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•13•

La mirada a un lugar tan pacífico la desconcertaba, hacía no mucho tiempo se hallaba al borde de la ejecución. El azul del mar con el verde de la naturaleza conformaban una magnífica vista, sumando el cantar de los pájaros revoloteando de aquí para allá.
Y todo eso tan solo lo había visto desde la ventana de su habitación, sin siquiera moverse de su cama.
Su estómago se retorcía de dolor, generando el vacío del hambre, su garganta estaba tan seca que siquiera tenía saliva para mojar sus agrietados labios, pero por lo menos la suciedad que alguna vez había cubierto su cuerpo ya ni estaba y estaba siendo abrazada por un cómodo camisón de algodón. Su cabello, de igual manera, había dejado de ser un enorme nudo rubio, se notaba que alguien se había tomado el trabajo de peinarlo.

Aunque su estómago se estuviera retorciendo, eso no lo podía comparar con el dolor de la deficiencia de mana. Había tenido un retroceso, sus ojos dolían a la luz y cada poro de su piel ardía al contacto con la pesada atmósfera.
Recordaba lo que había sucedido, sabía que era lo que habían hecho sus subordinados por ella, por sacarla de un fatídico destino. No podría hacer más que regañarlos cuando los viera de nuevo, ya que habían dejado sus vidas atrás.
Sabía muy bien que Sero tenía una enamorada en Musutafu y Denki poseía amigos de lo más cercanos allí, sabía que si ella lograba escapar de alguna forma por su cuenta, Musutafu se convertiría en tierra prohibida para sus pies, pero ellos que tenían incluso familia, habían hecho un sacrificio de lo más estúpido.

La puerta se abrió, dando paso a Denki a través de ella. Él parecía un tanto avergonzado de entrar a la habitación, de cierta forma hasta parecía que sabía el regaño que Aiko le iba a dar.
Ya no estaban sus estravagantes ropas de colores brillantes, Denki ahora vestía ropas color café y blanco, más parecidas a las de un plebeyo que a las de un noble y nerviosamente trataba de no mirar a Aiko a los ojos. Unos largos cinco minutos transcurrieron, la fémina bebió agua para calmar su sed mientras que el presente trataba de no hacer contacto directo.

  — Denki, ¿por qué?

La esperada pregunta hizo más tenso el ambiente, el varón dudo varios segundos antes de responder. No sería una respuesta fácil y estaba seguro de que ella no aceptaría la verdad al completo.

  — No podíamos dejarla morir ahí por algo que no hizo... Simplemente... Dejaríamos morir nuestro honor si permitimos algo así. — la sinceridad brillaba en sus ojos dorados, pero ciertamente estaba triste y Aiko pudo reconocerlo.

  — No valgo tanto como tu familia y amados amigos, Kaminari Denki. Tenías un honor, un renombre y hasta podías casarte con alguien que amaras sin padecer hambre ni trabajo, tenías buenos amigos en la capital, ¿por qué tiraste todo por la borda? — preguntó, consternada. No lograba terminar de entender aquella lealtad que lo había convertido en un traidor.

  — Es mi lealtad a mi general, no podría dejarla morir.

  — Tu lealtad no debe estar con un superior, sino con la gente que aprecias.— su voz salió grave, en un reproche y llena de indignación.

  — Mi lealtad no viene de que usted haya sido un superior, ¿o acaso era leal al Rey Enji, Aiko? ¿O era a sus hijos, quienes sufrieron cada segundo de aquel teatro que fue hecho por el mismísimo?— la pregunta detuvo su indignación. Como un balde de agua fría, su realidad la golpeó.

  — Yo... Fue parte de mi error, Sus Altezas se hubiera visto perjudicados por mi traición, no podía permitir tal cosa y la mejor opción era aceptar mi destino.

Firmemente, volvió a entrar en el papel de soldado y Denki se decepcionó levemente, cuando ella comenzaba a hablar como la Primer General que alguna vez fue, apartaba sus sentimientos y el razonar emocional. Ella no entendería que él, aunque había actuado bajo órdenes, también lo había hecho por amistad.

  — El legítimo heredero al trono era Touya, Natsuo se negó a ser heredero tanto como Fuyumi. Shoto Todoroki pasó a ser el heredero de la corona, quien creía firmemente en tu inocencia. Decidiste manchar su confianza, sin dar pelea y dejando que mancillen su nombre.

