miraba fijamente a los orbes verdes de Aiko.— Lo sabes más que yo, lo has visto con tus propios ojos, Ángel. Esos dos idiotas no se habrían tenido que sacrificar si solo-

  — Mis bienamados habrían muerto de todas formas, Katsuki.— contestó, sería. Extendió su brazo hasta volver a tomar con suavidad el puño de Katsuki con su mano derecha.— Pero si no hubieras mantenido mi espada, yo no habría conocido lo que es amar a alguien como mi propia sangre.

Una emoción punzó en el pecho del rey apenas la fémina terminó sus palabras. La idea de que ella tuviera sentimientos románticos por alguno de esos dos le dio un amargo sabor de boca. Apartó la mirada a algo que no fuera esa sinceridad que estaba calando profundo dentro de sí, pero la pérdida de sus orbes no la detuvo de continuar expresándose.

  — Si no hubieras mantenido mi espada, tal vez no hubiera sobrevivido lo suficiente como para conocer en profundidad a personas tan hermosas como Denki y Sero, ni los habría querido como si hubiéramos salido del mismo vientre.— guardó silencio por unos segundos, habiendo calmado a Katsuki con sus últimas palabras, pero aumentando su sentimiento de culpa. Despacio destensó sus músculos y lentamente Aiko volvió a tomar su mano, tirando de él pidiendo que volviera a tomar asiento. — ¿Sabes? El día que se supone me irían a ejecutar buscaron marcas de un sello de mana por mi cuerpo.

Inmediatamente apretó su mandíbula, recordando aquello que hizo hervir su sangre como ninguna otra cosa.

  — Lo sé, yo estuve ahí.— murmuró apenas disimulando la rabia y tratando de no apretar sus puños. El rostro de Aiko expresó sorpresa, pero luego se volvió melancolía.

  — Ellos habrían tenido a Takeshi en sus manos. ¿Sabes lo que sucede cuando un sello bloqueador de más de diez años se rompe?— preguntó con las cejas fruncidas, mojó sus labios antes de volver a hablar.— Es demasiado para cualquier cuerpo, habría sido una bomba y todos en la plaza habrían perdido la vida, incluyendo al Rey Enji y a Sero y Denki.

  — Lo sé. Probablemente ese idiota que rompió tu camisón lo sabía, era demasiada gente reunida aunque haya sido un General...—fue bajando la voz, al igual que sus hombros y simplemente miró a la persona frente a él con un ceño fruncido. Ella sonrió levemente.

  — Entonces, a pesar de mi añoranza, no puedo culparte. Salvaste mi vida y la de cientos de personas más. Está bien, no puedes controlar quien vive y quien muere, pero hiciste una buena elección como rey aunque no haya sido tu gente.— ella apartó su tacto y como pudo sentada en su cama, hizo una reverencia. Con voz suave y bajo la atenta mirada del monarca, dijo — Gracias por ser un buen rey, Bakugo Katsuki.

Las cejas de Katsuki se arquearon en una atípica expresión de sorpresa, pero enseguida volvió a su ceño fruncido. No respondió, no sabía cómo hacerlo. Notó cómo la temperatura de la habitación comenzaba a descender a medida el fuego paraba de crepitar volviéndose simples ascuas, se acercó a zancadas poniendo dos leños más a la enorme estufa.
Aiko siguió con sus ojos al rey, con una leve sonrisa. Ella no esperaba que hubiera una respuesta, en su básico conocimiento sobre Katsuki a base de experiencia, hubiera esperado que él se marchara sin hacer o decir nada más y no reaccionaría ante su gratitud. Admitía que sus acciones desde que cruzó la puerta la habían sorprendido.

La primera impresión que le había dado él en aquella cueva era la de un bárbaro sin escrúpulos, educación, bondad y agresivamente cuidadoso, supo que se había equivocado terriblemente luego de que por su propia cuenta la llevara a un lugar seguro lejos de la muerte, de que le brindara su propia cama y ropa para el frío, de que le permitiera tener esa formidable pelea con él sin subestimar su capacidad, de que la llamara con un apodo raro y dulce a la vez cuando ella misma le había dicho su nombre. Alguna de sus acciones como el apodo aún le parecían confusas, pero sabía que él rey tenía su forma única de estudiar a las personas y expresar gratitud, Kirishima más tarde le habría hablado sobre el sentido de honor del Rey y de cómo siempre pagaba sus deudas con él y con su pueblo. Se puso feliz por un momento, viéndolo remover los leños esperando hacer fuego de espaldas a ella, haber conocido a un rey dragón con casi todas las características de un perfecto rey era algo que nunca creería que pudiera hacer.
Volvió su mirada a Takeshi y al brillo de su hoja.

  — No creo que esté mal disfrutar de esta agradable presencia antes de partir.— murmuró casi inaudible, apenas y moviendo sus labios para hablar, sin intención de que Katsuki le llegara a oír.
Katsuki se tensó pero no se movió de mirar el fuego. No dijo nada, no creyó que fuera necesario, simplemente siguió observando la anaranjada llama sin girar. Adivinó sus pensamientos, supo lo que ella querría hacer a continuación y en ese momento, solo hizo tiempo. Cerró sus ojos, se dejó caer en uno de los adornados sillones frente a la estufa y talló sus párpados, si empezaba a hablar con sinceridad con esa extranjera en ese preciso momento, tal vez se le escaparía que no quería que fuera a dar su vida por un reino que la había desechado, que la había tratado como la más repulsiva escoria. Tal vez le diría que no quería que fuera a morir sola.

Los delicados pasos de pies descalzos lo pusieron alerta y enseguida se encontró a la fémina frente a él, con su cabello despeinado en un camisón blanco de alguna tela suave y con una manta sobre sus hombros, tomó asiento en el segundo sillón decorativo frente a la estufa. Sus orbes ahora brillaban de seriedad y Katsuki supo que ya no tendrían tiempo para hablar.

