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XI

El tiempo que Dominic duro en el taxi le resulto excesivamente corto. Eso debido a que su mente se vio divagando en un intento por recordar un poco acerca de Dorbent. Es tonto, pensó, me resulta imposible.

Bajo del taxi con debilidad y lentitud, no quería llegar a su departamento, la sensación de volver al lugar donde hacía tiempo le arrebato la vida a su tía, y donde el gato del vecino se vio estampado contra la pared no le agrada mucho. Menos ahora que sabía que en sus manos también estaba la vida de una familia entera.

Bueno, no hay de otra Dominic, se dijo, necesitas descansar, lunático.

Avanzo lentamente por el vestíbulo casi vacío—la excepción se debía al enorme sillón color mierda que llenaba el centro—, el recibidor del señor Frank estaba solo, como era normalmente. El indicio de saber que alguien se seguía haciendo cargo del edifico eran las envolturas de sus loches, las cuales siempre estaban esparcidas sobre la superficie del azulejo.

Llamo al ascensor sin ganas de que este bajara; y espero pacientemente a que abriera sus puertas. Una vez que estuvo dentro recargo el lado lateral izquierdo de su cuerpo en la pared del ascensor, cerro sus ojos sin pensarlo, subconscientemente quería recordar algo, pero no sabía exactamente que, era consciente de que pensar en cómo José le había llamado le ocasionaba unas pulsadas en la cabeza muy molestas.

¿Demi? Que extraño suena eso, pensó siniestro, ¿A que me recuerda?

El elevador llego al cuarto piso abriendo con dificultades sus puertas, no faltaba mucho para que le pusieran un letrero de no funciona. De hecho, no faltaba mucho para que todo el edificio dijera eso

Dominic salió del ascensor caminando rápidamente hacia su puerta. No quería toparse a los Winchester, nerviosos y preocupados por su felino tan apreciado. Avanzo a zancadas por todo el pasillo al tiempo que sacabas sus llaves de la maleta, ingreso la llave como un rayo y jalo fuertemente. Siete segundos después ya estaba dentro del departamento, sano y salvo

Reparo repentinamente que sus manos estaban empapadas en sudor y que las pulsadas que la palabra Demi le ocasionaba ahora estaban ahí sin siquiera pensar en ella. Por un instante pensó en tomar una siesta, olvidando así el dolor, pero algo en su interior le decía que no sería suficiente.

Necesitamos una aspirina, Dominic.

Dejo caer la maleta a su costado y camino al baño.

Siempre tenía en el estante de baño una pequeña farmacia por si se llegaran a presentar situaciones urgentes como esta; o aquella donde una diarrea casi le hacía faltar a una audición.

Él se miró en el espejo antes de tomar el frasco lleno de aspirinas 650mg. El reflejo no parecía tan malo, se veía en él un hombre sano, sus ojos negros parecían normales, ni siquiera se podía pervivir una pisca de ojeras.

Eso es bueno.

Alcanzo con su mano derecha el frasco de aspirinas y lo vertió en la palma izquierda de sus manos, observo que solo caían cuatro antes de dejar el envase de plástico vacío. ¿Cuándo había tomado tantas aspirinas? No lo recordaba. La última vez que tuvo un dolor de cabeza tan intenso fue después de haber hablado con el señor White acerca de la partida de su tía. De ahí en más las dolencias no habían ocurrido hasta...

No mientas...

...Después de haber matado al gato, sí, eso le había ocasionado un dolor mortal y punzante. Antes de dormir perdidamente había ingerido tres de esas aspirinas. Pero tres no era motivo suficiente para que un envase de ochenta capsulas comprimidas.

Te sigues mintiendo, Dominic...

NO ME MIENTO, grito Dominic al reflejo frente a él.

Metió las dos de las cuatro aspirinas a su boca, tragándolas sin necesidad de agua. Acto seguido recargo sus manos en el lavabo, miro lentamente su propio rostro, intentaba recordar algo, de verdad lo intentaba, pero no lograba nada; parecía tenerlo bloqueado todo.

Piensa bien...

Piensa bien...

Piensa bien, Dimi...

Dominic abrió sus ojos negros al pensar en sí mismo como Dimi, pero no encajaba esa idea en su mente. No imaginaba a José llamándole de esa forma.

Por qué no era José quien le llamaba así, ¿Quién era?

Volvió a ver sus ojos. Su mente comenzaba a forzar los recuerdos, parecían ser imágenes volando de un lado a otro si formar una escena en concreto.

Entonces recordó.

Humberto...

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