De un momento a otro, Denki perdió toda su formalidad y comenzó a tutearla. Era extraña esa situación, había comenzado con ella regañandolo y ahora era el bromista Denki dándole una lección.

  — Tirar tu honor por la ventana no iba a arreglar el mío, Denki. Estoy inmensamente agradecida por tu lealtad y afecto, pero no encuentro justificación suficiente.

  — Es por el traidor, Aiko. Él, quien sembró la semilla de la discordia, hizo que te llevaran a ejecución. Ahora es un poco complicado de explicar... Pero, si hubieras muerto ahí o si te hubieras convertido en una fuente de energía, Musutafu iba a desaparecer del mapa tarde o temprano.— confesó, agotado. Era cierto que a la fémina le costaba comprender el por qué él se había visto envuelto en eso y se había rendido, pero no podía hacer de menos la parte política de su decisión.— Yo más que nadie sé de tu inocencia, como llevaste a cabo tu plan y no hay duda alguna de quien es el traidor.

  — Explícame, soy un exgeneral, no subestimes mi entendimiento.

  — Forzarte dentro de política luego de casi morir de inanición no es el mejor plan, señorita. — la voz juguetona los irrumpió desde la puerta, en cuanto el nuevo individuo vio el reproche en los ojos verdes, se adelantó a sus palabras.— Quizá lo que Kaminari no supo explicar es que la respetamos y consideramos una preciada amiga. ¿Habrías permitido que algún amigo tuyo fuese ejecutado injustamente? Me adelanto a tu respuesta, ¡absolutamente no!

Sero logró apaciguar tanto el ceño de la fémina como el ambiente; ella pareció entender finalmente las palabras de Kaminari y su cuerpo se relajó.

  — ¿Es eso así, Denki? — el rubio rió nervioso por los intensos ojos, expectantes por una respuesta. Avergonzado, respondió.

  — Eh... Si, pero trataba de decirlo de una forma más genial.— murmuró. Sero rompió en risas, comenzando a molestarlo y en silencio, Aiko observó la escena.

  — Ya veo... — sonrió levemente sin percatarse de que sus allegados la observaban, contagiandoles su sonrisa.

...

El silencio era lo único que podía escuchar en su cólera, siquiera había pajaros moviendo sus alas y hasta el más mínimo insecto había detenido su sonido. La ira era algo que lo caracterizó en algún momento de su temprana adolescencia, pero a sus veintitrés años había apaciguado su genio. Tan solo habían pasado dos horas de haber visto aquel acto atroz y su amigo de la infancia tuvo que detenerle para no comenzar una guerra contra el reino vecino.

La retorcida imagen que habían creado los soldados con la general frente a los ojos del pueblo de Musutafu seguía fresca en su mente. Su piel blanquecina como a muerte, sus labios morados y sus dedos rojos por el frío, su intimidad descubierta frente a ancianos, niños, mujeres y depravados, había provocado que incluso pasado un tiempo desde aquellos impactantes acontecimientos, Izuku aún le estuviera reteniendo. Pero Katsuki volvía a estar envenenado, en un acto de entre enojo y fe ciega había entregado a la salvadora de su gente a aquellas viejas amistades para que resolviera los inconvenientes con aquel pueblo, al que ella guardaba tanta lealtad, mas nunca esperó tal ultraje a tal digna soldado. Mientras caminaban entre las calles, luego de la desaparición de Aiko dada por los recientes desertores, las voces no era susurros. La multitud, dividida a lo largo del camino, vociferaba diferentes opiniones y con furia algunos sucumbían a la violencia por algún desacuerdo.

El pueblo tenía miedo.

No era algo que fuese inesperado. De hecho, la simple existencia de Aiko como un individuo con razones y capacidad para tomar una venganza contra Musutafu, era algo que no dejaría dormir a más de una persona esa noche. Mientras algunos añadían miedo con las historias de la susodicha, otros le quitaban importancia, algo que había iniciado a circular era el rumor de que Aiko estaba padeciendo de una severa deficiencia mágica, la cual le impediría en un futuro tomar represalias en contra de Musutafu y el rey.
No era de extrañar, sin embargo, la preocupación de la gente que alegaba que ella podría recuperar su fuerza con un poco de descanso, los juglares hasta el día anterior habían estado canturreando las hazañas de la Dama de Guerra en el campo de batalla y como con tan solo el filo de su espada había cortado tantas cabezas y desmembrado tantos soldados, tenerla como enemigo podría ser mortal en el peor de los casos.

