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XXXIII

El plan procedió de la misma forma en que Dominic lo planeo, pero al llegar a la azotea el aire fresco de la madrugada y la vista de un amanecer a punto de nacer le hizo frenar de golpe.

¿De verdad no podría luchar contra las alucinaciones? Había podido vivir plenamente por tres años, olvidando por completo el pasado. Tal vez si tratara el tumor podría superar todo eso... solo tal vez. Pero ¿Qué habría con los asesinatos? Olvidarlo no los hacia desaparecer de la historia. Gente inocente pago una cuenta que no merecían. Dominic había arruinado dos matrimonios, el suyo y el de Huberto. No importaba cuando placer regocijo en un pasado a Dominic, no saldaba el daño hecho. Y ahora era también culpable del suicidio de José.

Has enloquecido, sonó la voz de Humberto en su cabeza.

Dominic avanzo hasta el borde del techo. Merecía morir, pero también merecía vivir. Su interior lidiaba una guerra para tomar la decisión de saltar o no saltar.

Sumido en su guerra interna giro su cuerpo al escuchar un ruido proveniente de las macetas que algún vecino había colocado para que les diese el sol. De entre una sábila y un cactus emergió un pequeño gato persiguiendo una cucaracha. Dominic observo con atención como el gato simplemente se divertía con ella, la tenía en sus garras y la dejaba ir, haciéndole creer que era libre.

Yo soy la cucaracha y la vida es el gato, pensó Dominic riendo un poco.

El gato volteo al escuchar la risa de Dominic, perdiendo a la cucaracha entre las macetas. De forma casi repentina el gato comenzó a darle caza a la cucaracha moviendo y metiendo sus patas entre las macetas para sacarla. Si volvía a atraparla, sin duda la mataría.

Dominic vio como la cucaracha tenía la oportunidad de escapar, así como el gato tenía la oportunidad de atraparla. Todo dependería de quien se descuidará primero. Sin moverse del borde donde estaba parado, Dominic decidió que si el gato le daba caza a la cucaracha saltaría terminando con su vida; si la cucaracha huía, Dominic regresaría a limpiar todo el desorden y continuara con su vida. Era algo torpe, lo sabía, pero sería la única forma de decidir.

Contemplo al gato y a la cucaracha con la sensación de que también José y Humberto lo hacían. Sentía como estaban ansiosos por ver el resultado.

Dominic también lo estaba.

FIN. 

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