XXVI
Dominic había arrojado la cafetera en dirección a José. Ahora se encontraba arrastrándose hacia el fondo del departamento, si quería encontrar la puerta iba por el camino incorrecto.
Tenía que pagar por lo que había hecho, aquellos habían sido dos pequeños inocentes, sus vidas les fueron arrebatadas a causa de una venganza de un alma enferma en celos. Era ahora trabajo de Dominic hacerles justicia a esos niños. Hacerle justicia a Humberto y al final que tuvo junto a su familia. Solo la venganza le haría sentir mejor, era la única forma de cerrar todas las puertas que no debieron ser abiertas nunca.
Dentro de sí, un calor recorría cada centímetro de su cuerpo. Sus latidos eran veloces y su respiración agitada. Seguía en el mismo lugar desde donde lanzo la jarra de café. Quería hallar una forma de acabar con la vida de ese asqueroso ser, tenía que ser doloroso, no podía tener una muerte rápida.
No puedes matarlo lento, pensó, gritaría alertando a los estúpidos vecinos.
Dominic medito aquello por unos instantes, era muy cierto, no podía darse el lujo de perder la oportunidad para darle justicia a los niños de Humberto. Camino uno pocos centímetros y tomo un cuchillo.
Lo mataría de la forma en que él término con Humberto.
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