La presión dolorosa sobre su antebrazo derecho indicaba que Izuku conocía lo que estaba pensando, dándole una silenciosa advertencia de que no debía hacer nada por sobresalir, llegando al punto de que, por más que sus huesos fuesen resistentes, si él decidía aplicar unos gramos más de fuerza su hueso cedería y rompería su brazo. Deku, como se refería a su amigo desde la infancia, le había solicitado por el bien de la general y el suyo propio que no debían levantar sospechas, podría tornarse en un dolor de cabeza si se enteraban que el Rey de Bishajin se hallaba pululando por los caminos de Musutafu justo cuando sucedía la ejecución de la Primer General y cuando se produjo su escape. Un evento así desataría de forma ineludible la guerra entre ambos países y Bishajin no era un país que disfrutara de la guerra. El pueblo ya había tenido suficiente dolor con la caída de Arthinea y el despertar de Bahamut en un mismo siglo.

Debían volver al reino de inmediato sin embargo, entre las acusaciones que habían llevado a la ejecución de la general, habían mencionado la existencia de un intercambio de cartas entre ella y él, cosa que nunca había sucedido. Supuso que para que el Rey Enji tomase en cuenta eso como prueba, aquellas cartas debían estar muy bien falsificadas e incluso, si el intercambio se había dado con él formalmente, significaba que de alguna forma había algo irrefutable en esas cartas que confirmaban su identidad y supuso saber que podría ser.
El mitad-mitad, como él se refería príncipe heredero por su rara naturaleza mágica, los había convocado  para que asistieran a la ejecución con precaucion y pudieran oír los cargos por los cuales se le acusaba de traición al exgeneral. Supuso que todo lo relacionado al escape fue parte de su plan desde un inicio, pero no así la humillación pública que había sufrido Aiko y el hecho de que pretendieran usarla como un arma.
Incluso si él estaba mal deduciendo aquel problema, también estaba presente el hecho de que alguien había planeado todo aquello desde un inicio. Aiko había permanecido únicamente dos semanas en su reino y para que su valía hubiese decaído de la noche a la mañana, significaba que alguien había estado actuando tras bambalinas para ir manchando el nombre de la general, plantando la semilla de la discordia. Mientras se hundía un poco en sus pensamientos, tratando de ignorar también de cierta manera la amenazante presión de su brazo, alguien lo chocó con demasiada fuerza, obligándolo a levantar la cabeza. La persona que le empujó cayó al suelo en vez de Katsuki y él ni siquiera miró atrás, no era tan estúpido como para no darse cuenta de la situación, todo el mundo se estaba violentando en las calles y aquel desconocido probablemente pretendía hacer que cayera a los más bajos instintos.

  —  Hey, ¿te irás sin disculparte?

Izuku lo miró, pidiéndole mantener la compostura mientras trataban de salir del reino. Katsuki no se esforzó por mirar detrás de sí siquiera, estaba seguro que la presión en su brazo había disminuido porque Deku podría considerar necesario el uso de violencia para poder seguir con su camino, pero aún no soltaba su agarre.

  — Disculpate, maldito bastardo.

El vociferar de la nueva violenta voz no causó precipitación agresiva alguna por parte de Katsuki, simplemente deberían ignorar aquella débil presencia y en algún momento se desvanecería. Probablemente esa persona creería que al no percibir poder alguno de Deku y él, ellos serían un blanco fácil, ignorando la existencia de magia capaz de ocultar dichas cosas.

  — ¿Qué pasa, amigo? Terminaste de masturbarte luego de ver la desnudez de una mujer en mucho tiempo, ¿y ahora buscas pelea con extranjeros? — una nueva voz se unió al desconocido detrás de sí. Ambos bromeaban con lo sucedido, haciendo comentarios obscenos y de forma bastante explícita, no dejando nada a la imaginación o deducción.

El momento en el que el tiempo se congeló para ambos oriundos de Bishajin fue cuando la segunda voz en aparecer, alardeó de haber sido uno de los afortunados en poder buscar la inexistente marca en el cuerpo de la condenada. Izuku soltó completamente a Katsuki, dejando a los soldados a su merced. Solo oyó unos gritos de dolor luego de una gran explosión, para segundos después tener al Rey caminando delante suyo, retomando el camino.

— Tenemos trabajo que hacer, Deku.

***

Las 14 personas que siempre votan jajsj💕

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Gracias por leer🥰

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