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XXVII

Piensa, José. Tenemos que salir de aquí.

El ardor de sus ojos seguía punzando tanto como el de la cara, sin embargo, era resistible. Bajo sus manos y abrió los ojos. Observo a Dominic hurgar entre los cajones de la cocina. Pudo percibir que la persona que se encontraba en la cocina no era el Dominic consciente que él había conocido, si no, era una persona demente que quería acabar con él por errores de un pasado que ni siquiera parecía recordar hasta ese día.

La mente de José estaba sometida a buscar una escapatoria, el instinto de supervivencia estaba activado y haría todo para salir de allí con vida. El primer pensamiento que se le ocurrió fue el de gritar para que un vecino lo escuchara, acudiendo a su rescate. La lógica de José rechazo esa idea, no quería meter a Dominic en problemas, no soportaría perderlo de nuevo. Si acaso lograba escapar de esa situación se alejaría por un tiempo, pero regresaría a buscarlo. Regresaría para pedir disculpas por todos los errores cometidos... tal vez la vida conspirara y les diera otra oportunidad de estar juntos.

—Dominic, por favor —Imploro José en voz quebrada—; no me hagas daño. Deja que me vaya, no volveré a molestarte.

—Apuesto a que también ellos te imploraron.

Dominic giro de momento, dejando ver el cuchillo en su mano.

—Dominic, no...

—Fue un error haber estado contigo. Debí irme en el primer momento que te sentí innecesario en mi vida —Dijo Dominic. Su rostro comenzaba a derramar lágrimas—. Me ate a ti, sabiendo que no eras lo suficiente para mí.

—¡HUMBERTO TAMPOCO LO ERA! —Grito José despertando el odio arraigado en el pasado—. ¡YO DEBIA DE SER TODO PARA TI! ¡DE LA MISMA FORMA EN QUE LO ERAS PARA MI! ¡DOMINIC, TE AMABA!

Por instantes José asimilo los recuerdos, recordó todas las veces que Dominic lo humillaba públicamente; las veces que le hacía sentir menos y lo obligaba a pedir disculpas cuando este no debía de hacerlo. Por un momento el alma de José se preguntó si de verdad Dominic le amo en un momento, o si alguna vez habría apreciado un poco el esfuerzo. A veces el amor es enfermo, te consume a un nivel que te hace ciego a reconocer que amas a un monstruo. Un nivel que permite al otro pisar tu dignidad y escupir en tu orgullo. ¿Y todo por qué? Para recibir pequeñas migajas de aprecio, provenientes de un ser que pareciera no amar a nadie que no fuese él.

Pero esas migajas me daban felicidad, se dijo José. Me hacían olvidar todos los malos tratos. Su forma de amar me era suficiente.

—Incluso cuando descubrí lo de Humberto pensé en perdonártelo —Dijo mirando a Dominic. El dolor de su rostro y ojos se había visto eclipsado por las lágrimas que ahora recorrían su rostro—. Yo daría mi vida mi por ti...

—No quiero tu jodida vida —. Vocifero Dominic. Sus ojos estaban perdidos en una neblina. Los recuerdos de la casa donde encontró los cadáveres le taladraban la mente una y otra vez.

Esas palabras entraron en el conducto auditivo de José como el veneno de una serpiente en una herida. José comprendió que todo estaba perdido, Dominic no podría volver a ser suyo, por lo menos no en esta vida. Intento ponerse de pie con apoyo de sus inútiles manos. Su piel quemada protestaba en silencio, el ardor recorría sin parar los ojos de José que se forzaban a mirar a los ojos de Dominic.

Finalmente puso su cuerpo de pie y avanzo hasta Dominic con pasos torpes. Le miro con dolor y vio el odio profundo en esos ojos negros que alguna vez brillaron para él al darle una sorpresa.

—No me mires de esa forma —dijo débilmente bajando la mirada—. Nunca me gusto que estuvieras molesto conmigo.

Dejo caer su cuerpo sobre sus rodillas, quedando frente a Dominic en posición de ruego. Su rostro empapado busco por última vez los ojos de Dominic, pero este estaba inerte en un punto ciego, su mirada enfocaba al frente, sin embargo, también lloraba.

Esas lagrimas no son para ti, pensó José al ver como caía una por la barbilla de Dominic.

—Falle en impresionarte. Nunca fui lo que deseabas, por eso buscaste a alguien más. Alguien que llenara lo que yo no podía hacer.

Dominic no contesto. Seguía mirando al vacío.

—Dominic...

José miro con anhelo el cuchillo que Dominic llevaba en la mano.

—Mátame.

No obtuvo respuesta.

—Termina de una vez con esto.

Dominic bajo la mirada hacia José. Sus ojos ahora le miraban.

—¡Mátame ahora! —Imploro tomando con sus manos las piernas de Dominic.

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