  — No puedes levantarte aún, Ángel, el frío en Bishajin es peor que en otros reinos.— dijo, tratando de que ella volviera a su cama, pero no funcionó. La determinación en su rostro ya le había dado una respuesta de antemano.

  — No se preocupe, Rey. Tenemos cosas más importantes que hablar sobre mi salud.

...

Ambos oían detrás de la puerta de roble a la silenciosa conversación del otro lado. No disimulaban ante los sirvientes que estaban oyendo de forma ilícita, el dragón escarlata y la chica de tez melocotón se habrían despertado de su profundo sueño luego de que el Rey de Bishajin cerrase la enorme puerta que daba a la habitación de Himura Aiko.
Ninguno de los dos tampoco era capaz de aguantar las lágrimas por todo lo que escuchaban del otro lado, aunque apenas eran susurros, más de una vez Kirishima Eijiro tuvo que sorber sus mocos y Ashido Mina simplemente tapaba su boca para que no la oyeran sollozar.
Cuando el silencio se hizo del otro lado, rápidamente volvieron a sus posiciones originales simulando haber estado durmiendo todo ese tiempo. La imponente presencia de Katsuki se sintió apenas abrió la puerta, no les dirigió ni una mirada y de inmediato tomó rumbo hacia algún lado, con pasos pesados que resonaron en todo el pasillo hasta que finalmente se perdieron en el silencio.
Kirishima y Ashido se miraron entre sí, cómplices de todo lo que habría pasado del otro lado de la puerta y preocupados por el Rey, la primera parte de la conversación con Aiko había sido desgarradora para ellos y no podían imaginar que tan hiriente o reconfortante habría sido para Katsuki. Decidieron que por el bien de todos, no hablarían de lo que habían oído y que por esa noche, evitarían a Katsuki y a la habitación de Aiko.

...

Aizawa Shota siempre había sido un hombre de pocas palabras, nunca en sus cuarenta y tantos años de vida habría necesitado decir más de lo necesario para que los de afuera entendieran a que se refería. Pero ahora estaba vestido con unas incómodas prendas negras formales, esperando fuera de las enormes puertas de la capilla y aguardando por el Príncipe y el Primer General, los cuales llegaban tarde, cuando les había recomendado no hacerlo.
Absolutamente todas las personas que pasaban por allí le daban su pésame y pasaban a la recepción del funeral, las familias de los dos soldados aún lloraban mientras que la mayoría de la gente allí habría ido a cuchichear sobre los fallecidos traidores y sobre cómo era una pena que murieran a manos de los soldados y no a manos de un verdugo separando sus cabezas de sus cuerpos.
Shota nunca habría sido partidario de los eventos sociales, sobre todo por los comentarios que llegaban a sus oídos. Prefería mil veces más estar en su escritorio hasta el cuello de trabajo a que tener que ahogarse con los perfumes de los aristócratas con los cuales trataban de enmascarar con ello su fea personalidad.
Comenzó a golpear con impaciencia su pie contra el suelo, debía volver con su hija y cuidar a su discípulo. Shinso desde hace un mes y medio se mantenía en cama, apenas pudiendo levantarse. No tenía mucho tiempo que perder allí, pero Shoto y Tenya se estaban tomando su tiempo.
Se suponía que le dirían algo importante, un movimiento que habían hecho sin consultar y que esperaban que saliera bien. Ni siquiera estaban los cadáveres de sus alumnos como para poder despedirse como le habrían dicho que podría hacer, él no tenía nada que hacer allí.

Mas el bullicio aumentaba, su paciencia gradualmente iba abandonando su cuerpo.

  — Maldición, es un maldito funeral.— imprecó en voz alta, pero sólo algunos detuvieron sus charlas, otros siguieron como si nada.

  — Menos mal que Lord Kaminari falleció. ¡Siempre se la andaba por ahí con esa actitud petulante! Imaginen el alivio de la familia.

Apretó su mandíbula, sus cabellos se elevaron por un momento por la presencia de su magia y cuando estuvo a punto de poner a esa gente en su lugar, alguien tomó su hombro.

  — Sensei.— La voz del príncipe no logró calmar su cólera, pero sí sus acciones. La mirada heterocromica del menor le pedía discreción y entraron ambos a la capilla a dar su pésame. La familia de ambos soldados les agradecieron continuar creyendo en sus fallecidos y por haber sido cercanos a ellos en vida.

  — ¡Si tan solo esa mujer malvada no los hubiera manipulado...!— bramó la madre de Denki, sin terminar sus palabras. Shoto y Aizawa no dijeron nada, podían entender el dolor de esa mujer, nadie culparía una madre por odiar por la muerte de su hijo.

Llegó el momento de despedirse y el Segundo General agradeció tener por fin silencio. En el carruaje del Príncipe Heredero de camino a alguna parte, miró fijo al menor y este, sin tardar más, habló.

  — Hay algunas personas que quieren encontrarse contigo.

Shota asintió, aceptando el encuentro.

  — Solo espero que este movimiento te beneficie, Príncipe Heredero.— Shoto sonrió, con sus manos unidas sobre su regazo.

  — No exactamente, pero digamos que podría servir tener manos extra de algunos "fantasmas".

***
Buenas, mi gente bonita, ¿qué les pareció el capítulo?

Muchas gracias por el apoyo que últimamente ha estado recibiendo el fic❤️ llegamos a los 5k!!!

Portada nueva:

Wattpad siempre le baja la calidad a todo lo bonito que hago. Pero es Aiko!! En la portada!! 🤩🤩

Gracias por leer.

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